sábado, 29 de agosto de 2015

Pedro Antonio Cerviño

Pedro Antonio Cerviño



Nació el 6 de setiembre de 1757 en Santa María de Moimenta, jurisdicción de Baños, Concello de Campo Lameiro, Galicia, España.  Fueron sus padres, Ignacio Cerviño y Leonor Núñez, quienes contrajeron matrimonio el 3 de diciembre de 1753, en Los Baños, Pontevedra, España.  Pedro Antonio Cerviño tuvo su bautismo infantil el 27 Octubre 1757 en Los Baños, Pontevedra, España (Parroquia Santa María de Moimenta).  Educado en la Academia Naval de Ferrol, vino al Río de la Plata en calidad de ingeniero de la Comisión demarcadora de límites con Portugal, enviada por el Rey para la ejecución del convenio celebrado el 11 de octubre de 1777.  Es posible que Cerviño haya llegado a Buenos Aires conjuntamente con Félix de Azara, de quien era amigo personal y al que acompañó para secundarlo en la comisión demarcadora que se confió a aquel erudito para fijar los límites de la provincia del Paraguay.

Pedro Antonio Cerviño ha sido uno de los españoles que han prestado mayores servicios y de los que más se han distinguido en el Virreinato del Río de la Plata, habiendo sido no sólo un inteligente colaborador de Azara en sus trabajos oficiales de demarcación, sino también un excelente naturalista y geógrafo.  El 28 de diciembre de 1781 fue designado Geógrafo de la línea divisoria, nombramiento que fue confirmado por resoluciones del 24 de mayo y del 10 de julio del año siguiente.  El 3 de noviembre de 1783 era destinado como ingeniero de la 3ª partida de la línea divisoria.  En aquella época penetró en el Chaco, hacia el naciente de Santiago del Estero, con Miguel Rubín de Célis, oficial de la Real Armada, para reconocer el hierro meteorítico, que ha sido objeto de investigaciones ulteriores.  A él se debe el croquis de la expedición y los dibujos del legendario “Mesón de Fierro”, meteorito extraviado desde 1783, en las planicies del sudoeste chaqueño.

Félix de Azara dio por terminada su comisión en 1792, la que fue constantemente obstruida  por la infidencia de los representantes portugueses.  Cerviño regresó entonces a Buenos Aires, donde se estableció definitivamente y continuó prestando servicios de importancia.  Espíritu liberal y progresista, fue uno de los más decididos partidarios en el seno del Consulado, de las ideas y planes económicos del joven secretario Dr. Manuel Belgrano.  Con este motivo, Cerviño presentó a aquel Tribunal una extensa exposición en la que desenvolvía sus propias ideas, apoyando las de Belgrano y desacreditando el monopolio.  Por esta razón, el Prior pidió que se mandase recoger y quemar el borrador, por contener, entre otras, la siguiente proposición herética: “Nuestras embarcaciones irán a los puertos del Norte.  Los españoles harán sus compras en las mismas fábricas”.  Martín de Alzaga respondió a Cerviño, rebatiendo sus puntos de vista.

Una de las primeras obras que ideó el Consulado fue la construcción del muelle de Buenos Aires y para llevarla a cabo, encargó a los matemáticos Cerviño y Gundin levantar un plano del puerto, haciendo sondear el río.  Y con la aprobación del Virrey se había iniciado la ejecución de la obra en 1799, cuando llegó la desaprobación de la Corte y fue necesario interrumpirla.

Más tarde, cuando gracias a los esfuerzos de Belgrano, el Rey consentía en la creación de una Escuela de Náutica, la que fue instalada el 26 de noviembre de 1799, el ingeniero geógrafo Pedro Cerviño y el agrimensor Juan Alsina, obtenían las cátedras por oposición, siendo Azara uno de los examinadores.  Allí enseñó matemáticas, geometría e hidrografía, junto con el salteño Francisco Gavino Arias (1732-1808).

Con motivo de la distribución de premios en aquella Escuela, el 13 de marzo de 1802, Belgrano pronunció un discurso, en el que se expresó así: “Don Pedro Antonio Cerviño, a quien todos conocemos, es acreedor a estos títulos.  Las pruebas que ha dado en servicio del Monarca y del Estado en obsequio de los particulares y de cuantos han ocupado sus talentos justificarían mi proposición, pero no hablo a esos, no, ya sabéis su desinterés, su sabiduría y su aplicación manifestadas en esta academia.  Cerviño llevado sólo del deseo de propagar sus ideas y de ser útil al Estado, se presenta gustoso a la palestra, obtiene la victoria como un valeroso atleta, da a conocer sus talentos e instrucción y los examinadores a pública voz lo proclaman primer Director; defiere este Consulado al justo voto, le confiere la plaza y le posesiona de ella bajo la condición predicha”.

Por orden del Virrey Avilés, levantó un plano general de Buenos Aires y practicó estudios topográficos en la Ensenada de Barragán, y al miso tiempo que se ocupaba de estos trabajos de carácter local, Cerviño seguía el movimiento intelectual del viejo mundo, siendo su casa el centro de reunión de los pocos hombres de labor literaria y científica con que contaba por entonces la capital del Virreinato.  Fue también colaborador del “El Telégrafo Mercantil”, dirigido por el coronel Cabello y Mesa, así como también, de “El Semanario de Agricultura y Comercio”, dirigido por Hipólito Vieytes.

Durante las invasiones inglesas combatió valerosamente al frente del Tercio de Gallegos, en calidad de comandante, cuerpo que sumaba 510 hombres y del cual recibió la confirmación de su cargo de teniente coronel por Real Orden expedida en Sevilla el 13 de enero de 1809.  Durante los agitados días de mayo de 1810, sus ideas fueron así formuladas: “Que se forme una junta de Gobierno de vecinos buenos y honrados a elección del Excelentísimo Cabildo, que a nombre del Rey Nuestro Señor Don Fernando Séptimo, atienda a la Gobernación y Defensa de estos Dominios, cuyo presidente, puede ser el Excelentísimo Señor Virrey, convocado a las ciudades interiores para que también sus vocales vengan”. Aparte de algunos adherentes civiles, el único voto de militar que obtuvo esta propuesta fue el del comandante Terrada.

