viernes, 18 de septiembre de 2015

Francisco de Paula Castañeda

Francisco de Paula Castañeda



Nació en Buenos Aires, en 1776, hijo de Ventura Castañeda y María Andrea Romero, emparentados con los Pinedas y Bracamontes que en la época de Carlos II y Felipe III habían sido soldados de actuación destacada.  Su progenitor era español o “Viracocha”, en el lenguaje de su hijo, y fue comerciante mayorista con amplias vinculaciones en las provincias como en España, y agrega que como “gracias a Dios, era cristiano de puño cerrado”; llegó a ser Hermano Mayor de la Archicofradía del Santísimo Sacramento en la catedral de Buenos Aires, la que comprendía a todos los hombres más conspicuos de la época.  Hermano de su madre era el presbítero Antonio Romero.  En 1793 y no en 1798, como suele escribirse, y después de pasar tres años de Latinidad en el Colegio de San Carlos, entró Castañeda a la orden franciscana.  A los siete días de religión, y terminados sus estudios en Buenos Aires, se ordenó de sacerdote en 1800, y en ese mismo año, no en Córdoba, como erradamente afirman sus biógrafos, sino en Buenos Aires, y no en el Convento Grande, sino en la Recoleta, ocupó Castañeda la cátedra de Teología Moral, por espacio de tres años.  Se dice que en 1802, publicó un estudio sobre “El alma de los brutos”, pero no hay documento alguno que abone esa publicación ni en forma de libro ni en los periódicos de la época.
Actuó como capellán durante las Invasiones Inglesas, en ambos bandos, pues simpatizaba con los ingleses, y éstos llegaron a prendarse del franciscano.  En el panegírico que, cuando la Reconquista pronunció en la Catedral, sostuvo que, “por haberse corrompido la administración española, habíamos rendido a dos mil hombres”.  A raíz de los sucesos de mayo de 1810 adujo eso mismo como causal de que España perdiera sus provincias de ultramar, y la consideraba como la causa primera del movimiento emancipador.
En 1812, una de sus hermanas ingresó en el Convento de las Catalinas, y en 1815, Castañeda era guardián de su Orden.  En ese año, atendió también la corresponsalía de un periódico de Montevideo.
Era opinión unánime entre sus contemporáneos, que como orador tenía el arte de decir las cosas de tal modo que sus oyentes le oían sin trabajo ni fatiga, antes con interés y con placer.  Cuando en 1815, habiendo regresado a España Fernando VII, dícese que no se halló quien quisiera tener la Oración patriótica del 25 de Mayo.  Castañeda aceptó y con gran valentía supo enfrentar la difícil situación, llegando a elogiar al monarca, pero con fina picardía y singular habilidad.  En mayo de 1821 con ocasión de la efeméride patria, debía predicar el dominico Ignacio Grela, pero como no se presentara, subió Castañeda al púlpito; y en diciembre de ese mismo año, al celebrarse los triunfos de San Martín en su campaña al Perú, fue él, el elegido para esa solemnidad.
Ocho meses más tarde, por disposición de Rivadavia, estaba Castañeda desterrado de la ciudad de Buenos Aires y custodiado en Kaquelhuincul en las cercanías de la actual población de Maipú, al sur de la provincia de aquel nombre.  Pero antes de referir sus encuentros con Rivadavia hay que recordar que, después del Obispo San Alberto, fue Castañeda el más empeñoso propagador de la enseñanza primaria que hubo en el Río de la Plata, y fue el primer entusiasta de las escuelas de dibujo.  En conformidad con ideas de la época, opinaba que nada como el dibujo podía contribuir a que un hombre fuera bueno.  Primeramente en la Recoleta, y después en los salones del Consulado instaló su Escuela de Dibujo.  En cuanto a escuelas de primeras letras obtuvo se fundaran dos en Buenos Aires, una en el barrio norte y otra en el barrio sur, y fue uno de los más entusiastas lancasterianos.  Aun en Kaquelhuincul y en el Fortín de Areco se preocupó por la enseñanza primaria.
En “Véte, Portugués, que aquí no es” (Nº 19, párrafo 3), aunque en tercera persona relata todo lo que en este sentido, había él hecho dentro y fuera de Buenos Aires.  Cuando Rivadavia se propuso civilizar por medio de decretos, aspirando a poner a Buenos Aires en un todo según las costumbres y hábitos parisienses, y llegó a entrometerse en el campo religioso, Castañeda se irguió contra él y contra todos los que formaban el círculo cultural que le rodeaba e inspiraba.  Llegó a fundar para propia comodidad hasta once periódicos, alcanzando en algunas épocas a publicar tres simultáneamente.  Su vena de polemista era inagotable, pero sus excesos de lenguaje, aunque era análogo al de sus adversarios, motivaron más de una acusación del fiscal de Estado, y La Verdad Desnuda, y La Guardia Vendida…, fueron considerados agraviantes y ofensivos para el gobierno.  En castigo estuvo dos veces desterrado en Kaquelhuincul, una a Fortín Areco, y otra a Catamarca, pero en esta postrera huyó a Montevideo, y de allí pasó a Santa Fe.  También fue desterrado al pueblo de Pilar y llegó a conquistarse las simpatías de las gentes de allí, que obtuvo se trasladaran al solar que ahora ocupa esa ciudad, y ayudó a construir un puente sobre un cercano arroyo, y levantó la actual iglesia, muy reformada a fines del siglo XIX por el arquitecto salesiano Vespignani.
Se ha criticado mucho a Castañeda por su lenguaje, pero no era sino el que usaban para combatirle sus adversarios, y sus ataques eran personales, como los de ellos, aunque a las veces manifiestamente ofensivos, como el artículo sobre la “Epoca de D. Bernardote Rimbombo” y asegura que “la época de Rivadavia es la de un loco furioso, cruel, hereje, inmoral, déspota, traidor, consuetudinario y reincidente, fiado no más que en la impunidad, que le resulta de la constelación de sabios, a quien pertenece, y que lo necesita para biombo y testaferro.  Rivadavia ha repetido en grande los hechos que Alvear trazó y dibujó en pequeño”.
