lunes, 12 de octubre de 2015

Martiniano Chilavert

Martiniano Chilavert






Martiniano Chilavert nació en Buenos Aires el 16 de octubre de 1798.  Interesándose por la artillería es dado de alta como subteniente en el Regimiento de Granaderos de Infantería.

Diversas convulsiones políticas en que se ve envuelto al lado de Alvear lo llevan a darse de baja del ejército en 1821, continuando sus estudios y recibiéndose de ingeniero en 1824.

Estallada la guerra contra el Brasil, se reincorpora al ejército siendo ascendido a capitán en 1826. Asistió a la batalla de Ituzaingó a las órdenes del coronel de artillería Tomás de Iriarte. Por su desempeño es promovido a sargento mayor.

Las guerras civiles lo encuentran junto a Lavalle del lado unitario, debiendo marchar al exilio en la Banda Oriental luego de la derrota. Volverá junto a Lavalle en la última campaña de este, debiendo regresar al Uruguay nuevamente derrotado.

Al llegarle las noticias sobre lo sucedido en la Vuelta de Obligado parece darse cuenta de que lado se encuentra la Patria, en carta a Oribe (carta del 11 de mayo de 1846) expresa cosas como estas:

“En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido siempre el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen un religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá; ¡traidor! ¡traidor! ¡traidor!”.

“El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella”.

Abandonó su exilio montevideano y cruzó el río para ponerse a las órdenes del Restaurador, quien sabiendo de sus quilates de militar valiente y avezado, puso la artillería a su mando. En la batalla de Caseros disparó hasta el último proyectil, haciendo blanco sobre el ejército imperial que ocupaba el centro del dispositivo enemigo. Cuando ya no le quedaban balas hizo cargar con piedras sus cañones. Luego, derrotado el ejército de la Confederación, recostado displicentemente sobre uno de los hirvientes cañones, pitando un cigarrillo, esperó a que vinieran a hacerlo prisionero. No se estaba rindiendo. Solamente aceptaba el resultado de la contienda.

Enterado Urquiza, ordena que sea conducido a su presencia. Ante su ademán, sus colaboradores se retiran dejándolos a solas.

Puede reconstruirse lo que ocurrió. El vencedor de Caseros habrá reprochado a Chilavert su deserción del bando antirosista. Don Martiniano le habrá respondido que allí había un solo traidor: quien se había aliado al extranjero para atacar a su patria. Pero algo más habrá dicho Chilavert. Quizá referido  a la fortuna de don Justo., de la que tanto se murmuraba. El Entrerriano abre entonces la puerta con violencia, desencajado, y ordena que lo fusilen de inmediato (El águila Guerrera; Pacho O´Donnell). A los pocos días fusiló al regimiento completo de Aquino, desde oficiales hasta el último soldado y los colgó de los árboles de Palermo. El representante inglés que visita a Urquiza en Palermo vuelve impresionado del espectáculo de cadáveres colgando varios días de los árboles de Palermo.

De la fortuna de Urquiza, y de los patacones recibidos por la traición, también hablará Sarmiento: “Yo he permanecido dos meses en la corte de Brasil, en el comercio casi íntimo de los hombres de estado de aquella nación, y conozco todos los detalles, general, y los pactos y transacciones por los cuales entró S. E. en la liga contra Rosas. Todo esto, no conocido hoy del público, es ya del dominio de la Historia y está archivado en los ministerios de Relaciones Exteriores del Brasil y del Uruguay.” [...] “Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado [Honorio Hermeto Carneiro Leão, o Indobregavel] referir la irritante escena, y los comentarios: “¡Sí, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales, mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse él solo los honores de la victoria.” (Domingo Faustino Sarmiento, Carta de Yungay, 13.10.1852)

Urquiza se instaló en la casa de Rosas en Palermo. Como Lavalle, para asegurarse el apoyo político repartió dineros públicos entre un numeroso grupo de oficiales y allegados. El reparto fue mayor que en 1829, también lo era el tesoro en 1852. Las órdenes de pago más modestas eran por veinte mil pesos. Don Vicente López y Planes cobró 200 mil pesos y aceptó asumir como gobernador de Buenos Aires.
He aquí una pequeña parte de la lista de los que recibieron los “incentivos de Urquiza”, claro que con dineros públicos:

Tte. Cnel. Hilario Ascasubi, 10 mil
Cnel. Manuel Escalada, 100 mil
Gral. Gregorio Aráoz de La Madrid, 50 mil
Gobernador de Corrientes, Benjamín Virasoro, 224 mil
Gral José M. Galán , 250 mil
Cnel. Bartolomé Mitre, 16 mil

¿Cuál es el legado que nos deja el coronel Chilavert?

Sin dudarlo debemos coincidir en que su mayor ejemplo es el colocar el amor a la Patria por sobre todo otro interés. Aun teniendo diferencias políticas de larga data con respecto al conductor de la Confederación Argentina, Chilavert deja de lado dichos reparos al comprender que lo que estaba en juego no era una mera disputa político partidaria sino los destinos mismos de nuestra nacionalidad.
Ya a más de siglo y medio de distancia su figura parece agrandarse constantemente, más aun al comparársele con ciertos personajes del hoy que practican la actitud inversa a la del gran coronel, es decir, colocan sus más mezquinos intereses por sobre el interés nacional.

