martes, 7 de julio de 2015

FELIPE PEREYRA DE LUCENA “la primera víctima de la Revolución de Mayo”

FELIPE PEREYRA DE LUCENA 

la primera víctima de la Revolución de Mayo”




Este nombre inscripto sobre el lado oeste de la Pirámide de Mayo, a fin de que las generaciones nacientes argentinas lean con respetuosa gratitud el nombre de uno de sus primeros y más intrépidos libertadores, como decía la Junta Gubernativa en la nota pasada al padre del glorioso soldado, José Pereyra de Lucena, el 3 de agosto de 1811, es la primera víctima de aquella titánica lucha que terminó dando la independencia a la América Española.

Fue su vida corta, pero bien fecunda en nobles enseñanzas y heroicos sacrificios. 

Nació en Buenos Aires, el 27 de mayo de 1789, siendo sus padres José Pereyra de Lucena y María Inés Pelliza. 

En 1806 había terminado de cursar muy buenos estudios en las aulas del famoso Colegio de San Carlos, que juntamente con la Universidad de Chuquisaca fueron génesis de la Revolución de Mayo, cuando la repentina aparición en nuestras playas de las casacas rojas de Beresford, exaltó a los criollos, impulsándoles a volver por sus fueros, como único remedio de la pasividad de que dieron pruebas en esa memorable circunstancia, los engreídos representantes de la Metrópoli, con el inepto Virrey Sobremonte a la cabeza.

Patriota de alma, el valeroso adolescente no vaciló en alistarse entre los miembros activos de la agrupación urbana –la de Sentenach, Esteve y Llach, actuando paralelamente a la de extramuros- bajo el mando de Juan Martín de Pueyrredón, que se proponía expulsar a los invasores británicos del suelo argentino. 

El joven Pereyra de Lucena se incorporó en clase de cadete de artillería, recibiendo su bautismo de fuego en la histórica jornada del 12 de agosto de1806, de la Reconquista.

Desde aquella inmortal jornada el cadete Pereyra de Lucena, que por otra parte poseía una sólida preparación en matemáticas, se dedicó con juvenil entusiasmo por el arma de su predilección, ofreciéndosele bien pronto, el 5 de julio de 1807, en la segunda invasión británica, la oportunidad de distinguirse, dirigiendo en aquella memorable lucha en las calles de Buenos Aires, con singular acierto, el fuego de una pieza de artillería, que batía de enfilada la calle del Correo (hoy Perú) por la cual avanzaba la columna del coronel Cadogan.

Por su honroso comportamiento, Pereyra de Lucena merece distinciones especiales y con fecha 18 de febrero de 1809 es promovido a subteniente del Cuerpo de Patricios de la Unión, y el 11 de octubre del mismo año revista ya como teniente del Batallón de Artillería Volante, en la 7ª Compañía, unidad en la cual lo encontró prestando servicios la Revolución de Mayo, época en la cual apenas contaba 21 años de edad.

La Junta Gubernativa eligió esta 7ª Compañía para la expedición que debía ir para el Alto Perú, a las órdenes del coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, compuesta de fuerza de las tres armas.  El teniente Pereyra de Lucena, a preferencia de otros oficiales y mayor antigüedad, fue designado para ejercer el cargo de 2º Jefe de la dotación de piezas asignada a la columna patriota. 

Este entusiasta oficial en los trabajos de organización preliminar reveló notorias cualidades de carácter e inteligencia.  Tan inflexible se demostró como mantenedor de la disciplina, que el doctor Castelli, a la sazón representante de la Junta, no vaciló en promoverlo a capitán al organizarse el Ejército en Potosí, en la misma compañía del Regimiento de Artillería Volante, con fecha 3 de agosto de 1810. 

Después de tomar parte activa en el combate de Cotagaita (27 de octubre) y en la batalla de Suipacha (7 de noviembre), recibió el encargo de montar la compañía de artillería de Cochabamba, y en junio de 1811 tenía a sus órdenes más de 200 plazas y como 18 piezas de diferentes calibres, en su calidad de comandante de la misma.

El primer encuentro con los realistas tuvo lugar el 18 de junio de 1811, en Yuraycoragua.  Pereyra de Lucena intervino en la acción con 12 de las 18 piezas que constituían la artillería patriota, tomando posición con tales baterías, en el centro e izquierda del Ejército Patriota, al ser atacado éste por una fuerte columna de infantería realista a las órdenes del coronel Ramírez, que amenazaba envolver a los independientes. 

Las baterías de Pereyra de Lucena avanzan intrépidamente sobre aquella columna enemiga, y con sus bien dirigidos fuegos, la dobló y ganando un seno en la sierra, se empeñó brillante acción, en la cual, el valiente teniente coronel graduado Felipe Pereyra de Lucena recibió herida mortal. 

Dos días después, el 20 de junio de 1811, expiraba este intrépido soldado, a los 22 años de edad.

Su padre al despedirse de él, en Buenos Aires le había dicho: “Anda con mi bendición; socorre a tus hermanos, y por ellos muere en el campo de la libertad”.  La Patria con su gratitud le ha rendido justicia.

Una calle, con nombre "Felipe Pereyra Lucena" (sin el "de" entre los apellidos) en el barrio de Palermo, lo recuerda.


Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).


Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

FRANCISCO ORTIZ DE OCAMPO “primer general de la guerra de independencia “

FRANCISCO ORTIZ DE OCAMPO 

primer general de la guerra de independencia “



 Francisco Antonio ORTIZ DE OCAMPO Nació en La Rioja, siendo bautizado el 4 de mayo de 1771, hijo de don Andrés Nicolás de Ocampo y de doña María Aurelia de Villafañe y Dávila, nieto del general Andrés Ortiz de Ocampo, natural de Sevilla, que pasó a Indias a fines del siglo XVII, contrayendo enlace en Asunción, donde fue gobernador del Paraguay, con doña Mariana Bazán de Pedraza descendiente del célebre conquistador Juan Gregorio de Bazán y de los Tejeda Guzmán, Vera de Aragón, Hurtado de Mendoza y otras linajudas familias de la conquista.

 Comenzó su vida militar a raíz de las invasiones inglesas, combatiendo durante la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires con singular valor, mereciendo por su actuación ser ascendido a capitán del Cuerpo de Arribeños, el 8 de octubre de 1806.

Participó en la Defensa de Buenos Aires de julio de 1807, cayendo en el combate de Los Corrales prisionero, aunque logró escapar la noche de esa misma jornada.

Promovido a teniente coronel, se le designó comandante 1ro del Cuerpo de Arribeños, el 11 de enero de 1808. Abandonó por ello sin hesitar las labores comerciales donde había conseguido hacerse una sólida posición, colaborando con su peculio a la organización de aquel cuerpo.

En el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, votó inmediatamente después de Saavedra por la cesantía del virrey Cisneros y porque “asumiera el mando el Cabildo interín se nombre una junta que debe ejercerlo, cuya formación debe ser en la forma y modo que no quede duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad y el mando”.

Producida la revolución, la Junta le dió el grado de coronel, el 9 de junio y lo nombró jefe del Ejército Auxiliador al Alto Perú, siendo segundo jefe el coronel Antonio González Balcarce y representante de la Junta Juan Hipólito Vieytes.

En junio de 1810 fue puesto al mando del Ejército Auxiliar a las Provincias — que luego sería el Ejército del Norte — y fue ascendido a general.