Establecida la Junta, Cerviño fue uno de los pocos peninsulares que se puso a su servicio.  Cuando en 1812 el gobierno creó la Academia de matemáticas, Cerviño fue nombrado su director.  En 1814 levantó un plano topográfico de la ciudad, muy curioso, que se conserva en el museo de San Fernando, el que fue grabado en Londres, en 1817.

Este ilustrado español que tantos servicios prestó a nuestro país, falleció en Buenos Aires, el 30 de mayo de 1816, siendo sepultado su cadáver en el convento de San Francisco.  Se había casado con María Bárbara de Barquín y Velasco Tagle Bracho el 9 abril 1802 en Buenos Aires, en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced.

Fuente
Ayuntamiento de Campo Lameiro; A Lagoa. Praza da Provincia de Pontevedra.
Genealogía de los Tagle – Personal Ancestral File.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Oscar A. – Meteoritos – Historias caídas del cielo
Yaben, jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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viernes, 28 de agosto de 2015

General Félix de Olazábal (1797-1841)

General Félix de Olazábal (1797-1841)


Nació en Buenos Aires el 20 de noviembre de 1797, siendo sus padres Benito de Olazábal, natural de Irún, en la provincia de Vizcaya y Matilde de San Pedro Llorente, porteña.  Desde muy joven sus padres, que poseían una sólida fortuna, quisieron destinarlo al comercio, pero sus sentimientos patrióticos le impulsaron a seguir la carrera de las armas, incorporándose  el 12 de febrero de 1813 como cadete de artillería de Buenos Aires.  Posteriormente solicitó y obtuvo el pase a la Compañía de Cazadores del Batallón Nº 7 de Infantería, cuerpo que se acababa de crear y que estaba destinado a incorporarse al Ejército Auxiliar del Alto Perú.  El 26 de julio del mismo año es promovido a teniente 1º.

Unas graves dolencias lo obligaron a separarse del ejército y apenas restablecido se incorporó a las fuerzas que operaban en Santa Fe hasta junio de 1816, integrándose después al Ejército de los Andes, que San Martín alistaba en Mendoza.  Olazábal cooperó eficazmente en la organización y disciplina del ejército.  Pocos días después de acometerse la magnífica empresa transcordillerana, el 27 de diciembre de 1816, fue promovido a capitán del batallón Nº 8, en la 1ª compañía.

Se batió en la Batalla de Chacabuco, que es la primera acción de guerra importante que libró el Ejército de los Andes.  Allí el capitán Olazábal tuvo su consagración histórica: al mando de la compañía del Batallón Nº 8 se lanzó al asalto sobre los veteranos españoles en Talavera de la Reina.  En esa cruenta lucha fue herido gravemente de bala en el brazo derecho, causa por la cual no pudo intervenir en la campaña del S. de Chile.  Por su actuación en la Batalla de Chacabuco recibió una medalla de plata otorgada por el gobierno de las Provincias Unidas.

Restablecido de su herida participó de la acción de Cancha Rayada, el 19 de marzo de 1818 y posteriormente en Maipú. Por su comportamiento honroso mereció las condecoraciones otorgadas por los gobiernos de Chile y de las Provincias Unidas a los vencedores de aquella jornada sangrienta y decisiva.

El 10 de junio de 1820 era graduado sargento mayor, en circunstancias en que se alistaba con las legiones que iban a intervenir en la expedición libertadora al Perú, con la cual se embarcó en el puerto de Valparaíso.  Desembarcadas las tropas expedicionarias en la bahía de Paracas, el general San Martín, rindiendo homenaje a la acrisolada honradez y a la inteligencia de este ilustre soldado, lo destinó con una compañía de granaderos a la ciudad de Trujillo, para proteger la independencia de aquel Departamento, que aún lo ocupaban los españoles.  En Trujillo formó el batallón Nº 2 del Perú, cuya jefatura retuvo más adelante, cuando fue ascendido a sargento mayor efectivo con el grado de teniente coronel, el 6 de julio de 1821.

Por motivos de salud el Marqués de Torre Tagle relevó a Olazábal.  Posteriormente con la tropa Nº 2 del Perú participó con valor en la campaña de Quito, especialmente en la célebre Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.  El 23 de junio de ese mismo año recibió la condecoración con el lema: “Libertador de Quito – Año 1822”, recibiendo además otra de oro de parte del gobierno de Colombia y el título de “Benemérito de la Patria en grado heroico”.  San Martín le otorgó la condecoración del “Sol del Perú”.  El 25 de setiembre de 1823 fue nombrado Gobernador Intendente de la provincia de Ica y en diciembre Comandante General de la Costa Sud, ya con el grado de coronel.

Al producirse la sublevación del Callao, el 5 de febrero de 1824 el general Bolívar lo elige para parlamentar con los sublevados de aquella fortaleza.  Estos, violando las leyes de la guerra lo tomaron prisionero, siendo libertado gracias al teniente coronel Niceto Vega, ligado a Olazábal por una fuerte amistad, quien se ofreció para ocupar su lugar.  Su proposición no fue aceptada, pero al siguiente día Olazábal recobró su libertad.

Olazábal se trasladó a Trujillo con su familia y luego fue comisionado por el general Cirilo Correa para conducir a Buenos Aires todos los oficiales que existían del antiguo Ejército de los Andes.  Se presentó al Gobierno de Buenos Aires el 2 de julio de 1825. 

El 22 de abril de 1826 se incorporó al Ejército de Observación, que bajo el mando del general Martín Rodríguez, acababa de vadear el río Uruguay, listo para comenzar las operaciones contra el Imperio del Brasil.  Allí organizó el Batallón 1º de Línea, que tomó después la denominación de 5º de Cazadores.  En la Batalla de Ituzaingó el coronel Olazábal acreditó una vez más sus excepcionales calidades de hombre de guerra: destacado por el general Alvear para ocupar muy temprano una colina que éste consideraba, era la llave de la posición, lo hizo acompañado por la batería mandada por Martiniano Chilavert y el 1er Cuerpo mandado por el general Lavalleja.  Durante las primeras fases de la batalla sostuvo con decisión el fuego de su batallón, disputando el terreno que ocupaba a los enemigos, hasta que la llegada de los restantes cuerpos del Ejército Republicano alivió la ruda tarea del 5º de Cazadores.  Por su comportamiento el coronel Olazábal recibió el escudo y el cordón de honor acordado a los vencedores de aquella gloriosa jornada.