Chilavert juega la carta de la Patria aun cuando todo parecía indicar que el triunfo le sería esquivo. No por una romántica atracción por las causas perdidas, sino por un cristiano compromiso con las causas justas, y ¿Qué causa más justa que la causa nacional?, Si como definiera tan simple como magistralmente el padre Leonardo Castellani: “La Patria es Dios en la tierra y Dios es la Patria en el cielo”.

¿Cuál es el estado del país hoy?, para entenderlo baste señalar que muchos de los que aquel 3 de febrero de 1852 empuñaron sus armas unidos al Brasil tienen hoy varios monumentos y periódicos homenajes en su honor, mientras que quien dejó de lado todo para morir defendiendo su suelo natal ni siquiera descansa en una tumba propia.

Nos queda por delante una tarea ardua y extensa, pero creemos que vale la pena intentarlo.

Fuente
Castagnino, Leonardo – La Gazeta Federal
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Reggi, Ing. Luciano – “3 de Febrero – Derrota nacional de Caseros y el Cnl. Martiniano Chilavert”

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

miércoles, 7 de octubre de 2015

JORGE BEAUCHEF

JORGE BEAUCHEF




Jorge Beauchef Isnel (1787, Velay, Francia - 10 de junio de 1840, Santiago de Chile), militar francés que participó en las guerras napoleónicas y posteriormente en la guerra de la independencia de Chile.

Nació en Francia, en el pueblito de Le Puy en Velay, departamento de Alto Loira. A los 18 años ingresó en la Armada Francesa, participando en las campañas de 1805, cayó prisionero de España en 1808.

Cuando escapó, huyó hacia Estados Unidos, donde fue invitado por las Provincias Unidas del Río de la Plata para ayudar en el Ejército de Los Andes, no alcanzó a ayudar en esa tarea, por lo cual cruzó hacia Chile, incorporándose a su ejército.

A órdenes del general francés Miguel Brayer tomó parte en la primera campaña del sur de Chile, y participó el 6 de diciembre de 1817 en el sitio y asalto de Talcahuano, como Segundo Comandante del Regimiento No. 1 de Línea, en la columna del general Juan Gregorio de Las Heras. Perdió un brazo en el asalto a la posición realista.

Participó en la Sorpresa de Cancha Rayada y en la batalla de Maipú. Dirigió un batallón en la segunda campaña del sur de Chile, y participó en la batalla de Bío Bío.

Ascendido al grado de mayor, se unió en 1819 a la campaña naval de Thomas Cochrane, que logró la rendición de la aislada y poderosa plaza fuerte realista de Valdivia.

Posteriormente, el 25 de febrero de 1820, Beauchef junto a su tropa, (quienes perseguían a los soldados realistas que huían desde Valdivia hacia Chiloé); una vez llegado a Osorno, tomaría posesión de la ciudad. Luego estos hechos, posteriormente el ejercito realista trataría de retomar la zona sur (incluído Osorno) desde Maullín, por lo que el 3 de marzo de 1820 Beauchef partiría de la ciudad de Osorno a combatirlos (en la batalla que sería conocida como el Combate de El Toro).

Fue nombrado gobernador de Valdivia, cargo que ocupó hasta 1822. Al dejar su cargo de gobernador se produjo una sublevación de antiguos realistas, que volvieron a la obediencia del rey de España. El propio Beauchef, al frente de 500 hombres, dirigió la campaña con la que Chile recuperó esa ciudad pocas semanas más tarde.

Se casó en 1822 con Teresa Manso de Velasco y Rojas.

En 1823 fue enviado como jefe de una expedición de ayuda a José de San Martín en el Perú, ya con el grado de coronel. Durante un tiempo fue comandante de la ciudad de Lima. Tras el fracaso de la Campaña de Intermedios regresó a Chile.

Participó en la batalla de Mocopulli, intento fallido de anexión de Chiloé en 1824.

Fue reformado y separado del ejército chileno en 1828, y en 1831 viajó a Francia para visitar a sus familiares y amistades, junto a su esposa. Dos años permanecieron en Europa antes de regresar a Chile, enfermo de gota. Se dedicó a escribir sus memorias de guerra. Estas no fueron publicadas en vida de su autor, pero fueron utilizadas más tarde por Diego Barros Arana para editar la primera Historia de Chile del siglo XIX.

Expiró en Santiago el 10 de junio de 1840, a los 53 años de edad, en su casa de calle Merced con Miraflores.


Fuente: Wikipedia

LORENZO BARCALA

LORENZO BARCALA




Lorenzo Barcala (n. Mendoza, Argentina, 23 de diciembre de 1793 - † Mendoza, 1 de agosto de 1835), militar argentino, que participó en las guerras civiles argentinas del lado del partido unitario, y uno de los pocos militares afrodescendientes en alcanzar el grado de coronel en ese país.