Avanzó rápidamente con un pequeño contingente hacia Córdoba para sofocar la contrarrevolución dirigida por Liniers y Juan Gutiérrez de la Concha. Fue muy eficaz en arrestar a los dirigentes del grupo, incluido el obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana. Acompañaba la expedición una Comisión Representativa de la Junta que contaba a Ortiz de Ocampo (como Presidente de la misma), Hipólito Vieytes (Delegado del Gobierno), Feliciano Chiclana (Auditor de Guerra) y Vicente López y Planes (Secretario).

Pero se negó a ejecutar a los prisioneros, como le había ordenado la Junta por iniciativa del secretario Mariano Moreno. No sólo los cordobeses le pidieron clemencia, sino que los mismos Liniers y Gutiérrez de la Concha eran sus amigos y compañeros de luchas desde 1806. Desobedeciendo órdenes de la Junta, envió los prisioneros a Buenos Aires.

Alarmada por el posible efecto del todavía muy popular Liniers en la capital, la Junta envió rápidamente a Juan José Castelli a hacerse cargo de las ejecuciones y a Antonio González Balcarce a reemplazar a Ocampo como jefe del Ejército.

Tras la ejecución de los reos en proximidades de Cruz Alta (Córdoba), Ocampo siguió como comandante nominal del Ejército hasta la batalla de Suipacha, pero Balcarce tenía el poder real. Mientras Vieytes fue sustituído por Castelli, éste hizo cumplir las órdenes de la Junta, haciendo fusilar a los prisioneros el 26 de agosto de 1810, al llegar al lugar llamado Monte de los Papagayos, situado cerca de la posta de Cabeza de Tigre, con excepción del obispo por su investidura eclesiástica.

Ocampo ejerció durante cinco días interinamente el gobierno de Córdoba desde el 11 hasta el 16 de agosto de 1810. Su carácter moderado y conciliador, mal se avenía con el plan político de violencia de corte jacobino, que adoptó la Junta.

De no mediar su indecisión y condescendencia en aquel momento crítico, es indudable que dados sus honorables antecedentes, su actuación posterior hubiera sido descollante, la que abruptamente quedó interrumpida.

En consecuencia fue sustituido en el gobierno por el Cnl Juan Martín de Pueyrredón y relevado del comando del Ejército Auxiliar, el 15 de noviembre de 1810, no obstante su reconocida hombría de bien y su energía bien probada en reiteradas ocasiones previas.

Pero muy pronto bajó a la capital, ya que había sido electo diputado por La Rioja a la Junta Grande. No tuvo casi actuación en la misma, sino que tomó el mando de un regimiento, que poco después adoptaría el nombre de Reg. Nro 2 de Infantería.

Cuando Saavedra marchó al norte, fue el comandante de armas de la ciudad y provincia de Buenos Aires. Después de la caída de la Junta, fue por corto tiempo gobernador militar de Rosario de Santa Fe.

Pasó a Buenos Aires, donde fue nombrado coronel del Regimiento Nº 4, el 17 de junio de 1811 y luego del Regimiento de Patricios Nº 2.

Fue uno de los jefes (junto a José de San Martín) de la revolución del 8 de octubre de1812, que derribó al Primer Triunvirato, que tuvo por efecto, no sólo el cambio de personas en el gobierno, sino dar rumbos más certeros a la guerra por la emancipación y a la organización institucional del Estado, próximo a declararse soberano.

Un año después integró con San Martín la comisión encargada de redactar los reglamentos para el Ejército.

Más tarde fue nombrado presidente de Charcas, cargo que debió abandonar a raíz de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma sufridas por el Ejército del Norte en su segunda expedición al Alto Perú.

En 1814, el director Posadas lo designó gobernador intendente de Córdoba, cargo que ejerció hasta el 25 de marzo de 1815, en que sin ofrecer resistencia a la acción de Artigas, por su indicación, se convocó a un cabildo abierto que eligió al Cnl José Javier Díaz como sucesor suyo.

De regreso a Buenos Aires fue ascendido a coronel mayor en ese mismo año, dirigiéndose luego a Mendoza para ponerse a las órdenes de San Martín, que preparaba el Ejército de los Andes.

Ese mismo año se hizo cargo de la gobernación mendocina, por enfermedad del Libertador, y meses después se retiraba del servicio activo, aunque quedó agregado a la plaza de Córdoba, de donde pasó en 1816 a la de San Juan.

Fue por unos meses gobernador de La Rioja a fines de 1816, y en 1819 comandante de los Cívicos de Córdoba.

En el año clave de 1820 signado por la crisis interna de Buenos Aires y el surgimiento de las autonomías provinciales, lo vemos protagonista estelar en La Rioja donde en el mes de enero depone al teniente de gobernador Gregorio Gonzalez y el 1º de marzo, día inicial de la nueva provincia, fue elegido por aclamación gobernador, cargo que desempeñó hasta que Juan Facundo Quiroga lo derrocó en septiembre de ese año.

El 7 de enero de 1820 se había sublevado en Arequito el Ejército del Norte. Los pueblos del interior comenzaban así el fenómeno secesivo, que se agudizó a raíz de la batalla de Cepeda. La Rioja aprovechó la situación para llevar a cabo su separación de Córdoba y elegir así en marzo gobernador al general Francisco Ortiz de Ocampo, el antiguo jefe de Arribeños y primer jefe del Ejército Auxiliar al Alto Perú. La declaración de la autonomía fue un signo de los tiempos; ese mismo año hicieron lo propio Santiago del Estero, San Juan y San Luis.

Al decir de Armando R. Bazán: “El general Francisco Ortiz de Ocampo era el político riojano que por su trayectoria tenía mejores títulos para gobernar su provincia en la nueva etapa. Primero como jefe del Cuerpo de Arribeños, sucesor de Saavedra como comandante del Regimiento de Patricios; primer general de la  revolución en su carácter de jefe del ejército auxiliar del Perú; presidente de Charcas para pasar a desempeñarse como gobernador intendente de Córdoba 1814/1815. Ninguno de sus comprovincianos exhibió un cursus honorum semejante y sólo Castro Barros lo aventajaba por su talento y formación cultural”. 

Ya en Buenos Aires en 1822 reclamó los sueldos que se le adeudaban, debido a llevar gastado toda su fortuna al servicio de la Patria.

Complicado en un plan revolucionario contra el gobierno de Córdoba, en 1826, fue tomado prisionero, y cuando el general Paz venció al general Bustos en 1829, le dió el mando de un regimiento.

Dos años después cayó prisionero de Quiroga, cerrándose para siempre su actuación pública y su vida en el ejército, pasando sus últimos años, en su provincia natal de La Rioja.

Falleció en la hacienda de Anguinón, Chilecito, el 15 de septiembre de 1840.

BIBLIOGRAFIA

ANGEL JUSTINIANO CARRANZA, El General Don Francisco Ortiz de Ocampo. 1771-1840, en Revista Nacional, Bs. As., 1895.
PABLO CABRERA, El General Francisco Ortiz de Ocampo, en Revista Mercedaria, Córdoba, 1933, Nº 55.
EXEQUIEL C. ORTEGA, La Primera Pena de Muerte resuelta por la Junta de Mayo, Bs. As., 1954.
DIAZ DE MOLINA, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, en Genealogía. Hombres de Mayo, Bs. As., 1961.
ARMANDO R. BAZAN, Historia de La Rioja, Buenos Aires, Plus Ultra, 1979.
• Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, Ed. Elche, 1985.
Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, 2004.

• Zinny, Antonio, Historia de los gobernadores de las Provincias Argentinas, Ed, Hyspamérica, 1987

JOSÉ ANTONIO MELIÁN Héroe contra los invasores ingleses, Granadero de San Martín

JOSÉ ANTONIO MELIÁN 

Héroe contra los invasores ingleses, Granadero de San Martín




Nació en Buenos Aires, el 19 de marzo de 1784. Fueron sus padres Antonio Melián y María Josefa Correa y Lascano.