En 1827 se incorporó a las fuerzas sitiadoras de Montevideo.  A su regreso a Buenos Aires, el gobernador Dorrego lo nombró subdelegado de Marina del Salado y comandante militar de la Costa Sud.  En dos ocasiones rechazó ataques brasileños al puerto del Salado. 

El coronel Olazábal acompañó al general Lavalle en el movimiento del 1º de diciembre, y juntamente con otros jefes firmó un Manifiesto explicando su pronunciamiento en aquella grave emergencia.  Pero la actitud de Olazábal estuvo de inmediato en desacuerdo con el general Lavalle, pues hizo esfuerzos para evitar el fusilamiento de Dorrego, y este hecho aumentó su disidencia con los hombres que dominaban la situación.  Sus ideales se inclinaron a favor del sistema federal de gobierno, al igual que Dorrego.

En 1831 marchó a Córdoba contra el general Paz.  A fines de ese mismo año fue propuesto por Juan Manuel de Rosas a la H. Sala de Representantes para la jerarquía de coronel mayor, ascenso que le fue acordado.  En 1833 fue elegido diputado a la Legislatura y nombrado Jefe de Policía.

En octubre de 1833, con motivo de la Revolución de los Restauradores,  mandaba una parte de las fuerzas del gobernador Balcarce.  La caída de este impuso a Olazábal la emigración al puerto de Las Vacas (hoy Carmelo, Uruguay).  Luego se radicó en Montevideo, donde permaneció en compañía de su esposa. Manuela Cagigas y Martínez,  y sus ocho hijos. Allí falleció el 18 de octubre de 1841.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas -  Buenos Aires (1939.

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SAN JUAN BOSCO “DON BOSCO” “Patrono de la Patagonia”

SAN JUAN BOSCO “DON BOSCO” 

“Patrono de la Patagonia”



La figura histórica del popular sacerdote conocido como “Don Bosco”, está vinculada a la historia argentina, si bien el personaje nunca se encontró físicamente dentro de nuestro país y ni siquiera en América.  Fundador en Italia de la Sociedad de San Francisco de Sales (salesianos, hoy Sociedad Don Bosco), y del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas), como también de la Pía Unión de Cooperadores Salesianos, Don Bosco –elevado a los altares por la Iglesia Católica con el nombre de San Juan Bosco-, está presente en el desarrollo histórico argentino a través de sus obras, y especialmente, por sus gestiones, lograda con toda eficacia, para que las mismas arraigaran en nuestras patrias, en particular, con las misiones en la Patagonia.
De familia modestísima, nació en Bechi, en el Piamonte (Italia), el 16 de agosto de 1815, siendo hijo de los labradores Francisco Bosco y Margarita Occhiena.  Al día siguiente de su advenimiento recibió las aguas del bautismo, haciendo su primera comunión el 26 de marzo de 1816.  Nueve años más tarde, el 25 de octubre de 1835, vistió la sotana en Castelnuovo mientras cinco años después ingresó al Seminario de Cheri, ordenándose sacerdote en Turín el 5 de junio de 1841.
De inmediato dio comienzo a su apostolado social entre la juventud, fundando con Bartolomé Gaselli el 8 de diciembre del mismo año, la Obra de los “Oratorios Festivos”, con la cual se instaló más tarde, acompañado por su madre, en el barrio turinés de Valdocco.  Así surgió la institución salesiana aprobada definitivamente por la Santa Sede, el 3 de abril de 1874.
En ese ínterin, Don Bosco en 1854, tuvo varios repetidos sueños que él mismo consignó en su “Diario”, y que mucho le impresionaron: vio rostros e indumentarias de indios patagónicos rodeando al entonces niño Cagliero –su discípulo y el más tarde Cardenal Cagliero-; vio también a misioneros de su congregación predicando ante esos indios en la región de las pampas argentinas, etc..  Todo ello, sin duda, por la impresión que habían dejado en su espíritu diversas lecturas referentes a nuestra Patria.
A raíz de los sueños se interesó por conocer muy a fondo la historia, la geografía, la etnografía y la vida argentina en todos sus aspectos, convirtiéndose en un documentado conocedor de la Patagonia a través de las noticias recogidas desde distintas fuentes.
Veinte años después de aquellos sueños, un amigo suyo que residía en la Argentina, el presbítero Dr. Pedro Ceccarelli, párroco de San Nicolás de los Arroyos, intensificó las primeras gestiones para que los misioneros salesianos pudiesen arribar a nuestro país.  Así se completaron los conjuntos, trámites que otro amigo de Don Bosco, el señor Juan Gazzolo, cónsul argentino en Savona, venía realizando al respecto, tanto ante las autoridades eclesiásticas y civiles de la Argentina, como ante el propio sacerdote.
Todas esas gestiones cristalizaron en el envío de la “Primera Misión Salesiana a la Argentina”, dirigida por el Padre Juan Cagliero.  La misma partió desde Génova a bordo del vapor “Savoia”, el 14 de noviembre de 1875, desembarcando un mes más tarde en Buenos Aires. 
Al año siguiente, a pedido del Papa Pío IX, Don Bosco presentó a la Santa Sede su notable “Memorándum para el estudio de la creación de la Prefectura Apostólica en la Patagonia Argentina”, verdadero documento de civilización y apostolado en esas regiones entonces irredentas a la fe y poblada por indígenas en estado salvaje
El 17 de abril de 1876, Don Bosco reunió un Capítulo salesiano donde propició la fundación de “un cordón de colegios salesianos a lo largo de las puertas de la Patagonia”, como bases para la formación de misioneros autóctonos encargados de convertir a los salvajes.  Desde entonces, los afanes del Padre Bosco no cesaron al respecto, manteniendo frecuente correspondencia con el Arzobispo de Buenos Aires, Mons. León Federico Aneiros, e instalando a sus misioneros radicados ya en la Argentina, en especial a Cagliero y a Costamagna, para que se internaran cuanto antes a la Patagonia.
En 1877, cuando el Arzobispo Aneiros visito Roma tuvo por acompañante al P. Bosco, y con él pasó a Turín el 26 de junio del mismo año.  Por ello, se concedió a los salesianos que desempeñaran la acción misional en la Patagonia, hecho concretado con fecha 4 de agosto de 1879, según carta que, desde Buenos Aires dirigió Mons. Aneiros al fundador de los salesianos.
Cumplido ese sueño Don Bosco, siguió interesado por ver los frutos de su obra.  El 14 de abril de 1883, pronunció una notable conferencia sobre “La Patagonia Argentina”, en la tribuna de la Sociedad Geográfica de Lyon (Francia).  En 1884, cursó correspondencia con José Manuel Estrada, en oportunidad de celebrarse en Buenos Aires, el 1º Congreso Católico Argentino.
Después de una fecunda y sacrificada existencia llena de fructíferos trabajos, traducidos en fundaciones, redacciones de textos y obras de pedagogía, viajes por Francia y España, etc., falleció en Turín, el 31 de enero de 1888.  Durante su agonía, Mons. Cagliero, que acababa de regresar desde la Argentina, le presentó una indiecita patagónica a fin de que la bendijese.
Según el retrato que traza Mons. Borgatti, era Don Bosco “de estatura proporcionada, ágil de cuerpo, de aspecto agradable.  Su rostro rollizo oval; la frente amplia y serena, regulares la nariz y los labios, siempre dispuesto a la sonrisa suave y amable; bien torneado y gracioso el mentón; los ojos, penetrantes, negros, tornasolados; la cabeza, adornada de rizados cabellos, rubios canos, como las cejas”.  La Iglesia Católica lo declaró venerable, el 23 de julio de 1907; beato el 2 de junio de 1929, y santo, el 1º de abril de 1934.  Una ley argentina lo declaró Patrono de nuestra Patagonia, y su nombre es recordado en un pueblo de la provincia de Buenos Aires  Una calle de la ciudad lleva su nombre, como también distintos colegios salesianos.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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jueves, 27 de agosto de 2015