Tuvo muchos enemigos y muy encarnizados como Juan Cruz Varela, Pedro José Agrelo, Pedro Feliciano Sáinz de Cavia, Hilarión de la Quintana, Juan Crisóstomo Lafinur y otros.  Lafinur reconoció su errada conducta y se reconcilió con Castañeda.
Los más célebres de los periódicos que redactó fueron: La Guardia Vendida por el Centinela y la traición descubierta por el Oficial del Día; La Verdad Desnuda; Derechos del Hombre; Desengañador Gauchi-Político; Despertador Teofilantrópico-Místico Político; Dom eu nau me meto con ninguen; Doña María Retazos; El Padre Castañeda; La Matrona Comentadora de los Cuatro Periodistas; Buenos Aires cautiva; El Teofilantrópico; Paralipomenon al Suplemento del Teofilantrópico-Místico Político; Suplemento al Despertador Teofilantrópico-Místico Político, entre otros, sin citar algunas hojas sueltas con títulos estrafalarios.  Desde Zinny se atribuye a Castañeda el Despertador Teofilantrópico Místico-Político, pero nada tuvo que ver con este periódico.  Los citados se publicaron entre 1820 hasta 1826, y todos ellos eran en defensa de los intereses espirituales y políticos del país.  Aunque tan patriota como el que más, sabía Castañeda que era una aberración querer romper con el espíritu heredado de España, y en caso de reemplazarlo por otro, ello no podía efectuarse por decretos y a corto plazo.
Si por su lenguaje ha sido Castañeda comparado a Pantagruel, y como periodista se le ha considerado no inferior a Sarmiento, hay que reconocer que fue un gran pensador, y que su filosofía era la del sentido común.  En Santa Fe contó con el apoyo de López, y en el pueblo de San José del Rincón, donde se hallaba ya a fines de 1823, levantó iglesia y escuela, y se puso a convertir a los indios mocobíes que por allí merodeaban, y gracias a una prensa manual que pudo armar, dio a la publicidad varios periódicos y otras publicaciones, hoy imposibles de hallar, como “Población y engrandecimiento del Chaco”, “El Santafecino a las otras provincias de la Antigua Unión”, y “Obras Póstumas de nueve sabios que murieron por retención de palabras”.
Una sequía atroz deshizo sus planes en San José e invitado por los indios partió con ellos a Entre Ríos en 1827, donde levantó un instituto educacional en Paraná, aunque San Juan y Corrientes se habían empeñado en que se trasladase a esas provincias.  Con la ayuda del entonces gobernador entrerriano Mateo García de Zúñiga pudo realizar su obra educacional, sin dejar del todo la periodística, pero abandonó Paraná y en 1829 se hallaba en Rosario del Tala, y allí como en Buenos Aires, Montevideo, Santa Fe y Paraná “los frailes de este Padre son los libros que reparte gratis a la amable juventud; las balas del fusil el a. b. c…”, como dijera de sí mismo el Padre Castañeda en su “Buenos Aires Cautiva”
Una de las sinnúmeras calumnias que en vida y después de su muerte, excogitaron sus enemigos fue que insultó a su señor padre en la Catedral en un sermón, y que murió mordido por un perro rabioso.  Lo primero lo pudo refutar él mismo, manifestando que habló de los componentes de la Archicofradía del Santísimo cuando su progenitor era Hermano Mayor, y como años antes se había dirigido a Pueyrredón en iguales circunstancias, se dirigió a su señor padre expresándole con el mayor respeto lo que debía hacer en bien del pueblo desde el alto puesto que ocupaba, y Juan José A. Segura ha probado que no hubo tal perro rabioso, sino que falleció de muerte natural en Paraná, el 11 de marzo de 1832. 
Fray Nicolás Aldazor, después Obispo de Cuyo y que tuvo a su cargo la Oración fúnebre dijo que “No murió como los mundanos, sino como un verdadero hijo de San Francisco, escogido de Dios y predestinado para el cielo”.  El mismo instó al párroco, que lo era el doctor Francisco Alvarez, para que sin dilación alguna le administrara los santos sacramentos.  Pidió que le vistieran su pobre hábito y cobrando un aliento extraordinario protestó delante de todos su adhesión firme a la Iglesia y con especialidad al dogma de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; detestó las falsas doctrinas tan opuestas al bien de los pueblos y terminó sus alientos confesando el amor a la religión, en que había nacido y a la patria que había sido siempre el objeto de sus tareas”.  Juan Manuel de Rosas solicitó que los restos mortales de Castañeda se trasladaran a Buenos Aires, y a esta ciudad llegaron el 28 de julio del mismo año, siendo depositados en el Panteón del Convento franciscano.  A sus exequias, asistió el gobernador brigadier general Juan Ramón Balcarce, y lo despidió el P. Aldazor, que al decir de Otero vindicó la fama de Castañeda “del desprestigio con que había querido envolverla la persecución sistemática del adversario”.
En la cripta reposaron sus restos hasta que ciertas refacciones realizadas en la misma hicieron que desaparecieran de allí.  “Hasta sus restos imitaron con la inquietud la insogable vida del fraile batallador”, escribe Segura, y corresponde a lo que de sí mismo había dicho Castañeda: “¿Qué no dirán de este pobre fraile que cuando no está en la cárcel, lo andan buscando?
Su fisonomía encajaba con sus maneras nada comunes ni elegantes.  Su cara era un ejemplo de fealdad; sus ojos, espejos de la viveza y de la picardía; de labios gruesos como dispuestos a pronunciar la frase dicharachera, sus pómulos prominentes le hacían propaganda de anarquista bonachón que remataban en una nariz ancha y tuberosa, todo digno de un cuadro de Velázquez o de la pluma de Quevedo.  En “La Prensa”, del 15 de diciembre de 1957, se publicó su retrato y firma autógrafa, como también fotografías de la Capilla de San José del Rincón, que erigió el 26 de diciembre de 1823.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930) – Buenos Aires (1969)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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Joaquín Campana