Inició se carrera militar en las invasiones inglesas en los momentos en que se produjo la primera de éstas, en junio de 1806, sentando plaza en una compañía de milicia urbana de Buenos Aires, que mandaba un señor de apellido Santa Coloma. No obstante el juvenil entusiasmo de una multitud de jóvenes porteños para hacer frente al audaz invasor, el virrey Sobremonte ordenó capitular a las fuerzas de la defensa, pero Melián, como tantos otros jóvenes que estaban incorporados a los defensores, desobedeciendo la orden, se fugó ocultándose en unas quintas, esperando el momento oportuno para tomar la revancha.

Fue entonces que se hizo sentir la voz enérgica y vibrante de Juan Martín de Pueyrredón, que logró reunir un grupo numeroso de muchachos entusiastas, propósitos que trató de malograr el general Beresfort, a mediados de julio, enviando al coronel Pack, del famoso Regimiento Nº 71 británico, con 500 hombres y dos piezas de artillería.

Esta fuerza logró desbaratar a los jóvenes, reunidos por Pueyrredón en las chacras de Perdriel, el 1º de agosto de 1806.

Melián logró escapar de los ingleses y quedó a la expectativa para ulteriores disposiciones tendientes a rechazar al invasor.

Pocos días después tuvo noticias de que Liniers alistaba una fuerza en Montevideo para reconquistar la ciudad, resolviendo entonces Melián esperar esta fuerza para incorporarse, y a tal efecto, esperó en la chacra de Márquez, en Las Lomas, y tan pronto desembarcó el general Liniers, el 3 de agosto de 1806, en el puertecillo de Las Conchas (Tigre), Melián se incorporó a la pequeña columna en San Fernando, la cual se puso en marcha sobre Buenos Aires el día 8.

El 12 los expedicionarios atacaban con todo brío a los invasores y obtenían una victoria decisiva con la rendición del general Beresford y de todas sus tropas.

Melían se distinguió por su arrojo y participó con brillo en las dos fases de la Reconquista, vale decir, la toma de la Plaza de Toros y el forzamiento del último reducto de resistencia de los británicos: La Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) y sus bocacalles poderosamente artilladas. Ese mismo día (12 de agosto) es ascendido al grado de subteniente por su notable comportamiento en la acción.

Después de la Reconquista, Melián se incorporó como soldado distinguido al Escuadrón que, con el título “Húsares de Honor”, creó el comandante Juan Martín de Pueyrredón, en el cual se alistaron en calidad de soldados los jóvenes de las principales familias de Buenos Aires; escuadrón que desempeñó numerosas comisiones como consecuencia del estado de cosas, entre ellas, participar en la expedición que, a las órdenes del teniente coronel Prudencio Murguiondo, tomó preso al ex-virrey Sobremonte, en momentos en que se dirigía a Montevideo con el objeto de perturbar el orden en Buenos Aires, donde mandaba el general Santiago Liniers.

Durante la segunda invasión inglesa, Melián, que a la sazón formaba parte del cuerpo de Húsares antes mencionado, fue uno de los componentes de un destacamento de 30 soldados que sostuvieron una fuerte guerrilla en la “Estanzuela de Santo Domingo”, contra las fuerzas inglesas que habían desembarcado en las playas de Quilmes, el 29 de junio de 1807.

Retirados a la ciudad, ante el avance incontenible de los invasores, al joven Melián le correspondió con su cuerpo ocupar la azotea de una casa conocida con el nombre de “Martín el pintor”, situada en la esquina de Perú y Alsina. Desde este acantonamiento se destacaron grupos del cuerpo para hostilizar el avance enemigo en las inmediaciones del Sur de la ciudad, perdiendo en una de esas escaramuzas dos piezas de a 24, que se les quedaron encajadas en un pantano.

En las terribles jornadas del 3 y del 5 de julio, en las que el general Whitelocke atacó con toda decisión a los defensores de la ciudad, Melián combatió con su cuerpo en la zona de la calle Perú, comprendida entre las de Victoria y Belgrano, y se sabe, que fue tan decidida la actitud de los defensores de aquel lugar, que en ningún punto de la ciudad quedaron tantos cadáveres ingleses como los que se encontraron en la calle Perú, en las tres cuadras mencionadas.

El general Liniers reconquistó Montevideo, y Melián formó parte del destacamento de su cuerpo que al mando del capitán Domingo French, pasó a aquella ciudad a formar la escolta del gobernador designado para mandar allí, por el General vencedor.

De regreso a Buenos Aires, Melián fue nombrado teniente 2º de la Segunda Compañía de un Batallón de Granaderos, el 22 de octubre de 1807. Dicho batallón fue creado por el general Liniers, a cuyo comando puso al coronel Miguel de Azcuénaga, siendo el comandante de su compañía, el capitán Juan Florencio Terrada.

En noviembre de 1807 fue comisionado por Liniers para conducir unos pliegos al general Whitelocke, que se encontraba en Montevideo, misión que cumplió a satisfacción, en forma tal que el virrey Liniers le otorgó los despachos de capitán, con fecha 20 de noviembre de aquel año, “que me entregó en propia mano –dice Melián- regalándome un uniforme”.

Luego sobrevino la Revolución del 25 de Mayo, y Melián se alistó entre los más entusiastas y el 3 de agosto de 1810 revista como capitán de la 4ª Compañía del Regimiento de “Granaderos de Fernando VII”.

A fines de 1810 se incorporó a la Expedición Libertadora al Paraguay, dirigida por Manuel Belgrano y tuvo una actuación destacada en las batallas de Paraguari y Tacuarí.

Después se incorporó a las fuerzas sitiadoras de Montevideo, permaneciendo frente a aquella ciudad hasta octubre de 1811, en que en virtud el armisticio solicitado por los defensores y acordado por el gobierno de Buenos Aires, se retiraron los sitiadores, embarcándose en el puerto de Las Higueritas, regresando a Buenos Aires el 11 de noviembre del año mencionado.

A fines de diciembre salió Melián con su Regimiento, que mandaba el coronel Juan Florencio Terrada, y fueron a acantonarse en Santa Fe, pasando después a la ciudad de La Bajada, acampando más adelante entre los dos ríos Yuquerí. Finalmente, después de haber permanecido en otros acantonamientos, regresaron a Buenos Aires.

Se incorporó a las fuerzas que sitiaban a Montevideo por segunda vez, asistiendo a todas las acciones militares que allí se produjeron. El 6 de octubre de 1813 fue ascendido a sargento mayor de Granaderos de Infantería (Terrada), grado con el que continuó prestando servicios en el ejército sitiador hasta la caída de Montevideo, el 23 de junio de 1814, por lo que le fue otorgado un escudo con la inscripción: “La Patria a los vencedores de Montevideo”.

Poco después de este suceso, el Director Posadas llamó a Melián y le comunicó que se necesitaban sus servicios en otro punto de importancia, y con fecha 22 de agosto de aquel año le otorgó el grado de teniente coronel de caballería y el puesto de comandante general de milicias de Entre Ríos, con el encargo de formar allí cuatro regimientos. A fines del mes, Melián se puso en marcha para su nuevo destino y desembarcó en Concepción del Uruguay, donde encontró al coronel Blas José Pico, gobernador de Entre Ríos, quien le dijo que era imposible llevar a cabo su propósito por el estado de insubordinación del paisanaje, sostenido por las montoneras del caudillo José Gervasio de Artigas. Después de tentativas infructuosas en varios pueblos de importancia, Melián regresó a Concepción, dando cuenta al Gobierno del fracaso de sus gestiones.