Comodoro Luis Py

Comodoro Luis Py



Nació en Barcelona el 22 de marzo de 1819.  Muy joven vino a la República Argentina, a la que consagraría 41 años de su existencia en el servicio naval.  En efecto, el 6 de enero de 1843 como subteniente, ingresó al servicio de la Armada, prestándolos bajo el mando del coronel Nicolás Jorge, el que desempeñaba las funciones de jefe estacionario de las costas del Buceo y de Maldonado, con la goleta “Chacabuco” y otras embarcaciones, con motivo del bloqueo de Montevideo; estando todas aquellas fuerzas bajo el superior comando del almirante Guillermo Brown.  Posteriormente pasó como 2º comandante del pailebot “San Cala”, en calidad de subteniente de marina, asistiendo a numerosas acciones, las que no bajaron de 20, entre ellas la de la Isla de Ratas, en la bahía de Montevideo, siendo el comportamiento de Py en las mismas, el de un oficial valiente y arrojado.
Continuó en el bloqueo de Montevideo “hasta que tomaron la escuadra argentina, los franceses e ingleses”, según reza una certificación de servicio del propio Py; habiéndose éste trasladado días antes con su pailebot, y ganado el Riachuelo, escapando de esta manera de ser capturado como sucedió con los demás buques (2 de agosto de 1845).
En 1847 formó parte de una escuadrilla que, a las órdenes del coronel Jorge, operó en el Paraná, actuando el subteniente Py como 2º del “San Calá” y después como 2º de la goleta “Chacabuco”, habiendo desempeñado comisiones importantes con esmero y prontitud, regresando a Buenos Aires a principios de 1850, época en que Py dejó de estar a las órdenes de Jorge, por haber entregado éste el mando de los buques y tripulaciones al entonces jefe de la escuadra, coronel José María Pinedo.
El coronel Nicolás Jorge, en un informe que lleva fecha 11 de noviembre de 1860, dice: “También es de mi deber exponer y de justicia, que el “capitán D. Luis Py es un buen marino, e inteligente y su conducta no ha dejado que desear, como lo pueden justificar las comisiones honoríficas que ha desempeñado de un año a esta parte; es cuanto tengo que exponer en juicio de la verdad”.  El coronel José María Pinedo en un corto informe de fecha 13 de noviembre del mismo año, confirmaba en todas sus partes lo manifestado por su colega Jorge.
Luego de la batalla de Caseros, Py sirvió en 1853 a las órdenes de Murature, embarcado en el “General Pinto”, interviniendo en todas las operaciones navales que tuvieron lugar con motivo de la guerra entre Buenos Aires y la Confederación Argentina, hasta que fue desarmada la escuadra porteña.  Se volvió a presentar voluntario al mismo coronel Murature, en 1859, para ofrecerle sus servicios en la escuadra de la provincia de Buenos Aires.  En un informe del 15 de diciembre de 1860, Murature se expresa de Py en los términos siguientes: “es valiente, sereno, honrado y amigo de los hombres libres; tiene buenos conocimientos de marino”.
Py formó parte de la escuadra de Buenos Aires mandada por el coronel Antonio Sussini desde el 30 de agosto de 1859 fecha en que fue ascendido a capitán y tomó el comando del vapor “25 de Mayo” y pasando sucesivamente a desempeñar el mismo cargo en el bergantín-goleta “Nicolás”, vapor “Constitución” y “Caaguazú”.  Se batió en el ataque a la ciudad de Rosario, así como también, mandando el vapor “Constitución”, en el combate naval frente a San Nicolás, contra la escuadra confederada que mandaba el coronel Mariano Cordero, librado el 25 de octubre de 1859, estando embarcado en la de Buenos Aires el ejército de Mitre que acababa de ser batido en la cañada de Cepeda, el día 23.  Y el mismo coronel Sussini, en un informe del 11 de diciembre de 1860, agrega: “y si a esto se añade su bravura con los vastos conocimientos militares que posee, no debe extrañarse que el que firma lo recomiende eficazmente a la consideración de V. S.  Su moral y conducta intachable, son otros tantos títulos que por sí lo recomiendan.  En 1862 pasó a mandar el “Guardia Nacional”, buque que arbolaba la insignia de Murature, en Paysandú, a fines de 1864, cuando la plaza fue cobardemente bombardeada por la escuadra brasileña.
En la guerra del Paraguay le tocó actuar en clase de teniente coronel (grado que le fue otorgado el 5 de noviembre de 1864) y como segundo del coronel José Murature, que enarbolaba su insignia de jefe de escuadra en el vapor “Guardia Nacional”, hallándose a su bordo en el famoso pasaje de Las Cuevas, el 12 de agosto de 1865, en que se combatió rudamente contra las baterías paraguayas establecidas en aquel punto.  El puesto que ocupó en la línea de batalla de la escuadra aliada el “Guardia Nacional”, fue a popa del buque insignia del almirante Barroso, “Amazonas”; durante los tres cuartos de hora que duró el combate, el buque de Murature y Py consiguió apagar momentáneamente los fuegos de la batería rasante de la playa, disparando el “Guardia Nacional” 38 tiros en la acción y recibiendo en su casco varios impactos que le ocasionaron 15 bajas, entre ellas los valientes oficiales, el teniente José Ferré, hijo del general Pedro Ferré; y el guardiamarina Enrique Py, hijo del comandante Py.  A este último, una bala de cañón le arrancó una pierna por la parte de adelante y murió el día 13, en la amputación.
El comandante Py se halló en el Paso de la Patria, a donde habían llegado las fuerzas navales aliadas el 17 de marzo de 1866, interviniendo éstas en el pasaje del río Paraná por el ejército aliado, el 16 del mes siguiente, teniendo que bombardear durante esta jornada al punto de fortificado de Itapirú, el que fue evacuado el día 17 por los paraguayos.  En esta acción como en todas las demás de esta campaña, fuera del “Guardia Nacional”, tomaron parte los demás buques argentinos, transportes armados: “Libertad”, “Chacabuco”, “Gualeguay”, “Espora”, “Pavón”, “Buenos Aires”, así como otros mercantes fletados por nuestro Gobierno.
El 15 de febrero de 1868 ascendió a coronel graduado, e intervino en la guerra del Paraguay hasta su total terminación, bajando entonces a Buenos Aires; pero el estallido de la rebelión de López Jordán, en abril de 1870, le obligó a intervenir activamente, siempre como 2º jefe de la escuadra, la que operó como anteriormente, a las órdenes de Murature.  Terminada aquella campaña, a fines de 1871, el coronel Py pasó a desempeñar las funciones de jefe de la Isla Martín García.  Lleva fecha 8 de mayo de 1873 la última memoria suscrita por Py en aquel puesto.
Cuando en 1874 llegó la nueva escuadra adquirida por Sarmiento, Py ocupó el cargo de 2º jefe de la misma, a las órdenes de Murature.  Con motivo del estallido de la revolución mitrista, el 6 de octubre de aquel año, el coronel Py fue nombrado jefe de la división encargada de perseguir a la cañonera “Paraná”, que se había sublevado con Erasmo Obligado; la que fue reforzada con el vapor mercante oriental “Montevideo”, que pasó a llamarse “General Rivas”, cuyo mando ejerció el capitán B. Magnasco, con el grado de sargento mayor.  La división de Py fue constituida por las siguientes unidades: “General Brown”, “Uruguay”, “Pavón”, “Puerto de Buenos Aires” y “Coronel Roseti”.  Leandro N. Alem estaba embarcado en la misma en calidad de secretario.