Hijo de esclavos, fue también esclavo en su niñez. Fue liberado por orden del gobernador de Cuyo, general José de San Martín, pero por causas desconocidas no se incorporó al Ejército de los Andes. Inició su carrera militar en 1818 como soldado del Regimiento de Pardos.
En 1820 participó en los desórdenes de la llamada Anarquía del Año XX, que tuvo uno de sus epicentros en Cuyo. Formó parte del ejército del general Bruno Morón, que combatió contra el general chileno José Miguel Carrera, y tras la muerte de Morón, luchó en la batalla de Punta del Médano a órdenes de José Albino Gutiérrez.
En 1822 era ya sargento mayor. En 1824 participó en una revolución contra el gobernador Gutiérrez; tras fracasar en el intento, huyó a San Juan. De regreso a Mendoza, secundó al coronel Juan Lavalle en la segunda revolución contra Gutiérrez, cuya victoria lo identificó definitivamente como personaje central del partido unitario local. Poco después participó, a órdenes de José Félix Aldao, en la represión de la revolución "eclesiástica" sanjuanina y la reposición en el gobierno deSalvador María del Carril.
En 1826 se unió al ejército que luchó en la Guerra del Brasil, a órdenes del coronel Ramón Bernabé Estomba. Participó en el fracasado ataque a Punta del Este y fue tomado prisionero. Estuvo varios meses en una cárcel en Río de Janeiro con la permanente amenaza de ser vendido como esclavo, hasta que recuperó la libertad en un cambio de prisioneros.

Se unió a la campaña del general José María Paz contra los federales del interior en 1829, y a sus órdenes peleó en la batalla de San Roque. El vencedor le encargó organizar un batallón de infantes negros, libertos: una libertad muy cara, que se pagaba con muchos años de servicio en el ejército. Fue muy querido por los negros, especialmente porque los defendía de las desprecios y atropellos de los blancos. Al frente de ese batallón peleó en las batallas de La Tablada, tras la cual fue ascendido al grado de teniente coronel, y Oncativo.
Después de esta última victoria fue ascendido a coronel, y enviado como segundo jefe del ejército de ocupación de Mendoza, que iba al mando de José Videla Castillo. Éste fue nombrado gobernador, y Barcala fue nombrado jefe de vanguardia y organizó un cuerpo de infantería, los Cazadores del Pilar. Participó en labatalla de Rodeo de Chacón como jefe de un ala de caballería contra las fuerzas de Facundo Quiroga, que los venció con relativa fácilidad.
Protegió a su jefe Videla Castillo en su retirada hacia el norte, donde se unieron a las fuerzas del general Lamadrid, nuevo jefe del ejército de la Liga Unitaria. A órdenes de éste combatió en la definitiva derrota que fue la batalla de La Ciudadela, donde fue hecho prisionero. Después de la batalla, Facundo Quiroga fusiló algunos oficiales. Al recibir a Barcala le preguntó "¿Que hubiera usted hecho, coronel, si me hubiera tomado preso?", a lo que Barcala respondió sin dudar "Lo hubiera fusilado, general". Quiroga admiraba el coraje y tras indultarlo lo nombró su jefe de estado mayor.
Cuando Quiroga se retiró de las actividades militares, instalándose en San Juan, Barcala se radicó allí. No quiso volver a Mendoza, ya que Aldao había jurado matarlo; incluso intentó convencer a Quiroga de que lo hiciera fusilar.
Participó de la campaña al desierto de 1833 bajo el mando del general José Ruiz Huidobro, y combatió contra los ranqueles de Yanquetruz en el combate de Las Acollaradas.
Muerto Quiroga en 1835, sus lugartenientes comenzaron a disputarse su herencia y se produjo una serie de conflictos entre Aldao, de Mendoza, Martín Yanzón, gobernador de San Juan, y Tomás Brizuela, de La Rioja. Más independiente y poderoso que éstos, el tucumano Alejandro Heredia pronto dominó todo el noroeste. El intrigante ministro de Yanzón, Domingo de Oro intentó librarse de Aldao por medio de una conspiración que dirigió Barcala desde San Juan. La conjura fue descubierta y sus jefes mendocinos arrestados y ejecutados, entre ellos el coronel José Ignacio Correa de Saá.
Pasado el peligro, Aldao —que no era el gobernador sino el jefe del ejército— exigió la extradición de Barcala; el ministro Oro —que estaba comprometido en el asunto— decidió salvar su vida entregando a Barcala. Tras un juicio que duró un mes, Barcala fue condenado a muerte y fusilado en Mendoza el 1 de agosto de 1835.
Su hijo Celestino Barcala peleó contra los federales en la década de 1860 y fue fusilado por Felipe Varela poco antes de su derrota en la batalla de Pozo de Vargas.

Bibliografía

 Newton, Jorge, José Félix Aldao, el fraile general. Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1972.
 Zinny, José Antonio, Historia de los gobernadores de las Provincias Argentinas, Ed, Hyspamérica, 1987.
 Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004.
 Academia Nacional de la Historia, Partes de batalla de las guerras civiles, Bs. As., 1977.
 Aráoz de Lamadrid, Gregorio, Memorias, Bs. As., 1895.
 Bischoff, Efraín U., Historia de Córdoba, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1989.
 Bischoff, Efraín, Por qué Córdoba fue invadida en 1829, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1975.
 Iriarte, Tomás de, La campaña del Brasil, Ed. Hyspamérica, Bs. As., 1988.
 Paz, José María, Memorias póstumas. Ed. Emecé, Bs. As., 2000.
 Cárcano, Ramón J., El general Quiroga. Ed. Emecé, Bs. As., 1947.
 Aubin, José María, Mármol y Bronce, Ángel Estrada y Cía., Buenos Aires, 1911


FUENTE: WIKIPEDIA

BACACAY

BACACAY



La Batalla de Bacacay es la que da origen a esta calle.