En tales circunstancias llegó a Concepción del Uruguay el coronel Viamonte para hacerse cargo del gobierno en reemplazo de Pico. Era en los días en que tuvo lugar la acción de Arerunguá, en la Banda Oriental, en la que fue completamente derrotado el coronel Manuel Dorrego con la división que había sacado del ejército de Montevideo, por Artigas. Viamonte ordenó a Melián, cruzar el Uruguay con 300 hombres y situándose en la margen opuesta, en Paysandú, proteger a los dispersos. Allí recibió al teniente coronel Rafael Hortiguera que llegaba con 80 o 100 Dragones y el coronel Eusebio Valdenegro, que había sido nombrado gobernador de Corrientes. Con ellos salió Melián a campaña en busca de los caudillos artiguistas Otorguez y Blas Basualdo, los que fueron alcanzados en el rincón de Yeruá, y completamente batidos después de un fuego de más de una hora.

De regreso en Buenos Aires Melián se encontró sin destino. En aquellos momentos tuvo lugar la sublevación de Fontezuelas, en que Alvarez Thomas y Valdenegro se rebelaron contra la autoridad del Director Supremo, general Carlos María de Alvear.

Poco después el general José de San Martín escribía desde Mendoza a Melián, con quien tenía amistad, proponiéndole fuera a ayudarlo en la empresa de organizar el Ejército de los Andes. Esta propuesta coincidió con un pedido de San Martín al Gobierno para que los Granaderos a Caballo que se encontraban en Buenos Aires fuesen enviados a Mendoza. El comandante José Matías Zapiola le brindó a Melián el comando del 4º Escuadrón del famoso regimiento, cargo para el cual fue nombrado el 7 de junio de 1815. El 1º de agosto se ponían en marcha para Mendoza, llegando el 3 de setiembre, con 160 granaderos.

Desde aquel momento Melián colaboró intensamente en la ardua tarea de organizar aquel ejército; los escuadrones 1º y 2º de Granaderos habían llegado a Mendoza, procedentes del Alto Perú, mientras que el 3º y el 4º, eran los que marcharon de Buenos Aires, procedentes de la Banda Oriental. Melián, como es natural, tuvo intervención activísima en la reorganización del Regimiento de Granaderos y después de permanecer un mes con ellos en la ciudad de Mendoza, cuando los reclutas tuvieron instrucción suficiente para montar a caballo, se trasladaron al campamento del Plumerillo, situado como a una legua de Mendoza, el cual estaba siempre banco de salitre, según afirma el propio Melián.

Este refiriéndose a los oficiales de Granaderos a Caballo, dice en su autobiografía:
“La oficialidad del Regimiento era flor y nata de Buenos Aires y de alguna de las demás provincias. Decentes, animosos y llenos de honor, se aplicaban a aprender en las academias presididas por sus jefes y dirigidas por José de San Martín, que nos había sujetado a los jefes a los mismos principios que nosotros infundíamos a nuestros subalternos”.

El 21 de enero de 1817 se puso en marcha la columna principal del ejército bajo el mando de general Soler, atravesando la Cordillera por el Paso de los Patos; el primer escalón de la vanguardia lo constituyó el 4º Escuadrón de Granaderos, 4 compañías de granaderos y volteadores de los batallones 7 y 9 respectivamente, el cual fue puesto bajo el comando del teniente coronel Melián y rompió la marcha el día 19 de enero. Este escalón, el 3 de febrero iniciaba el descenso de la Cordillera, penetrando en territorio chileno. El 8 llegaba a San Felipe de Aconcagua, donde permaneció el ejército hasta el 10, demorándose un día, hasta estar compuesto un puente que habían destruido los españoles, sobre el río Aconcagua, el cual es suficientemente caudaloso como para efectuar su pasaje sin puente. El 11, reparado el puente, lo atravesó la columna de Soler, y por la noche la reunión de ésta con la de Las Heras, se efectuó en Santa Rosa de Los Andes, donde esperaba ésta última.
El 12, a las 5 de la mañana, las fuerzas independientes empezaron a trepar la cuesta de Chacabuco, lo que lograron, venciendo la débil resistencia realista, cuyas fuerzas destacadas se replegaron al llano. A las 10 de la mañana empezó la batalla, y a las seis de la tarde no existía un solo enemigo a distancia de 12 leguas del campo de la acción.
El día 13, el general Soler se dirigió a Santiago a la salida del sol, llevando como escolta los escuadrones de Necochea y Melián, llegando a las cuatro de la tarde de ese mismo día. El 14 llegó San Martín y los días 15, 16 y 17, el resto del ejército con los prisioneros.

El 24 de febrero de 1817, San Martín proponía a Melián para el cargo de Teniente Coronel de Granaderos a Caballo, el cual le fue otorgado por el Director Supremo de las Provincias Unidas el 16 de octubre de ese año, con antigüedad del 27 de febrero. Con esta fecha, Melián pasó a comandar el 3er Escuadrón de su Regimiento.

Organizada la “División del Sur”, bajo las órdenes del coronel Las Heras, Melián fue designado su segundo jefe. El 4 de abril esta División libraba el combate de Curapaligüe, a seis leguas de Concepción (distante ésta a 160 kilómetros de Santiago), contra un millar de realistas mandados por el coronel Ordóñez, los que fueron batidos y dispersados por las fuerzas patriotas. El día 5, Las Heras ocupó la ciudad de Concepción.

Pocos días después el teniente coronel José Antonio Melián se sentía enfermo y solicitaba su relevo, llegando el comandante del 4º Escuadrón, Manuel Medina, en su reemplazo, el 30 de abril, y Melián se puso en viaje para Santiago, adonde llegó el 6 de mayo. Allí reemplazó al coronel José Matías Zapiola, que había obtenido licencia temporal para trasladarse a Buenos Aires. En el cuartel general de la “Hacienda de Orrego” , primero, y en de “Las Tablas”, después, Melián se dedicó con entusiasmo a la tarea de reorganizar el Regimiento de Granaderos, alistándose para la campaña inminente, con la noticia que se había recibido de que el general Ossorio había partido del Callao con 4.000 hombres, en dirección a Chile.

En aquellos días el gobierno de Chile solicitó al general San Martín un jefe de confianza con 200 hombres de caballería, el cual fuese suficientemente autorizado para que limpiase de desertores y salteadores los caminos de la parte Sud, las haciendas y los pueblos que estaban plagados de mala gente, siendo elegido el teniente coronel Melián para desempeñar esta tarea.
Tomó parte en el tercero y último tramo de la campaña libertadora de Chile, para iniciar la cual se concentró todo el Ejército Unido en Chimbarongo, el 12 de marzo de 1818. En la desgraciada noche del 19, cuando bajo la influencia de un conjunto de circunstancias tan inesperadas como funestas, se produjo el desbande de una parte considerable del ejército independiente, Melián logró a fuerza de tacto y de energía, sacar de ese campo de muerte y de confusión, a una fracción importante del Regimiento de Granaderos a Caballo. En aquella noche, Melián perdió sus despachos y correspondencia particular, según lo afirma en su autobiografía.

En la batalla de Cancha Rayada se distinguió entre los jefes que salvaron más número de tropas del desastre.

