sábado, 26 de septiembre de 2015

Elpidio González

Elpidio González



Elpidio González había nacido el 1º de agosto de 1875 en Rosario.  Ocupó diversos cargos públicos durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen: Ministro de Guerra de 1916 a 1918 y Jefe de la Policía Federal Argentina, a partir de aquel último año y hasta 1921.  Fue elegido para acompañar a Marcelo T. de Alvear como vicepresidente de la Nación, y volvió a cumplir funciones en el segundo mandato de Yrigoyen (1928-1930), siendo Ministro del Interior.
El 12 de marzo de 1922, tras dos jornadas de reunión, la UCR (Unión Cívica Radical), por medio de su Honorable Convención Nacional, designa por medio de una rigurosa votación que el compañero de fórmula del candidato presidencial Marcelo T. de Alvear va a ser Elpidio González.  El escrutinio le fue favorable por 102 votos propios contra 28 votos de quien le seguía en la lista, Ramón Gómez, lo que a las claras demuestra todo lo que representaba Elpidio González para sus correligionarios.
Como flamante candidato a Vicepresidente de la Nación, González remitió una nota muy conceptuosa y llena de compromisos y lealtades:
“Me es grato acusar recibo de la nota del señor Presidente (1), en la cual me hace saber que la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, me ha designado candidato del partido para la vicepresidencia de la República en el próximo período constitucional.
“Después de una intensa lucha de mi espíritu ante el honroso voto del más alto cuerpo de mi partido, que valoro en todo su significado, me hago un deber en aceptar su determinación, asegurando a sus miembros que si el sufragio popular llegase a confirmarlo, pondría en el desempeño de tan alta magistratura todas mis aptitudes e inspirándome celosamente en las virtudes del esclarecido ciudadano que hoy preside la República (Hipólito Yrigoyen), cuyo ejemplo democrático –me considero en la obligación moral de manifestarlo así- ha de constituir la norma de mi acción al servicio de las instituciones nacionales, en el culto invariable de la verdad y la justicia.  Elpidio González”.
Gente que lo ha tratado hasta su muerte, decía que Elpidio González murió muy pobre.  Esto dice un portal del partido al cual perteneció: “No solamente se rehusó (Elpidio González) a percibir la pensión como ex vicepresidente que por ley le correspondía, sino que para ganarse la vida debió ingresar a la conocida firma productora de anilinas “Colibrí”, para desempeñarse como corredor de comercio percibiendo una modestísima remuneración que le obligaba a vivir austeramente”.  Dignísimo.
Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero a este hombre que fue hijo de un gaucho federal de Felipe Varela, dada a conocer por el diario “La Nación” el día de su muerte (18 de octubre de 1951), y que decía así.
“(…) en un tranvía cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía.
Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.
-“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío”, le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.
El anciano contaba ahora algunas monedas que había obtenido de la venta del día.
-“Y sí, es él”, pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla.  Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear…. el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía.  Si, era Elpidio González.
El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco.  Se había agitado al agacharse a recogerla.  Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él:
-“Si no la uso para limosna, la usaré para comer”.
Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.
-“¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero- sírvase guardar el libro que le agrada con usted.  Sería un honor para mí que le aceptara”.
El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:
-“Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo.  Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas: … y muy siglo dieciocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y, una sed de ilusiones infinitas…”
Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza, guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.
Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos –o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse….  Elpidio González.
Lo recordamos, rechazó toda pensión del estado que le correspondiera y había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.
Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material.  Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad”.
Su padre, el coronel Domingo González
Reservo para el final, algunos datos interesantes acerca del padre de don Elpidio González, hablo del coronel Domingo González, militar que abrazó la causa de las montoneras federales.
Bajo las órdenes del caudillo y general Juan Saá, Domingo González se sublevó en la zona de Cuyo hacia 1866 y 1867, siendo parte de la última gran revuelta federal que hubo en el país.  Cabe agregar que el padre de Elpidio González fue también un viejo servidor de Angel Vicente “Chacho” Peñaloza.
La estrategia de la sublevación de 1866/67 estaba a cargo de tres caudillos federales: Felipe Varela, Ricardo López Jordán y Juan Saá.  El primero lucharía por el noroeste, el segundo en el litoral, y Saá en la zona de Cuyo.  El Quijote de los Andes (Varela), le dio un nombre a esta contraofensiva gaucha federal: “Revolución de los Colorados”.
Igualmente, no pasó mucho tiempo para que, una vez iniciado el levantamiento federal, Domingo González pasará a colocarse bajo las órdenes del mayor Simón Luengo, en Córdoba, donde se enroló dentro del partido “ruso” que existía en la provincia mediterránea.  En el post-Caseros, se entendía por “ruso cordobés” al hombre político intransigente que, a su vez pertenecía a “una organización amigadel general Urquiza –dúplice jefe del Partido Federal- y de los hombres decididamente antiporteñistas.  En Córdoba, los “rusos” marcaron (…) una estoica “tercera posición” que se batió contra los partidos Constitucional y Ministerial, ambas expresiones del unitarismo  cordobés”. (2)
Aunque no hay muchos datos biográficos del padre de Elpidio González, lo que debería generar una inquietud para la investigación revisionista, sí sabemos que el coronel era apodado con el alias de “Gato Amarillo” y que, sublevado el 20 de febrero de 1867 en la provincia de Córdoba junto con Simón Luengo, José Pío de Achával –ex hombre de confianza del caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra- y el mayor Agenor Pacheco –ex secretario privado del “Chacho” Peñaloza-, González fue designado jefe de un Batallón de Guardias Nacionales.  Esta noticia cundió rápidamente en las hojas del periódico “La Nación Argentina” de febrero de 1867.
Tan grande y seria fue la actuación de los federales “rusos” en Córdoba, que Rufino de Elizalde, entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Mitre, le manda decir a éste que era imperioso “ocupar militarmente a Córdoba, y ponerla a cubierto de un movimiento, ya sea del gobierno o de su partido; hacer salir de allí a los enemigos, poner la fuerza en poder de los amigos”.
El encargado de poner orden en la provincia de Córdoba contra la revolución de los “rusos” confederados, fue el general Emilio Conesa, quien el 27 de agosto de 1867 le intimó al mayor Simón Luengo para que se rinda y entregue a la justicia.  Luengo se negó, por eso el general Conesa irrumpe en la capital cordobesa el 28 de agosto, persiguiendo y matando a los federales “rusos” que hallaba en su camino.  La represión mitrista perduró hasta el mes de diciembre, “facilitada –dice Fermín Chávez- por los batallones de  línea”.
Por este enfrentamiento y ocupación, que revivió el inextinguible choque de unitarios versus federales, el 4 de diciembre de 1867 fue hecho prisionero el coronel montonero Domingo González.  Su captor fue G. L. del Barco; quien con fecha 6 de diciembre le envió una misiva al vicepresidente de la Nación, Marcos Paz, informándole la verdad:
“El mismo día 4 tomé a Domingo González, uno de los peores cabecillas del motín de Luengo, y el que se sublevó contra las fuerzas nacionales en los momentos de entrar a esta ciudad, y trató de asesinar al ministro de Guerra (3) y demás presos que estaban con él.  Están, pues, bajo la acción de la justicia todos los cabecillas de aquel escándalo, sin faltar ninguno.  Los individuos de tropa, y que han servido voluntarios a Luengo, ejerciendo un rol más o menos importante, todos están tomados, a excepción de muy pocos que no se escaparán”.
Se dice que el coronel González permaneció detenido en la cárcel de Córdoba capital junto a Simón Luengo y Agenor Pacheco por varios meses, sin que se efectúen los correspondientes trámites judiciales.  Abandonados a su suerte, los únicos que se preocuparon por estos gauchos federales fueron los responsables del periódico “La Capital”, de la ciudad de Rosario, el cual había sido fundado por don Ovidio Lagos en ese mismo año de 1867, colaborando en ello su amigo, el poeta José Hernández.
Pidiendo por los tres montoneros, salieron diversas publicaciones en los meses de mayo y agosto de 1868.  En 24 y 25 de agosto, por ejemplo, “La Capital” sacó una columna intitulada Los mártires políticos del pueblo cordobés.  Allí, se leía lo siguiente: “Las naciones y los pueblos tienen sus héroes y sus mártires; Córdoba se distingue por los primeros y es célebre por los segundos.  D. Simón Luengo, don Agenor Pacheco, don Domingo González y don Jacinto Alvarez.  He aquí el nombre de cuatro mártires, víctimas de la infamia y de la traición de ciertos hombres político…”  Esta afirmación periodística hacía alusión, sobre el final, a la esquiva actitud del general Justo José de Urquiza.
