miércoles, 13 de mayo de 2015

FEDERICO LACROZE

FEDERICO LACROZE



Nació en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1835, siendo sus padres Juan Alejandro Lacroze Durán, oriundo de Castillon, Francia y Mercedes la Santísima Trinidad Cernadas, porteña. Cursó sus estudios en Buenos Aires, y una vez finalizados se dedicó al comercio, siendo hasta los 20 años de edad empleado de la Casa Mallmann y Cía., representante de un grupo de banqueros de Londres, Amberes y París. Posteriormente se radicó en Chivilcoy dedicándose a la agricultura y al comercio, logrando obtener una posición sólida que le permitió ser un exitoso banquero local.
 No necesitó del título de europeo, ni siquiera de la recomendación de haber estudiado en Europa para, a los veinticinco años de edad concebir la idea de la posible realización de un tranvía en Buenos Aires, y conseguir, tras larga vía crucis de contrariedades la autorización gubernativa en 1868 y llevarla a la práctica en 1870 venciendo toda clase de inconvenientes, desde la escasez de capitales hasta la oposición terca y sistemática de los vecinos mejor conceptuados y propietarios de lo edificado en las calles de la ciudad, que había de recorrer la nueva locomoción.
 Sin más capital que 750.000 pesos de la antigua moneda, producto de sus economías como comerciante y después banquero, de los cuales una parte era de su hermano Julio, se lanzó a la gran empresa, después de haber vencido la oposición sostenida ante el Poder Ejecutivo por firmas nacionales como: Anchorena, Basualdo, Estrada, Achával, Barra, Moreno, Mallo Muñiz, Lozano, Ezcurra, Leguía, Escalada y Terrero, y extranjeros como Larroque, Schmidt, Capelli, Sommer, Kramer García, Ruiz, Marcó, Burnichón Cañas, Roverano, Bell Fourcade, Perissée, Zamboni y otros propietarios de la casas de Rivadavia, Suipacha y Tacuarí, en 1870, que creían que el tranvía era una amenaza pasando por calles tan transitadas en que por fuerza debía originar muchas desgracias.
 Fue, por esto, por lo que el Gobierno, después de mandar archivar estos memoriales, ordenó que los coches llevaran, de avanzada a veinte pasos más o menos, a guisa de heraldos, un jinete sin otra misión que la de advertir con toques de corneta, en cada bocacalle la aproximación del temible vehículo.
 En la primera línea que se inauguró, recorría las calles de Cangallo, Callao y Piedad, desde Ecuador a Talcahuano, un convoy compuesto de dos coches, con bandera francesa el uno e inglesa el otro, yendo como cuarteador y trompetero, Juan Lapegua, guerrero del Paraguay; y cocheros Pedro Picarel y Francisco López, españoles, y mayorales Hilario Rodríguez y Baldomero Rodríguez, criollos, uno de los cuales, Baldomero, murió en el Parque, en la revolución del 90. Estos individuos son los decanos de esa inmensa colectividad que tantos y tan varios disgustos ocasionó diariamente a los que transitaban del modo más primitivo o tenían necesidad de sus servicios.
 Como pasaje se usaba una moneda de metal blanco de cuatro gramos de peso.
Más adelante, el 12 de abril del mismo año 1870, se puso en servicio el primer coche especial para pasajeros de la estación del Once, y fue el capitán del 4º de Línea, en la guerra del Paraguay, Francisco Mayo, el mayoral o guarda que lo condujo.
 Entonces, con el nuevo tráfico se instauró como estación, en el Centro, la puerta de la confitería de Godet, en Cangallo, poco más o menos donde estuvo luego la Chocolatería Seminario, y como se aumentaran los viajeros, en los días festivos venía a cuartear y anunciar un segundo convoy, con su trompeta y su caballo particular, el capitán Jara también de la guerra del Paraguay, y perteneciente luego al Cuerpo de Inválidos.
Esta primera línea, que se llamó Central muy aumentada y mejorada, fue vendida a la compañía Anglo Argentina.
 Enseguida, el activo señor Lacroze, cuyo lema era. “el tiempo es oro”, fundó el Tramway Rural, a vapor, que llegó a recorrer más de 200 kilómetros de terrenos de la provincia de Buenos Aires, beneficiando a los hacendados y chacareros, con precios de transporte más ventajosos que los ferrocarriles.
 Estaba casado con María Etchevetz, y de dicho matrimonio nacieron tres hijos: Federico, Carlos y Teófilo. Fallecida su esposa, contrajo segundas nupcias el 27 de agosto de 1887 con la irlandesa Ana Browne Kirk.
 Fue miembro de la masonería, iniciándose el 13 de agosto de 1857 en la Logia Regeneración Nº 5.
 Falleció en Belgrano el 16 de febrero de 1899, víctima de una enfermedad que no pudo dominarle nunca, sino en la última hora. Sus restos se hallan en el Cementerio de la Recoleta.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
www.revisionistas.com.ar

 Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

lunes, 11 de mayo de 2015

CORONEL CARLOS FOREST SOLDADO DE LA INDEPENDENCIA, DE BELGRANO Y DE SAN MARTIN

 CORONEL CARLOS FOREST 

SOLDADO DE LA INDEPENDENCIA, DE BELGRANO Y DE SAN MARTIN




Nació en El Havre, Francia, en el año 1787.  Su carrera militar la empezó en su patria y posteriormente abandonó las filas imperiales para trasladarse a Buenos Aires.  

Sus servicios militares empezaron en la época de la segunda invasión inglesa, siendo dado de alta el 29 de julio de 1807, como capitán del Cuerpo de Voluntarios del Río de la Plata.

Era yerno de Hipólito Vieytes, (Casado con doña Carlota Joaquina Vieytes) quien lo unió a los partidarios de la Revolución de Mayo, y por medio de quien se unió al regimiento "de la Estrella", el de los morenistas, al mando de Domingo French y Antonio Luis Beruti.

Al producirse el movimiento emancipador de Mayo de 1810, el capitán Forest hizo causa común con los independientes.  El 1º de enero de 1812 fue nombrado capitán de la 8ª compañía Fusileros del Regimiento Nº 5, de reciente creación. Marchó a incorporarse al Ejército del Norte, asistiendo al combate del río de las Piedras, el 3 de setiembre de 1812, con parte de los Cazadores; así como también en la batalla de Tucumán, el día 24 del mismo mes, donde mandó la primera columna de infantería en su calidad de capitán del Nº 1 a cargo interinamente de la sargentía mayor del Nº 6 (que ejercía desde el mes de mayo de igual año), columna que estaba formada a la derecha del dispositivo de combate adoptado por Belgrano, constituida por una compañía de 100 cazadores con dos piezas ligeras.  Por su comportamiento en esta batalla fue promovido a sargento mayor efectivo del Regimiento Nº 6, el 1º de noviembre de 1812.

