sábado, 26 de septiembre de 2015

German Burmeister

German Burmeister




Karl Hermann Conrad Burmeister nació el 15 de Enero de 1807, coincidiendo esta fecha con el primer aniversario matrimonial de sus padres, en Stralsund, donde su padre era el segundo empleado de la Real Oficina de Licencias sueca, pasando más tarde y en el mismo carácter al servicio de la administración aduanera de Prusia, lo que disminuyó notablemente sus entradas pecuniarias, circunstancia que unida a otras causas le obligó a pedir su jubilación en 1824, muriendo en diciembre del mismo año. Su viuda con los cinco hijos que dejó, no contaba con más recursos de subsistencia que los que su marido había economizado a fuerza de trabajos arduos, pues, del estado ninguna pensión recibía. Era hija del auditor de guerra de guarnición sueco C. N. Freund, literato conocido, de quien había heredado dotes literarias que a su vez transmitió a su hijo mayor Hermann.
Este ingresó en el año 1814 en el gimnasio de su ciudad natal, que en aquella época tenía un excelente cuerpo docente, ejerciendo, sobre todo, el profesor de dibujo W. Brüggemann una grande influencia sobre el espíritu del joven y a quien, sin duda, era en gran parte debido de que, más tarde, el naturalista llegó a ser maestro también en la representación gráfica de sus investigaciones. Después de haber absuelto allí, en 1825, el examen de bachillerato, ingresó en la Universidad de Greifswald, para estudiar las Ciencias Médicas y Naturales; por estas últimas ya había tomado afición como alumno de la 3º clase del Gimnasio de Stralsund, y como coleccionista de insectos.
De la Universidad de Greifswald, en la que dirigían su educación científica los profesores Rosenthal, Hornschuch y especialmente W. Sprengel, el joven Burmeister pasó en 1827 a la de Halle, donde el botánico Curt Sprengel lo acogió con afecto paternal, los zoólogos Nitzsch y Germar aviaron sus conocimientos de Historia Natural, y las clínicas de los profesores Krukenberg, Dzondi, Niemeyer y Blasius le proporcionaron la mejor ocasión para estudiar los reinos de la cirugía y medicina. En esta última universidad obtuvo el grado de Doctor en Medicina, el 4 de Noviembre de 1829, y el de Filosofía, el 19 de Diciembre del mismo año.
Su tesis de doctorado lleva el título “De Inséctorum systemate natural”, y su diploma de Doctor en Filosofía firmado por su maestro principal y entonces decano de la facultad, Ch. L. Nitzsch, le da el testimonio de haberlo ganado: examine, coram ordine cum laude superato, postquam ingenii solertiam doctrinaeque copiam, imprimis luculentan historiae naturalis, scientiam comprobaverat, die jura et privilegia Doctoris philosophiae et Art. L.L. Magistri gradum rite.
En el mes de Enero de 1830 regresó Burmeister a la ciudad de Stralsund, la que abandonó de nuevo en el mes de Mayo del mismo año, dirigiéndose a Berlín, para buscar su porvenir en el centro científico de Prusia. Primeramente absolvió su año de servicio militar como cirujano de división del regimiento, de granaderos “Emperador Francisco”, durante cuyo tiempo le maduró la idea de abandonar la carrera práctica de medicina, para dedicarse al profesorado de la Historia Natural.
En el mes de Septiembre de 1831 lo encontramos en el Gimnasio de Joachimsthal, dando su lección de prueba, pública en presencia del consejero privado de Gobierno, Nolte, y del director Meinicke, quienes se pronunciaron de la manera más halagüeña sobre el talento didáctico del candidato, exclamando, Meinicke, cuando supo qué Burmeister hasta entonces nunca había enseñado: ex ungue leonem.
De Joachimsthal fue llamado en 1832 al Gimnasio real de Köll, abandonando este instituto dos años después, para habilitarse, en 1834 como docente privado de la Universidad de Berlín, donde permaneció hasta 1837, año, en que lo llamó, para ocupar la cátedra de Zoología, la Universidad de Halle, de la cual ha sido uno de sus más célebres profesores. Durante su permanencia en Berlín, Burmeister contrajo matrimonio con la hija del Sr. Sommer, dueño de navíos mercantes de Altona, de cuyo matrimonio tuvo dos hijos, que durante cierta época se dedicaron al comercio en Buenos Aires y Río Janeiro.
La corriente política de 1848 arrastró también a Burmeister.
Reconocido como sagaz partidario de la extrema izquierda, elegido miembro de la primera Cámara prusiana por el distrito electoral de la ciudad de Liegnitz. Pero descorazonado por el mal resultado de sus esfuerzos políticos, descontento con el estado de las cosas de aquella época, con su propia situación y centro de actividad, y también con el estado delicado de su salud se decidió a dimitir su puesto en 1850.