Joaquín Campana





Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires, trasladándose luego a Córdoba donde siguió humanidades y jurisprudencia, doctorándose en leyes en los tradicionales claustros de la casa fundada por el obispo Trejo.  Para entonces, los Campbell habían castellanizado su apellido, pasando a ser conocidos como Campana.

En “Tomas de Razón”, se ha consignado que Joaquín Campana el 4 de Junio de 1803, fue habilitado como Agente Fiscal de la Real Hacienda por tiempo indeterminado.

Al organizarse las milicias urbanas Campana se incorporó al Cuerpo de Patricios, participando como oficial en las heroicas jornadas de 1806 y 1807 contra los ingleses, como lo certificó con su firma el coronel Saavedra en un documento fechado el 18 de Noviembre de 1806.

Rubricó el Acta del Congreso General del 14 de Agosto de 1806 “para afirmar la Reconquista, junto a la de los funcionarios más importantes de la Real Fortaleza”.

En los prolegómenos del Pronunciamiento  de Mayo, Campana actuó en el grupo patriota que buscaba un cambio, en la estructura política y social del Virreinato, desempeñándose como secretario de Saavedra que lo honraba con su amistad y confianza.  Figuró en el “Cabildo Abierto” del 22 de Mayo, votando en contra de Cisneros y en apoyo de la fórmula propiciada por Saavedra.

En los acontecimientos producidos en la capital los días 5 y 6 de Abril de 1811, recordados con desdén como la “revolución de la gente de medio pelo”, tuvo destacada actuación, siendo el verdadero inspirador de la sedición e intérprete de la voluntad popular.  Fue el vocero de los revolucionarios y el autor de los diecisiete puntos que se exigieron al gobierno pusiese en marcha, para poner punto final al conflicto.  Como consecuencia de los cambios producidos por el Cabildo y la Junta Grande, entró a formar parte de esta última reemplazando a Hipólito Vieytes en el importante cargo de secretario de Gobierno y Guerra.

Para entonces los ingleses, a quienes no convenía la guerra en América, tramitaban una mediación entre España y sus antiguas colonias.  Tarea difícil y por demás complicada, que encontró obstáculos insalvables.  Por supuesto que la designación de Campana como secretario de Gobierno y Guerra, no fue del agrado de lord Strangford, encargado de llevar a buen término la negociación, pues se lo sabía demasiado independiente y poco inclinado a entrar en ningún tipo de componendas .  Los funcionarios británicos –desde los tiempos de Moreno en adelante- se habían acostumbrado a tratar con hombres a quienes conducían fácilmente.  Joaquín Campana no era de ésos y los ingleses lo sabían.

El 18 de Mayo de 1811, en un documento de notable factura.  Campana decía a lord Strangford: “Estas Provincias, exigen manejarse por sí mismas y sin riesgo de aventurar sus caudales a la rapacidad de manos infieles…..  Para que el gobierno inglés pudiese hacer los efectos de un mediador imparcial es preciso que reconociese la independencia recíproca de América y de la Península, pues ni la Península tiene el derecho al gobierno de América ni América al de la Península”.

Fue esta la primera vez que en forma oficial se habló tan concretamente de independencia, lo cual indignó a Strangford que envió de inmediato a Sarratea a Buenos Aires, para que pusiese coto a las “locuras de la chusma de medio pelo” que dominaba al gobierno.  Posteriormente Campana fue expulsado de la Junta Grande, por disposición del Comité Patriótico morenista, que a pesar de que muchos de sus miembros sufrían detención o exilio, continuaba siendo un factor preponderante en todas las resoluciones que se adoptaban.

Según una versión familiar, en la noche del 17 de Setiembre el doctor Campana fue secuestrado de su domicilio y llevado detenido a Areco, donde se lo instaló en la cárcel.

Al reunirse la Asamblea General Constituyente en 1813 para tratar la organización y gobierno que se daría al país, sancionó una ley que favoreció a todos los incursos en delitos políticos y militares con las únicas exclusiones de Cornelio Saavedra y Joaquín Campana.  El presidente, tras muchas vicisitudes, consiguió volver a Buenos Aires y que se lo reivindicara moral y materialmente.  Campana no tuvo esa dicha.

Durante mucho tiempo permaneció recluido en Areco, instalándose después en Chascomús, teniéndosele prohibido entrar en la capital.  En 1829, se embarcó en la goleta Rosa para Montevideo, con el propósito de radicarse definitivamente en aquella ciudad para ejercer su profesión de abogado.

Pero se habían producido muchos acontecimientos que cambiaron el escenario político rioplatense y dieron oportunidad al doctor Campana para poner de manifiesto sus brillantes aptitudes.  La Banda Oriental se había independizado y el sufragio de sus conciudadanos lo llevó a formar parte en calidad de senador, de la primera legislatura con que contó la nueva república, siendo posteriormente reelegido varias veces, llegando a desempeñar la vicepresidencia del Cuerpo por un largo período.

Cuando ejercía su mandato de legislador, la Asamblea General en mérito a su prestigio intelectual, lo designó miembro del Superior Tribunal de Justicia.  En esa importante función cumplió una delicada tarea ante el gobierno argentino, relacionada con los pasos para embarcaciones en el estuario del Río de la Plata.  Su gestión en ese espinoso asunto fue tan eficaz que conformó a los dos gobiernos y dio bases jurídicas para futuros acuerdos.

Dedicado posteriormente a promover la cultura y la educación, desempeñó sucesivamente los cargos de inspector general de Escuelas e inspector general de instrucción pública, en la década del 30.  Falleció en Montevideo el 12 de Setiembre de 1847, rodeado de la estima y la consideración de todos sus compatriotas.  No pudo volver a Buenos Aires, la ciudad que de joven defendió contra los soldados de Beresford y Whitelocke, quedándole la satisfacción de que su hermano, el doctor Cayetano Campana, que como él se formara en el Real Colegio de San Carlos y obtuviera su doctorado en leyes en la Universidad de Córdoba, pudiera continuar siendo útil a la causa de la comunidad de los pueblos rioplatenses.  No obstante, Cayetano también supo del exilio por su adhesión a la política de Juan Manuel de Rosas.  Fue uno de los firmantes de la ley que otorgó al Restaurador “facultades extraordinarias”.

Para quienes continuamos creyendo que la voluntad popular es el único motor que puede generar una auténtica democracia, la figura señera de Joaquín Campana cobra dimensión.  Su verbo encendido fue el que arrastró a los “orilleros” a salir de los arrabales para realizar el primer acto popular de que se tenga memoria en ambas márgenes del Plata.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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Serrano, Mario Arturo – Cómo fue la revolución de los orilleros porteños, Buenos Aires (1972).