En la acción decisiva de Maipú, el 5 de abril de 1818, la maestría y vigor con que cargó alternativamente contra la infantería y caballería enemigas, llamó la atención de todo el ejército, que saludó con júbilo su promoción a Coronel graduado el 13 de mayo, con antigüedad del 15 de abril. Pasó inmediatamente a la provincia de Colchagua, en San Fernando, para disciplinar e instruir la tropa de aquellos lugares.
Desgraciadamente, a pesar de su juventud (34 años), la salud de este valiente soldado estaba tan profundamente minada, que se vio precisado a pedir su retiro y absoluta separación del servicio, lo que le fue concedido el 18 de julio de 1818, después de haber recibido el día 16 del mismo, los despachos de coronel efectivo.

Mereció las condecoraciones por las Batallas de Chacabuco y Maipú, y en octubre de 1821, fue designado Miembro del Consejo de la Legión del Mérito de Chile.

El bravo guerrero permaneció en Chile por espacio de más de treinta años, regresando a su patria recién en 1849. El 19 de julio de 1851 fue designado comandante general de San Nicolás de los Arroyos y jefe del Batallón de aquel lugar. El 1º de setiembre de 1852 pasó a la Plana Mayor Activa y algún tiempo después fue borrado del escalafón militar por orden del gobernador de Buenos Aires, Dr. Pastor Obligado; pero con posterioridad se le reincorporó a la Plana Mayor Inactiva, donde permaneció hasta el instante de su fallecimiento, que acaeció a las 5 de la mañana del 1º de diciembre de 1857, en su domicilio de Buenos Aires, en la actual calle Bartolomé Mitre, entre las de Suipacha y Carlos Pellegrini, verificándose su entierro en el Cementerio de la Recoleta, el día 2, a las 17hs. Concurrió al mismo, el bravo coronel Pedro José Díaz, a pesar de su quebrantada salud y desatendiendo las indicaciones de su médico, entierro que le fue fatal, falleciendo el día 11, este valiente soldado, que rindió así al veterano de Los Andes, la prueba más elocuente de su compañerismo.

Actualmente sus restos se hallan en la bóveda Melián-Blanco del Cementerio de Flores, en Buenos Aires.

El coronel José Melián había formado su hogar con Carmen Ureta, oriunda de Santiago de Chile, hija de Santiago Ureta y de Mercedes Banda. El matrimonio del coronel Melián tuvo lugar en la capital chilena el 29 de diciembre de 1840, y fueron testigos de la ceremonia el general José Ignacio Zenteno, Carmen Hurtado y Francisco Ureta. Carmen Ureta de Melián falleció en Buenos Aires en el año 1887.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Tuma, María Elena – Area de Patrimonio Histórico del Cementerio de la Chacarita.
Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1939)

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar




MANUEL ESCALADA

MANUEL ESCALADA



Manuel Escalada, Nació y murió en Buenos Aires, en  junio de1795 - diciembre de 1871

Hijo de Antonio José de Escalada, era hermano de Remedios y de Mariano Escalada, y estudió en el Colegio de San Carlos de Buenos Aires.

Su hermana Remedios se casó con el comandante del Regimiento de Granaderos a Caballo, coronel José de San Martín. Manuel fue uno de los primeros oficiales del cuerpo, al igual que su hermanoMariano.

Juntos lucharon en la batalla de San Lorenzo y prestaron servicios en el Sitio de Montevideo hasta 1814.

Vuelto a Buenos Aires, participó en la revuelta porteña de 1815, que siguió a la rebelión de Ignacio Álvarez Thomas en Fontezuelas.

Escalada arrestó a Carlos María de Alvear, aunque finalmente lo dejó huir para que presentara la renuncia.

Reunido con su hermano, juntos hicieron la tercera expedición auxiliadora al Alto Perú. Después de las derrotas de Venta y Media y Sipe Sipe, cubrió la retirada del ejército a través de la Quebrada de Humahuaca con sus granaderos.

Tanto Manuel como Mariano Escalada se unieron al Ejército de los Andes en 1816.

Después de la batalla de Chacabuco, Manuel Escalada galopó en catorce días hasta Buenos Aires trayendo la noticia, marcando un récord que lo convirtió en un héroe popular. Peleó en el asalto de Talcahuano, Cancha Rayada y Maipú. Después de esta última batalla, rompió su propia marca e hizo el recorrido en sólo doce días.

Tras participar en la segunda campaña al sur de Chile, fue ascendido a coronel y llegó a comandar el Regimiento de Granaderos antes de pedir su retiro en 1819. Su hermano también lo había pedido, por su mala salud.

En 1820, al saberse de la derrota de Cepeda, se puso al frente de un ejército con el que pensaba enfrentar al caudillo Francisco Ramírez, pero a los pocos días regresó a Buenos Aires.

Participó en varios de los conflictos de la Anarquía del Año XX, y acompañó al gobernador Manuel Dorrego en su campaña a San Nicolás de los Arroyos y a la provincia de Santa Fe.

Pasó algo más de un año en la guarnición de la capital, y pasó a retiro con la reforma militar de Bernardino Rivadavia.

Volvió a tomar las armas como oficial de caballería en 1825, en el Ejército de Observación destinado a la Guerra del Brasil. Estando en ese destino, representó al presidente Rivadavia ante el gobernador entrerriano Juan León Solas, amenazado por el general Ricardo López Jordán (padre), y le ayudó a conservar el poder, pasando luego el gobierno a Vicente Zapata.

Cuando en 1826 se hizo cargo del ejército el general Alvear, pidió la baja y se trasladó a Buenos Aires antes de recibir la respuesta, ya que lo consideraba su enemigo personal. Alvear lo declaró desertor, pero sin consecuencias.

Dos años más tarde fue enviado a ayudar a Fructuoso Rivera a defender las Misiones Orientales, que acababa de reconquistar. Ambos debieron retirarse a los pocos meses, porque la provincia volvió a manos del Imperio del Brasil por el tratado de paz. Ayudó a Rivera a regresar al Uruguay, junto con la mayor parte de los indios guaraníes que quedaban.

A fines de 1828 participó en la revolución unitaria del general Juan Lavalle contra el gobernador Dorrego. Se dijo que fue uno de los oficiales que aconsejó su fusilamiento a Lavalle, y fue su ministro de guerra.

Tras la caída de Lavalle, a diferencia de los demás oficiales, no se exilió, ya que su fortuna lo ponía a cubierto de los ataques de sus enemigos. Fue también ministro de guerra del gobernador Juan José Viamonte. Su presencia en ese gobierno hizo que los partidarios de Juan Manuel de Rosas desconfiaran de Viamonte, a pesar de haber sido ellos quienes lo colocaron en el gobierno. Durante el segundo gobierno de Viamonte y el de Manuel Vicente Maza, fue comandante general de marina de la provincia.

Durante el segundo gobierno de Rosas no participó en política y se retiró a una estancia. Sin embargo, participó de las habituales manifestaciones de la alta sociedad en apoyo del Restaurador.

 Su hermano Mariano no tuvo tanta suerte: se vio comprometido en el complot de Ramón Maza para derrocar a Rosas y fue arrestado en 1841. Liberado al poco tiempo, murió ese mismo año; era un año menor que Manuel.

Después de la batalla de Caseros fue ministro de guerra del gobernador Vicente López y Planes. Organizó la Guardia Nacional; pronto se unió al partido unitario y fue nuevamente ministro de Guerra y Marina del gobierno de Pastor Obligadohasta 1857.

Ese año fue ascendido a general y asumió el mando de la frontera del sur; firmó un tratado con el cacique Cipriano Catriel. Como el cacique Cachul, amigo de éste, no reconociera el tratado, hizo una campaña hasta las tolderías, para obligarlo a aceptar la paz.4 Este tratado fue una de las causas que lo enfrentaron a Bartolomé Mitre.