En la batalla de Salta, el 20 de febrero del año siguiente, Forest comandó la 4ª columna de infantería, constituida por el 2º batallón del Nº 6 (cuyo primer batallón formó la 3ª columna al mando del teniente coronel Francisco Pico).  Participó en el avance victorioso hasta Potosí, siendo sensible que el carácter turbulento de Forest produjo frecuentes disgustos al general Belgrano y muchas rencillas en el Ejército Auxiliar.  Forest había reemplazado en el comando del Regimiento 6º al coronel Pico el 5 de abril, por haber sido designado el último teniente gobernador de Jujuy.

Como teniente coronel asistió a la desgraciada jornada de Vilcapujio, el 1º de octubre de 1813, donde fue gravemente herido, por cuya razón no participó en la acción de Ayohuma, librada el 14 de noviembre.  El 8 de enero de 1814 fue ascendido a coronel graduado del Regimiento Nº 6, pero meses después, cuando rendía la plaza de Montevideo, el Director Posadas reforzó aquel Ejército con varios cuerpos, el Nº 6 se refundió con el Nº 1 de Infantería que mandaba el coronel Ventura Vázquez, quedando Forest como 2º de este cuerpo.

Poco después el general Alvear fue nombrado comandante en jefe del Ejército Auxiliar en noviembre de 1814.  El 8 del mes siguiente se producía en Jujuy, donde se hallaba acantonado aquel ejército, una asonada para deponer a los jefes adictos a Alvear, entre los cuales se hallaba el coronel Vázquez, quien fue reemplazado en el mando de Regimiento Nº 1 por el coronel Forest.  Al tener conocimiento Alvear de lo ocurrido, estando a unas 30 leguas al Norte de Córdoba, se puso furioso y lleno de amargura contra los patriotas que así habían procedido, llamándolos rebeldes, y contra el pueblo de Salta, que había apresado a su gobernador coronel Hilarión de la Quintana (nombrado por Alvear).  Ordenó que se hiciera cargo interinamente del Ejército el general Martín Rodríguez, o en su defecto, el coronel Carlos Forest, debiendo trasladarse a Tucumán el general Rondeau, a quien lo había nombrado Presidente de Charcas.  Alvear resolvió finalmente, regresar a Buenos Aires, donde el 9 de enero de 1815 fue elegido Director Supremo, en reemplazo de Posadas, que renunció.

El coronel Forest fue uno de los firmantes del Acta levantada en Humahuaca, el 31 de enero de 1815, desconociendo la autoridad del nuevo Director.  Asistió a la batalla de Sipe-Sipe, el 29 de noviembre de igual año, al frente del Nº 1 y fue el causante principal de la derrota, a consecuencia de la temprana retirada de su cuerpo, lo que parece que en parte fue debido a que las graves heridas recibidas en Vilcapujio se le reabrieron en razón de haber montado a caballo, por lo cual fue necesario improvisar en la retirada una litera análoga a la que había empleado en las marchas, desde que recibió tan graves heridas.  Dicha litera era llevada por mulas o por indios.  Forest en aquella época caminaba arrastrándose, apoyado en un bastón.

A principios de 1816, cuando se incorporaron al Ejército del Norte los Regimientos Nº 2 y 3 de Infantería, mandados por los coroneles Bustos y French, respectivamente, el general Rondeau con el apoyo de estos dos jefes, pudo sobreponerse al coronel Forest, cuya conducta era escandalosamente anti-disciplinaria, manteniendo constantemente en alarma al ejército y en continuo disgusto al General en Jefe.  Entonces se disolvió el cuerpo que mandaba Forest, siendo éste enviado a Buenos Aires, donde fueron empleados sus servicios en la Comisaría de Guerra y el 4 de enero de 1817, el Director Pueyrredón lo promovió a coronel efectivo del Ejército, con antigüedad del 7 de marzo de 1815.  El 5 de noviembre del mismo año obtuvo su retiro a inválidos, “en clase de disperso” con la mitad del sueldo de su clase por las heridas recibidas en el Alto Perú.

Acompañó al general Alvear en la famosa asonada de la noche del 25 de marzo de 1820, cuando se apoderó del cuartel del Regimiento de Aguerridos, en el Retiro, siguiendo después Forest a aquel General en sus aventuras y en la campaña que realizó aquel año, asistiendo al combate de la Cañada de la Cruz, el 28 de junio, donde fue derrotado el general Soler; acompañándolo hasta que sus fuerzas, conjuntamente con las del caudillo chileno José Miguel Carrera, fueron totalmente destruídas por Dorrego, en San Nicolás de los Arroyos, el 2 de agosto de 1820.

El 4 de febrero de 1821 se puso a su cargo la Fortaleza de Buenos Aires.  El 4 de enero de 1822 fue reincorporado a la P. M. A., como coronel, falleciendo en Buenos Aires el 16 de julio de 1823.  Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.

El coronel Forest era casado con Carlota Joaquina Vieytes.  El 10 de febrero de 1818 solicitó del Gobierno un terreno para labrarlo, cerca del fortín de Areco, “por no poder subsistir con sus medios de vida”.  El 14 del mismo mes se le otorgó lo solicitado al solo efecto de poblarlo, y allí vivió Forest en los años siguientes, y en una solicitud del 18 de febrero de 1819 decía estar “sufriendo mil escaseces y enfermo de sus heridas”.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1938).

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

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domingo, 10 de mayo de 2015

PICHINCHA

PICHINCHA 



La calle toma el nombre por la batalla de Pichincha.

La Batalla de Pichincha ocurrió el 24 de mayo de 1822 en las faldas del volcán Pichincha, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, cerca de la ciudad de Quito en el Ecuador actual.
El encuentro, que ocurrió en el contexto de las Guerras de Independencia Hispanoamericana, enfrentó al ejército independentista bajo el mando del general venezolano Antonio José de Sucre y al ejército realista comandado por el general Melchor de Aymerich. La derrota de las fuerzas españolas condujo a la liberación de Quito y aseguró la independencia de las provincias que pertenecían a la Real Audiencia de Quito, también conocida como la Presidencia de Quito, la jurisdicción administrativa colonial española de la que finalmente emergió la República del Ecuador.