La batalla de Bacacay fue un enfrentamiento producido el 13 de febrero de 1827 entre las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata y las del Imperio del Brasil, enfrentados por el control de la Banda Oriental, en manos brasileñas desde 1824. El apoyo de Buenos Aires a la insurrección de los Treinta y Tres Orientales había desembocado en una contienda naval, en la que la armada comandada por Guillermo Brown se veía en inferioridad frente a las fuerzas brasileñas. A comienzos de 1827, y bajo el mando de Carlos María de Alvear, se iniciaron las hostilidades terrestres, tomándose la ciudad de Valles el 26 de enero. Poco más tarde las fuerzas del general Manuel Bentos hicieron frente a la columna de caballería (el regimiento de Granaderos a Caballo) e infantería (los Colorados de las Conchas) comandada por Juan Lavalle en Bacacay; el enfrentamiento se saldó favorablemente a los argentinos, que triunfarían nuevamente tres días más tarde en la batalla de Ombú, antesala de la de Ituzaingó.


Nota: en la bibliografía uruguaya y argentina se ha generalizado el nombre del topónimo Bacacay, aunque más correcto es Vacacay puesto que es una palabra compuesta española y guaraní que se puede traducir como (vaca + cay -cuerno) Cuerno de vaca. En Brasil se mantiene la grafía Vacacaí.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Gregorio Ignacio Perdriel

Gregorio Ignacio Perdriel




Nació en la ciudad de Córdoba el 5 de Mayo de 1785. Siendo sus padres D. Julián Perdriel y doña María Josefa Garay de Islas, pertenecientes ambos a antiguas familias del Virreynato.  Se inició en la carrera militar durante las invasiones inglesas.  En Abril de 1807 figuraba como subteniente de la 8ª compañía del Batallón de Patricios Voluntarios.  Después de la segunda invasión, el 31 de Julio del mismo año fue graduado capitán del mismo cuerpo, recibiendo la efectividad de este empleo el 29 de Agosto siguiente

El 23 de Marzo de 1809 era capitán graduado de teniente coronel en el mismo cuerpo de Patricios.  Por decreto del 13 de Enero de 1809, Perdriel fue confirmado por la Real Junta de Sevilla en su jerarquía de subteniente de Patricios.

Producida la revolución del 25 de Mayo de 1810, Perdriel fue uno de los patriotas más entusiastas por el nuevo orden de cosas y en su clase de capitán, acompañó al general Belgrano en su desastrosa campaña al Paraguay, en cuyas acciones de guerra se encontró.  En la batalla de Paraguary, el capitán Perdriel mandó la segunda columna de ataque.

El 16 de Enero de 1811 era promovido a sargento mayor del Regimiento Nº 1 y el 21 de Agosto del mismo año a teniente coronel del ejército. El 19 de Diciembre del mismo revista en el Regimiento Nº 1 con ese empleo.

Cuando el general Belgrano se hizo cargo del Ejército del Norte, Perdriel marchó a incorporarse al mismo después de la Batalla de Tucumán, con el Regimiento de Infantería Nº 1, lo que efectuó a fines de 1812, teniendo en aquel momento este cuerpo un efectivo de 523 plazas.  Con él asistió a la batalla de Salta, el 20 de Febrero de 1813, donde mandó la 6ª columna de ataque, y en la que resultó contuso; mereciendo ser recomendado en el parte por su bizarra comportación.

En el desastre de Vilcapugio, el 1 de Octubre de aquel año, mandaba la reserva de Belgrano y en la batalla de Ayohuma el 14 de noviembre, mandando su cuerpo, el Regimiento Nº 1, se encontró en el centro de la línea de combate, ostentando ya el grado de coronel que le había sido conferido el 25 de Mayo de 1813.

El 8 de Febrero de 1815 fue reconocido como coronel efectivo y el mismo día el gobierno nacional lo designaba gobernador intendente de Cuyo, en reemplazo del general San Martín.  Pero el Cabildo de Mendoza con fecha 21 de Febrero, se dirigió al Gobierno Supremo de las Provincias Unidas, solicitando que el general San Martín continuase desempeñando el puesto “porque así ha creído que convenía a la seguridad del Estado y a la tranquilidad de este País que se halla inmediatamente amenazado por el Conquistador de Chile”.  El 16 de Marzo el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata comunicaba al general San Martín su continuación en el mando de la provincia de Cuyo “entretanto existan los riesgos que la amenazan”.  El 5 de Mayo, Perdriel estaba de regreso en Buenos Aires, y el 29 del mismo mes fue designado vocal de la Comisión Militar.

Desalojado Alvear de la Dirección Suprema del Estado, por el motín de Fontezuelas, en Abril de 1815, poco después Perdriel se separó del servicio militar con fecha 14 de Febrero de 1816, “con goce de fuero y uso de uniforme”, en mérito a los servicios prestados a la causa de la libertad

Gobernador de la Fortaleza de Buenos Aires, el 25 de Noviembre de 1818, el 17 de Febrero del año siguiente fue designado comandante general interino de Fronteras.  En 1820 fue uno de los jefes que acompañaron al general Alvear en su intentona fracasada para apoderarse del poder en Buenos Aires, actitud suya que lo desconcertó ante el ambiente sano del país y que le resultó trágica personalmente, pues cayó prisionero de Dorrego en San Nicolás el 2 de Agosto.