El 11 de noviembre de 1874 zarpó con su división, persiguiendo a los sublevados el día 15 hasta más al Este de Maldonado; al oscurecer, el “Brown” y la “Uruguay” tenían al “General Rivas” a menos de una milla, haciéndose inminente la acción, pero la mar gruesa arbolada por un viento del E., tenía a mal traer a los demás vapores, que eran a ruedas, y que debieron abandonar la caza.  Obligado con la “Paraná”, aprovechando la oscuridad, hizo rumbo a Buenos Aires donde se presentó con bandera de parlamento, rindiéndose.
El 31 de enero de 1876 se creó la Comandancia General de Marina, cuya jefatura pasó a ejercer el coronel Mariano Cordero; y la escuadra, a la que ya se habían incorporado “El Plata” y “Los Andes”, recientemente construidos, se subdividió en 2 divisiones iguales, mandando Py la segunda de ellas, con su insignia en el último de los monitores nombrados.  En 1876-1877 toda la escuadra fue puesta en desarme por la mala situación financiera del país, pasando todos los buques a amarrar a Zárate y al río Luján; quedando todos a las órdenes de Py, quien, con motivo del incendio del vapor torpedero “Fulminante” tuvo una actuación por demás distinguida, activa y encomiástica para salvar a los buques allí amarrados.
Se hallaba desempeñando tan apacibles servicios, cuando a mediados de setiembre de 1878, el telégrafo trajo a Buenos Aires la noticia de un grave conflicto internacional: la cañonera chilena “Magallanes”, en conocimiento de que la barca norteamericana “Devonshire” se disponía a extraer guano de la isla de “Los Leones”, en Santa Cruz –faena para la cual tenía permiso de las autoridades argentinas- se trasladó a aquel puerto y capturó a la barca de referencia, a la que condujo a remolque a Punta Arenas.
Tal noticia produjo en Buenos Aires extraordinaria excitación y el primer acuerdo del Gobierno fue disponer la ocupación militar de Santa Cruz, disponiendo al efecto, el Ministro de Guerra y Marina, general Roca, el alistamiento de los buques que se hallaban fondeados en Los Pozos: monitor “Los Andes”, bombarderas “República” y “Constitución”, y la goleta “Cabo de Hornos”, puestas a las órdenes de Piedrabuena, experto conocedor de las costas del Sud.  La escuadra así constituida fue ofrecida a Mariano y Bartolomé Cordero, quienes rehusaron tal honor, según afirma el teniente general Pablo Riccheri.  Era una empresa náutica considerada difícil la conducción de aquellos buques de río por las procelosas aguas del Atlántico Sur.  El coronel Py aceptó sin titubear tan honrosa misión, enarbolando su insignia en “Los Andes”.
El 8 de noviembre de aquel año partieron para Santa Cruz las primeras unidades de aquella escuadra, la que fue reforzada con la cañonera “Paraná” y el cutter “Los Estados”; yendo a su bordo un destacamento de 25 hombres de Artillería de Costas al mando del entonces sargento mayor Félix Adalid, en calidad de tropa de desembarco.  El 21 de aquel mismo mes la escuadra zarpaba de Patagones, llegando a Santa Cruz el día 26, con “la última palada de carbón y sorteando toda clase de dificultades náuticas”, lo que revela la capacidad de su Jefe.  Primeramente fondeó a dos cables de la entrada a Santa Cruz, en la margen izquierda de la Isla Leones y el Monte Entrada; cambiando el día 29 de fondeadero al N. de la misma isla.  El 1º de diciembre se efectuó el desembarco general en la parte Sud de la ría, tomando posesión de la misma el jefe de la escuadra, la que había fondeado en el puerto de “Los Misioneros”.  Allí encontraron una casilla que en 1873 había hecho construir el gobierno chileno para la capitanía que pensó establecer.
El regreso se inició el día 14 de marzo de 1879, ya completamente calmados los espíritus.  La “República” llegó a Deseado, donde quedó de estación.  La “Constitución” (capitán Cabassa) y el monitor “Los Andes” llegaron el 20 de aquel mes a Patagones, donde permanecieron hasta el mes de setiembre del mismo año, en que recibieron orden de regresar a Buenos Aires, lo que también verificó la “Uruguay”, conjuntamente con los dos buques mencionados.  Poco después fue comisionado con el “Andes” para la vigilancia cuarentenaria de este puerto hasta comienzos del año 1880.
Es digna de transcribirse la Orden General que el valiente Py lanzó a las tripulaciones de su minúscula escuadra, antes de abandonar Patagones en viaje al Sur.  Ella dice: “Pronto a zarpar en el desempeño de una misión delicada del Gobierno de la Nación, es menester que para lograr el buen éxito de ella, reine la más severa disciplina y la más perfecta armonía entre todos.  El patriotismo y el deber militar nos lo impone, y espero que sin esfuerzo alguno será cumplido por todos y cada uno de vosotros.  Vuestro Jefe y amigo. – Luis Py. – Puerto de Patagones, Noviembre 18 de 1878”.  Por su actuación entonces, el 9 de julio de 1880 ascendió a comodoro.
Este fue el último acto guerrero del valiente marino, pero él es suficientemente grande como para colocar el nombre de Luis Py entre los más esforzados guerreros navales de la República Argentina, aún suponiendo que sus honrosísimos antecedentes anteriores no lo hicieran acreedor a la justa recordación de los argentinos.  El comodoro Luis Py falleció el 22 de febrero de 1884, víctima de un ataque cerebral, siendo enterrado en el Cementerio de la Recoleta, donde su familia ha hecho levantar el monumento recordatorio donde se destaca el busto gallardo del heroico marino.  Al morir desempeñaba la jefatura de la 2ª División (desde 1880, con la que contribuyó a sofocar la revolución de ese año) y la de los Talleres de Marina.
El comodoro Py se casó en segundas nupcias el 13 de junio de 1868 con Luisa Bozzano, porteña (nacida en 1840), hija de Francisco Bozzano y de María Bataglia de nacionalidad italiana.  Fueron testigos de este matrimonio, el comodoro José Murature y Luisa Murature de Zaracondegui.
Con motivo de su fallecimiento, el diario “La Prensa” en su número del 24 de febrero de 1884, en sus notas necrológicas sobre Py, dijo con extrema justicia: “El comodoro Py era un hombre de bien; jamás salpicaron su reputación las mil acusaciones que han caído sobre el personal de la marina; su personalidad se levantaba ilesa y gallarda sobre todas las miserias.  El país pierde en Py uno de sus brazos más fuertes; un marino bravo que le habría dado nuevas glorias en los combates, porque su alma estaba templada en la nota más alta del valor heroico”.
“Los marinos jóvenes deben conservar siempre la memoria del Comodoro Py, y si aprenden a imitar sus virtudes, serán valientes, honrados y dignos”.
Pocos años antes de su muerte, Py recibió el diploma y medalla de oro por la campaña del Río Negro; la que junto con la que se le otorgó por la Guerra del Paraguay, ostentaba orgullosamente en su pecho varonil.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
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Mariano Boedo