Como solía ocurrir con tantos federales tardíos que murieron en las mazmorras de las cárceles públicas, “La Capital” denunciaba el maltrato que recibían los “rusos” cordobeses.  “Luengo, Pacheco y González –clamaba el periódico rosarino- han sido sacados del calabozo en altas horas de la noche, sin que el pueblo llegara a percibirse del hecho.  Al otro día, como un sordo rumor, circulaba de boca en boca la desaparición de aquellos jefes beneméritos”.
En efecto, lo que había sucedido era que los tres federales habían sido trasladados a Buenos Aires en el máximo sigilo.  Dos meses más tarde, en octubre de 1868, fueron castigados con la pena de “extrañamiento del territorio argentino”, es decir, el exilio.
El 20 de noviembre de 1868, otro periódico, “La América”, cuyos redactores eran Agustín de Vedia y Olegario V. Andrade, publican una nota titulada Los presos políticos, la cual contenía una carta que los tres detenidos habían dirigido al presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento.  Allí solicitaban la salida del país o la excarcelación.  A mediados de diciembre del mismo año, sale a la luz otra carta de los reos federales a Sarmiento con términos más o menos similares.
Al no haber respuestas de parte del salvaje unitario Sarmiento, el 21 de enero de 1869, Luengo, Pacheco y Domingo González le vuelven a escribir una misiva para el pronto esclarecimiento de su situación.
Lo último que se sabe del coronel montonero González, es que entre el 1º y 2 de febrero de 1869 fue embarcado con destino a Montevideo junto con Agenor Pacheco, como lo informó el diario “La América”.  El vapor que los condujo a Uruguay era el Río Negro, y hasta allí fueron acompañados por una escolta, sugiere Fermín Chávez.
El único que quedó a merced de la justicia liberal fue Simón Luengo, el cual será muerto a tiros en 1872 en su Córdoba natural, al resistir a tiros una emboscada que le habían tendido los enemigos de la patria gaucha.
Es indudable que el coronel Domingo González llegó a inculcarle a su hijo los valores patrióticos llenos de moral, sacrificio y humildad, los que, recogidos por Elpidio, han merecido la escritura de una de las páginas más ilustres de la olvidada doctrina radical de Hipólito Yrigoyen.  Hoy el pueblo deberá exigir la reaparición de decenas, de cientos y hasta de miles de Elpidio González para devolverle a la patria una felicidad y dignidad que hace mucho ha dejado de tener.
Referencias
(1) Se refiere al Presidente de la Honorable Convención Nacional de la UCR, doctor Francisco Beiró.
(2) Turone, Gabriel O., “Coronel Simón Luengo: Exponente del Federalismo Tardío Cordobés. 1858-1863”, Buenos Aires, Mayo de 2012.
(3) No sabemos si se refiere al Ministro de Guerra y Marina Juan Andrés Gelly o a Wenceslao Paunero.
Autor: Gabriel O. Turone
Fuente:
Barovero, Diego – “Elpidio González, el asceta de la política”, Villa Mercedes, San Luis, 2003.
Chávez, Fermín – “Vida del Chacho”, Ed. Theoría, Buenos Aires, Enero 1974.
Gallo, Rosalía Edit y Giacobone, Carlos – “Radicalismo bonaerense. 1891-1931”, Editorial Corregidor, Buenos Aires, Abril 1999.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Gabriel O. – “Origen federal de los primeros radicales”, Portal de Internet “Revisionistas.com.ar”, Buenos Aires, 2009.
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

GABINO EZEIZA

GABINO EZEIZA


Hay seres que parecen nacer para dar pábulo a la leyenda, para alimentar la llama inextinguible del Mito. Gabino Ezeiza, el famoso payador negro, fue uno de ellos. Ya en vida su figura había adquirido perfiles legendarios, que el tiempo transcurrido desde su desaparición ha ido acrecentando, al punto que sólo una precisa y nítida investigación podrá distinguir, en su biografía, lo real de lo imaginario.
Corría el verano de 1858, Buenos Aires separada de la Confederación vivía en constante pie de guerra con las provincias federales. Gobernaba Valentín Alsina y la idea de Bartolomé Mitre de crear “La República del Plata”, propuesta años antes, bullía en el caletre de muchos de sus miembros.
Los negros, concentrados mayoritariamente en las parroquias de Balvanera, Montserrat, San Telmo, Catedral y La Concepción, constituían un núcleo importante en la población de Buenos Aires y a pesar de los años transcurridos desde la abolición de la esclavitud, muchos hombres y mujeres continuaban sirviendo a sus antiguos amos. (1) El resto que prefirió ser libre vivía en la extrema pobreza, sin tener los hombres otro medio de subsistencia que vender por las calles de la ciudad, pasteles, mazamorra, pan casero o escobas, productos todos que elaboraban con paciencia y dedicación. Las mujeres, por su parte, no poseían otra alternativa que ofrecerse como lavanderas, cocineras o amas de cría. Tantas estrecheces y obstáculos, aparte de la marginación clasista que padecían, terminaron por extinguirlos como grupo étnico y aunque los factores determinantes fueron muchos y diversos, consideramos que, la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), la epidemia de cólera (1868) y la fiebre amarilla (1871), amén de las luchas intestinas en diferentes períodos , fueron los más importantes.
No obstante, a los seis años de su derrocamiento, “la morenada” permanecía siendo fiel a Don Juan Manuel de Rosas y ese pensamiento, más íntimo que político, no era bien visto por las autoridades del puerto de Buenos Aires que aún no habían superado el odio acumulado en tanto tiempo de antagonismo.  En este estado de cosas el 19 de febrero había nacido el niño Gabino Jacinto Ezeiza en la modesta vivienda de la calle Chacabuco 242 de Buenos Aires. Su bautismo se realizó el 6 de abril del mismo año en la Parroquia de la Concepción. Hijo de Joaquín Ezeiza, quien había servido a la familia Ezeiza, de ahí su apellido, y descendía por su abuelo de un trompa de Rosas. Su madre fue Joaquina García. Don Joaquín fue dado de alta en el ejército con el grado de subteniente 2º, en el 2º Batallón del 3º Regimiento, 1ª División Buenos Aires y destinado a la guerra con el Paraguay. Comenzó su campaña el 1º de julio de de 1865 en Ayuí Chico y finalizó en Tuyutí, donde falleció el 18 de mayo de 1867. El gobierno argentino declara la guerra al Paraguay el 5 de mayo de 1865 y a menos de dos meses de producida, Joaquín Ezeiza está en el frente con el grado de subteniente 2º, lo que hace sospechar que no tenía actividad militar anterior y que su graduación es producto de un “enganche” voluntario en el cuerpo de Guardias Nacionales.
Según Héctor P. Blomberg “el negrito Gabino no faltaba nunca a las payadas que se realizaban con frecuencia en su barrio. Escuchaba, conmovido y absorto, los torrentes de coplas que surgían de labios criollos, bajo el alero de los patios coloniales, sobre las vihuelas melodiosas, y sentía despertarse en su corazón infantil el amor a todo aquello”.
Quien primero puso una guitarra en sus manos fue un pardo muy viejo, que tenía una pulpería en el bajo de San Telmo. Se llamaba Pancho Luna, y fue payador cuando joven, en los tiempos de Rivadavia. Al cumplir quince años le compraron a Gabino una hermosa guitarra española. Por ese entonces, 1873, y según relato del propio Gabino, hacía varios años que había quedado huérfano de padre y madre, ya que ésta murió con anterioridad a la muerte del padre en 1867.
A comienzos de 1876 Gabino era un “morenito” delgado, de simpática planta, ojos vivaces, labios gruesos y protuberantes, frente despejada y pelo mota, que vestía con pulcritud y buen gusto, dedicándose con entusiasmo a dar vuelo a sus inquietudes literarias y ocupando parte de su tiempo en la buena lectura. El sábado 1º de enero de 1876 salió el primer número de La Juventud, semanario que al parecer estaba dedicado al bello sexo. Allí encontramos la primera colaboración de Gabino Ezeiza. Son versos y ¡qué versos! Defectuosos de forma, con errores en el metro silábico, faltos de unidad en lo narrativo y de un pretendido estilo romántico como ingenuo. A pesar de las incorrecciones apuntadas, revelan las buenas intenciones de un principiante.
A orillas del Plata
Bogaba un marino
del Plata a la orilla,
en una barquilla
con increíble afán.
Cortando las olas
que al verse vencidas,
van y embravecidas
en las toscas dan.
Mas llega la barca
de la tosca al lado,
feliz ha llegado
y en tierra saltó
alegre el marino
risueño el semblante
y luego al instante
la barca amarró.
Con paso seguro
casi a la carrera,
cruza la reguera
luego se paró,
en una casita
de pobre apariencia,
luego con las manos
las palmas batió.