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jueves, 17 de septiembre de 2015

José Bonifacio Bolaños

José Bonifacio Bolaños



Nació en la ciudad de San Juan el 14 de mayo de 1751, siendo sus padres Nicolás de Bolaños y Narcisa Quiroga y del Carril.  Sentó plaza como cadete del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, el 20 de febrero de 1768, asistiendo en tal carácter, en 1770, a la expedición hecha a las Islas Malvinas, comandada por Juan Ignacio de Madariaga, para desalojar a los ingleses de Puerto Egmont.  Ascendió a subteniente del precitado Regimiento el 30 de abril de 1779; y a teniente, el 25 de agosto de 1786.  Dos años después fue designado comandante de la escolta de la 3ª partida demarcadora de límites.  Fue promovido a ayudante mayor el 20 de marzo de 1796, y a capitán, el 7 de enero de 1799, grado con el cual participó en 1801 en una expedición contra los portugueses.  Tomó parte en la Reconquista de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1806, así como en la memorable Defensa de los días 5 y 6 de julio de 1807.
La Revolución de Mayo lo contó entre sus decididos partidarios, y la Junta de Gobierno lo destinó al Ejército Auxiliar del Perú, con el cual se batió en Cotagaita, el 27 de octubre de 1810, y en Suipacha, el 7 de noviembre del mismo año.  Fue ascendido a teniente coronel del Regimiento Nº 6 de Infantería, el 3 de noviembre de 1810, grado con el cual asistió a la desastrosa batalla de Huaqui o Yuraicoraguá, donde comandó una división del ejército patriota.
Fue designado teniente gobernador de Mendoza el 7 de enero de 1812, ejerciendo aquel cargo hasta el 1º de diciembre del mismo año, fecha en que le sucedió el ministro de la Real Hacienda Alejo Nazarre.  En marzo de 1813 fue nombrado teniente gobernador de Jujuy en sustitución del coronel Francisco Pico, ejerciendo el cargo hasta los primeros días del año 1814, en que los patriotas abandonaron aquella ciudad ante la aproximación de las fuerzas realistas comandadas por el general Juan Ramírez de Orozco.
El 28 de enero de 1814, Bolaños obtuvo su retiro a Inválidos, en la ciudad de Córdoba, falleciendo en Buenos Aires el 24 de enero de 1814.
El comportamiento del coronel Bolaños en la batalla de Huaqui fue muy distinguido, dentro de la situación embarazosa en que se halló ante las reiteradas órdenes que recibió del general González Balcarce, de marchar con la artillería de inmediato en cualquier forma, tropezando Bolaños con dificultades de todo orden para cumplimentar aquellas disposiciones.  No obstante todo su empeño, no logró ni siquiera atenuar la formidable derrota que sufrían ya los patriotas cuando logró hacer jugar los cañones con efecto.  Durante la retirada desordenada del Ejército Auxiliar después de Huaqui, Bolaños prestó buenos servicios para restablecer la confianza en las tropas, y desde Mojos los generales se adelantaron, continuando aquél a cargo del ejército hasta la llegada a Jujuy, punto donde se dio término a la retirada del Desaguadero.
Bolaños junto con el coronel José Javier Aparicio, colaboró con el coronel mayor Juan Bautista Bustos en la defensa que debió hacer de la posición del Fraile Muerto el 9 de noviembre de 1818, contra los montoneros de Santa Fe; en la cual también intervinieron los tenientes coroneles Francisco Bedoya y Francisco Sayós.
El coronel Bolaños era casado con Teresa de Alagón, hija de Sixto de Alagón, de Río Grande, y de doña Escolástica de Casero.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1938).
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Francisco Bibolini