Antecedentes

Podría afirmarse que la campaña militar por la independencia de Quito se inició el 9 de octubre de 1820, cuando la ciudad costanera de Guayaquil proclamó su independencia de España después de una rápida y casi incruenta revuelta contra la guarnición local. Los líderes de la revuelta, una combinación de oficiales peruanos y venezolanos del Ejército colonial junto con intelectuales locales y patriotas, formaron un consejo de gobierno y un ejército con el propósito de defender la ciudad y extender el movimiento independentista a otras provincias de la Presidencia. Para entonces, el curso de las guerras de independencia en América del Sur había cambiado en contra de España; la victoria de Simón Bolívar en la Batalla de Boyacá selló la independencia del Virreinato de Nueva Granada, mientras que en el Sur José de San Martín, tras haber desembarcado con su ejército en la costa peruana en septiembre de 1820, preparaba la campaña para la independencia del virreinato del Perú.

Primeras campañas en la Real Audiencia de Quito

La primera campaña se llevó a cabo en 1820 en la independencia de Guayaquil. El gobierno independiente de Guayaquil formó un ejército de hombres locales, de tal vez 1.800 soldados, y en noviembre lo envió hacia laregión sierra, con el propósito de sumar adeptos a la causa independentista. Tras algunos éxitos iniciales, como la declaración de independencia de Cuenca el 3 de noviembre de 1820, los independentistas sufrieron una grave derrota ante el ejército realista en la Batalla de Huachi, cerca de Ambato, que los obligó regresar a las regiones costaneras.
En febrero de 1821 Guayaquil ya había recibido refuerzos, armas y provisiones de parte de Bolívar, quien para entonces era Presidente de la República de Colombia, coayudado desde Santafé por el Vicepresidente Francisco de Paula Santander. En mayo del mismo año, el general de brigada Antonio José de Sucre, Comandante en jefe de la División Sur del ejército colombiano y el subordinado de mayor confianza de Bolívar, arribó a Guayaquil. El debía asumir la dirección del ejército Patriota, y empezar las operaciones con miras a la liberación de la ciudad de Quito y todo el territorio de la Real Audiencia de Quito. El objetivo político de Bolívar era incorporar todas las provincias de la Real Audiencia, incluyendo Guayaquil, a Colombia. Guayaquil, por su parte, no había decidido si incorporarse a Perú o Colombia, y muchos de sus ciudadanos querían establecer su propia República. El avance de Sucre a través de los Andes empezó en julio de 1821. Al igual que en la primera campaña, tras tener algunos éxitos iniciales, Sucre fue vencido por el ejército Realista el 12 de septiembre, coincidentemente en el mismo lugar donde ocurrió la anterior Batalla de Huachi. Esta segunda campaña terminó con un armisticio entre los independentistas y los realistas el 18 de noviembre de 1821.



El Gran Mariscal de AyacuchoAntonio José de Sucre.

De vuelta en Guayaquil, el General Sucre concluyó que la mejor estrategia para la próxima campaña sería evitar cualquier intento de avanzar directamente hacia Quito vía Guaranda, en favor de un avance indirecto, marchando primero hasta Cuenca antes de redirigirse hacia el Norte, a través de los Andes, en dirección a Quito. Este plan ofrecía numerosas ventajas: al recapturar Cuenca se podría impedir las comunicaciones entre Quito y Lima, y le permitiría a Sucre esperar por los refuerzos que entonces San Martín le había prometido enviar desde el Perú. Además, un progresivo avance desde la costa y ascensión a través de las montañas le permitiría a su ejército una gradual adaptación a los efectos fisiológicos del cambio altitud. Pero fundamentalmente, era la única forma de evitar un combate directo en condiciones desfavorables con las fuerzas Realistas que venían de Quito.

Para enero de 1822 Sucre ya había organizado la nueva campaña. Su ejército constaba de aproximadamente 1.700 hombres, entre veteranos de sus campañas anteriores y nuevos reclutas. Había hombres de las tierras llanas de la Provincia de Guayaquil y voluntarios que provenían de la Sierra, como el héroe cuencano Abdón Calderón, cuyo padre había muerto heroicamente en 1812, defendiendo al Estado de Quito. Los dos contingentes pronto fueron organizados como el Batallón Yaguachi; también había soldados neogranadinos y venezolanos enviados por Bolívar, unos cuantos oficiales y soldados españoles que habían cambiado de bando, un batallón entero de voluntarios británicos (el Albión) e incluso unos cuantos irlandeses y franceses.

El 18 de enero el ejército Patriota se dirigió a Machala, en el llano. El 9 de febrero, tras haber cruzado los Andes, Sucre entró en el pueblo de Saraguro, donde su ejército se juntó con los 1.200 hombres de la División peruana, el contingente que San Martín había prometido. Esta fuerza (Expedición Auxiliar de Santa Cruz a Quito) estaba conformada en su mayoría por reclutas peruanos, existían también chilenos, argentinos y alto-peruanos (bolivianos), el propio Andrés de Santa Cruz nació en el Alto Perú (actual Bolivia); tenía también oficialesargentinos, entre los que destacaban Félix Olazábal, Francisco Villa, ambos de Infantería y Antonio Sánchez de Caballería y un escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes (argentino) al mando de Juan Lavalle. Al enfrentar esta fuerza multinacional de alrededor de 3.000 hombres, el destacamento Realista de caballería, de unos 900 hombres, que defendía Cuenca se retiró hacia el Norte, siendo perseguido a la distancia por la caballería Patriota. Cuenca fue entonces recapturada el 21 de febrero de 1822, sin que se disparara un solo tiro. Durante marzo y abril, los Realistas continuaron marchando hacia el Norte, logrando con éxito evitar enfrentarse con la caballería Patriota. Sin embargo, el 21 de abril se produjo un feroz encuentro entre las fuerzas de caballería en Tapi, cerca de Riobamba. Al final del día los Realistas nuevamente se retiraron, mientras que el ejército principal de Sucre procedió a capturar Riobamba, quedándose ahí hasta el 28 antes de reanudar su viaje hacia Quito.