Se abrió una ventana
y apareció ella,
una joven bella
-¿quién va? – preguntó,
-¿ya no me conoces?-
contestó el marino,
-¡Soy yo, prenda amada!-
y la puerta se abrió
A partir de su segundo número el periódico comenzó a aparecer los domingos y en esa edición obsequiaba a sus lectoras un cuento por entrega titulado El Ramo de Flores, con el subtítulo de Leyendas de Costumbres y firmado por Liberato, seudónimo de Gabino. El joven estaba a punto de cumplir dieciocho años y sus pensamientos eran de ensoñación y romanticismo. Había logrado en parte materializar su confesada inclinación por las letras, dirigía la sección literaria del periódico en que colaboraba y era el niño mimado de aquella sociedad. Se presume que Ezeiza se consagró entero al canto en años posteriores a esta etapa de su vida, bien pudiera ser desde su alejamiento del periódico a mediados de 1878 o en las proximidades de 1880. Para mediados de 1879, tenía fijado su domicilio en la calle Defensa 343, dentro de los límites de la Parroquia de San Telmo y su oficio declarado era el de jornalero.(2)
Revolución del ochenta
Corría el mes de mayo de 1880. En Buenos Aires la agitación política que se vivía en aquellos días, era el presagio de la inevitable lucha fratricida que se desencadenaría poco tiempo después. El enfrentamiento entre el Dr. Carlos Tejedor, Gobernador de la Provincia y candidato presidencial del Partido Autonomista y el general Julio A. Roca, ex Ministro de la Guerra y candidato del Partido Nacionalista, había llegado al máximo de intolerancia; cada uno exigía la renuncia del otro como prenda de paz, pero la posición intransigente de ambos hacía imposible cualquier tipo de negociación. La lucha estalló y finalmente, con la renuncia del Dr. Tejedor, el 30 de junio se concertó la paz sobre la base de la Ley de Federalización, que tras largos debates se sancionó el 21 de setiembre. En ella se declaraba capital de la República y asiento del gobierno nacional al municipio de la ciudad de Buenos Aires. Gabino Ezeiza en el tiempo de estos sucesos tenía 22 años y según sus biógrafos participó en forma activa de los mismos. La revista “Lo que canta el pueblo” expresa: “Concurrió al combate del 21 de junio con el batallón 15 de Febrero, a las órdenes del comandante Elliot y el entonces mayor Vico, donde se comportó bizarramente recitando algunas estrofas en el momento de la lucha”.
Que Gabino ya cantaba en ese entonces es cosa cierta, así lo indica al menos un comentario hecho por el diario “La Razón”, en el año 1909, donde decía: “Terminada la revolución del ochenta, surgió de los últimos campamentos la afición al canto criollo de contrapunto y se destacó en esa época con el título de payador, un morenito vivo, locuaz, satírico e intencionado, que en hermosas y valientes improvisaciones, arrastraba, como orador fogoso, masa del pueblo que le seguían a todas partes para escucharle sus estilos camperos y milongas orilleras. Ese cantor era Gabino Ezeiza, todavía vive y por ahí anda con su guitarra y sus lamentos”.
Por entonces ya lo envuelve en su círculo amistoso, en el seno de la colectividad morena de Buenos Aires, una aureola de prestigio. Pardos y morenos forman mundo numeroso y aparte, allá por la década del ochenta. Tienen sus asociaciones particulares, organizan pintorescas comparsas para Navidad y Carnaval, crean sociedades propias de socorros mutuos, discuten con vehemencia sus problemas en sus periódicos y fuera de ellos, y hasta piensan en establecer escuelas para la educación del hombre de color. Llevan, en fin, una intensa e interesante vida de sociedad. De ahí que el juvenil Gabino asista con frecuencia a tertulias familiares, participe en bailes y fiestas, y entretenga en la amable compañía de amigos y muchachas buena parte de sus horas.
Sus primeras actuaciones
Recién se tiene noticias fehacientes de sus actuaciones en los primeros días de 1882, a través del semanario “La Broma”, una hoja periodística perteneciente a la comunidad morena. La nota publicada, comienza diciendo: “El lector se recordará de Gabino Ezeiza. Gabino era uno de los colaboradores de “La Juventud”, periódico que vivió más de lo que viven otros (…) Bien, Gabino se ha dedicado a la paya y para el efecto se ha hecho un excelente payador”.
El camino del payador, aunque en corto trecho, se estaba trazando. En ese mismo año aparece el nombre de Nemesio Trejo como cantor oficial del caudillo boquense José “Pepe” Fernández. Trejo fue quien acompañó a Ezeiza en sus primeros triunfos en Buenos Aires.
En 1884 Gabino alcanzó su consagración. En él obtuvo sus más resonantes éxitos, recibió elogios de altas personalidades, vivió días de gloria, logró el título de máximo improvisador, fue agasajado como un triunfador y lo más importante, impuso como arte y para siempre, el canto del payador en el Río de la Plata, donde puso de relieve su propia condición de artista.
No se sabe si enterado que en la vecina orilla había un payador con fama de invencible, llamado Juan de Nava, cruzó el charco para ponerse a prueba o sí a instancias de amigos comunes hubo un convenio previo, la cuestión es que Ezeiza en compañía de José María Silva, joven payador discípulo suyo y los guitarristas Gómez y Rodríguez, arribaron al puerto de Montevideo entre el 20 y 21 de julio.
Nava era cantor oficial y protegido del dictador Máximo Santos. El miércoles 23 hubo una tenida entre él y Gabino Ezeiza en la cancha de pelota de la calle San José entre Ibicuí y Quareim, propiedad del Sr. Jorge Díaz. El recinto estaba colmado con más de 300 personas. Aquella fue una jornada de gloria para el payador argentino y la prensa uruguaya no tuvo reparos en reconocer sus méritos: “… declaramos con toda sinceridad, que Gabino le lleva grandes ventajas a Nava, es un verdadero poeta, de inspiración levantada y que improvisa con pasmosa facilidad, midiendo acabadamente los versos, cosa rara entre la mayor parte de los que pasan por payadores”. (3)
En los días siguientes fue colmado de agasajos, visitas, invitaciones y obsequios, todos querían demostrarle su admiración. El viernes 25 por la mañana, respondiendo a una invitación del Presidente de la República, el general Máximo Santos, se presentó en el cuartel de la escolta presidencial, donde fue recibido por el primer mandatario. Hechas las presentaciones, pulsó la guitarra y saludó en florida improvisación al jefe de estado y a otras autoridades de gobierno, por lo cual fue objeto, aparte de las felicitaciones, de diferentes obsequios.
Luego de otras memorables actuaciones se convirtió en el personaje de aquellos días, no solamente en los corrillos populares, sino en los sectores privilegiados de la sociedad uruguaya. Quizás el mayor logro de Ezeiza haya sido conquistar la consideración de la intelectualidad montevideana, quien gratamente sorprendida por su inspiración ingénita, le brindó su protección espontánea, en muestras de simpatía y en palabras de encomio.
Aquella consagración de Ezeiza, debe ser tomada como el punto de partida del payador rentado. Fue la revelación del canto criollo, puesto que, no solo proyectó a su intérprete en artista, sino que permitió a la sociedad en conjunto, sin diferencias de clases, reencontrarse con sus raíces culturales a través de la expresión criollista, exaltando la evocación del gaucho, en su vida sus usos y costumbres.
El miércoles 20 de agosto regresó a Buenos Aires a bordo del vapor Apolo., compartiendo la travesía con varias personalidades, quienes reunidos en el salón de la nave comentaban sus recientes éxitos en Montevideo. En retribución a tantos halagos, Gabino pulsó la guitarra y entretuvo a los viajeros con chispeantes y ocurrentes improvisaciones, mencionando a unos o señalando algún suceso imprevisto. Entre los presentes se hallaba el doctor Rafael Calzada, reconocido periodista y hombre de letras, quien asombrado ante tanta prodigalidad, se puso de pie y alzando su copa en señal de brindis, improvisó:
De mi entusiasmo al calor
de tu estro la grandeza
y tu numen creador,
a tu salud payador
bebo un vaso de cerveza.
La respuesta de Gabino fue instantánea:
Ese verso improvisado
fue con tanta exactitud,
que doctor, me veo obligado
en beber a su salud.
A partir de 1884 otros nombres se suman a la cruzada iniciada por Gabino. Ellos son José María Silva, Nemesio Trejo y Pablo José Vázquez, todos muchachos veinteañeros formados a su lado. Las enseñanzas y renovaciones promovidas por Ezeiza hicieron escuela.
El 21 de agosto de 1884 estaba nuevamente en su ciudad natal, donde un grupo reducido de amigos le tributó una calurosa recepción, excepto el periodismo que no ofreció ninguna información sobre su regreso.