Sus deseos de hacer un viaje a países de ultramar, después de inútiles empeños, fueron por fin llenados. Se le concedió por recomendación del Ministro del Culto v. Ladenberg y Alejandro v. Humboldt una licencia por un año y un subsidio de Estado, para visitar el Brasil.
Emprendió este viaje el 12 de Septiembre de 1850, y después de una feliz travesía, llegó a Río Janeiro, explorando en seguida la provincia del mismo nombre y la de Minas Gerais.
Habiéndose internado en esta última, tuvo la desgracia, en las orillas de Lágoa Santa, el 2 de Junio de 1851, de fracturarse la pierna derecha, circunstancia que lo obligó a guardar cama cerca de cinco meses en la hospitalaria casa de el naturalista dinamarqués Lund. Acortado de esta manera su viaje de exploración, volvió a Europa a principios de 1852, entusiasmado por las bellezas de la naturaleza tropical, pero poco satisfecho con los resultados obtenidos. Desde entonces no lo abandonó el vehemente deseo de volver a la América Meridional, deseo que ni tampoco dos viajes efectuados en las bellas comarcas de Italia pudieron borrar de su espíritu.
Para poder satisfacer este anhelo, volvió a gestionar una nueva Licencia; tuvo tan buen éxito, que pudo emprender su viaje en el otoño de 1856, con un permiso de dos años, que más tarde fueron aumentados a cuatro, mediante los buenos oficios de Alejandro v. Humboldt.
Se embarcó en Southampton, en el vapor “Tamar” de la Royal Mail Steam Packet Company, el 9 de Octubre para Río Janeiro, con intensión de seguir viaje al Río de la Plata; pero no habiendo llegado el buque de vela a cuyo bordo había enviado con anticipación, sus libros, instrumentos, utensilios, etc., se vio obligado a demorar en aquel punto hasta el 1º de Diciembre, cuando después de muchas dificultades consiguió la entrega de sus cajones, entretanto llegados de la aduana.
Para no perder más tiempo, embarcó todo su equipaje junto con su persona en el vaporcito piamontés Sardenha, con rumbo a Montevideo a cuyo puerto arribó el 8 del mismo mes.
Después de una estadía de cerca de dos meses en la capital de la República oriental del Uruguay y en su interior (1), se puso en marcha para Buenos Aires, el 30 de Enero de 1857. El 6 de Febrero siguió viaje para el Rosario, de donde hizo su primera excursión a la ciudad del Paraná. Vuelto al Rosario, se trasladó en un carretón, que el Gobierno Central había puesto a su disposición con la correspondiente caballada y escolta, a Mendoza, donde llegó después de un penoso viaje de 13 días.
Allí permaneció más de un año, ocupado en hacer colecciones zoológicas y mineralógicas y estudiar las condiciones climatológicas de aquella región. El 19 de Abril de 1858, regresó, nuevamente al Rosario, donde llegó el 4 de Mayo, acompañado del Dr. Stamm.
Después de un descanso de diez días, se dirigió al Paraná donde permaneció durante un año. Allí se hizo propietario de una quinta situada sobre las orillas del río, para poder dedicarse más a su gusto a sus observaciones y estudios, de lo que le hubiera sido posible, alojándose en la ciudad. Desgraciadamente, si bien consiguió su objeto a este respecto, hizo malas experiencias por otros lados, y se tuvo por muy feliz, de encontrar un comprador de su posesión, que le dejaba libre de esta hipoteca.
Los estadios que allí hizo, se relacionan con la descripción física de los alrededores de la ciudad del Paraná, la formación geológica de la barranca y la descripción comparativa de las faunas del Paraná y de Mendoza, así como también con la naturaleza de Santa Fe y especialmente del Río Salado, que fueron explorados desde el Paraná.
Para conocer también las regiones central y septentrional de la República Argentina, emprendió un viaje a Córdoba y Tucumán. En la primera provincia permaneció 26 días, explorando los alrededores de la ciudad, y la Punilla; en la segunda 6 meses (desde el 25 de julio de 1859 hasta el 27 de Enero, de 1860), durante cuya época tuvo ocasión de estudiar la atrayente naturaleza de Tucumán, admirar sus bellezas, saborear el excelente queso de Tafí, reponerse, así corporal como espiritualmente, y olvidar las peripecias y molestias sufridas en carácter de propietario quintero en el Paraná. La permanencia en Tucumán la consideró como la más agradable y útil durante su viaje en la República Argentina, y hasta los últimos días de su vida, Burmeister le ha conservado gratos y cariñosos recuerdos.