El 2 de mayo de 1822, la fuerza principal de Sucre había alcanzado la ciudad de Latacunga, 90 km al Sur de Quito. Ahí Sucre procedió a reorganizar sus tropas, sumando voluntarios de los pueblos cercanos, mientras esperaba refuerzos, en especial el Batallón Alto Magdalena (de Colombia) y nuevos informes de inteligenciasobre el paradero del ejército Realista.
Mientras tanto, Aymerich alistó los puntos de resistencia y posiciones de artillería en los principales pasos montañosos que dirigían a Quito. Sucre, empeñado en evitar un enfrentamiento frontal en terreno desfavorable, decidió avanzar paralelamente a los flancos de las posiciones Realistas, marchando por las laderas del volcán Cotopaxi para así poder llegar al Valle de los Chillos, en la retaguardia de las posiciones defensivas Realistas. El 14 de mayo el ejército Realista, intuyendo las intenciones de Sucre, comenzó a replegarse, llegando a Quito el 16. Dos días después, y tras una muy difícil marcha, el ejército de Sucre ocupó Sangolquí.

En la madrugada del 24 de mayo de 1822, el ejército patriota, conformado por 2.971 hombres , empezó a ascender por las laderas del volcán Pichincha. En la vanguardia estaban 200 colombianos del Alto Magdalena, seguidos por el ejército principal de Sucre; en la retaguardia estaban los británicos del Albión, protegiendo el tren de municiones. A pesar del enorme esfuerzo de las tropas, el avance por las laderas del volcán fue más lento de lo que se esperaba, y la llovizna que cayó durante la noche convirtió los senderos en ciénagas.
Cuando amaneció, para consternación de Sucre, el ejército no había logrado un avance significativo, hallándose literalmente a mitad del camino, a 3500 metros sobre el nivel del mar y a la vista de los centinelas Realistas en Quito. A las ocho en punto, ansioso por el lento avance del Albión, y con sus tropas exhaustas y afectadas por la altitud, Sucre ordenó a su ejército detener el avance para descansar, pidiendo a sus oficiales ocultar sus batallones como mejor pudieran. Envió parte del batallón Cazadores del Paya (peruano) en una labor de reconocimiento, seguidos por el Trujillo, otro batallón peruano. Una hora y media después, repentinamente, los hombres del Paya fueron golpeados por una descarga, bien apuntada, de mosquetes. Esta acción dio inicio a la batalla.

Cuando amaneció, sin que Sucre lo supiera, los centinelas posicionados cerca de Quito avistaron a las tropas patriotas ascendiendo por las laderas del Pichincha. Aymerich, entonces consciente de la intención de Sucre de flanquearlo por medio del ascenso al volcán, ordenó a su ejército de 1.894 hombres ascender la montaña lo más pronto posible, para enfrentar ahí a Sucre. Al haberse encontrado en un campo de batalla tan improbable, los dos comandantes no tuvieron otra opción más que enviar gradualmente sus tropas a la batalla. Existía poco espacio para maniobrar en las empinadas laderas del Pichincha, entre profundos barrancos y densos matorrales.

Los hombres del Paya, tras recuperarse de la conmoción inicial, se reposicionaron bajo el fuego enemigo, esperando la llegada del batallón Trujillo. El sobresaltado Sucre, sólo esperando que los españoles estén más cansados que sus propias tropas, envió al batallón Yaguachi, conformado por ecuatorianos. El batallón Alto Magdalena trató de hacer un movimiento de flanqueo, pero sin éxito, pues el terreno no se lo permitió. Pronto, los batallones Paya, Trujillo y Yaguachi (batallones patriotas), sufriendo muchas bajas y con pocas municiones, comenzaron a replegarse.

Para entonces el destino de la batalla para los Patriotas parecía depender del Albión, que transportaba las municiones tan necesitadas; y sin embargo se desconocía su paradero. A medida que el tiempo pasaba, los Realistas parecían ganar el control de la batalla. El Trujillo fue obligado a retroceder, mientras que el batallón peruano Piura se dispersó antes de enfrentar al enemigo. En medio de la desesperación, a los hombres de reserva del batallón Paya se les ordenó cargar contra el enemigo con sus bayonetas. Ambos bandos sufrieron grandes bajas, pero la situación más o menos se estabilizó para los Patriotas. A pesar de esto, Aymerich, como parte de su estrategia, durante el ascenso al Pichincha separó de su fuerza principal al batallón Aragón, ordenándole avanzar hasta la cúspide del volcán, para así luego atacar a los Patriotas por la retaguarda, rompiendo sus líneas en el momento indicado.  El Aragón era el mejor batallón del ejército realista; estaba conformado por veteranos españoles que habían actuado tanto en Guerra de la Independencia Española como en otras batallas en América del Sur, y en ese momento se hallaba sobre los Patriotas y listo para atacar.
Afortunadamente para los Patriotas, cuando el Aragón estaba por cargar sobre la alicaída línea Patriota, fue detenido en seco por el Albión, que entró inesperadamente en la batalla. Resulta que el Albión consiguió avanzar a una posición más alta que la de los españoles. Pronto, el Magdalena se unió a la batalla, y el Aragón tras sufrir fuertes bajas, se desintegró. Entonces el Magdalena avanzó hasta la línea Patriota para reemplazar al Paya, y cargó contra la línea Realista, que terminó por romperse.

La Batalla de Pichincha fue el escenario del sacrificio por la patria de uno de los más destacados héroes ecuatorianos, el cuencano de 18 años Abdón Calderón. Calderón, quien fue hijo del coronel cubano Francisco Calderón, defensor del Estado de Quito de 1812, vivía en Guayaquil y se enlistó en las tropas de origen ecuatoriano que combatieron en la Batalla.

Calderón, a pesar de haber recibido 4 heridas de bala, prefirió permanecer inamovible en la línea de fuego, alentando a todo su batallón y levantando incansablemente la que es ahora la bandera celeste y blanco de la ciudad de Guayaquil. Al terminar el feroz combate fue trasladado a la ciudad de Quito, donde murió al cabo de catorce días, el 7 de junio de 1822.

 Antonio José de Sucre en su escueto parte de la Batalla de Pichincha, fechado el 28 de mayo del aquel año dice: " [...] hago una particular memoria de la conducta del Teniente Calderón, que habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no quiso retirarse del combate. Probablemente morirá, pero el Gobierno de la República sabrá compensar a la familia los servicios de este oficial heroico".24
Cuando Simón Bolívar llegó a la ciudad de Quito y se enteró de estos hechos, ascendió póstumamente a Calderón al grado de capitán y decretó que su sueldo fuera entregado a su madre. La compañía del Batallón Yaguachi a la que perteneció Calderón no tendría capitán y en las revistas, al mencionarse su nombre, la tropa habría de contestar: "Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones". La tradición se mantiene hasta la actualidad en el Ejército ecuatoriano, pues al pasar lista a los batallones de caballería se lo nombra como dispuso Bolívar.