Ese mismo año, en Buenos Aires, payó dos veces con Nemesio Trejo. Una de las payadas fue organizada a beneficio de las víctimas de una gran inundación ocurrida por esos días, debido al desborde del Riachuelo. Se llevó a cabo en “Cancha Belgrano” (Belgrano 222). Durante el transcurso de la misma de pronto se escuchó un fuerte crujido, ocasionado al ceder las bases de la gradería alta, a un costado de la puerta de entrada, por la excesiva cantidad de personas que la habían ocupado, rompiéndose en la caída tablas y tablones. (4) Pasado el susto volvió a sonar la guitarra y tras un aire de milonga, Gabino improvisó:
Cuatro tablas que se han roto
ya cuanto menos no es tanto,
guarden silencio señores
que va a continuar el canto
La otra payada con Trejo se efectuó el 10 de noviembre en el teatro “La Alegría”, el argumento que cantaron fue la muerte del malogrado Benigno Baldomero Lugones (periodista y escritor) y la fiesta que para socorrer a su familia se había organizado, salpicando sus cantos con estrofas alusivas a los incidentes ocurridos tanto en los asaltos de sable, florete y palo que allí se efectuaron esa misma noche como en la propia payada.
Gabino no se daba pausa en su trajinar por los pueblos. Empezaba a convertirse en aquel payador errante que solo y con un circo –propio o ajeno- recorrió prácticamente toda la República.  En los primeros meses de 1885 Ezeiza inició su gira por el litoral uruguayo junto a José Maria Silva, realizando exitosas actuaciones en Mercedes, Villa de Dolores, Paysandú, Salto, Concordia (Argentina) y Montevideo.
Poco se ha tenido en cuenta las virtudes cívicas de Gabino Ezeiza, sobre todo cuando se recuerda su militancia radical, en relación a la cual, algunos faltos de información o mal intencionados le aplicaron el despectivo mote de “cantor de comité”. Gabino desde joven tuvo preocupaciones cívicas y su ejemplo más notorio ha sido su activa participación en la revolución del ochenta, en defensa de una causa que consideraba justa.
El año 1891 lo encuentra de nuevo en la capital oriental incorporado a la compañía Podestá-Scotti. Su debut se produce el 14 de abril en el picadero del “Politeama”, causando una verdadera sensación. Luego de permanecer unos días más en Montevideo, regresó a Buenos Aires donde actuó en el Jardín Florida el jueves 30 de abril, con la representación de Juan Moreira, tomando parte Ezeiza en la escena de la fiesta. Las desventuras del cuchillero de Navarro trasladadas al teatro fueron un éxito. El jueves 5 de mayo presenció la misma función el Presidente de la República, doctor Carlos Pellegrini, a quien Gabino le ofreció lo mejor de su inspiración.
Ese mismo año desafió a Pedro Vázquez, quien aceptó la confrontación, fijándose la payada para el martes 23 de junio en el teatro Politeama. Ese día el teatro estaba colmado en su capacidad. Dos órganos de prensa de la capital hicieron la crónica de la tenida coincidiendo ambos en el veredicto dado por el público y en el dictamen de cada uno de ellos. Uno de ellos (El Correo Español) decía:“Se verificó anoche la payada de contrapunto entre Gabino Ezeiza y Pablo Vázquez. Contra lo que se esperaba, el hasta ahora invencible Gabino, fue derrotado por su contrincante. No hubo jueces que lo declarasen así, pero el inmenso público que asistió, dio el lauro de la victoria a Vázquez, y se lo dio porque se lo merecía”. Fue una mala noche para Gabino.
La misma payada se reiteró el 1º de julio en el mismo escenario que la anterior. La crónica del “Sud América” manifestó: “Con numerosa concurrencia tuvo lugar anoche la segunda payada entre Ezeiza y Vázquez. Como en la primera quedó triunfante Vázquez”.
En 1893 Gabino se independiza de Podestá-Scotti e instala su propio circo. Una de las primeras actuaciones se produce en el mes de abril en la ciudad de Rosario, donde ofrecía ejercicios ecuestres y gimnásticos a cargo de la familia Holmer, dramas criollos y su propia actuación. El picadero se llamaba “Circo Gabino Ezeiza”.
Meses después, la revolución radical en Santa Fe, acaecida el 30 de julio, estaba en plena efervescencia. El jefe político de la misma, doctor Mariano Candioti, que asumiera el 3 de agosto la gobernación de la provincia en nombre de la junta revolucionaria, tuvo que renunciar el día 24, haciéndose cargo de la misma el interventor Baldomero Llerena. Si bien en los primeros momentos parecieran haberse aquietado las aguas, con el correr de los días el clima político se fue enrareciendo nuevamente y ante el peligroso cariz que tomaban los acontecimientos el gobierno nacional envió como nuevo interventor al general Liborio Bernal, quien asumió el 23 de setiembre. A partir de aquí todo se precipitó y al día siguiente estalló nuevamente la revolución y la lucha armada fue un hecho en diversos lugares de la ciudad y en otros departamentos de la provincia. Ezeiza, quien según algunos habría llegado a la capital de la provincia unos días antes con el santo y seña de la revolución, instaló su circo en la calle San Jerónimo entre Tucumán y Rioja. Producida la revuelta, Gabino, con varios componentes de su compañía improvisó un cantón en esa misma esquina, volcando un tranvía a caballo.(5) Se cuenta que sofocada la sedición y presos los integrantes de la trouppe circense, éstos en su mayoría extranjeros, se defendieron diciendo que Ezeiza los había obligado a pelear contra su voluntad. El día 25 y a medida que las fuerzas gubernamentales ganaban posiciones, la lucha se hizo más cruenta, viéndose obligados los revolucionarios a buscar posiciones de resguardo. Gabino, quien se hallaba luchando al lado de un “batallón suizo”, buscó junto a éstos refugio en la estación del ex Ferrocarril Provincial, salvando la vida en forma providencial.
En las primeras horas de la mañana del día 26, la intentona revolucionaria había sido derrotada. Gabino fue detenido en Rosario el 18 de noviembre, después de cincuenta y tres días de estar fugitivo. El doctor David Peña, director del diario oficialista “Nueva Época”, comentaba, días más tarde de ocurridos estos sucesos, en un artículo que tituló: “Un payador metido a revolucionario”: Gabino Ezeiza había trocado su guitarra por el fusil radical. Ya no es un misterio que entre los cachivaches de su circo vinieron armas para los revolucionarios de Santa Fe y que los anuncios de su llegada y estreno fueron una contraseña revolucionaria”.(6)
Se desconoce en qué fecha fue puesto en libertad, pero sí se sabe que para fines de marzo de 1884 estaba en San Nicolás, desde donde le escribe una carta al payador Honorio Fernández. Es muy probable que esta estada en San Nicolás haya sido con su circo, el que según tradición oral, estuvo instalado en la calle Francia entre Lavalle y León Guruciaga. Se sospecha que por ese entonces Gabino conoce a Petrona Peñaloza(7), moza quinceañera entonces y que años más tarde haría su esposa. Según Santiago G. Chervo, era bisnieta del caudillo riojano Angel Vicente Peñaloza, “El Chacho”.
Entretanto en octubre de 1894 llega el momento de la gran payada con Pablo J. Vázquez en Pergamino, uno de los sucesos capitales, por así decir, en la biografía del negro cantor y en la misma historia payadoresca, donde aquella justa sigue resonando con acentos poco menos que legendarios, por la calidad de sus contendientes y por su duración, que fue de dos noches, el 13 y el 14 de octubre en el teatro Florida de Pergamino. El jurado que actuó en esa oportunidad dictaminó que debía reputarse como vencedor a Gabino, según acta suscripta el 28 de noviembre de ese año.
Gabino que por ese tiempo era aún un hombre joven, pues contaba con 36 años, había pasado por las más severas pruebas de su arte, desde aquellas trenzadas en la trastienda bolichera, donde habrá aprendido el consejo del viejo Vizcacha, a “no pelear sin puyones”,hasta las topadas con Trejo, Nava y Silva, donde siempre salió airoso.
Vázquez en cambio fue la contraparte de Ezeiza, ya que no le conocemos experiencias de ese tipo, sospechando que su oficio de payador fue producto de una vocación temprana, abonada con inquietudes literarias y buena lectura, publicando para 1885 su primer folleto de versos, donde se anunciaba como payador argentino, contando a la sazón 21 años.
Estas distintas escuelas quedaron evidenciadas en los versos improvisados de uno y otro, mientras los de Gabino eran toscos y sin ningún pulimento, alguien los tituló “gauchescos”, los de Vázquez en cambio tenían color a poesía y eran expresados en un lenguaje correcto, no exentos de delicadeza.