Mariano Boedo



Nació en Salta, el 25 de julio de 1782, siendo sus padres, Manuel Antonio Boedo y María Magdalena Aguirre.  Fue bautizado el día 27 del mismo mes con los nombres de Mariano José.  Hizo sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, en Córdoba, donde cursó tres años, pasando después a completar su carrera literaria a la Universidad de Charcas, en donde, por no pagar los fuertes derechos que demandaba el doctorado, su familia que lo costeaba, lo facultó solamente para el de Licenciado “in utroque”, no obstante haber dado brillante prueba de su capacidad en los estudios hechos sobre leyes civiles y teología, donde mostró ingenio peregrino y un profundo talento; de lo que pudo quedar justamente complacida y orgullosa su ausente madre, leyendo sus cartas, en que decía: “Fuera de los tres exámenes de leyes que tengo dados –de los que salí con mucho lucimiento y aplauso- di uno de teología, el día 18 del presente mes, de sesenta cuestiones.  Salí con muchos más aplausos que en los de leyes, mereciendo que el rector de la Universidad divulgase mi habilidad por toda Chuquisaca y que hiciera mucha estimación de mí, hasta llegar a decirme que me dispensaría algún dinero del grado” (carta de Boedo del 25 de abril de 1803, archivada en el expediente de la testamentaria de Manuel Antonio Boedo).
En 1804 logró ocupar la secretaría de la Real Audiencia y en mayo de 1805 se recibió de abogado.  Durante la estada de Mariano Moreno en Charcas, ambos cultivaron amistad y confianza, siendo condiscípulos y profesando ambos ideas federales, coincidiendo también en lo altivo y orgulloso del carácter.  Su guardián preceptor, el doctor Fernando Córdoba, hubo con este motivo de impresionarse, causa por la cual escribía a la madre de Boedo: “En él descubro bastante juicio, opinando que es conveniente se le amenguara la mesada, puesto esto es lo que domará su engreimiento, con que crea Ud. la ha de rogar”.
Esta vinculación con Moreno fue seguramente lo que determinó a éste a nombrar a Boedo, que se hallaba en Salta en aquella época, Asesor del coronel Juan Martín de Pueyrredón, que con fecha 3 de agosto de 1810 había sido designado por la Junta de Buenos Aires, gobernador intendente de Córdoba.  Boedo fue nombrado por decreto de la Junta de fecha 20 de noviembre de aquel año.
Cuando a fines de 1815 estallaron las desavenencias entre el general Rondeau y Güemes, que se complicaron con el distanciamiento entre Salta y Jujuy, por haberse negado el Cabildo de esta última a reconocer a Güemes como gobernador legítimo de la Provincia, Mariano Boedo fue designado por este último como su agente ante el Cabildo jujeño a fin de que iniciara las gestiones tendientes a conseguir un amistoso acuerdo de manera que se evitara un derramamiento de sangre.  El más feliz éxito coronó las diligencias de Boedo, y Güemes fue reconocido por los cabildantes de Jujuy, en su alta autoridad.
Convocados los pueblos de las Provincias Unidas del Río de la Plata para nombrar sus representantes al Congreso General Constituyente que había de reunirse en Tucumán en el año 1816, la asamblea electoral de Salta eligió diputados a ese Congreso, al coronel José Moldes, y a los doctores José Ignacio de Gorriti y Mariano Boedo.  Este último fue designado junto con el Dr. M. Ulloa, para proyectar las instrucciones y poderes de que debían investirse dichos representantes, y reunido el Congreso, en la sesión del 2 de mayo de 1816, se leyó el acta de elección para diputado por Salta, extendida a favor del Dr. Mariano Boedo, lo que una vez reconocida, se aprobó a pluralidad de votos, e inmediatamente fue incorporado en el seno de la representación nacional.
En la sesión del 1º de julio del mismo año, el Congreso lo eligió su vicepresidente, y en la sesión del 9 aclamó la Independencia, firmando en tal carácter la memorable Acta.
Amigo y compañero de representación del coronel Moldes, en las sesiones de los días 14 y 15 de octubre, hizo moción para que se tratara la incorporación de aquél; pero el Congreso se pronunció en contra, por cuanto Moldes a su arribo a Tucumán, no comunicó su llegada ni tampoco envió para su registro sus poderes, por lo que en vista de la actitud del Congreso, Moldes varió de manera de pensar y en la sesión del 17 del mismo mes presentó sus poderes; pero habiendo Godoy Cruz entablado contra Moldes una acusación por violación de correspondencia, la incorporación de éste fue aplazada.  Boedo insistió en su propósito en la sesión del 5 de noviembre, sin lograr que se cumplieran en la medida de sus deseos.