En la obra "Leyendas del Tiempo Heroico" del escritor Manuel J. Calle se narra la muerte de Calderón con una serie de hipérboles, destacando que a pesar de sus graves heridas en las cuatro extremidades, se negó a abandonar el campo de batalla.

A las doce del día bajo un sol resplandeciente, los soldados de la libertad en la cima del Pichincha a más de 3000 metros de altura dieron el grito de victoria. La victoria fue de Sucre, la cual fue completada con la capitulación que el jefe patriota concedió al Mariscal Aymerich el 25 de mayo del mismo año.

El fortín de El Panecillo sirvió de puesto de comando de los españoles, quienes inclusive hicieron fuego de artillería contra los patriotas, que habían ascendido la falda del cercano volcán Pichincha. Al ser derrotados, los españoles se refugiaron en el fortín.25 Sucre, para evitar el sangriento asalto al emblemático cerro, envió un emisario a Aymerich para que capitulara, cosa que el capitán general español aceptó.


Según el acta de Capitulación del 25 de mayo de 1822,26 los españoles, a las 14:00 de ese día, arriaron su bandera y entregaron sus armas al Ejército de la Gran Colombia, en una ceremonia especial que tuvo lugar en un puente del fortín colonial. De esta manera, en la cima del Panecillo tuvo lugar el acto final del Imperio español en Ecuador.

La fortaleza permitía vigilar el norte y el sur, por lo que estaba provista de cañones. Al caer el fuerte en manos del Ejército libertador de la Gran Colombia, en 1822, se tomaron a los españoles catorce piezas de artillería.

Con las operaciones cuyas acciones finales se produjeron en las faldas del Pichincha y en la ciudad de Quito, Sucre decidió a su favor la vacilante y delicada situación de Guayaquil; dio libertad al territorio que conforma hoy la República de Ecuador, y facilitó su incorporación a la Gran Colombia.

El 18 de junio de ese año, Bolivar le asciende a general de división y lo nombra intendente del departamento de Quito. Ese día, durante la entrada triunfal del Libertador a la Plaza de la Independencia de Quito, una mujer le arroja desde su balcón un corona de laurel al rostro, lo que llama vivamente la atención de Bolívar. Esta mujer fue Manuela Sáenz, quien se convertiría en amante del héroe y sería llamada por él "La Libertadora del Libertador".

Al frente de los destinos de Ecuador desarrolla una positiva obra de progreso: funda la Corte de Justicia de Cuenca y en Quito el primer periódico republicano de la época: El Monitor. Instala en esa ciudad la Sociedad Económica. De su actividad personal es buena prueba que, el 6 de septiembre de 1822 expidió y firmó en Quito 52 comunicaciones. Interesado por la educación se puede afirmar que halló en Cuenca 7 escuelas y dejó 20.

A pesar de que en el contexto de las Guerras de Independencia de Hispanoamérica la batalla de Pichincha figura como un conflicto menor, tanto en términos de su duración como del número de combatientes, sus consecuencias fueron bastante significativas.

El 25 de mayo de 1822 Sucre entró con su ejército en la ciudad de Quito, donde aceptó la rendición de todas las tropas españolas establecidas en el territorio que el gobierno de Colombia llamaba "Departamento de Quito", al considerarlo como parte integral de la República de Colombia desde su creación el 17 de diciembre de 1819. Asimismo, cuando Sucre recapturó Cuenca el 21 de febrero, obtuvo de su Consejo local un decreto en el cual se proclamaba la integración de su ciudad y provincia a la República de Colombia. Entonces, con la rendición de Quito, que a su vez puso fin a la resistencia Realista en la provincia norteña de Pasto, Bolívar pudo entrar en la ciudad, como finalmente lo hizo el 16 de junio de 1822. Entre el entusiasmo general de la población, la antigua Provincia de Quito fue incorporada a la República de Colombia. Por su parte Guayaquil, que aún no decidía su futuro, con la presencia tanto de Bolívar como del victorioso ejército Grancolombiano en su territorio, proclamó forzosamente bajo presión la incorporación de Guayaquil a la Gran Colombia el 13 de julio de 1822.28

 


sábado, 9 de mayo de 2015

JOSÉ IGNACIO THAMES (1762-1832)

JOSÉ IGNACIO THAMES (1762-1832)


             

 Nació en Tucumán el 15 de Agosto de 1762: hijo de José Ignacio Thames y María Josefa Gutiérrez.

Cursó los estudios superiores en Córdoba, donde se doctoró en Teología en 1784.

Ordenado sacerdote, volvió a Tucumán donde ejerció su ministerio hasta que en 1798 fue designado Cura párroco de El Alto, provincia de Catamarca.y luego pasó a Salta;

Fue un ferviente partidario de la Revolución de mayo de 1810.

En 1813 fue elevado a la dignidad de canónigo de su Catedral;

En 1815 fue presidente de la junta electoral que eligió diputados por Salta a Gorriti, Moldes y Boedo para el Congreso General de Tucumán, al tiempo que era elegido diputado por Tucumán junto con Aráoz.

Su actuación en las sesiones del congreso fue destacada, y llegó a presidirlo, además de formar parte de varias comisiones y firmar el Acta de la Independencia el 9 de julio de 1816. Propugnó una monarquía inca como forma de gobierno. En 1818, con el Congreso ya en Buenos Aires, fue elegido vicepresidente. En ese mismo año renunció y regresó a Salta a ocupar su puesto de canónigo en la Catedral. Finalmente regresó a Tucumán.

Continuó en la actividad pública hasta 1824, año en que retomó de pleno su quehacer pastoral.

Falleció en Tucumán el 9 de Febrero de 1832.

Durante el último período de Aráoz, fue de nuevo diputado a la Sala de Representantes, en 1821. Entre 1824 y 1825 volvió a El Alto donde fue un párroco ejemplar.