Abandonó Buenos Aires en 1858 y se trasladó a Paraná. Allí fue ascendido a general y elegido senador nacional. Participó en la campaña de Cepeda del lado de la Confederación, aunque logró autorización de Urquiza, para no tomar parte en la batalla.

Después del Pacto de San José de Flores pasó definitivamente a retiro. Permaneció en Buenos Aires, donde su primo, el obispo de la ciudad, le aseguró que no sería molestado por su alianza con Urquiza.

Quedó ciego hacia 1865.

Falleció en Buenos Aires en diciembre de 1871.

Bibliografía
• Canido Borges, Jorge Oscar, Buenos Aires, esa desconocida; sus calles, plazas y monumentos, Ed. Corregidor, Bs. As., 2003. ISBN 950-05-1493-1
• Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, 7 volúmenes, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
• Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Ed. Aguilar, Bs. As., 2005. ISBN 987-04-0105-8
• Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004. ISBN 950-04-2675-7


Fuente: Wikipedia

domingo, 5 de julio de 2015

TORIBIO DE LUZURIAGA

TORIBIO DE LUZURIAGA




Nació en Huaraz (Perú), el 15 de Abril de 1782. Era hijo de Don Manuel de Luzuriaga y de doña María Josefa Mexía de Estrada.

A los 15 años era secretario particular del gobernador de El Callao.

En 1799, acompañó en su viaje a nuestro país al Virrey don Gabriel de Avilés y Fierro.

Ingreso en 1801, como cadete en el Regimiento de Voluntarios de Caballería de Buenos Aires.

En 1806, siendo edecán del brigadier Jose Ignacio de la Quintana,  jefe de las fuerzas en ausencia del virrey, cayó prisionero de los británicos, intervino asimismo en defensa de la capital en julio de 1807.

La revolución de mayo lo encontró con el grado de teniente coronel del Regimiento de Dragones de  Buenos Aires, y en agosto de 1810, se alistó entre los más decididos para acudir como capitán del Regimiento de Artillería Volante a la frontera del norte contra la temida invasión realista. 

Se distinguió en la batalla de  Yuraicoragua, a las órdenes de  Viamonte y Díaz Vélez, asi como en Oruro y  en Chuquisaca. Pueyrredón lo nombró director de la academia general de oficiales,  recién creada con asiento en Jujuy.

San Martín organizó una logia secreta que tenía por finalidad trabajar por la independencia. Don Toribio de Luzuriaga y su hermano Manuel se unieron a la logia. 

En agosto de1812 el triunvirato lo designó gobernador de Corrientes, desgarrada por las facciones  y  víctima de sus desmanes, a los pocos meses, restablecida la concordia,  el gobierno lo llamó para encomendarle la jefatura del Estado Mayor del Ejército, el 31 de diciembre de 1812 puesto que desempeñó hasta junio de 1813. En este último año, fue designado jefe del batallón nº 7 de infantería, con el que marchó a las órdenes del General San Martín, a la campaña del Alto Perú, pasando luego a desempeñar las funciones de comandante general de frontera de Salta, al frente de una división del cuerpo de su mando.

En 1815 fue nombrado Ministro de Guerra y Marina por el Director Supremo, General Alvear. al entonces ya General Luzuriaga, al Ministerio le ocasionaron trastornos al ser derrocado Alvear por el Coronel Ignacio Alvarez Thomas. 

En 1816, pasó al Ejército de Los Andes, en cuya organización fue inteligente e infatigable colaborador de  San Martín. Desempeñó las funciones de gobernador Intendente y Comandante General de la Provincia de Cuyo, cargo que se le encomendó en propiedad al año siguiente y en el que permaneció hasta1820. Su acción fue moralizadora tanto en la administración del tesoro público como en materia de enseñanza  popular.

Creó el primer colegio de estudios superiores de la Santísima Trinidad, pronunciando en su inauguración un importante discurso. Así mismo introdujo reformas edilicias, mejoró la higiene, sistema de postas, fomentó  la industria y el comercio. Su actuación se cita como modelo en el manejo político de una región empobrecida por la guerra, y sin embargo, ejemplo de orden y de fecundo bienestar.

Desde Mendoza, contribuyó con  municiones y caballos a la Campaña Libertadora. Sin embargo, la conspiración de los hermanos Carrera, la revolución de Mendizábal y los fermentos de disolución provocados por el motín del batallón nº 1 de Cazadores lo impulsaron la presentar su renuncia ante el Cabildo de Mendoza, y a incorporarse al Ejército de Los Andes, determinación que respetó la institución capitular, diciéndole que “salía de la provincia por la puerta de la inmortalidad”. San Martín complacido aceptó su ofrecimiento.

Se embarcó en el puerto de Valparaíso en agosto de 1829 como Comandante del Estado Mayor del Ejército Unido Libertador. Estableció un cuartel general en Pisco,  y organizó las fuerzas de desembarco. Recibió órdenes del Comandante en Jefe de pasar a Guayaquil, donde se había proclamado la independencia, y reclamaban un jefe de graduación para comandar sus fuerzas.

En la comisión con Tomas Guido, llevaban las instrucciones de conseguir anexar Guayaquil al  Perú. Después lo destinó el Libertador como Presidente del departamento de Huaylas, en febrero de 1821.

San Martín lo comisionó al Congreso Nacional que se suponía próximo a reunirse en Buenos Aires, si bien las circunstancias en que encontró la capital a su llegada en mayo de 1822, malograron su misión.

El ulterior renunciamiento de San Martín influyó perjudicialmente sobre Luzuriaga, que menospreciado por los gobernantes se retiró a la vida privada.

Fundó un establecimiento de campo en Pergamino, donde escribió sus memorias en 1835, con la aprobación en Francia del propio General San Martín. Esos apuntes llevaron por título; Documentos sobre su dimisión  del mando de las Provincias de Cuyo e incidencias con una memoria para su familia. Exposición documentada de su campaña en Guayaquil acompañada de varias notas, y la hoja de sus servicios.

En Pergamino, en el norte de la Provincia de Buenos Aires, vivió apremiado por las deudas (llegó a vender hasta sus condecoraciones), la mala fortuna personal (padeció sequías) y sufrió la ingratitud de muchos de los políticos de turno.

Con su salud quebrantada, sin recursos para subsistir y padeciendo la más humillante miseria, el 1 de mayo de 1842 se vistió con su uniforme de Gran Mariscal del Perú y se suicidó con un tiro de pistola.

Bibliografía: “Vivencias Sanmartinianas en las calles de la ciudad”
Cecilia Marigliano – Leonor Moral de Meli.
Talleres gráficos de la Facultad de Filosofía y letras de la U.N.C. Mendoza. Año 2002. Pág. 141 – 142.