El triunfo definitivo de los opositores a las tendencias de aquel General, impusieron al coronel Perdriel la aplicación de la Ley de Reforma el 28 de Febrero de 1822.  Revistó en el E. M. de Plaza desde el 14 al 16 de Abril de 1824, en “que pasó a la Marina”; pero el 25 de Setiembre del mismo revistaba agregado al E. M. Activo, habiendo cesado poco antes de ser Comandante de Marina.

El 29 de Diciembre de 1827 fue designado Jefe de Policía de Buenos Aires, cargo que ejerció hasta el motín de Lavalle, el 1º de Diciembre de 1828, renunciando y diciendo a Lavalle que “la sangre de su amigo Dorrego humeaba en su corazón”. A la caída del general Lavalle, el coronel Perdriel fue designado nuevamente Jefe de Policía por decreto del gobernador Viamonte, de fecha 3 de Setiembre de 1829, cargo que desempeñó hasta su muerte, acaecida el 3 de Marzo de 1832, víctima del cólera.  El mismo día el gobernador Juan Manuel de Rosas dictaba un decreto disponiendo la erección de un monumento en el Cementerio de la Recoleta, para guardar sus restos, el cual sería costeado por el Gobierno.  La “Gaceta Mercantil” del 7 de Marzo publicaba un sentido artículo necrológico, destacando los grandes servicios prestados a la Patria por este benemérito soldado.

El 15 de diciembre de 1831 el gobernador Juan Manuel de Rosas envió a la Sala de Representantes un mensaje para el ascenso a coroneles mayores, a los coroneles Agustín de Pinedo, Gervasio Espinosa, Félix de Olazábal, Angel Pacheco, Gregorio Perdriel y Celestino Vidal.  La Sala recién sancionó el ascenso propuesto el 11 de Setiembre de 1832, sin excluir en su resolución al ya finado coronel Perdriel, el cuál fue así promovido a general “post mortem”.

El coronel Perdriel fue diputado de la Legislatura de Buenos Aires, elegido en los comicios del 22 de Julio de 1827. Asimismo fue Jefe del Regimiento Patricios entre 1812 y 1813.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas, Tomo IV, Buenos Aires (1938).

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Francisco Uzal

Francisco Uzal



Nació en Buenos Aires en 1793, siendo su padre Miguel de Uzal, español de nacimiento, quien poseía una chacra en San José de Flores. Se cree que el futuro Coronel nació en el mes de setiembre del mencionado año. Se educó en esta ciudad. Se inició en la carrera militar como oficial de milicias, hallándose en la Reconquista de esta Capital, el 12 de agosto de 1806, y al organizarse la Legión Patricios de Buenos Aires, el 8 de octubre del mismo año Francisco de Uzal fue nombrado capitán de la 2ª Compañía del 1er Batallón de aquel cuerpo.
Con un efectivo de 4 sargentos, 7 cabos, un tambor y 49 soldados; y secundado por el teniente Pablo Illescas y el subteniente Narciso Machado, el capitán Uzal se batió valerosamente en las gloriosas jornadas del 2 al 6 de julio de 1807, con motivo del desembarco del segundo ejército invasor británico mandado por el teniente general John Whitelocke, en la playa de Quilmes; asistiendo a los combates que se libraron en el Puente de Gálvez, los Corrales de Miserere, y ya dentro de la ciudad, en aquellos días memorables. La compañía de Uzal se comportó dignamente en tal difícil emergencia.
Producido el movimiento emancipador de Mayo, Uzal se incorporó a la columna expedicionaria que marchó al Paraguay a las órdenes de Manuel Belgrano. Según una tradición de familia, equipó un escuadrón o compañía, de su peculio particular. El 18 de agosto de 1813 se le encuentra ya de comandante militar de San Fernando. (1)
En noviembre de 1814, siendo teniente coronel graduado, el Director Supremo de las Provincias Unidas, Gervasio Antonio Posadas, lo nombró Comandante General de la Frontera Norte; tomándose razón de este nombramiento en el Tribunal de Cuentas y en la Contaduría General el 9 de noviembre de 1814, y con fecha 3 de este mismo mes se le extendieron despachos de teniente coronel efectivo de ejército. El 17 de marzo de 1815 se hallaba listo a marchar con el Regimiento Nº 1. (2)
Perteneció al Estado Mayor de Plaza desde el 1º de julio de 1815 hasta el 16 de febrero de 1816, en que obtuvo despachos de“Comandante en Jefe de Asamblea – Regimiento Nº 2 de Milicias de Caballería de Campaña de Buenos Aires” de “nueva creación”(3). Se tomó razón de este ascenso en el Tribunal de Cuentas y en la Comandancia General del Ejército y Hacienda del Estado el día 19 del mismo mes y año. Dicho Regimiento comprendía las milicias de los partidos de San Fernando, San Isidro, Morón y San José de Flores; y desempeñó en aquella época la sargentía mayor del mismo Juan Manuel Rodríguez.
El 11 de junio de 1816 fue promovido al grado de coronel de caballería de línea. Con dicho cuerpo, el 7 de octubre de 1818, Uzal se hallaba en la Villa de Morón, listo para emprender la marcha para Santa Fe.
Al frente de su regimiento intervino en la campaña sobre Santa Fe, a fines de 1818, formando parte del Ejército de Observación mandado por el general Juan Ramón Balcarce; asistiendo a los hechos de de armas que tuvieron lugar contra las montoneras mandadas por Estanislao López. A raíz del Armisticio firmado en San Lorenzo el 5 de abril de 1819, se restableció momentáneamente la paz entre el Directorio de las Provincias Unidas y las provincias rebeldes. El coronel Uzal llegó a San Fernando con el Regimiento 2º de Campaña el día 19 de aquel mes y año, de regreso de la campaña que había terminado. Continuó desempeñando la comandancia de su cuerpo y la militar de San Fernando. En el ejercicio de este cargo delineó topográficamente los partidos de Olivos, Vicente López, San Fernando y San Isidro.
Después de la campaña de comienzos de 1820, con fecha 16 de febrero de aquel año, el coronel Uzal pasó a revistar en el Estado Mayor de Plaza, en Buenos Aires; situación de revista que conservó hasta el 28 de febrero de 1822, en que fue incluido en la Ley de Reforma.
El coronel Francisco de Uzal falleció en Buenos Aires el 26 de junio de 1823, a la edad de 40 años; siendo sepultados sus restos en el Cementerio del Norte, al día siguiente. Reposan actualmente en el Cementerio de la Chacarita, en el Panteón de la Sociedad Militar de Socorros Mutuos, al que fueron trasladados el 31 de marzo de 1939, previos los honores de ordenanza.
Se unió en matrimonio con María Josefa de la Rosa (viuda de Juan Monicos); con quien tuvo, según referencias de familia, sólo dos hijos: Francisco y Josefa Petrona del Rosario Uzal, bautizada esta última en Buenos Aires, el 19 de octubre de 1807.
Referencias
(1) Fecha ésta en la cual Uzal comunicó al Gobierno que antes de salir el sol había entrado en Las Conchas, un falucho y dos lanchones al mando de Zabala, “el mismo que derrotó San Martín en San Lorenzo”.
(2) ”Al arreglo e instrucción de las milicias de campaña”.
(3) Comandante de escuadrón Lucas Villarino.
FuenteEfemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939)
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Padre Tomás Onésimo Canavery