Falleció en Tucumán en 1832.

viernes, 8 de mayo de 2015

JULIAN ALVAREZ: EL PROCER DESCONOCIDO DE LA REVOLUCION DE MAYO

JULIAN ALVAREZ: EL PROCER DESCONOCIDO DE LA REVOLUCION DE MAYO

JULIAN ALVAREZ

EL PROCER DESCONOCIDO DE LA REVOLUCION DE MAYO




Cuando San Martín pisó tierra argentina, en 1812, procedente de Londres, junto a un notable grupo de revolucionarios (Zapiola, Alvear, Holmberg, Chilavert, Vera Arellano, el padre Anchoris entre otros) fue  recibido por el jefe de la masonería local que presidía la "Logia Independencia", doctor Julián Alvarez.
Alvarez era un morenista jacobino, que trabajó en La Gaceta de Buenos Aires, designado en ese cargo por Mariano Moreno y dirigía varios centros conspirativos del liberalismo revolucionario, tanto de filiación masónica o eminentemente política, entre éstos últimos el club que se reunía en el Café De Marcos y la Sociedad Patriótica.
Luego de la muerte prematura de Mariano Moreno, le tocó dirigir durante un breve período La Gaceta mencionada. Alvarez puso a San Martín en contacto con tres cuadros revolucionarios que lo acompañarían durante su campaña libertadora: Manuel Guillermo Pinto (1783-1853), José Gregorio Gómez (1780-1876) y el publicista Bernardo de Monteagudo (1789-1825). Gómez (el "Goyo" Gómez), fue la única persona que se tuteó con el Libertador durante la campaña emancipadora. Provenía de la "Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América", según datos aportados por los historiadores Vicente Cutolo y A. J. Pérez Amuchástegui.
Alvarez había nacido en Buenos Aires el 9 de enero de 1788. Pertenecía a una familia rica, su padre era el español Saturnino Alvarez y su madre, Ana María Perdriel. Ello le permitió frecuentar las mejores escuelas, colegios y estudios terciarios. La educación dirigida por los jesuitas, y enseñanzas que recibió en el Colegio San Carlos, en Córdoba y en Chuquisaca le permitieron obtener el título de Teólogo, pero paralelamente a sus estudios sacerdotales, en Chuquisaca, leyó los libros prohibidos de Juan Jacobo Rousseau, de los enciclopedistas, las ideas de los jesuitas Mariana y Suárez sobre el tiranicidio y el derecho de resistir a la opresión.
Se trata del prócer desconocido de la Revolución de Mayo, que tuvo en aquellos acontecimientos de 1810 y en la década posterior, una actividad central pero que ha sido ignorado por los historiadores liberales, católicos, revisionistas o de otras tendencias, probablemente por su carácter de dirigente masónico. Posee una calle en la Buenos Aires actual, en el Barrio Norte, pero difícilmente alguien conozca realmente, incluidos los profesores de historia, quién era, sus datos biográficos, su actividad política revolucionaria y su obra como destacado jurista.
Prócer argentino y uruguayo
Julián Alvarez se exilió en Uruguay con su mujer María Pascuala Obes y el resto de su familia en 1820, al comenzar la guerra civil. En Montevideo fundó El Constitucional, destinado a difundir el credo republicano e institucionalista, que desalentara las contiendas internas de las nuevas naciones.
Como nadie es profeta en su tierra, en Uruguay, Julián Alvarez es considerado uno de los Padres de la Patria y, al morir en 1843, hay que destacar que se desempeñaba como presidente de la Corte Suprema de Justicia de la nación oriental.
Cuando estalló el proceso de Mayo, dejó la sotana y se unió a los revolucionarios en su fracción más combativa. Amigo y colaborador estrecho de Mariano Moreno con quien trabajó en los once meses de vertiginosas jornadas, conocía con seguridad las ideas del Secretario de la Primera Junta y su famoso "Plan de Operaciones", escrito por Moreno.
Es interesante constatar que cuando el Libertador San Martín implantó la economía de guerra en Mendoza, coincidió con las ideas de Moreno, impulsor de la industrialización, el proteccionismo económico y una suerte de estatismo.
También es probable, teniendo en cuenta que Alvarez hasta 1820 trabajó estrechamente con San Martín, realizando misiones que éste le encomendó u organizando grupos revolucionarios o de choque en Buenos Aires, haya sido el nexo entre las ideas morenistas del período de mayo de 1810 y las de San Martín, en Mendoza, durante la organización del Ejército de los Andes.
Juan Andrés Gelly fue contemporáneo de Julián Alvarez, y probablemente la suya sea la primer biografía escrita sobre el prócer, un año después de su muerte. Así lo testimonió con su trabajo Apuntes biográficos del Dr. D. Julián Alvarez, presidente de la Honorable Cámara de Representantes, en el año de su fallecimiento y presidente jubilado de la Excma. Cámara de Apelaciones de la República del Uruguay.
Posteriormente, Vicente T. Caputi (1882-1939), publicó en 1930, las Rememoraciones centenarias. Gestación y jura de la Constitución de la República Oriental del Uruguay reproduciendo las intervenciones y discursos de Julián Alvarez en la Constituyente uruguaya de 1829, donde el prócer rioplatense tuvo una activa participación en su calidad de político y jurista.
Hombre de Mayo
Fue uno de los que suscribieron la presentación popular del 25 de Mayo de 1810. En enero de 1811, se le nombró como funcionario en la Secretaría de Gobierno de Buenos Aires, al lado de Moreno. Posteriormente fue diputado por San Juan a la Asamblea de 1812-3. Fue procesado y encarcelado por sostener, desde la prensa, en contra de la Asamblea General Constituyente, la necesidad de que el poder se concentrara en una sola persona. Al instalarse el Directorio fue absuelto y pasó a desempeñarse como oficial en la Secretaría de Estado. Desde 1816 hasta 1820, tuvo a su cargo la redacción de la Gaceta para quien cumplió diversas tareas revolucionarias.
Junto a Alvarez Thomas, cumplió otras tareas ante el gobernador de Santa Fe, Estanislao López. En 1820, enfrentado con el partido porteñista, luego de ser encarcelado por poco tiempo, partió a Montevideo con su familia. Sobre el prócer, Mitre dijo que era de "un bellísimo carácter, talento epigramático sin amargura, escritos fácil aunque algo difuso, nutrido de estudios serios, que derramaba en sus escritos toda la savia exuberante de la juventud".

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jueves, 7 de mayo de 2015

JOSÉ ANTONIO ÁLVAREZ CONDARCO Secretario privado y espía de San Martín

JOSÉ ANTONIO ÁLVAREZ CONDARCO Secretario privado y espía de San Martín



José Antonio Álvarez Condarco (San Miguel de Tucumán, 1780 -Santiago de Chile, 17 de diciembre de 1855) fue un militar argentino, fabricante de pólvora y otros explosivos, cartógrafo, y ayudante de campo y secretario privado del general José de San Martín.