Francisco Bibolini



Nació en Spezia, Italia, en el año 1827.  En 1854 viajó a América y después de cortas estadas en Asunción y Buenos Aires, se estableció en el “Fortín Mulitas” (1), donde llegó el 12 de Julio de 1855 con el nombre de cura párroco, celebrando las primeras misas en el mismo fortín.  Posteriormente se levantó una capilla (donde hoy se encuentra el Consejo Deliberante del pueblo de 25 de Mayo), era precaria y fue destruida por un incendio.  De inmediato el cura párroco habilita su casa para celebración de misas y oratorio.  En el pueblo no había medico ni farmacia por lo que la vida de los pobladores dependía de la buena voluntad de este Ministerio de Dios.
El 29 de octubre del año 1859, el temido señor de “Las Salinas Grandes”, Cacique Calfucurá, con dos mil de sus indios estaba dispuesto a entrar al saqueo de “Mulitas”, como así también en busca de venganza ya que odiaba al comerciante Juan Basabe, porque en su negocio se había dado muerte a uno de sus más apreciados amigos.  Inmediatamente el padre Bibolini salió al encuentro del feroz cacique, y tras un largo trayecto, en su magnífico corcel llegó al lugar denominado “Médano Partido” (de Galíndez) y allí lo entrevistó.
Con gran temple, el sacerdote pidió por las vidas y las haciendas de los habitantes, a cambio de darle víveres, dinero y regalos.  Fue así que merced a la tenaz decisión de Bibolini, el cacique desistió de la macabra idea y al final entró pacíficamente al pueblo, junto al mismo Bibolini, y ante la mirada de asombro de los pobladores que en principio no daban crédito a lo que estaban viendo, o más precisamente que se trataba de un milagro.
La indiada se diseminó tranquilamente por la población pidiendo “Cofque” (galleta-pan); “Yergué” (yerba), “Petrén” (tabaco) y “Pulcuí” (aguardiente).
Calfucurá, con su cortejo de tres de sus damas de “Las Salinas Grandes” y sus capitanejos, se hospedó en la misma casa de Bibolini, donde le fueron servidos chocolate, cominillo y tortas fritas.
Francisco Bibolini fue un hombre de cierta preparación, audaz, fuerte, tan generoso como impulsivo y por sobre todo: conversador y poeta.  Escribió versos detestables que se publicaron como curiosidad en periódicos locales y según afirmaban los viejos vecinos, sus sermones estaban a la altura de sus versos.
Pero al margen de sus condiciones personales e inquietudes literarias, Bibolini tuvo todo el empuje y heroicidad de su época.  De la nada construyó su iglesia frente a la plaza mayor y a su lado, con sus propias manos, un enorme caserón para alojar indigentes. 
Realizó o colaboró directamente con todas las primeras obras de progreso de la futura ciudad y durante la epidemia de cólera del año 1869, hizo de médico y de boticario con gran éxito, aunque sólo curando con lo único que tenía: oraciones y yuyos. 
Era un cura sin vueltas y amigo de decir las cosas como las pensaba.  Quizá por su excesivo amor a “su chusma”, su desenfado cocoliche y su frenesí en los sermones, se creó muchos enemigos, que en pueblo chico le crearon chismes grandes, hasta hacer de la verdad, que por si sola era bastante grande y pintoresca, la famosa novela del Cura Bibolini.
Lo pinta de cuerpo entero su famoso proceso por “profanación”.  En efecto, por denuncia de monseñor Aneiros, Obispo Capitular, se inició en el año 1873 un original sumario judicial, porque en el cementerio local que había visitado el prelado, se encontró un cartel sobre la tumba del Rdo. Padre Rodríguez Soto, que decía así: “El finado Cura Soto dejo treinta mil pesos para los pobres y el Cura Seijo se los quitó.  Firmado: Francisco Bibolini.”
La causa, que fue engordando con estridentes declaraciones del procesado, pintoresquísimas declaraciones de los testigos, ocurrentes y graciosas pruebas, terminó su primera etapa con el ingreso de Bibolini a la cárcel de Mercedes, de la cual sólo pudo salir por la fianza de su amigo Andrés Grillo.
No se quedó quieto.  La justicia del Estado le preocupaba poco, pues él creía firmemente en la suya, y entonces se dedicó a escribir cartas al damnificado, que, como fue de esperar, se agregaron a la causa: “Marzo 30.  Canalla de Seijo: ha llegado a mi conocimiento que tú has dicho que yo soy un criminal por haber firmado una petición.  Calumniador, vil, ladrón.  Tendrás que darme satisfacciones.  Me las vas a pagar.  Francisco Bibolini…”.
Naturalmente que el procesado no probó su acusación y en medio de improperios a las autoridades civiles y eclesiásticas, fue condenado a un año de prisión, sin que por otra parte se registrase su cumplimiento en el archivo de la cárcel…  Eso sí, fue consecuente hasta el final: cuando lo requieren para que retire términos ofensivos en su última presentación (“… que él no tiene caridad en cuanto a Seijo…), acepta la intimación, los retira y los reemplaza por éstos: “¡Que Seijo era un tirano y un falsario!”.
Fue párroco hasta el año 1861 en que se mezcló en política y presentó su candidatura a Intendente, lo que como es natural, le costó el curato, siendo suspendido en el año 1863.  No obstante ello, peleando con los curas que lo reemplazaron, inició una famosa competencia al establecer aranceles más baratos para misas y bautismos, que oficiaba… en su casa.
Fue un poco de todo e hizo un poco de todo.  Fue prestamista, ejecutó hipotecas, vendió propiedades y con los importes y ganancias mantuvo pobres; ayudó a sus pobres y vivió bastante regaladamente dentro de la sencillez del lugar y la época. 
Debió gastar todos sus recursos en su original ministerio, porque en el año 1890 aparece reclamando al Gobierno una pensión vitalicia.  Gracioso resulta que, como no se votaba con la urgencia que él reclamaba, remitió a la Legislatura un largo romance-amonestación, que terminaba así: “Si Lamela no moja bien la pluma a mi favor en la Legislatura, le he caer como quien derrumba desde muy elevada altura”.
Murió el 24 de mayo de 1907.  Sus antiguos feligreses, con autorización eclesiástica levantaron en el atrio de la iglesia un lindo monumento a su memoria y la autoridad civil, en la plaza principal, lo recuerda con un bronce, donde aparece como realmente fue: recio, expresivo, espinoso, como si quisiera seguir guerreando.
Fue un producto de su tiempo.  La sotana no alcanzó a serenar su espíritu arrebatado y desbordante y en vez de elegir el silencio de su iglesia y la confidencia del misal, prefirió la calle donde fue más hombre que sacerdote.  Y como cuando se sale, uno se ensucia, él fue salpicado por todos los barros, aunque eso no quitó que a su vez los chapaleara con pasión y hasta con gusto, repitiéndolo a los cuatro vientos.
Pero cumplió su ministerio con su original pero real verdad y en los momentos de peligro para su pueblo supo jugarse con generosidad, sin esconder el pellejo, cuando era más posible perderlo que conservarlo.
Referencia
(1) El nombre “Mulita” con que se lo bautizó es debió a la gran cantidad de roedores que se encontraban en el lugar, por eso en el escudo de la ciudad de 25 de Mayo, figura la mulita.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Guido, Horacio J. – Calvucura y el cura, un episodio de la lucha contra el indio.
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Todo es Historia – Año I, Nº 5, Buenos Aires, setiembre de 1967.
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miércoles, 16 de septiembre de 2015

JUAN BAUTISTA BAIGORRIA

JUAN BAUTISTA BAIGORRIA



Juan Bautista Baigorria, también conocido como el Granadero Baigorria, (n. El Chorrillo, San Luis ¿? 1764 - Bañado de Pajas, Córdoba ¿? 1860) fue un soldado que participó en el Combate de San Lorenzo, en Santa Fe, evitando que un realista atravesara con su bayoneta al coronel José de San Martín.