Padre Tomás Onésimo Canavery



Nació en Buenos Aires el 14 de febrero de 1839, cursando en esta ciudad sus estudios primarios, para continuarlos en el Seminario de San Lorenzo, donde se ordenó. Fueron sus padres Tomás Canavery y Macedonia Castilla, porteños.
En la batalla de Caseros figuró ya con la asimilación de subteniente o alférez, encontrándose entre los defensores del Palomar, y poco después de estallar la revolución del 11 de setiembre, se incorporó a los defensores de su ciudad natal.
Apenas iniciada la guerra con el Paraguay el capitán Canavery se apresuró a incorporarse a las fuerzas que iban a operar contra los invasores de Corrientes, y con fecha 17 de mayo de 1865 fue dado de alta en el Ejército como sargento mayor graduado en el Cuerpo de Capellanes (Capellán de División).
Ejerciendo sus funciones espirituales, Canavery se halló en las siguientes funciones de guerra: batalla de Yatay, el 17 de agosto de 1865, por la que recibió la medalla de oro acordada por el Gobierno Oriental; sitio y rendición de Uruguayana, el 18 del mes siguiente, por la que obtuvo la medalla del mismo metal acordada por el Emperador Pedro II dos días después; Paso de la Patria, el 16 de abril de 1866; Estero Bellaco del Sud, el 2 de mayo del mismo; y sangrienta batalla de Tuyutí, el 24 del mismo mes y año, por la que recibió los cordones de oro que fueron acordados por la ley del 5 de octubre de 1872.
Por haberse enfermado en el mes de junio de 1866, el capellán Canavery debió pasar al Hospital, razón por la cual no se encontró en los combates de Yataytí-Corá, Boquerón y Sauce. Reincorporado al ejército de operaciones en el mes de setiembre de 1866, se halló en el asalto de Curupaytí, y después, continuó ejerciendo sus funciones sacerdotales en el curso de la campaña, asistiendo a otros hechos de armas, entre los cuales debe citarse el rechazo del ataque paraguayo al campamento aliado de Tuyutí, el 3 de noviembre de 1867. Fue tan brillante la conducta de Canavery en la batalla de las Lomas Valentinas, librada el 27 de diciembre de 1868, que el general Gelly y Obes lo promovió a teniente coronel “sobre el campo de batalla”.
Ricardo Gutiérrez, el inolvidable médico de aquella cruenta campaña y esclarecido poeta que con tanta emoción como patriotismo cantó estrofas rememorativas de hechos heroicos, compuso la poesía “El Misionero”, que ha recorrido el mundo, inspirada en la actuación del capitán Canavery en Lomas Valentinas, que el médico-poeta presenció. Gutiérrez, en el Hospital de Niños que fundó, fruto de su incansable afán por el bien, contaba con frecuencia a sus discípulos la gesta de Canavery en Lomas Valentinas. En 1883 sus alumnos le entregaron un hermoso cuadro que el cuerpo médico del Hospital obsequió a su maestro y benefactor. El obsequiado reunió en una comida íntima para agradecer el regalo, en la cual relató la actuación de Canavery en la mencionada acción. El Dr. Pedro J. Coronado, en carta escrita al capellán militar José I. Yani el 16 de diciembre de 1813, decía:
“El Dr. Gutiérrez nos reunió en una comida íntima para agradecer el obsequio y fue allí, en plena confidencia, donde nos refirió sus recuerdos y entre ellos el inolvidable día de Lomas Valentinas.
“Ninguno de nosotros ha olvidado aquella fisonomía severa, pero abierta y digna, y sobre todo, aquel sello de orgullo distinguido con que refirió la hazaña única, inmensa y gloriosa, de aquel padrecito pálido y silencioso que sufriera las burlas de los practicantes con evangélica resignación.
“La hora era de inmensa emoción, nos dijo; sobre nuestro campo caía una lluvia de balas y la zona mortífera era un sepulcro seguro para el que se atreviera a penetrar en ella. El honor y la disciplina se impusieron y recibimos orden de avanzar y avanzamos hacia la fragua, hasta el volcán, pues allí ardía todo, y, cuál no sería mi sorpresa, cuando vi al padrecito Canavery en el puesto de mayor peligro, al que había llegado él primero para dar el adiós postrero a los que morían con la sonrisa en los labios por haber defendido la Patria como nunca. Le pedí perdón y le manifesté mi admiración y en aquel instante recibí algo como un soplo divino que me inspiró “El Misionero”, poesía en que volqué mi pensamiento sobre el creyente, que yo personificaba en la figura del padre Canavery, que conquistó aquel día el respeto y cariño de todos”.