El corresponsal de La Prensa, Joaquín V. González(8) manifestó: “…en cuanto a su manera de payar o luchar cantando de contrapunto, pueden compararse en principio a dos oradores, de los cuales uno fuese claro, correcto, nítido y sin rodeos y el otro, con el mismo talento, fuese inclinado a las argucias, a las intrigas del raciocinio, a los ardides y a los recursos parlamentarios. Así, Vázquez expone en estrofas redondeadas y más o menos concluyentes y Ezeiza se estira, se difunde, divaga, gira y revolotea en el mismo tono, ensartando palabras, palabras y más palabras buscando el final, hasta que lo encuentra a su gusto y entonces cambia de pronto la tonada y con un impulso nuevo y vigoroso, termina el período arrancando siempre al auditorio un estrepitoso aplauso. Todo esto, cuando no se le ocurre descubrir algún estilo reservado para las grandes ocasiones y sorprendiendo hasta sus más íntimos, deja oír las más conmovedoras armonías, en las que, la voz flexible y dócil se pone a llorar en compañía de la bordona y entonces, el concurso compuesto de criollos de corazones nacidos de la tierra se estremece como sacudido por una corriente eléctrica y las exclamaciones de ese instante son de verdadera gloria para el payador”. En julio de 1895 Ezeiza inició una gira por el litoral uruguayo en compañía del payador oriental José M. Madariaga y el prestidigitador español Alberto M. Acuña, anunciando su debut en el Teatro Progreso de Paysandú, para el sábado 27 de julio. Luego actuó en Concordia (Argentina), continuando por Salto
El Saludo a Paysandú
Heroico Paysandú, yo te saludo,
Hermano de la patria en que nací.
Tus hechos y tus glorias esplendentes
Se cantan en mi patria como aquí.
Aquí es necesario hacer un paréntesis, para referirnos a un hecho trascendente en la trayectoria artística de Gabino, el Saludo a Paysandú, el más célebre de sus compuestos y tratar de determinar en qué momento y dónde fue cantado.
Después de escuchar una decena de versiones, a cual más antojadiza sobre dónde se cantó el “Saludo” por primera vez, hemos hallado la del historiador “sanducero” Carlos Estefanell (9), quien tras paciente como prolija investigación, sostiene que bien pudo ser en una de las tres presentaciones en el Teatro El Progreso, entre julio y agosto de 1895, donde en el programa figuraba –Un saludo- y argumenta: “Y si era tradicional en Gabino saludar al pueblo sanducero antes de sus actuaciones, ¿No sería factible que en uno de esos saludos haya surgido el canto inmortal?”. Cabe agregar que bien pudiera ser el verso de despedida de la última noche, mencionado en la nota periodística: “Se despide de Paysandú con unos versos muy sentidos que le merecieron grandes aplausos”.(10) Esta es la única versión con fecha y lugar precisos y este es el hecho más importante, el cual descalifica las mistificaciones habidas en su torno; por otra parte, sospechamos que Ezeiza nunca lo interpretó con anterioridad a 1895, ya que en nuestro archivo no lo encontramos incorporado a su repertorio antes de ese año.
Pero sobre este asunto hay mucho para decir. Una de las versiones más difundidas dice, que hostilizado por un grupo de personas llegó hasta el barco atracado en el muelle y desde la barandilla cantó el famoso saludo. La única vez que Ezeiza tuvo algún problema en el Uruguay, fue en su primera visita a Paysandú en abril de 1885, por lo tanto se supone que el hecho sucedió en esa ciudad y en ese año. Ahora bien, en aquel entonces el muelle aludido no existía y los vapores de la empresa Mihanovich, que hacían el recorrido por el río Uruguay, anclaban en medio de éste, desde donde los pasajeros eran transportados en bote hasta la orilla. Resultan pues inverosímiles los fundamentos de la citada versión.
Después de tres largos años de ausencia de Buenos Aires, el año 1896 marca el regreso definitivo de Gabino Ezeiza a su ciudad natal, donde lo acompañará el éxito y mucha actividad.
Para el sábado 15 de mayo de 1897 se concertó una payada de contrapunto entre Ezeiza y su rival por excelencia, Pedro Vázquez, quien estaba padeciendo las etapas finales de una cruel enfermedad. Luego de esta tenida, realizada en Lomas de Zamora, Vázquez no regresó más a los escenarios. Enterado Gabino de la gravedad del estado de su colega y su difícil situación económica le hace llegar una carta en la que dice: “Gabino ofrece, dejando a un lado antiguos resentimientos, un beneficio a favor del enfermo, con elementos propios, en este pueblo o en Tandil, donde actualmente se halla”.(11) Este gesto de Ezeiza fue publicado en el diario local, bajo el título “Sentimientos generosos” y es realmente un acto de solidaridad y filantropía el ofrecimiento del moreno, que lamentablemente no fue interpretada del mismo modo: “Conocida esta carta por Vázquez, contestó rechazando dignamente la oferta, pero sin altivez, agradeciéndola y diciendo: -que si bien es cierto que su posición no es muy desahogada, no carece felizmente de recursos propios para atender su enfermedad”. Vázquez falleció el 26 de junio, cuando contaba treinta y tres años de edad.
En 1902 sostuvo otra payada memoriosa en San Antonio de Areco. Esta vez su contrincante fue Luis García, a quien no pudo vencer.
En 1912 intervino con éxito en un torneo internacional payadoresco efectuado en un teatro de Buenos Aires en el que los cuatro primeros premios fueron adjudicados a Ezeiza, Curlando, Vieytes y Caggiano. Gabino también realizó, entre otras, una payada memorable, en las esquinas de Yerbal y Nazca, junto a Martín Castro, payador de Ciudadela y autor de “El huérfano”. Dentro de los límites de la Capital Federal solía concurrir al café Oviedo, de avenida Chicago (actual avenida de Los Corrales) y San Fernando (actual Lisandro de la Torre) frente al Mercado de Hacienda de Liniers.
Llegamos al año 1914 y la primera actuación se la hallamos el sábado 7 de febrero en el escenario del Teatro Roma, ubicado en la calle Sarmiento 112, de la ciudad de Avellaneda, donde se presentó en una función a beneficio del actor aficionado Santos Mezzano. Para ese entonces Gabino estaba dedicado de cuerpo y alma a hacer proselitismo a favor del partido radical y para ello no mezquinaba esfuerzos ni sacrificios, ya sea colaborando con su canto en reuniones partidistas o sirviendo de enlace entre personajes influyentes de la misma causa.
Tras su agitada vida de cantor trashumante y como muestra inequívoca de cansancio es que Gabino centra su actividad en bares y cafés de Buenos Aires. En ese entonces tenía 56 años, 8 hijos que mantener (la menor Eugenia Juana, apenas de dos años y aún vendrían dos más).
A pesar de sus múltiples actuaciones, lo que ganaba sólo alcanzaba para lo más indispensable y si bien no padecía un estado de indigencia total, la pobreza que lo cercaba le mostraba el duro rostro de la realidad. La calidad de vida que en otra época disfrutó, había cesado.
Su última actuación se verificó el sábado 30 de setiembre en el Teatro La Perla, de la calle Domínguez 659, de la localidad de Piñeyro, partido de Avellaneda.
Falleció de endocarditis el día 12 de octubre de 1916, a las 4.25 de la tarde, en su domicilio de Azul 92, del barrio de Flores. Esa misma tarde asumía la presidencia de la nación el doctor Hipólito Irigoyen, candidato del partido radical, ideario político al que el moreno payador le dedicó lo mejor de sus horas. Se cuenta que al enterarse de la muerte de Ezeiza, el Dr. Irigoyen dijo: “¡Pobre negro, el sirvió!”. En esta expresión de pesar quedó resumido todo el esfuerzo de su convicción política, de la que no claudicó un solo instante.
Una placa colocada en Azul 92, en el barrio de Flores, recuerda al negro Gabino Ezeiza. Allí, a los 58 años murió en su humilde casa, pobre como todos los juglares del pueblo.
La leyenda de Gabino se despierta cada 12 de octubre, cuando sus seguidores se reúnen en la tumba del cementerio de Flores, para brindarle homenaje a este personaje tan recordado y querido.
Buenos Aires de mi amor, ¡oh, ciudad donde he nacido! No me arrojes al olvido yo, que he sido tu cantor. De mi guitarra el rumor recogió en sus melodías, el recuerdo de otros días que jamás han de volver, los viejos cantos de ayer que fueron las glorias mías.
Referencias
1) Natale, Oscar – Buenos Aires Negros y Tangos – Buenos Aires (1984).
2) Registro Cívico Nacional. Año 1879.
3) El Indiscreto, Semanario – Montevideo, domingo 27 de julio de 1884.
4) La Patria Argentina, Buenos Aires, martes 21 de octubre de 1884.
5) López Rosas, Rafael – Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, en El Teatro en la Provincia, Pág. 246.
6) Vigo, José M. – Todo es Historia, N 39, julio de 1970.
7) Chervo, Santiago G. – Radiografía de San Nicolás de los Arroyos – San Nicolás (1978).
8)González Arrilli, Bernardo – Buenos Aires 1900 – Página 45
9) Estefanelli, Carlos – Homenaje a Gabino Ezeiza – El Telégrafo, Paysandú, Uruguay, 8 de setiembre de 1978.
10)El Paysandú – Paysandú, Uruguay, 2 de agosto de 1895.