Su padre era el alcalde Álvarez de Condarco.

Adhirió a la filial de la Logia Lautaro que había formado en Tucumán José Moldes. Residía en Buenos Aires en 1810, y apoyó con entusiasmo la la Revolución de Mayo.

A fines de ese año fue comisionado junto con Antonio Álvarez Jonte para una misión diplomática en Chile, donde consiguió una alianza militar entre los revolucionarios de ambos países. De allí se trasladó a Lima, donde no existía un movimiento revolucionario análogo al del Río de la Plata y al de Chile. Fue arrestado en varias oportunidades, de modo que regresó a Córdoba.

En 1812 fue reconocido como oficial de artillería; su gran conocimiento en materia de explosivos, le valió ser nombrado director de la fábrica de pólvora de Córdoba recientemente fundada, y también de cartografía.

En 1813 formó parte de la campaña del coronel Juan Gregorio de Las Heras a Chile, con la misión de dirigir el arsenal patriota. Se hizo amigo allí de Marcos Balcarce, quien envió por su intermedio importantes mensajes al general José de San Martín, gobernador de Cuyo, poco antes de la derrota de la Patria Vieja chilena en la batalla de Rancagua.

Llevando importantes mensajes enviados por su amigo Marcos Balcarce para el general San Martín.  El Libertador apreció su patriotismo y decidió retenerlo a su lado: lo nombró director de polvorín y lo envió luego en misión confidencial a Buenos Aires, ante el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Debía establecer con éste la cantidad y tipo de artículos de guerra necesarios para la campaña de los Andes.

A fines de 1816, San Martín lo envió a Chile, con el encargo aparente de llevar cartas al gobernador realista Casimiro Marcó del Pont.

El sargento mayor Álvarez de Condarco fue un hábil químico e inteligente ingeniero con una memoria prodigiosa

Lo que San Martín quería, en realidad, era que la gran memoria visual de Álvarez Condarco retuviera los accidentes de la cordillera, para marcar luego el camino del ejército. Así cruzó por Los Patos y, ni bien llegado, Marcó del Pont lo despachó de vuelta por el paso más corto, que era el de Uspallata. Al firmarle el pasaporte, Marcó del Pont agregó un comentario ambiguo referido a San Martín, que podía ser una acusación de traición a la monarquía española, o bien una expresión de racismo:
Yo firmo con mano blanca y no como la de su general, que es negra.

San Martín utilizó distintas estrategias para liberar el territorio de Chile y luego el  Perú. Una de las más importantes fue la llamada “guerra de zapa”, que era una mezcla de acciones militares y espionaje, para crear mucha confusión en el ejército español, difundiendo información falsa sobre sus futuros movimientos.

Una acción brillante y arriesgadísima estuvo a cargo del sargento mayor José Álvarez Condarco, gran colaborador del Libertador, quien puso en juego su propia vida en un engañoso viaje a Chile, solo, cruzando la Cordillera de ida y de vuelta, por dos caminos distintos. San Martín le dijo que tenía que traer en su cabeza un mapa de los dos pasos, “sin hacer ningún apunte pero sin olvidarse ni de una piedra”. Le prohibió hacer anotaciones porque si los españoles lo detenían y era requisado, podían sospechar del verdadero objetivo de su misión y matarlo.

Gracias a la fabulosa memoria de Álvarez Condarco, se pudo elaborar un preciso mapa de cada uno de los pasos a Chile, y el resto es historia conocida: el exitoso cruce del Ejército de los Andes y la liberación de Chile. Pero queda una anécdota más: luego de la victoria de los patriotas en la batalla de Chacabuco (el 12 de febrero de 1817), el realista Marcó del Pont fue capturado por el capitán Aldao y llevado a Santiago de Chile. Al entrar el prisionero al palacio de gobierno, el General San Martín avanzó vestido con un sencillo uniforme, y con un gesto sonriente le extendió la mano derecha diciendo: “¡Venga esa mano blanca, mi general!”.

Actuó como ayudante de campo de San Martín.

Combatió heroicamente como ayudante de campo en la batalla de Chacabuco.

En 1818 fue enviado a comprar barcos para la primer escuadra chilena a Gran Bretaña, donde también persuadió a Lord Thomas Cochrane de aceptar la comandancia de la misma.

Se retiró del ejército poco antes de la Expedición Libertadora del Perú y permaneció en Chile, dedicado a construir caminos.


Murió en la mayor miseria, a punto de haber sido necesario levantar una subscripción pública para sepultarlo.

miércoles, 6 de mayo de 2015

MIGUEL ESTANISLAO SOLER Soldado de San Martin y de la Independencia

MIGUEL ESTANISLAO SOLER

Soldado de San Martin y de la Independencia




Nació en la ciudad de Buenos Aires el 7 de mayo de 1783, siendo sus padres Don Manuel Soler, militar natural de Alicante (España) y Doña Manuela Otárola Larrázabal y Rivera, porteña.

Estudió en el Colegio San Carlos y en 1795, se inició como cadete en la primera compañía del Regimiento Fijo, de Buenos Aires.

Fue promovido a subteniente en 1805. Asistió a la defensa contra las invasiones inglesas en los años 1806 y 1807, mereciendo ser ascendido a ayudante mayor con el grado de capitán en el Cuerpo de Castas de Infantería, el 26 de octubre de 1808. Se encontró en la rebelión de don Martín de Alzaga el 1 de Enero de 1809.

Al producirse el pronunciamiento de Mayo, fué uno de los primeros en adherirse, por lo cual la Junta lo premió el 19 de junio de 1810 con los despachos de sargento mayor del Regimiento Nº 6, de Pardos y Morenos; que tan brillante y decisivo papel desempeñó en el sitio de Montevideo.

Debido a la separación del jefe titular de Regimiento Nº 6, se lo promovió a coronel el 21 de abril de 1813. Se halló en las acciones que condujeron a la rendición de la plaza de Montevideo, el 23 de junio de 1814, siendo designado gobernador-intendente de la Banda Oriental, el 25 de agosto de aquel año.

Ostentaba en 1815, el grado de coronel mayor. Tomó parte en los sucesos que tuvieron por consecuencia la caída del director supremo Alvear y el 24 de abril fue nombrado brigadier graduado de los ejércitos de la patria.
José A. Scotto señala que fue coronel del Regimiento de Granaderos de Infantería hasta el 5 de septiembre de 1816, en que fue nombrado cuartelmaestre general del Ejército de los Andes.