“El Misionero” evoca magistralmente el gesto heroico del piadoso sacerdote, que en lo más recio de la acción se le veía recogiendo heridos, auxiliando a los moribundos, siempre bueno y tranquilo, con palabras de aliento para unos y de consuelo para todos. Terminada la acción, cuando las tropas extenuadas por el duro batallar reposaban de sus duras fatigas, el capitán Canavery proseguía su tarea espiritual y humanitaria, visitando los hospitales de sangre y deteniéndose a la cabecera de los enfermos infecciosos, cuyo contagio constituía un peligro posiblemente mayor que el del combate mismo.
Canavery continuó en campaña hasta el final de la guerra. Asistió a la última etapa de aquella cruenta lucha, y terminada la campaña, quedó agregado a las tropas que ocuparon la ciudad de Asunción. El 9 de setiembre de 1871 ordenó la Inspección y Comandancia General de Armas, que el capellán Canavery, mientras prestara servicios en Asunción, fuese ajustado por la Plana Mayor Activa.
Revistó en aquella Plana Mayor con la nota “En la Asunción”, hasta setiembre de 1874, fecha en que pasó a continuar sirviendo en Villa Occidental hasta el mes de noviembre de 1875, en que pasó al Hospital Militar, pero revistando siempre por la P. M. A. En enero de 1877 fue dado de baja por haber sido suprimido del presupuesto.
El 9 de noviembre de 1887 fue reincorporado al Ejército, revistando en la P. M. D. hasta enero de 1888, en que se le hizo figurar en la P. M. I., donde revistó hasta el 11 de julio de 1890, en que fue incorporado a la Plana Mayor Activa.
En mayo de 1895 pasó a la “Lista de Guerreros del Paraguay”, en la que figuró hasta el año 1897 en que pasó a situación de retiro.
Canavery vivió sus últimos años en su ciudad natal, en la que falleció el 13 de setiembre de 1913. Los principales diarios metropolitanos recordaron en sendas biografías la vida consagrada al bien y a la Patria del ilustre muerto. “La Nación”, dijo entre otras cosas:
“Este sacerdote ejemplar, que pasa por los campos de batalla curando las heridas del cuerpo como las del alma; que es capellán y enfermero a la vez; que predica la religión y el patriotismo con el mismo entusiasmo y con la misma fe, ostentaba en su traje religioso las siguientes condecoraciones: medalla conmemorativa de la toma de Uruguayana, cordones de Tuyutí, escudo de Curupaytí, estrella de la provincia de Buenos Aires de la Guardia Nacional, medalla otorgada por la Nación a la terminación de la campaña, y las cruces oriental y brasileña que los gobiernos aliados ofrecieron a los guerreros del Paraguay”.
Ante el sepulcro abierto que debía guardar sus restos para el descanso eterno, pronunciaron sentidas y elocuentes oraciones fúnebres, Juan José Biedma y Constantino Lorenzo, Director del Colegio de Huérfanos Militares. El último, en uno de los párrafos de su bien inspirado discurso, dijo:
“Fue capellán, soldado y enfermero, hermosa trinidad de inclinaciones que hacen de él un hermoso ejemplar de virtudes volcadas en el estrecho molde de un hombre que por ese solo hecho se eleva sobre el nivel común, rodeándose por esa misma causa de los prestigios que siempre alcanzan los que, aunque medianamente, arrojan a su alrededor, siquiera sea un ligero destello de luz propia”.
El Misionero
(Ricardo Gutiérrez)
Cuando el mundo pasado
La órbita del Olimpo recorría
En un cielo sin Dios, desamparado;
Cuando la ciencia idólatra mentía,
Y el arte corrompido blasfemaba,
Y en el estruendo de perpetua orgía
La miserable humanidad rodaba…
Abrió la Cruz sus descarnados brazos,
Con su gigante sombra cubrió el suelo,
Y el hombre en ella al estampar sus pasos
Sintiendo al Dios que el Universo encierra,
Alzó la frente al cielo
¡Y cayó de rodillas en la tierra!
¡Así la humanidad fue redimida,
Así el Cristo en la Cruz cambió su suerte;
Así desde el espanto de la muerte
A la inmortalidad alzó la vida!
Desde el polvo del hombre hasta Dios mismo
Sólo la Cruz alcanza:
¡Ella es la tabla en que salvó el abismo
Desde la tierra al cielo la esperanza!
Las creencias pasan, la razón vacila.
El ideal del arte se transforma;
La estirpe humana misma
Girando en el perpetuo torbellino
Donde la guía el resplandor divino.
Acercándose a Dios cambia de forma.
La ciencia balbuciente
Llama al dintel de la verdad en vano.
Sin encontrar siquiera
La ley que rige la materia inerte,
¡Y enciende el pensamiento soberano.
Que en la frente del hombre reverbera
Como diadema del linaje humano!
¿Qué ha sido de la espada,
Qué ha sido del poder y de la gloria
Con que la España deslumbró la historia
Al pisar en la América ignorada?
¡Lo que fue de la estela
Que en las olas del mar dejó el sendero
De la audaz carabela
Que guió de Colón la fe cristiana!
¡Sólo quedó la cruz del Misionero
Abrazando la tierra americana!
Con júbilo profundo
Lo ve la mente que la ciencia absorbe,
Lo escucha el alma en su esperanza tierna:
Todo pasa en el mundo,
Todo cambia en los ámbitos del orbe:
¡La Cruz sólo es eterna!
…………………………………………
Hombre mortal que brillas
En la aureola de Dios como una estrella,
¡Yo soy el Fraile que en tu burla humillas.
Yo levanto la Cruz… yo muero en ella!…
Yo soy su misionero.
Yo soy su combatiente solitario;
¡Todas las sendas sobre el mundo
entero Son para mi la senda del Calvario!
Soy el hijo proscrito
De la familia humana,
¡El hogar de la paz y la alegría
Se cierra para siempre al alma mía.
Que ata el lazo bendito
Que el padre al hijo ligará mañana!
En la cuna inocente
Donde tú ensayas tu primer respiro.
Pongo el sello de Dios sobre tu frente;
Y en el lecho doliente
Donde exhalas el último suspiro
De la vida precaria,
¡Yo aliento tu partida,
Te enseño el rumbo de la eterna vida
Y te levanto al cielo en mi plegaria!
Cuando tu pecho late
Bajo la noble cota del soldado,
Yo te sigo a la brecha del combate
Con la sandalia de mi pie llagado;
Y entre el humo y la sangre y la metralla
Que ocultan a los cielos tus despojos,
¡Te hago besar la Cruz en la batalla
Y te cierro los ojos!
Y yo también en la existencia triste
¡Soy soldado de Cristo sobre el mundo!…
Bajo la saya que mi cuerpo viste
Llevo el arma divina,
Llevo la Cruz sagrada
Que las tribus caribes ilumina:
¡La Cruz, más poderosa que la Espada!
La Cruz, que guarda en el hogar paterno
La fe sublime en que tu amor reposa;
La Cruz, donde repite el niño tierno
La oración de la madre y de la esposa;
¡La Cruz, que en el regazo
De la sagrada tierra
Que las cenizas de tu padre encierra,
Cubre tus hijos con su eterno abrazo!
Cuando las hordas bárbaras rugieron
Y a la sombra de Atila se lanzaron.
Y a la espantada Europa sorprendieron,
Y entre sus propias ruinas la abismaron.
El Fraile moribundo,
Hasta en las Catacumbas perseguido,
Salvó en las Catacumbas escondido
El progreso del mundo;
¡La ciencia, el arte, la verdad, la historia.
La civilización, que alza en su huella
El hombre hasta la gloria,
Al resurgir la Cruz renació en ella!
¿Qué fue un tiempo tu mansión paterna.
Qué fue el hogar donde tu amor sonríe,
Qué fue tu patria entera
Donde hoy sus pasos el progreso estampa?…
Antes de alzar mi cruz, ¿sabes lo que era?
¡El salvaje desierto de la Pampa!
¡Yo caigo en él! ¡Soy el primer cristiano
Que recibe del bárbaro la flecha,
Y abre en sus hordas la primera brecha
Al pensamiento humano!
¡Y sobre el rastro de la sangre mía
Con que el desierto indómito fecundo,
Tiende la libertad la férrea vía
Por donde cruza el porvenir del mundo!
¡Yo caigo en él! ¿Qué pierdo
En la vida de glorias rodeada
Cuando la muerte mi pupila cierra?…
¿Qué puede sollozar en mi recuerdo?
¡El pedazo de piedra
Que me sirvió de almohada,
Y el mendrugo de pan con que la tierra
Alimentó mi paso en mi jornada!
¡Sobre la huesa mía
En el mundo feliz, sólo un lamento
Viene a llorar sobre la noche umbría…
El gemido del viento!
Caigo bajo la Cruz con que combato
Por la gloria del hombre eternamente…
Y ahora, mundo ateo, mundo ingrato,
¡Escúpeme en la frente!
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Gutiérrez, Ricardo – El Misionero
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).
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