El 14 de setiembre de 1812 el Capitán de Milicias Tomás Varas entregó en la Guardia de Prevención del Regimiento de Granaderos, en formación, un total de 111 reclutas provenientes de la Punta de San Luis, recibiendo por su gestión ocho pesos por cada uno. En la lista que publica el Teniente Coronel Camilo Anschutz en su libro Historia de Granaderos a Caballo, el nombre de JUAN BAUTISTA BAYGORRIA, (sic) aparece citado en sexto lugar de los destinados a la Segunda Compañía, del primer Escuadrón. Si bien sabemos que el primer asentamiento de la flamante Unidad fue en el Cuartel de la Ranchería, ya se había producido la mudanza al Cuartel del Retiro, en los altos de la actual Plaza San Martín del centro porteño. En la Invasión Inglesa de 1807 había sido escenario de un reñido combate y lo ocupaban hasta mayo de 1812 los Dragones de la Patria. San Martín debió en ese lugar preparar alojamiento, pesebres para caballos y cocina para "quinientas y tantas plazas" como lo indica en una relación de pedido que eleva al Poder ejecutivo. Cuenta en sus Memorias el General Espejo que San Martín en persona y a viva voz era el maestro instructor de los reclutas, que enseñaba los movimientos de ataque y defensa a cada uno de sus soldados. "No pasó mucho tiempo-concluye- sin que el publico viera con agrado, bien uniformado y con un esmerado aseo, a esos mismos campesinos poco antes agrestes, andrajosos, encogidos, transfigurados en gallardos soldados de gentil y arrogante porte, que eran la emulación de sus compañeros de armas". Dice el Suboficial Mayor Pedro Pablo Hass, en su libro CABRAL, Sargento Epónimo, que los recibió el Oficial JUSTO GERMÁN BERMUDEZ, quien luego y con el grado de Capitán comandaría la carga de la segunda columna de ataque en el Bautismo de fuego del Regimiento. En el mismo trabajo aparecen en la lista de soldados internados en el Hospital de la Residencia, administrado por los hermanos de la Orden de Belén o de los Bethlemitas tanto Cabral como Baigorria entre octubre y diciembre dado que se conoce la suma a pagar por dicha internación, se especula que ambos con problemas gastrointestinales posiblemente por el agua poco potable de la Ciudad. El mártir de San Lorenzo, que pertenecía a la primera compañía del primer escuadrón ingresa al nosocomio hacia finales de diciembre por unos pocos días, pero Baigorria internado desde el 17 de setiembre, o sea tres días después de ser incorporado,lo hace hasta el 10 de noviembre, totalizando 54 días de internación que fueron pasados al cobro en la misma factura que incluye a Cabral. Es de suponer que la dolencia del puntano haya sido de mayor importancia que la del correntino. En la relación de gastos del tercer tercio de 1812 el Regimiento tuvo la cantidad de 287 hospitalizaciones-día, con un costo de 4 reales diarios cada una, lo que hace un total de 1043 pesos con cuatro reales por dicho período que debió solventar el erario. Lo cierto es que a principios de enero ambos Granaderos estaban listos para cumplir el servicio de armas y así lo hicieron
Cuenta el Profesor Horacio Fórmica, Presidente de la Comisión de la Marcha San Lorenzo, que tanta amistad supieron consolidar Cabral y Baigorria que si bien el primero se llamó Baptista al momento de su incorporación a la unidad sobre finales de 1812 modifica su nombre y adopta el de su amigo, haciéndose anotar en la revista de tropas como JUAN BAUTISTA CABRAL, nombre con el que pasará a la Inmortalidad. En los cuarteles aprende Baigorria el manejo de las lanzas y sables, practica la carga de caballería y sobre todo recibe los Valores que San Martín vuelca en sus hombres. Viste el uniforme de la Patria, diseñado por el propio Jefe Granadero. Su morrión lleva un penacho verde y la chaquetilla una sola hilera de botones, ambas características irán cambiando con el tiempo. Recibe un hermoso caballo criollo, reyuno para mas datos, de los que serán conocidos luego como patrios, tenían la oreja cortada para su fácil conocimiento en las tropillas donde se hacían los intercambios. Lo dejará en la primera posta de su viaje hasta San Lorenzo esperando poder recogerlo al regreso. Esa histórica marcha, tal vez la mas veloz que se conoce, le permitió afianzar el conocimiento con sus compañeros y sus superiores. Las postas sucesivas donde pasaron raudamente son hoy ciudades y una pujante población santafecina lleva el nombre de GRANADERO BAIGORRIA en su homenaje. El 2 de febrero de 1812 fue uno de los 120 soldados Granaderos que tras los muros del histórico convento preparaban en silencio sus cabalgaduras para emprender la lucha con el enemigo que a las cinco de la mañana de día 3 bajaba de los barcos anclados en el Río Paraná. En sus orillas y en solo 15 minutos se resolvió el Combate.

Participó en el combate de San Lorenzo, ocurrido el 3 de febrero de 1813. Relata Pastor Obligado que durante el breve episodio bélico evitó, al atravesarlo con su lanza, que un soldado realista matara al entonces coronel José de San Martíncon su bayoneta. El caballo de San Martín había sido herido por una metralla y le estaba apretando la pierna. Este acto de Baigorria le permitió a Juan Bautista Cabral ayudar al futuro Libertador y salvarle la vida.2 No obstante esta acción no aparece ni en el Parte que firma San Martín, ni en posteriores referencias como la de Parish Robertson. Recién luego de mas de 50 años se conocen detalles sobre la caída del futuro Libertador y lo hecho por ambos Granaderos.

Si sabemos que Baigorria sirvió en el Ejército de los Andes hasta, al menos, el año 1818. Apareciendo en las revistas de tropas junto al Regimiento. La suerte de este puntano, como la de tantos otros anónimos que supieron defender a la Patria incipiente, se desconoce luego de esta fecha.

Fuente Wikipedia


JOSÉ GREGORIO BAIGORRÍ

JOSÉ GREGORIO BAIGORRÍ



José Gregorio Baigorrí (n. Córdoba, marzo de 1778 – † íd., junio de 1858), sacerdote argentino, que se destacó como uno de los fundadores del primer federalismo cordobés y fue en varias oportunidades Rector de la Universidad Nacional de Córdoba.

Estudió en la Universidad de Córdoba, donde se doctoró en derecho canónico en 1802, y se ordenó sacerdote al año siguiente. Fue profesor en la Universidad prácticamente durante todo el resto de su vida.

En 1810, la Primera Junta lo nombró rector de la Universidad, pero renunció al cargo.

Desde muy temprano se destacó por sus ideas federales. Fue diputado a la Asamblea del Año XIII. Enemistado con Carlos María de Alvear, renunció en enero de 1815.

En 1820 apoyó el acceso al poder del gobernador José Javier Díaz; cuando éste fue desplazado por el general Juan Bautista Bustos, fue diputado provincial, apoyando tibiamente al gobernador. Junto con José Norberto de Allende redactó la constitución provincial cordobesa de 1821.