En la campaña del Ejército de los Andes, participó en las batallas de Achupallas (4 de febrero de 1817) y Las Coimas, el 7 de febrero de ese año.

Se distinguió en la batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817) por lo que recibió la medalla de oro acordada por el gobierno de las Provincias Unidas.

De regreso a Buenos Aires en 1819, ejerció la jefatura del estado mayor en reemplazo de Saavedra.

Después de la batalla de Cepeda, el 3 de febrero de 1820, el Alcalde de 1er voto, Juan Pedro Aguirre, que desempeñaba las funciones de director sustituto, lo nombró jefe del ejército “Exterior”, para enfrentar a los federales.

Los caudillos López y Ramírez, exigían la disolución del gobierno directorial y que el pueblo de Buenos Aires eligiera sus autoridades en forma libre, igual que los otros pueblos del interior, para recién así establecer negociaciones.
Soler y su oficialidad hicieron una intimación en el mismo sentido. En consecuencia, el 10 de febrero cesó el congreso y renunció el director Rondeau.
E
l Cabildo asumió el poder. El día 16 se reunió un cabildo abierto, que resolvió la creación de una junta de representantes de la ciudad y de la campaña, cuyos miembros designaron gobernador a Manuel de Sarratea.
Sarratea asumió el cargo el día 17 y de inmediato se dirigió al campamento federal establecido en Pilar, donde el 23 de febrero firmó con López y Ramírez, un tratado que consagraba el sistema republicano federal y convocaba un congreso que debía reunirse en San Lorenzo para organizar el país.

Pocos días después, a raíz de la sublevación de Balcarce, se convocó a un cabildo abierto que el 6 de marzo depuso a Sarratea, por estar en desacuerdo con éste, quien había entregado armamento a los caudillos federales, nombrándose gobernador a Balcarce. La oposición de Soler fue uno de los determinantes de la caída inmediata (el 12 de marzo) del designado, siendo Sarratea repuesto en el poder.

Entretanto Alvear, que había regresado a Buenos Aires al amparo de los caudillos, pretendía ocupar nuevamente el gobierno, pero ante el repudio general debió abandonar la ciudad y refugiarse en el campamento de Carrera, que también había vuelto y permanecía a la expectativa de los acontecimientos.

El Cabildo convocó al pueblo para elegir la nueva junta de representantes, la que aceptó la renuncia que había presentado Sarratea, nombró gobernador interino a Idelfonso Ramos Mejía y creó un consejo para asesorarlo.
Por otra parte Soler, que había sido designado jefe del ejército de la provincia, fue limitado al mando de las tropas de Luján, por lo que presentó su renuncia, que fue aceptada.
Fue reemplazado por Martín Rodriguez pero la oficialidad de su ejército se sublevó y lo hizo nombrar gobernador por el Cabildo de Luján.

Ante esa noticia, el 20 de junio, Ramos Mejía renunció y entregó el mando al Cabildo de Buenos Aires. La Junta de Representantes aceptó la renuncia de Ramos Mejía y admitió a Soler como gobernador, día conocido en nuestra historia como el de “los tres gobernadores”.
López se opuso a esa situación y se dirigió contra Soler, a quién derrotó en la batalla de Cañada de la Cruz (28 de junio de 1820).

Soler se dirigió hasta Puente de Márquez con una división de infantería que había logrado salvar del desastre el Cnl Pagola. Desalentado y convencido que sus servicios no podían ser útiles presentó su renuncia el día 30, siéndole inmediatamente aceptada, y expatriándose voluntariamente a Colonia, quedó acéfalo el gobierno.
Quiso regresar al país en el gobierno de Martín Rodríguez en 1821, pero su pedido no prosperó, siendo incluido en la reforma militar del año siguiente.

En 1823, Rivadavia le confió una misión secreta en la Banda Oriental ante los generales Lecor y Alvaro de Costa.
En 1824, fue  designado  inspector  general  de armas en reemplazo de Rondeau por el gobernador Las Heras.

Al ascender a la presidencia Rivadavia, el 10 de febrero de 1826, lo nombró inspector general en jefe de todas las fuerzas de la provincia de Buenos Aires.

Luego actuó brillantemente en la guerra contra el Brasil; comandó el III Cuerpo del Ejército Republicano y en la batalla de Ituzaingó (20 de febrero de 1827), actuó con arrojo, por lo que recibió el cordón y escudo de oro concedido a los vencedores.

Fue nombrado más tarde en el cargo de comandante general de armas de la provincia Oriental, siendo dado de baja cuando Rivadavia renunció el 27 de junio de 1827.

Dorrego lo nombró ministro plenipotenciario y enviado extraordinario a Bolivia (en 1828). Dicha misión fue dejada sin efecto por el gobierno de Lavalle surgido del motín del 1º de diciembre de ese mismo año.

En 1829 se retiró a la vida privada emigrando a la Banda Oriental y radicándose en Mercedes, después de la Convención de Cañuelas entre Rosas y Lavalle.

En 1837, el presidente Oribe le confió el cargo de jefe de armas de Montevideo, que desempeñó hasta la caída de aquel mandatario. Al emigrar éste a Buenos Aires, Soler también regresó.
El 1º de enero de 1839, fue dado de alta en la plana mayor activa del Ejército Federal, por orden de Rosas, situación que mantuvo hasta su fallecimiento.

A raíz de la invasión de Lavalle, en agosto de 1840, el gobernador Rosas le encomendó un plan de defensa de la Capital, asignándole el mando de la Primera División Norte.

Dejó de existir el 23 de setiembre de 1849, tributándole el gobierno solemnes honras fúnebres, y siendo sus restos sepultados en el Cementerio del Norte.


BIBLIOGRAFIA

GREGORIO F. RODRIGUEZ, El General Soler. (Contribución histórica. Documentos inéditos 1783-1849), Bs. As., 1909.
JOSE J. BIEDMA, Brigadier General D Miguel Estanislao Soler, en Archivo de la Nación Argentina, documentos referentes a la guerra de la Independencia y Emancipación Política de la República Argentina, Bs. As., 1920, tomo II.
BARTOLOME MITRE, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Bs. As., 1941, tomo III.
JUAN E. CARULLA, Miguel Estanislao Soler, en Revista Ejército y Armada, Bs. As., abril de 1945, nº 52.

ANTONIO SANCHEZ ZINNY, Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas, Bs. As., 1987, tomo I.