Planteada con este motivo una real desinteligencia entre Moldes y el Congreso, Boedo resolvió no asistir a él, y éste en su sesión del 19 de noviembre, determinó se le pasara a aquél una nota “para que sin excusa ni réplica asista desde la sesión siguiente”.  Si concurrió o no a las sesiones, no se tienen noticias, pues sólo se sabe que el 25 del mismo mes, presentó Boedo una nota del gobierno de Salta, en la que se manifestaba al Congreso “que si no se trataba la incorporación de Moldes, se retirarían los demás diputados de Salta”.  Vehemente partidario de Moldes, Boedo se convirtió en su decidido defensor.  Participó de las prevenciones de aquél contra Buenos Aires y votó su candidatura para Director Supremo del Estado.
En enero de 1817 desempeñó la presidencia en turno del Congreso.  Continuaba en la misma cuando en la sesión del 18 de febrero de 1818, se recibió el acta de la junta electoral de Salta, en la que se comunicaba que en reemplazo de Moldes y de Boedo, que terminaban su mandato, habían sido electos diputados por aquella provincia, el coronel Mateo Saravia y el Dr. Juan Marcos Salomé Zorrilla, y en la sesión del 7 de noviembre, previo informe del diputado Salguero, se decretó la remoción de Boedo y la incorporación de Zorrilla.  Con este motivo, el Congreso le acordó un viático para que regresara a su provincia.
Poco después se trasladó a Buenos Aires, donde falleció el 9 de abril de 1819, a la temprana edad de 36 años.  Fue el Dr. Mariano Boedo tío de los coroneles de milicias José Félix y Mariano Boedo, ambos guerreros del Brasil, víctima el último del general Lavalle, que lo mandó fusilar en 1841.
El Dr. Mariano Joaquín Boedo era hermano del teniente coronel Juan Ramón Boedo, muerto gloriosamente en el ataque a la fortaleza de Talcahuano, el 6 de diciembre de 1817.  Estaba casado con Francisca Javiera Lesser.
Sus restos se hallan depositados en la cripta de la Basílica de San Francisco de Asís en Buenos Aires, por deseo suyo, expresado en su testamento.
Una calle, una plaza (comprendida por las calles Estados Unidos, Virrey Liniers, Carlos Calvo y Sánchez de Loria) y un barrio de Buenos Aires, llevan su nombre.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas.  Buenos Aires (1938).
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miércoles, 26 de agosto de 2015

JUAN ANTONIO LAVALLEJA

JUAN ANTONIO LAVALLEJA




Juan Antonio Lavalleja (1786-1853)   

Fue este patriota oriental gran amigo de Rosas, quien apoyó decididamente la cruzada de los 33, en 1825. Nació Juan Antonio Lavalleja en Minas (República Oriental) en 1786. 

De jovencito estuvo dedicado a labores del campo, pero en 1811 entró en la carrera de las armas para servir con los patriotas. Así peleó en Las Piedras, a las órdenes de Artigas, pero luego cayó prisionero de los portugueses, que lo llevaron a Río de Janeiro.

De vuelta a su provincia, luchó nuevamente en las filas artiguistas y se contó entre los vencedores de Guayabos, el 10 de enero de 1815, donde fue vencido Manuel Dorrego, por entonces en el bando directorial.

En 1819 fue hecho otra vez prisionero, de los portugueses y debió permanecer tres años lejos de su patria, sufriendo el ostracismo y otros padecimientos, en la Isla das Cobras.

En 1825 se hallaba en Buenos Aires, al frente de un saladero en Barracas, cuando se organizó la cruzada de los 33 Orientales, con la cual se inició la liberación del Estado Oriental en poder de los portugueses. En abril desembarcó con sus compañeros en la playa del Arenal Grande; puso sitio a Montevideo, y el 12 de octubre de 1825 derrotó en Sarandí al Bentos Manuel, del ejército imperial. En 1826, al estallar la guerra con el Brasil, sirvió en el ejército republicano a las órdenes de Alvear. En octubre de 1827 se constituyó en dictador de la Banda Oriental y estableció su capital en el Durazno. Al año siguiente sucedió a Alvear en la jefatura del ejército republicano. En 1829 asumió el cargo de gobernador del Estado Oriental, sucediendo a Rondeau.