11) La Unión – Lomas de Zamora, Buenos Aires, 19 de junio de 1897.
Fuente
Blomberg, Héctor Pedro – El adiós de Gabino Ezeiza.
Cristoforetti, Marita y Brichetto, Alberto – El payador de Flores.
Di Santo, Victor – Gabino Ezeiza, Precursor del arte payadoril rioplatense – Buenos Aires (2005).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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Turone, Oscar A.. – Gabino Ezeiza, El último payador.
Soler Cañas, Luis – Gabino Ezeiza, verdad y leyenda.
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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Marcos Paz

Marcos Paz



Nació en Tucumán el 7 de octubre de 1811, siendo sus padres, el Dr. Juan Bautista Paz, célebre ministro del gobernador Alejandro Heredia y varias veces delegado en el mando de la Provincia, y Plácida Mariño Lobera Castro, ambos tucumanos.  Se educó en Buenos Aires, graduándose de abogado en 1835, en la Universidad de esta Capital.  Recién recibido de abogado se trasladó a Tucumán, donde el gobernador general Alejandro Heredia lo designó su secretario, acompañándolo en la campaña emprendida en agosto de aquel mismo año (1835) contra las fuerzas catamarqueñas del general Felipe Figueroa, al que derrotó en 13 de setiembre en el Chiflón, provincia de Catamarca.
Heredia otorgó grados militares al joven abogado, el cual se incorporó en 1837 al ejército confederado que operó a las órdenes del general de referencia, contra el dictador de Bolivia, mariscal Santa Cruz.  El Dr. Marcos Paz formó parte de las fuerzas de vanguardia bajo el mando del general Gregorio Paz, en el carácter de sargento mayor, y cuando en mayo de 1838, Marcos Paz entraba con la extrema vanguardia de las fuerzas argentinas en el pueblo de San Diego, al sur de Tarija, a fines de aquel mes, el gobernador boliviano Dorado, de aquella provincia, se puso en vergonzosa fuga.  Paz estuvo en el combate de Cuyambuyo, el 24 de junio.  El 2 de abril de 1839 fue incorporado a la Plana Mayor Activa del Ejército de la Provincia de Buenos Aires como teniente coronel de Caballería “por haber tomado parte en la guerra contra Santa Cruz”, figurando en las listas de la mencionada P. M. correspondientes al mes de enero de 1852, con la nota “En la División del Centro”.
Continuó prestando servicios a la causa federal y después de Caseros (1) se incorporó a las filas de Urquiza cuando sitió la ciudad de Buenos Aires en 1853, actuando en calidad de secretario del general Hilario Lagos durante el asedio.  El 12 de junio de aquel año fue elegido diputado por la 9ª Sección de la Provincia, a la Convención encargada de estudiar la Constitución de Buenos Aires, que no cumplió su cometido por el levantamiento del sitio.
El 11 de noviembre de 1853 fue designado para formar parte de la Comisión encargada de gestionar en varias provincias que cesare el estado de guerra en que se hallaban.  En 1855 fue elegido senador por la provincia de su nacimiento al Congreso Federal de Paraná, cargo que ejerció hasta el año 1858, en que renunció.
Se hallaba en Buenos Aires cuando fue designado el 15 de marzo de 1858 gobernador de Tucumán, pero no se recibió del cargo hasta el 16 de mayo, ejerciéndolo hasta el 15 de marzo de 1860, en que fue reemplazado por el Dr. Salustiano Zavalía.  Compartió con el gobernador Paz las tareas administrativas el Dr. Prudencio José Gramajo, primeramente, desde mayo a setiembre de 1858, por hallarse ausente el Dr. Próspero García que las ejerció hasta el término del período de gobierno del Dr. Paz y al que sustituyó tres veces por ausentarse el titular para recorrer la sede de su mando.
Cuando el Dr. Paz llegó a Tucumán y tomó a su cargo los negocios públicos, el Erario de la provincia se hallaba en completa bancarrota; pues a más del déficit del presupuesto, una parte considerable de las rentas habían sido invertidas en el sostenimiento del orden público, continuamente amenazado.  El primer paso del nuevo gobernador fue levantar un empréstito voluntario para atender los gastos que demandara la conservación del orden amenazado por Isidoro López y se realizó con una facilidad inesperada, en vista de la crisis momentaria porque hacía tiempo estaba pasando la provincia de Tucumán.  Todas las obras públicas que se habían emprendido en la administración de su antecesor, el Dr. Agustín Justo de la Vega, y se suspendieron por razones poderosas, quedaron terminadas o por terminarse.
En los altos del Cabildo quedó listo el departamento destinado a casa de gobierno.  Quedó igualmente listo el amplio salón destinado a sesiones del cuerpo legislativo, con un local conveniente para la ubicación del público durante las sesiones; una sala bien cómoda para el tribunal común a las provincias del Norte: Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy; una oficina para el juez de alzada y otra para el de primera instancia.  Se instalaron en la parte baja del mismo Cabildo, cómodamente las escribanías.
Al gobernador Marcos Paz debe Tucumán la fundación e instalación de la Sociedad de Beneficencia, el 23 de junio de 1858, la que estaba compuesta por 21 distinguidas matronas de la sociedad.  Echó, igualmente, los cimientos para la biblioteca pública, para cuyo fomento se levantaron suscripciones, además de los fondos destinados por el gobierno.  La obra del Colegio de San Martín quedó también terminada.
Fue también durante la progresista administración del Dr. Paz que el ciudadano Emidio Salvigny, antiguo oficial del ejército de Belgrano, hizo reparar, bajo su dirección y pagando de su peculio, la pirámide erigida en La Ciudadela por el vencedor de Tucumán y Salta, patriótica demostración que el gobernador Paz aceptó por decreto del 13 de junio de 1858.  En este asunto tuvo participación entusiasta, el entonces Jefe de Policía, coronel Juan Estanislao de Elías, veterano del Ejército Libertador.
También fue una medida de este gobierno ejemplar, el levantamiento de un censo en la capital y provincia, en el mismo año 1858, comisionando para su arreglo a su cuñado, el coronel José Segundo Roca, que reemplazó al coronel Elías, por renuncia de éste, en el cargo de Jefe de Policía, el 27 de octubre de aquel año.  Tal censo arrojó un total de 90.000 habitantes en toda la provincia.  Durante su administración murió en Tucumán, el presbítero Dr. José Eusebio Colombres, congresal de la declaratoria de la Independencia de las Provincias Unidas, infausto suceso que tuvo lugar el 11 de febrero de 1859, rindiéndole el Gobierno honores militares que estuvieron a cargo del precitado coronel Elías.
La instrucción pública mereció especial atención de este gobernante.  Cuando debieron tener lugar las elecciones para elegir su sucesor, el Dr. Paz tomó (enero de 1860) las más amplias medidas para impedir el fraude electoral tan común entonces y ahora en este país, y que el acto se cumplimentara de acuerdo a las disposiciones de la ley de la materia en aquella provincia, de fecha 19 de mayo de 1826, sancionada bajo el gobierno del general Aráoz de Lamadrid.  Las mesas eran presididas por el juez de 1ª instancia en lo civil y por el comercio en la ciudad, y por los jueces de distrito en la campaña.
A los dos años de una administración digna de imitarse, el coronel Dr. Marcos Paz entregó el mando a su sucesor, Dr. Zavalía.  Por los importantes servicios prestados a la provincia, la Legislatura acordó un voto de gracias a su ex-gobernador; y los residentes extranjeros le hicieron una demostración al día siguiente de entregar el mando, en la que se evidenció la alta simpatía con que se había visto su obra realmente patriótica.  El gobernador Paz supo reunir dos cosas en el ejercicio de su cargo: la justicia y la fuerza, la energía en la moderación, la generosidad para con todos y el desinterés por sí solo.
Poco después fue designado convencional para la reforma de la Constitución del 53, en conformidad con el tratado ajustado entre la Confederación y Buenos Aires, el 11 de noviembre de 1959.  En 1860, el Dr. Paz obtuvo 49 votos en los colegios electorales de la República para vice-presidente de la Confederación.  Fue nuevamente elegido senador hasta 1861.
Se hallaba el Dr. Derqui, Presidente de la Confederación, al mando de la provincia de Córdoba, cuando el 17 de junio de 1861 fue tomado preso por el comandante Pedro Rapela, el senador nacional al Congreso Federal de Paraná, coronel Dr. Marcos Paz, que atravesaba clandestinamente los campos del sur de la provincia de Córdoba, con escolta de fuerzas porteñas, el cual marchaba con una misión subversiva, de la cual tenía conocimiento el Dr. Derqui, el cual sabía la fecha y hora de su partida de Buenos Aires, las instrucciones que le había impartido el general Mitre y los propósitos que debía poner en ejecución.  Acompañaban al coronel Dr. Paz varios oficiales porteños destinados a mandar y organizar cuerpo en Córdoba y Santiago del Estero (2).  El 19 de junio, Paz llegó a Córdoba bien asegurado y a pesar de la representación de más de 50 señoras de las principales familias de Córdoba, el 9 de julio, ante el general José María Francia, pidiendo por el preso, que se hallaba con grillos y en un calabozo húmedo y helado, lo único que se logró fue el traslado de Paz a la ciudad de Paraná, a donde fue conducido por el teniente coronel Mariano Cordero.