En 1822 redactó, a pedido de Bustos, un nuevo plan de estudios para la Universidad, con la idea de que sus estudios no estuvieran tan centrados en la teología; sin embargo, era una organización de ideas anteriores del Deán Funes. Ese plan de estudios rigió la Universidad hasta que fue nacionalizada por el presidente Nicolás Avellaneda, más de 50 años más tarde.

Cuando se realizaron las elecciones del sucesor de Bustos, en 1825, organizó con algunos otros antiguos aliados de Díaz la elección a favor del coronel José Julián Martínez; como estaba ausente uno de los diputados, y Bustos obtuvo sólo un voto más que Martínez, el cargo fue sorteado entre ellos, resultando “triunfante” Martínez. Bustos y sus aliados organizaron una revuelta que forzó a la reelección del general.
Baigorrí abandonó la legislatura y se dedicó de lleno a la docencia. Cuando en 1829 se produjo la invasión unitaria del general José María Paz, apoyó su acceso al poder y su gobierno, no por comunidad de ideas, sino por enemistad con Bustos. Fue funcionario en su gobierno, y lo representó en la firma del tratado que formó la Liga del Interior. En diciembre de 1830 fue nuevamente rector de la Universidad, reemplazando a José Roque Funes.

Tras la caída de Paz, renunció al recorado y no fue molestado durante los gobiernos de los hermanos Reynafé y Manuel López. Fue párroco de la Catedral y vicario de la diócesis de Córdoba por muchos años.

En 1857, el Papa Pío IX decidió ocupar el cargo de obispo de Córdoba, nombrando en su lugar a Baigorrí. Pero no llegó a asumir, debido a que falleció en su ciudad natal en junio de 1858, sin que la bula de su nombramiento hubiera sido oficialmente recibida por el gobierno de la Confederación Argentina.

Bibliografía
• Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, 7 volúmenes, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
• Ferrero, Roberto A., La saga del artiguismo mediterráneo, Ed. Alción, Córdoba, 1996. ISBN 950-9402-60-1
• Bischoff, Efraín, Historia de Córdoba, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1989. ISBN 950-21-0106-5
• Di Stéfano, Roberto y Zanatta, Loris, Historia de la Iglesia Argentina, Ed. Grijalbo Mondadori, Bs. As., 2000. ISBN 987-9397-17-7
• Bischoff, Efraín, Por qué Córdoba fue invadida en 1829, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1975.