Fue Lavalleja muy amigo de San Martín, a quien rindió homenaje en febrero de 1829, a su paso por Montevideo. Del jefe oriental, verdadero libertador de su patria, podemos decir con Plácido Abad que "no ha tenido biógrafo que estudiara con Paciente amor la importancia y extensión de sus servicios". 

A poco de integrar un triunvirato revolucionario, murió en la capital uruguaya el 22 de octubre de 1853. Estaba casado con doña Ana Monterroso.


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Batalla de Curapaligüe

Batalla de Curapaligüe


Batalla de Curapaligüe – 4 de abril de 1817
Batalla de Curapaligüe – 4 de abril de 1817




















Luego de la Batalla de Chacabuco el cansancio de las tropas impidió a San Martín perseguir a los realistas hasta su aniquilamiento. Pudieron estos rehacerse en el sur, donde contaban con numerosos partidarios, recibieron refuerzos desde el Perú y afirmándose en sus montañosas regiones, prolongaron su resistencia por un año más. Pareció en un principio esta resistencia, consecuencia lamentable de un descuido o de una falta de previsión de San Martín, pero el tiempo le dio la razón. A los pocos días de ocupar a Santiago, el General San Martín dio orden para que una división marchara hacia el sur a completar la victoria con la persecución del enemigo. La dificultad de aprovisionarla la retardó hasta el de 3 de marzo. En esas serranías la marcha fue lenta y difícil.

El Coronel Las Heras que la mandaba partió con sus 1.300 hombres casi sin caballos. Irritado O’Higgins por la lentitud de esa marcha, llegó a acusar al jefe argentino de negligencia y abandono y hasta pretendió juzgarlo militarmente. Finalmente se decidió a ir él mismo a dirigir la campaña. Sin embargo Las Heras se había comportado valientemente. A principios de abril había acampado en la hacienda de Curapaligue, a 20 kilómetros de Concepción. El jefe de la plaza de Talcahuano, Ordoñez, le atacó en la noche del 5, sabiendo que O’Higgins acudía con nuevas tropas. Las Heras le rechazó con graves pérdidas y luego siguió avanzando. Ocupó a Concepción y puso sitio a Talcahuano, fortificándose en el cerro Gavilán. El 5 de mayo el tenaz Ordóñez volvió a atacar a los patriotas. Cuando la victoria estaba ya decidida apareció la vanguardia de O’Higgins que la completó. El director chileno asumió el mando de todas las fuerzas sitiadoras.

Había tardado en llegar más tiempo aún que Las Heras. O’Higgins fue conquistando poco a poco los fuertes que defendían la zona de Talcahuano. En el mes de julio intentó un asalto a la plaza pero se retiró sin empeñarse. El tiempo pasaba frente a la plaza fuerte. O’Higgins impaciente se determinó a tomarla por asalto el 6 de diciembre. Siguieron el plan del oficial francés Brayer, que se había agregado al estado mayor. Este impuso un ataque frontal en el punto más fuerte de la defensa. Ordoñez tenía unos 1.700 hombres y 130 cañones, y algunas naves en la bahía. El asalto comenzó cerca de las 3 de la mañana. Las Heras alcanzó a apoderarse del Morro de la izquierda. Pero los patriotas que se habían embarcado para apoderarse de unas naves en la bahía de San Vicente y envolver al enemigo, debieron volver diezmados. No le cupo mejor suerte a las fuerzas que atacaron en el flanco derecho. O’Higgins viendo la inutilidad del sacrificio de Las Heras que continuaba en su posición, dio la orden de retirada. La acción les había costado a los patriotas cerca de 500 hombres, entre muertos y heridos.

San Martín había ido a Buenos Aires para tratar con el director Pueyrredón la continuación de la campaña hasta Lima. Volvió en el mes de mayo y con todo su empeño se dio a la preparación del ejército libertador, estableciendo en las Tablas un campamento semejante al del Plumerillo.

A fines de 1817 contaba con 9.000 hombres perfectamente disciplinados y armados. El virrey Pezuela decidido a no perder la capitanía de Chile y a anular así la expedición de San Martín, que ya preveía, mandó a este territorio un fuerte ejército de 3.300 hombres al mando del General Osorio. Estas fuerzas desembarcaron en Talcahuano a mediados de enero de 1818 y unidas a las de Ordóñez formaron un ejército de 5.000 hombres. San Martín dio orden a O’Higgins de replegarse y al ejército del norte de descender. Osorio emprendió muy tarde la persecución de O’Higgins y en vez de hacerlo con rapidez por mar, utilizando la escuadra, eligió el largo y penoso camino terrestre. Los dos cuerpos del ejército patriota se encontraron el 12 de marzo en Chimborango. Desde ese momento la superioridad volvía a estar de su parte. San Martín fue en busca del enemigo, pero este retrocedió evitando el encuentro. Perseguido de cerca, Osorio se vio obligado a aceptar el combate. Formado en batalla acampó en las proximidades de Talca.

Su situación era desesperada pues tenía a sus espaldas el río Maule. El Coronel Ordoñez impuso su decisión de atacar a los patriotas esa misma noche por sorpresa (19 de marzo). El ejército de San Martín había acampado al pie de los cerros de Baeza. A las 21 las tropas de Ordóñez avanzaron sigilosamente en tres columnas. San Martín había sido avisado por un espía del próximo ataque y estaba efectuando un cambio de frente. El ejército patriota fue sorprendido en plena maniobra y dispersado sangrientamente. Sin embargo Las Heras tomó el mando del ala derecha patriota que como ya había efectuado el cambio previsto quedó intacta, y pasando por entre los mismos realistas, que en la confusión no lo advirtieron, se dirigió hacia el norte. Al llegar al río Lircay, pudo comunicar a San Martín que se retiraba con 3.500 hombres. Osorio no persiguió a los patriotas y les permitió alejarse y rehacerse. Este error le costó la derrota de Maipú.

Fuente
Pellini,  Ing. Claudio – Campaña Libertadora – Planeta Sedna
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