Puesto en libertad a consecuencia de la batalla de Pavón y del derrumbe de la Confederación por orden expresa del general Urquiza, se trasladó a Rosario.  El coronel Paz fue elegido gobernador provisorio de la provincia de Córdoba el 16 de diciembre de 1861 hasta el 28 de enero del año siguiente, en el que Mitre le encomendó una comisión ante los gobiernos de las provincias del Norte: Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán y Salta.  En el cumplimiento de esta misión, Paz se comportó en forma satisfactoria, no obstante haberse enfermado en el viaje, aunque no de gravedad.  De regreso de la misma, pasó por Córdoba el 8 de mayo del mismo año, prosiguiendo su viaje a Buenos Aires.
En esta misión que tenía por  objeto tratar de aunar opiniones políticas en las provincias mencionadas, el coronel Marcos Paz llevó en calidad de secretario al Dr. Saturnino M. Laspiur, el 3 de marzo de 1862 arregló el conflicto existente en la provincia de Catamarca, donde dimitió el gobernador Francisco R. Galíndez, sucediéndole José Luis Lobo, de acuerdo con lo arreglado con el comisionado Paz.
En el mismo año 1862 fue elegido senador nacional, pero poco después su nombre figuraba integrando la fórmula presidencial encabezada por Mitre, la que resultó triunfante.  Ocupó la vicepresidencia el 12 de octubre de 1862 y al estallar la guerra del Paraguay, Mitre delegó en Paz el mando supremo el 17 de junio de 1865. 
Con motivo de la epidemia de cólera reinante en Buenos Aires, el Dr. Paz se trasladó a San José de Flores, donde falleció víctima del flagelo el 2 de enero de 1868, siendo sepultados sus restos en el cementerio de la Recoleta.
El coronel Dr. Marcos Paz había formado su hogar con Micaela Cascallares; hija de Francisco Cascallares Chávez y de Carmen Chávez Casas; matrimonio que se realizó en Buenos Aires el 21 de octubre de 1841.
Referencias
(1) En la campaña de Caseros, el Dr. Marcos Paz actuó como ayudante mayor del general Angel Pacheco.  En julio y agosto de 1852 figura en Navarro como coronel del Regimiento Nº 8 de Guardias Nacionales.
(2) Iba escoltando al Dr. Paz el capitán Juan Bautista Escobar, con 8 hombres del Regimiento del coronel Benito Villar; el que también quedó prisionero junto con el Dr. Paz.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
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Cosme Argerich

Cosme Argerich




Cosme Mariano Argerich nació en Buenos Aires el 26 de setiembre de 1758, siendo sus padres el coronel Francisco Argerich Batallas, natural de Sistero, obispado de Nigel, provincia de Cataluña; y María Josefa del Castillo Burgués.  De muy corta edad fue enviado a España, siguiendo la carrera de medicina en Barcelona, obteniendo en 1783 el título de Medicina del Gremio y Claustro de la Real y Pontificia Universidad de Cervera (Barcelona), después de seguir los cursos con brillo.  De regreso a Buenos Aires, perteneció a la hermandad de caridad, en 1795, al hospital de mujeres y casa de huérfanas, siendo nombrado en 1800 por el gobierno peninsular para dirigir la cátedra de medicina en Buenos Aires, inaugurando sus cursos el 1º de marzo de 1802, en que empezó a funcionar la Escuela de Medicina que Argerich regenteó con sabiduría y dignidad; enseñó igualmente, química, física y botánica.  “El doctor Argerich –dice un biógrafo-, cuyos talentos y saber hicieron en su tiempo el panegírico de los literatos y la instrucción de sus profesores, concibió y ejecutó casi por sí solo el avanzado proyecto de establecer en esta ciudad una escuela de medicina.  En efecto, inflamado de este celo honroso que las profesiones científicas saben inspirar a los que las ejercen, con dignidad y sabiduría, libró a sus propias fuerzas un trabajo, que en todas partes ha necesitado la cooperación de muchos profesores”.  El primer curso dictado por el doctor Argerich terminó en 1806, “produciendo los profesores que en la Guerra de la Independencia han ocupado nuestros ejércitos y llenado con gloria y honor los diferentes destinos de la medicina militar”.
En 1806 y 1807 prestó servicios profesionales en las rudas jornadas que tuvieron por teatro la ciudad de Buenos Aires y por su intervención en la Reconquista, el 12 de noviembre de 1806, fue nombrado cirujano del 2º Escuadrón de Húsares.  Tuvo participación activa en los trabajos preparatorios de la revolución de mayo figurando entre los concurrentes a la asamblea del día 22 de aquel mes glorioso, en la que se depuso el virrey Cisneros, y en la cual seguramente influyó mucho su consejo sabio y escuchado por todos.  En aquel Cabildo Abierto sostuvo que habiendo caducado la suprema autoridad, debía ésta reasumirse en el pueblo y por consecuencia, interinamente en el Cabildo, hasta tanto se organizase el gobierno local por medio de los diputados nombrados por votación popular, Gobierno que el 25 de mayo tomaba el nombre de Junta.
En junio de 1811 fue designado para desempeñar el cargo de conjuez en el Tribunal del Proto-medicato.  Al producirse el combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, tan pronto tuvo conocimiento el Gobierno de este suceso, despachó por la posta al doctor Francisco Cosme Argerich, con un botiquín, para ir a atender a los heridos, siendo quien practicó la operación al capitán Bermúdez, que falleció el 14.
El 10 de diciembre de aquel año, el doctor Argerich era designado por el Gobierno, cirujano del Ejército Auxiliar del Alto Perú, haciendo toda la campaña a las órdenes de San Martín primero, y de Rondeau después, asistiendo a los combates de Puesto del Marqués el 17 de abril de 1815, y de Venta y Media el 20 de octubre del mismo año; no encontrándose en Sipe-Sipe por haberse retirado a Cochabamba enfermo, donde se reunió al sargento mayor José María Paz que había sido herido de bala en el codo derecho en el combate de Venta y Media.
En septiembre de 1816 el doctor Cosme Argerich, junto con Diego Paroissien (nombrado Cirujano Mayor del Ejército de los Andes) tuvo a su cargo la organización del departamento de Hospitales del Ejército, el mismo estaba constituído por 3 profesores, 5 betlemitas y 7 civiles asistentes de cirujanos en cumplimiento del mandato del Instituto Médico Militar.  El mismo ordenaba el mejor servicio de los Ejércitos de la Patria, y proveyeron a San Martín los insumos médicos y sanitarios para la campaña libertadora de Chile.  Entre todos lograron formar un verdadero hospital de sangre que auxilió al ejército en el cruce de los Andes.
Posteriormente el doctor Argerich abandonó las filas del ejército siendo nombrado jefe y director del Instituto Médico creado en reemplazo de la primera Escuela de Medicina que él fundara y, desempeñando este puesto, la muerte lo sorprendió en medio de sus tareas profesionales el 14 de febrero de 1820.  Sus restos fueron depositados en el templo de San Francisco, de donde fueron exhumados tres años después para ser trasladados al cementerio de la Recoleta, siendo conducidos a pulso hasta este enterratorio, el 24 de febrero e 1823.  El doctor Pedro Rojas, uno de sus discípulos, pronunció un elocuente discurso en este acto y por él se sabe que el doctor Argerich era de un carácter dulce y de un espíritu vehemente, benévolo, bondadoso y desinteresado; de una erudición vasta y profunda, aunque dotado de un extremado amor propio.
El doctor Cosme Argerich se casó en primeras nupcias con Margarita Martí el 18 de mayo de 1786.  Habiendo enviudado, contrajo segundo matrimonio con Juana López Camelo Cheves, y al fallecer ésta se casó por tercera vez con Juana Chávez.  Tuvo cinco hijos con su primera esposa (Francisco Cosme, Juan Antonio, Petrona Josefa, Luis José y Josefa) y 11 con la segunda (Ramón, Gregoria, Ana María, Manuel José, Manuela, Ignacia, Dolores, Mercedes, Justo, Benito y Petrona Ignacia).
El Hospital Militar Central de Buenos Aires lleva su nombre.  También honra su memoria el Hospital Municipal “Dr. Cosme Argerich”, situado en la calle Almirante Brown 240, de la misma ciudad de Buenos Aires.