Fuente: Wikipedia

martes, 15 de septiembre de 2015

Victoriano Aguilar

Victoriano Aguilar





Nació en Buenos Aires en 1790.  Era todavía un niño, cuando se incorporó al servicio de las armas en clase de soldado, en el Regimiento de Patricios, el 1º de setiembre de 1806.  Un mes después (el 8 de octubre), pasó de cadete al 3er Escuadrón de Húsares, siendo su primera comisión la que desempeñó en noviembre del mismo año, con su escuadrón, para custodiar al general inglés Beresford, que se hallaba prisionero en Buenos Aires, y que fue confinado a Luján.  Poco después pasó a la Banda Oriental en la expedición que fue a socorrer la plaza de Montevideo, a las órdenes del general Liniers, empresa que quedó sin efecto, por haber caído aquella ciudad en poder de los británicos.
Participó en la expedición que mandó el coronel Francisco Javier de Elío, asistiendo al combate sostenido en el arroyo San Pedro, inmediato a Colonia, en 1807, entre las tropas a las órdenes de aquel jefe y las británicas al mando del coronel Pack, que fueron los vencedores en aquel encuentro.
A las órdenes inmediatas de Liniers se batió en los Corrales de Miserere (hoy Plaza 11 de Setiembre), el 2 de julio de 1807, acción en la que también fueron vencidas las tropas criollas.  Tres días después asistió a la gloriosa defensa de la ciudad, en la cual fueron definitivamente derrotadas las fuerzas invasoras y obligadas a capitular.  Por sus merecimientos en esta campaña.  Victoriano Aguilar fue ascendido a alférez, agregado a los Granaderos de Liniers con fecha 12 de diciembre de 1807.  El 23 de setiembre del año siguiente fue confirmado como subteniente en el mismo cuerpo.
Se halló entre los sostenedores de la autoridad legítima cuando tuvo lugar la asonada de Alzaga y los españoles de origen, el 1º de enero de 1809.  La Revolución de Mayo le contó entre sus adeptos, siendo ascendido por la Junta, a teniente del Regimiento Granaderos Fernando VII, en la 8ª Compañía del 1er Batallón, el 31 de octubre de 1810.  Hizo la primer campaña y sitio de Montevideo a las órdenes de Rondeau, en 1811, hasta el levantamiento del asedio de la plaza citada, en octubre de igual año.  Teniente 1º de la 1ª Compañía de Granaderos de Infantería, el 5 de febrero de 1812.
Participó en la campaña al Salto contra los portugueses y en el segundo asedio de Montevideo, bajo el superior comando de Manuel de Sarratea, representante del Gobierno y del general Rondeau, desde febrero de 1812 hasta setiembre de 1813, en que se retiró a Buenos Aires por orden superior, el Regimiento de Granaderos de Fernando VII, en el cual fue promovido a capitán de la Compañía de Cazadores del 1er Batallón, el 30 de diciembre de 1813.
Pasó nuevamente en abril de 1814 al ejército sitiador de Montevideo, bajo las órdenes del general Alvear, hallándose en la rendición de aquella plaza, el 23 de junio de 1814, por lo que recibió una medalla y la honorífica de “Benemérito de la Patria en Grado Heroico”.  También asistió durante un mes a la campaña en la Banda Oriental contra los anarquistas.
El 6 de mayo de 1817 fue ascendido a sargento mayor graduado, siendo comisionado en el mes de noviembre para organizar el batallón “Libertos Orientales”, que posteriormente fue llamado “Cazadores de la Unión”, el que pasó de la Banda Oriental a la provincia de Buenos Aires al mando del coronel Rufino Bauzá; cuerpo con el cual Aguilar hizo la campaña de Entre Ríos a las órdenes del general Marcos Balcarce, contra Francisco Ramírez, asistiendo el 25 de marzo de 1818 a la acción del Arroyo del Saucesito.  El 24 de mayo del año de referencia era capitán de los “Granaderos de Infantería”.  El 17 de setiembre de igual año recibía la efectividad de su grado en el batallón de referencia.  El 24 de noviembre del mismo fue comisionado para la conducción de 200 individuos de tropa destinados al Ejército de Observación que se hallaba en la villa del Rosario de Santa Fe, al mando del general Juan Ramón Balcarce.
El 20 de enero de 1819 se le destinó a la mayoría de un batallón llamado “Auxiliares Argentinos” que instruyó, el cual estaba comandado por el coronel graduado José Olaguer Feliú.  El 20 de febrero de igual año fue nombrado por el Gobierno, gobernador interino de la Fortaleza de Buenos Aires.  El 17 de agosto del mismo año fue comisionado por orden superior para servir en la mayoría de otro batallón “Auxiliares Argentinos”, el que estaba mandado por el coronel graduado José Javier Aparicio.
El 4 de enero de 1821 fue designado comandante interino de la Guardia del Salto.  El 13 de noviembre de 1823, comisionado por el Gobierno, marchó hasta el Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), con 5 buques, para conducir hasta la Ensenada de Barragán un escuadrón que el gobernador de Entre Ríos, Lucio Mansilla, enviaba al servicio de la provincia de Buenos Aires a las órdenes del comandante Andrés Morel.  El 26 del mismo mes y año marchó por segunda vez a la Bajada del Paraná con los mismos buques y armamento, para conducir al mismo destino anterior (Ensenada) un segundo escuadrón entrerriano, al que acompañaban las familias de sus componentes y que en aquel entonces estaba mandado por el comandante Anacleto Medina.
El 12 de agosto de 1840 se recibió del mando del Batallón Nº 3 de “Patricios”.  En febrero del año siguiente mandaba interinamente el Batallón de Marina, destacado entonces en el Fuerte por no tener suficiente capacidad el cuartel que le correspondía.  El 9 de setiembre de 1842 fue designado comandante de la Fortaleza y nombrado edecán de Juan Manuel de Rosas en setiembre de 1850, éste ordenó que se le ajustase por la Contaduría General con la gratificación de aquel puesto desde el 1º de enero de 1842, pero reteniendo la comandancia mencionada de la Fortaleza de Buenos Aires.
La batalla de Caseros le encontró en este cargo, y allí sufrió todas las ocurrencias consiguientes a la derrota del ejército del Restaurador de las Leyes, prestando el coronel Victoriano Aguilar servicios de todo género en medio del espanto de aquél día desgraciado.  El 4 de febrero de 1852, un grupo de más de 20 ciudadanos encabezados por Mariano Billinghurst y Antonio Somellera, se le  presentaron en su oficina del Fuerte y le exigieron que marchase inmediatamente a la Plaza de la Victoria y se pusiera a la cabeza del pueblo que consiguiera reunir, para contener el bárbaro saqueo a que se habían entregado las tropas provenientes de Caseros, y cuyo teatro principal fueron las calles Victoria y Rivadavia.
Así lo ejecutó el viejo veterano; tomó un ayudante, Facundo Marenco y al tambor de órdenes José Larrosa, enviando al primero a la torre del Cabildo para que tocase la campana; y al segundo, para que hiciese oír el toque de “generala” en las inmediaciones de la  plaza.  Con el auxilio de los señores que le acompañaban logró hacer repartir más de 1.000 fusiles con fornituras y municiones que tenía en el patio del Fuerte.  A medida que  iban organizándose grupos de 20 a 30 hombres, los despachaba en patrullas en todas direcciones, para contener el saqueo vandálico, lo que consiguió en un radio de 10 cuadras.  En medio de estos sucesos, se presentó en casa de Pedro Angelis el obispo Escalada, con Vicente López.  Aguilar pasó inmediatamente a dicha casa para ponerse a las órdenes de López, que había sido nombrado gobernador provisorio, al que dio cuenta de la tarea en que se hallaba empeñado, siendo aprobado en su procedimiento y autorizado para seguir conteniendo todo desorden hasta que llegasen fuerzas del ejército desde Palermo.
El 19 de abril del mismo año fue ascendido a teniente coronel.  El 11 de setiembre a la madrugada, se presentó al general José María Pirán, el cual le ordenó que se pusiese a la cabeza del batallón de su mando tan pronto como pudiese, en la Plaza de la Victoria.  En la noche del mismo día, con tropas del 1º, 2º y 3º de Guardias Nacionales, se acantonó en el Cabildo y permaneció en ese lugar hasta que regresó la división del general Pirán que había marchado en persecución del general Galán, que se retiraba con las fuerzas de Urquiza en dirección al Oeste.  El día 20 del mismo mes, recibió orden de retirarse con su fuerza al Cuartel del Colegio, en cuyo punto el coronel Mitre, que había sido aclamado jefe de las fuerzas por la Guardia Nacional, le ordenó retirar los individuos del 3er Batallón de su mando y acuartelarse con ellos, en lo que fue depósito general de policía, a espaldas de San Francisco, donde permaneció y organizó el citado batallón hasta que se retiró por orden de Mitre.
El 6 de diciembre del mismo año fue graduado coronel y, el día 8, por orden del general Pacheco, marchó a la plaza del Parque con su batallón para asegurar aquel punto.  Estableció 5 cantones, cuyo mando general tomó, incluida la guarnición del Parque, puesto en el que permaneció durante el sitio hasta el 11 de marzo de 1853 en que lo retiró el gobernador general Pinto, por sus enfermedades, sin haberlo solicitado.  El 1º de mayo del mismo año recibió la efectividad de coronel.
El coronel Aguilar falleció el 11 de octubre de 1855 a los 65 años de edad, viudo y retirado del servicio, siendo enterrado en la Recoleta, el 12 de octubre del mismo año.  Fue un digno soldado y un cumplido caballero.  Fue madre del coronel Aguilar, María Josefa Grande, y esposa Benita Foguet.
Fuente
Del Valle Pocoví, Sonia Erica – Colaboración (Foja de Servicios del coronel Victoriano Aguilar).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1938).
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