LORENZO LÓPEZ CAMELO

LORENZO LÓPEZ CAMELO



Nació en Buenos Aires el 17 de agosto de 1770. Hijo de Juan de Santa Rosa López Camelo y de Joaquina Tadea Illescas. Se radica en Pilar en su juventud. En 1793 contrae su primer matrimonio con María Lucía La Madrid en la Capilla del Pilar donde un año después fue bautizada su única hija María Luisa.
El 8 de octubre de 1797 es uno de los firmantes del petitorio elevado al virrey donde los vecinos solicitaban el traslado de la parroquia y el pueblo desde su lugar primitivo al actual.
Al quedar viudo se casa por segunda vez el 18 de diciembre de 1803 con su prima María Antonia López Camelo.
El Cabildo de Luján lo designa "Alcalde de la Santa Hermandad" del partido del Pilar, el 16 de enero de 1806.
Bajo el mando de Pueyrredón demostró su patriotismo figurando entre quienes organizaron la resistencia en las invasiones inglesas. Fue uno de los héroes de la batalla de Perdriel el 1 de agosto de 1806, salvando la vida de Juan Martín de Pueyrredón, quien al ser herido su caballo queda a merced del enemigo, es entonces cuando Lorenzo López rescata a su jefe, subiéndolo a su propio caballo y partiendo al galope. Este acto heroico fue destacado por el Cabildo de Buenos Aires que le otorgó la condecoración conocida con el nombre de "Escudo de Perdriel" entregada en ceremonia especial el 23 de diciembre de 1806.
El ilustre ciudadano se identificó plenamente con la causa criolla en los sucesos que culminaron el 25 de mayo de 1810.
En 1811 fue candidato a integrar el Cabildo de Buenos Aires.
El 28 de agosto de 1816 se casa con Tomasa Domínguez. Para entonces era uno de los más importantes hacendados de la provincia de Buenos Aires.
El 1 de enero de 1821 presta juramento como miembro del muy ilustre Cabildo de Buenos Aires, en calidad de Regidor Cuarto y Defensor General de Menores.
Participó activamente en las gestiones del traslado del pueblo y la Capilla del Pilar a su actual emplazamiento, realizando también importantes donaciones para la construcción del nuevo templo cediendo terrenos de su propiedad para el mismo fin.
Continuando con su vida pública acompañó a Dorrego en su breve gobierno, formando parte en 1827 del Tribunal de Libertad de Imprenta. En abril de 1832 se incorporó a la Cámara de Diputados en calidad de Representante por la ciudad de Buenos Aires.

Lorenzo López Camelo dejó de existir el 23 de julio de 1836, en su casa de la calle Victoria 152 (actualmente Hipólito Yrigoyen) entre Chacabuco y Piedras de la ciudad de Buenos Aires, a 250 metros del Cabildo. Su funeral se llevó a cabo en el Convento de Santo Domingo y fue sepultado en el cementerio de la Recoleta.

JUAN GREGORIO DE LAS HERAS

JUAN GREGORIO DE LAS HERAS



 El 11 de julio de 1780, en la ciudad de Buenos Aires nacía un preclaro personaje de nuestra historia nacional. Nacía don Juan Gualberto Gregorio de las Heras, futuro General y Guerrero de la Independencia Americana, además de brillante estadista en horas complejas de la República. Su padre fue el español Bernardo Gregorio de Las Heras y su madre la porteña Rosalía Ventura de la Gacha.

Es un error frecuente en nuestra historiografía creer que Gregorio era su nombre cuando en realidad, fue su apellido. Su padre lo compuso de aquella manera, pues, don Bernardo Gregorio, hijo a su vez de don Plácido Gregorio y de doña Catalina García de Las Heras enlazó su primer apellido con el segundo de su madre, habiendo sido usado de esta misma manera por el prócer de tantas batallas.

Las Heras, discípulo y compañero de San Martín, es como el Gran Capitán, fiel expresión del poder de expansión de la revolución argentina. No se estrechó éste en los límites de nuestro territorio, salió de ellos para auxiliar a los pueblos hermanos y asegurar así el éxito del movimiento solidario.

Estudió en el Real Colegio de San Carlos, para muy pronto dedicarse al comercio. Siguió los pasos de su padre, que en esta actividad había consolidado una sólida fortuna. También había sido un importante funcionario del virreinato, ya que ocupó cargos de responsabilidad, entre ellos el de Receptor de Penas de Cámara, Defensor de Menores, Tesorero de Propios del Cabildo y Capitán de Milicias Urbanas.

Peleó contra los invasores ingleses en 1806 y 1807, junto a su padre. Durante las invasiones inglesas formó en las filas de la compañía armada por el comercio de la ciudad. Después pasó como sargento del cuerpo de Húsares, que  se  formó al mando del coronel  Pueyrredón.

Fue nombrado en 1810, Capitán de las Milicias Provinciales, al mando de “Los Auxiliares Argentinos” que, reclutados en la ciudad d Mendoza  y Córdoba, pasaron ulteriormente a Chile por pedido explícito de su gobierno. Al mando de estos valientes participó en memorables combates como Cucha Cucha, Membrillar, bajo las órdenes del General Juan Mackenna, Paso del Maule, Tres Montes y Querecheguas. Ya en 1810 la Primera Junta de Gobierno le otorgó los despachos de Sargento Mayor, y tiempo después, luego de Membrillar obtuvo los despachos de Teniente Coronel. Juan José Castelli expresó que Juan Gregorio de las Heras “era uno de los más decididos patriotas en quién se podía confiar”.

Al producirse la Revolución de Mayo, se encontraba en Córdoba; dicha junta gubernativa, otorga a Las Heras, con fecha 24 de octubre de 1810, el despacho de sargento mayor del batallón de Patricios de Córdoba, que se hallaba de guarnición en dicha ciudad.

El 27 de octubre de 1812 se le confirió el empleo de comandante de la guarnición en Córdoba.

El Virrey del Perú a principios de 1813, envió un poderoso contingente, al mando del Brigadier don Antonio Pareja, ocupando Talcahuano y Concepción. 

Parte de ese batallón fue enviado en 1813 a Chile integrando el Batallón de Auxiliares Argentinos, bajo el mando del coronel Santiago Carreras y luego de Marcos Balcarce; Las Heras era su segundo jefe y ocupó el mando al ser Balcarce nombrado gobernador intendente de Cuyo.

Fue la primera fuerza armada que llevó el pabellón argentino al país hermano.

El 23 de febrero de 1814 el mayor Las Heras a la cabeza de 100 auxiliares argentinos conquistó su primer triunfo en Cucha-Cucha; el gobierno argentino premió la acción con un escudo de honor bordado en plata sobre paño azul: “la Patria a los valerosos en Cucha-Cucha auxiliares en Chile”. 

Pocos días después en Membrillar, Tres Montes y Quechereguas obtuvo nuevos éxitos sobre las tropas españolas. El 11 de abril de 1814, tuvo dos nuevas acciones contra el enemigo en la cuesta de los Papeles.

Por todos estos hechos de armas que consagran la personalidad militar de Las Heras, éste es graduado a teniente coronel el 3 de junio de 1814. El coronel Fued Gabriel Nellar señaló con respecto a su actuación en el combate de Membrillar: “Vemos que se definió ya claramente como un guerrero de primera figura, escribiendo en el orden militar otra magnífica página de ejemplo y virtudes profesionales”.

Se vio envuelto en las disensiones internas entre los partidos chilenos, lo que hizo que regresara a Mendoza; pero el nuevo gobernador de Cuyo, José de San Martín, lo convenció de regresar. Llegó justo después del desastre de Rancagua, en octubre de 1814, a tiempo para proteger la retirada de las fuerzas que se pudieron salvar. Entre ellos iban los generales Bernardo O’Higgins y José Miguel Carrera.

Por su actuación, Las Heras el 23 de noviembre recibe la efectividad del grado de teniente coronel de infantería de línea.

Ya en Mendoza, se incorporó al Ejército de los Andes, encomendándole San Martín la formación del Regimiento 11 de Infantería sobre las bases de los “Auxiliares de Chile”; siendo nombrado jefe de ese cuerpo.

El 13 de enero de 1816 fue graduado coronel del ejército, llamando el Libertador el 15 de enero de 1817 al coronel Las Heras a su alojamiento y bajo palabra de honor de guardar secreto le comunicó que estaba destinado a abrir la campaña por el camino de Uspallata. El 18 de enero rompió la marcha Las Heras y se dirigió a aquel destino y el 4 de febrero se encontraban en la ladera occidental de la cordillera que atravesaron.