Su hijo, el Dr. Francisco Cosme Argerich, fue quien exhumó en el pueblo de Navarro los restos del coronel Manuel Dorrego, luego de producido su fusilamiento el 13 de diciembre de 1828.  El Dr. Miguel de Villegas, que asistió al reconocimiento por ser el camarista más antiguo, acompañado por el Escribano Mayor de Gobierno, José Ramón de Basavilbaso, expresó: “Se encuentra el cadáver entero, a excepción de la cabeza que estaba separada del cuerpo en parte, y dividida en varios pedazos, con un golpe de fusil al parecer, en el costado izquierdo del pecho…”.  El día 14, Manuel Dorrego fue enterrado en el Cementerio de Navarro, que entonces estaba junto a la Iglesia.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Litvachkes, Roberto – Historia del Hospital Argerich
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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martes, 22 de septiembre de 2015

Juan Vucetich

Juan Vucetich




Nació en Lésina, ciudad de la antigua Dalmacia, el 20 de julio de 1858.  Fueron sus padres Victor Vucetich y Vicenta Koracevich.  Llegó al país en 1882, y se desempeñó como empleado en Obras Sanitarias de la Nación hasta 1888, fecha en que ingresó en la Policía de la provincia de Buenos Aires, como meritorio.  En 1890 fue designado jefe de la Oficina de Estadística, de ese organismo policial a cargo del capitán de navío Guillermo J. Nuñez.
Había conocido, y de ahí parte su investigación, un trabajo de H. de Varigny publicado en Francia sobre las investigaciones de Francis Galton, a propósito de los relieves digitales.  Este último destacaba el valor de aquellos para la identidad individual.  Comparó tales estudios con el sistema de antropometría de Alphonse Bertillon, que por entonces constituía el recurso en uso para la identificación de los delincuentes.
Vucetich estaba bien interiorizado de este sistema, y dio gran difusión a láminas que él mismo preparó y otras indicaciones que en esa época podían observarse en todas las comisarías de policía, a la vista del público; pero comprobó que era muy deficiente e inseguro y se pronunció por las impresiones digitales.
Después de pacientes estudios sobre los trabajos de Galton, y los 40 tipos de relieves digitales que éste había definido, Vucetich llegó a aumentarlos a 101, y creó un sistema que él denominó “Icnofalangometría”, poniéndolo en aplicación el 1º de setiembre de 1891.  Esa fecha se recuerda anualmente como la de implantación del sistema de identificación dactiloscópica que, con su perfeccionamiento posterior, realizado por su creador, lleva su nombre.  Por primera vez se tomaron aquel día las impresiones digitales de los diez dedos a 23 procesados por distintos delitos, según consta en el archivo que el propio Vucetich inició.
El sistema quedó así implantado, estimada la perennidad e inmutabilidad de los relieves digitales, cuyos caracteres individuales acompañan a la persona en todo el curso de su vida, y que se manifiestan a través de infinitas variedades específicas.  No pocas dificultades, propias de toda investigación creadora, debió vencer Vucetich para imponer su sistema, primero en su propia elaboración, y también por los derivados de toda innovación en otros medios que, por entonces sólo se referían a la lucha contra la delincuencia.  Además debían obtenerse comprobaciones prácticas.
Fue un paso decisivo el caso ocurrido con motivo de la muerte violenta de dos niños de corta edad en Necochea en 1892.  La madre de las víctimas denunció como autor del hecho a un vecino, pero el hallazgo de impresiones digitales en una puerta de la habitación permitió establecer, por la aplicación primera del procedimiento dirigido por Vucetich, que, lejos de pertenecer al acusado, los rastros eran de la propia madre, con lo cual se comprobó en forma fehaciente que era ella la autora del crimen.  Esto trascendió como demostración de la validez científica del sistema dactiloscópico, con lo cual el método fue incorporado a la labor investigadora de la Policía y se instalaron las primeras oficinas de identificación en las cárceles y en las comisarías.
Entretanto su creador continuaba sus investigaciones, y poco tiempo después, lograba reducir los 101 tipos digitales de sus primeros ensayos a cuatro fundamentales, que clasificó así: arco, presilla inferior, presilla exterior y verticilo.  Ese conjunto sistematizado, es lo que denominó Sistema Dactiloscópico Argentino.
La ficha creada según su sistema fue la que luego se adoptó universalmente, y es la que rige en la actualidad en todo el mundo, junto con los elementos de aplicación ideados por Vucetich que se mantienen sin variantes.
El creador no quedó satisfecho, sin embargo, y siempre con abnegación y sacrificio, cubriendo de su magro peculio gastos que los poderes públicos no podían afrontar en la medida que la importancia del asunto requería, perfeccionó aún el sistema, consiguiendo corregir insuficiencias tales como la difícil visibilidad de ciertos tipos digitales, y creó una clave de subclasificaciones que recogió el doctor Luis Reyna Almandos en su trabajo “Clave de subtipos de Vucetich para subclasificaciones”, basado en los cuatro tipos fundamentales.
En 1893, escribió ya un tratado sobre el procedimiento de filiación en Buenos Aires, y luego el gobernador Julio Costa anunciaba en su mensaje a la Legislatura la incorporación del sistema Vucetich al gabinete antropométrico de la policía local.  En esa época se escribe con César Lombroso y con Rafael Garófalo, y en los días de la gobernación del Dr. Guillermo A. Udaondo, restablecida la oficina de identificación que fuera suprimida, se le confía la dirección de la misma.
Poco después se declaraba texto oficial de la Policía de la provincia su libro aludido, mientras su sistema adquiría mayor difusión.  El descubrimiento de algunos crímenes por su procedimiento, afirmaron cada día su seguridad, por lo que publicó otro libro titulado “Registro de Existencia”.  Poco después se expedían las primeras cédulas de identidad, y en 1901, asistió Vucetich al II Congreso Científico Latinoamericano, de Montevideo.  Dio entonces su primera conferencia pública acerca del sistema de su creación.  En Río de Janeiro comenzó desde entonces la adopción del sistema dactiloscópico argentino, y ya su incorporación a la vida de otras naciones fue sólo cuestión de tiempo. 
En 1904, apareció la obra capital de Vucetich, “Dactiloscopia comparada”, que recibió premios y menciones.  La Policía de Roma implantó su sistema, y creció la confianza en la bondad de su invento.  La Academia de Ciencias de París sancionó el sistema, se difundió en toda América y se extendió al resto del mundo.
Se estableció el canje universal de fichas de identificación, por medio de convenios, y en 1906, el Código de Procedimientos Penales de la provincia de Buenos Aires sancionó el principio dactiloscópico de la identidad humana.
El gobierno bonaerense lo designó perito identificador, y su discípulo y amigo, el Dr. Reyna Almandos publicó otro trabajo de mérito sobre “La dactiloscopia argentina”.
Brasil había ya impuesto el sistema en la marina, y entre nosotros llegó a ser realidad un sueño del investigador: la creación del Registro Nacional de Identificación, que con algunas variantes se organizó por medio de una ley.  Vucetich fue su director.  El Congreso de la Nación le acordó una pensión por 10 años.
La incansable labor de Vucetich, hasta el día de su muerte, alternó con polémicas, viajes de estudio y propaganda por el mundo –llegó hasta la China y la India en busca de comprobaciones sobre utilización de impresiones digitales, en tiempos inmemoriales-, publicaciones, instrucciones, congresos científicos, conferencias, que llevaron a todos los ámbitos el conocimiento de los métodos hallados y que terminaron por imponerse en todas partes.
No omitió sacrificio personal en su afán altruista.  El viaje mundial que realizó en 1912 fue costeado por él, cuando acababa de jubilarse en la Policía –se habían frustrado iniciativas generosas en la Legislatura para premiar su labor- y para la impresión de su obra “La dactiloscopia y su aplicación internacional”, enajenó su biblioteca.
Poco antes de morir donó su museo particular a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata, donde el doctor Alfredo L. Palacios, entonces decano, instaló el Museo Vucetich, el 11 de octubre de 1924, en un acto al que asistió el creador de la dactiloscopia, ya gravemente enfermo.
Vucetich falleció en Dolores, el 25 de enero de 1925.  Se casó con María Etcheverry, y en segundas nupcias con María Cristina Flores.  Sus restos descansaron en el cementerio local hasta el 27 de agosto de 1941, en que fueron trasladados al Panteón de la Policía de La Plata, ciudad en la que residió desde su ingreso a la institución, donde se mantiene vivo el culto a su memoria, con su nombre al frente de la Escuela Superior de la misma.
La personalidad de Vucetich adquiere a medida que transcurre el tiempo, un perfil cada vez más esclarecido y noble, justificándose los homenajes que se le tributaron a su existencia laboriosa y contraída, expuesta en la síntesis cabal que contiene la frase de su amigo el eminente penalista italiano Enrico Ferri: “Suo Nome restará nella storia della civiltá umana”.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo diccionario biográfico argentino – Buenos Aires (1985)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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