En el cruce de Los Andes, estuvo al mando de la División Uspallata, comandando la Primera División. La División Uspallata era la más importante que cruzó por el norte en la provincia de Mendoza, más exactamente desde El Plumerillo. San Martín lo hizo por el Sur 

Estuvo en los combates de Potrerillos, Hornillos y Santa Rosa. Incorporado ya al grueso de las tropas, combatió en Chacabuco, al mando de 1000 hombres. Esta batalla fue esencial para asegurar la victoria obtenida en batallas menores. Se desempeñó ulteriormente en distintas operaciones de guerra. Salió victorioso en los combates de Curapaligüe y Gavilán donde los españoles se encontraban al mando del General José Ordóñez aunque debió retirarse con gran heroísmo durante el ataque del Morro. 

En Cancha Rayada, logró salvar a 3.500 soldados  y tuvo principalísima actuación  en la batalla de Maipú. Fue condecorado y ascendido a Coronel Mayor. Corría el año 1820. Fue ascendido a General y Jefe del Estado Mayor, durante aquel año.

Bien expresa el Cnl Nellar su admiración por Las Heras calificando esa retirada como “el símbolo de la energía indomable, cumplida siempre con serena majestad, propio de los hombres de carácter” para señalar a continuación que “en Cancha Rayada resultaron derrotados San Martín, O’Higgins, Balcarce, Brayer y otros. Hubo un solo triunfador: Juan Gregorio de Las Heras, que se levantó como la única esperanza ante tantos infortunios”.

Ciertamente Santiago debió recibirlo como lo hizo: con los honores de un general vencedor.

Con la noticia de los 3500 hombres salvados por Las Heras, San Martín, fatigado y cubierto de polvo, sin haberse siquiera quitado las botas en varios días, pudo afirmar una gran verdad y una profecía al pueblo chileno: “No desesperen: la patria existe y triunfará. Y yo empeño mi palabra de honor de dar en breve un día de gloria a la América del Sur”.

Gracias a su arrojo, serenidad y pericia militar pudo salvar íntegra su división. Más tarde, en la batalla de Maipú, tuvo una actuación principalísima, y en el caserío de Espejo dió el golpe de gracia al poder español en Chile.

Una vez más Nellar enfatiza su destacada participación “Con esta batalla es la octava acción bélica en que Las Heras interviene en forma activa en el territorio chileno y en todas ellas se consagra victorioso, mostrando a la humanidad que la única embriaguez de su alma es el ensueño de la libertad, que lo inspira y la felicidad de la patria, que es su anhelo”.

Nombrado jefe de estado mayor del ejército libertador del Perú, por despacho del 25 de marzo de 1820, hizo la campaña de aquella república desde el 20 de agosto de dicho año hasta el 18 de diciembre del siguiente.

En aquel año también, casó en Santiago de Chile con Carmen Larraín y Aguirre, perteneciente a aristocráticas familias chilenas.

Colaboró con San Martín en la formación de la Expedición Libertadora del Perú como jefe del estado mayor. Cuando la expedición desembarcó en la bahía de Paracas, en septiembre de 1820, Las Heras fue el encargado de tomar la cercana villa de Pisco, primera base del ejército en Perú. Desde el campamento Huaura hizo varias cortas expediciones hacia los alrededores de Lima. Tras la caída de Lima, la capital virreinal en manos de los patriotas, dirigió el sitio del puerto y fortaleza del Callao, la cual se demoró cuarenta días en capturar.

Ocupó la comandancia en jefe del ejército peruano y fue ascendido al grado de mariscal, pero se enfrentó con San Martín por la inactividad del ejército, la inclinación aristocrática del gobierno peruano y las intrigas del ministro Bernardo de Monteagudo. Regresó a Chile, pero fue muy mal recibido por O’Higgins, de modo que volvió a Buenos Aires.

El 2 de abril de 1824 la Junta de Representantes designó gobernador de la provincia de Buenos Aires a Juan Gregorio de Las Heras, quien se hallaba fuera de la provincia cumpliendo una misión que el gobierno de Rodríguez le encomendara ante las autoridades militares españolas del Perú y ante los gobiernos provinciales que pudiera visitar durante su viaje.

El ministro Bernardino Rivadavia lo envió en misión diplomática al Alto Perú, a negociar con los últimos realistas, pero fracasó por la intransigencia de éstos.

Estaba en viaje de regreso, cuando fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires, cargo que asumió en mayo de 1824. Continuó el impulso progresista de su antecesor Martín Rodríguez, y firmó un tratado con Inglaterra, que incluía el reconocimiento de la independencia argentina.

En un principio se opuso a la guerra con el Imperio del Brasil, que aún ocupaba la Banda Oriental. Sin embargo, poco después de inaugurar el Congreso de 1824, recibió la noticia de la victoria de los Treinta y Tres Orientales y debió declarar la guerra. Pero su ministro de Hacienda, Manuel José García, le negó sistemáticamente fondos, por lo que no hubo avances por más de un año.

La guerra obligó al Congreso a nacionalizar el gobierno porteño, y en febrero de 1826 asumió Rivadavia como presidente. Éste nacionalizó casi toda la provincia de Buenos Aires, y Las Heras renunció a un cargo que poco significaba.

La ley de capitalización de Buenos Aires, que separó a ésta del resto de la provincia fue la causa determinante del alejamiento del poder del gobernador que fue reemplazado el 7 de febrero de 1826 por el presidente Rivadavia elegido el día anterior. Las Heras continuó por un mes ejerciendo el gobierno de la provincia hasta que Rivadavia declaró cesantes las autoridades provinciales, quedando aquélla bajo la jurisdicción del Poder Ejecutivo Nacional. 

El 15 de marzo el glorioso soldado publicó una breve exposición explicando a sus coprovincianos su actuación pública y los motivos que le impulsaban a separarse de la provincia de su nacimiento, documento éste verdadero ejemplo de humildad y renunciamiento históricos pese a los agravios recibidos. 

Regresó a Chile donde en abril de 1826 fue dado de alta nuevamente en el ejército, siendo el 13 de febrero de 1828 promovido a general de división con antigüedad a junio de 1820.

No volvió a su tierra natal nunca más, falleciendo en Santiago el 6 de febrero de 1866 a los 86 años de edad.

De él escribió Mitre: “No necesitó apelar a la posteridad para esperar justicia y afirmar la corona bajo sus sienes. El juicio que el pueblo sólo pronuncia en los funerales de sus héroes fue pronunciado en vida y para honor y gloria de él y de su patria, por los hijos de la heroica a que perteneció que es la posteridad a que apelaba el general San Martín su ilustre maestro y compañero de gloria”.

Sus restos fueron trasladados a Buenos Aires en 1906 y descansan en la Catedral, junto al sepulcro de San Martín.

BIBLIOGRAFIA

BARTOLOME MITRE, Historia de San Martín y de la Emancipación Americana, Bs. As., 1890.
ANTONIO SANCHEZ ZINNY, Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas, Bs. As., 1920, tomo I.
LEOPOLDO ORNSTEIN, La Campaña de los Andes a la luz de las doctrinas modernas, Bs. As., 1948.
CARLOS IBARGUREN, San Martín íntimo, Bs. As., 1950.
JOSE MARIA PAZ, Memorias Póstumas, Bs. As., 1954, tomo I. 
FUED GABRIEL NELLAR, Juan G. de Las Heras. Su vida. Su obra. Bs. As., 1965.
 Dr. Ricardo Federico Mena