De Tucumán se dirigió a Catamarca y de ésta a Copacabana, atravesando la alta Cordillera, después de un viaje sumamente molesto, el 13 de Marzo. Llegó a Copiapó el 29 de Marzo y a Caldera el 1º de Abril. En este último punto se embarcó para Callao, dirigiéndose luego a Panamá, donde arribó el 21 de Abril.
Un par de días después, en el puerto, de Aspinwall, se embarcó en el vapor Solent, para ir a la Isla de Santo Tomas, de allí, en el vapor Shannon, para regresar a Europa, llegando a Southampton el 11 de Mayo de 1860.
Su viaje al Brasil como el a las repúblicas Argentina y Uruguaya, que acabamos de narrar a grandes rasgos, las ha descrito Burmeister con muchos detalles en obras especiales, que se mencionan en la lista bibliográfica de sus publicaciones.
Vuelto a su tarea de profesorado, además de los antiguos inconvenientes, el Dr. Burmeister se encontró con otros nuevos, que le harían poco soportable la vida en Halle, más aún, cuando que por un decreto del entonces ministro prusiano v. Bethman-Hollweg, se exoneró a los estudiantes de medicina de la obligación de asistir a los cursos de Zoología, Botánica y Mineralogía, dejando las aulas de los profesores respectivos casi desiertas.
Obedeciendo a su carácter enérgico, que para llegar a sus fines, le impulsaba a romper con sus relaciones y abandonar sus puestos, antes de llevar un peso oneroso, pidió su dimisión en Marzo de 1861, la cual le fue concedida en gracia, según la expresión de la nota real.
Durante su permanencia en la República Argentina, Burmeister se informó también acerca de sus instrucciones científicas, y supo que la dirección del Museo Público de Buenos Aires había sido ofrecida al naturalista A. Bravard, pero que éste no la aceptó por querer dedicarse a exploraciones y coleccionar por cuenta propia. En vista de esto, Burmeister se dirigió al Enviado de la Confederación Germánica en Buenos Aires, Fr. v. Gülich, con el objeto de ofrecer sus servicios como director del Museo, al Gobierno de Buenos Aires. A la cabeza del gobierno provincial se hallaba entonces el general don Bartolomé Mitre, siendo ministro Sarmiento. El ofrecimiento fue aceptado con gran satisfacción.
El señor v. Gulich fue encargado de la misión de invitar a Burmeister a venir lo más pronto posible. Recibida la noticia, éste partió de Halle el 1º de Julio y llegó a Buenos Aires el 1º de Septiembre de 1861.
Entretanto, en Buenos Aires los asuntos políticos habían experimentado grandes cambios. La provincia de este nombre se había separado de la unión nacional. Los dos gobiernos estaban en guerra recíproca. Sarmiento había declinado su puesto de ministro. Su sucesor el Dr. Pastor Obligado se negó a dar curso a los decretos autorizados por su antecesor, y el gobernador mismo se hallaba en campaña, en frente del enemigo. Finalmernte la batalla de Pavón decidió en favor de Buenos Aires; el General Mitre regreso victorioso; el Dr. Obligado dimitió, y en su lugar ocupó el Ministerio de Gobierno el Dr. Eduardo Costa, quien por intervención de las buenas relaciones de Burmeister despachó el decreto de nombramiento, de manera que, este último, pudo ocupar su cargo de Director del Museo Público de Buenos Aires, sólo en el mes de Febrero de 1862.
Desde entonces comenzó una nueva era en la vida del doctor Burmeister. Con caracterizada actividad y energía emprendió su nueva obra, a la cual dedicó toda su buena voluntad y sus esfuerzos, hasta pocos días antes de su muerte. De un gabinete de curiosidades creó una institución científica, la cual aunque no en cuanto al número total de sus colecciones y grandor y elegancia de su edificio, al menos por el valor de muchísimos de sus objetos y su preciosa y rica biblioteca, puede rivalizar ventajosamente con los museos nacionales de otros países. Recordamos, en primera línea, los tesoros paleontológicos por cuya reunión y descripción Burmeister se ha erigido un duradero monumento; las valiosas colecciones entomológicas que encierran un gran número de sus ejemplares típicos, y la de Ornitología, que da a conocer la variada avifauna de la República Argentina y países limítrofes. Los tres tomos de los Anales de este Museo, el cual, en el año 1880, con la federalización de Buenos Aires, pasó a ser institución nacional y lleva desde entonces el nombre de Museo Nacional de Buenos Aires, dan testimonio vivo sobre los estudios paleontológicos de Burmeister así como también acerca de la Sociedad Paleontológica de Buenos Aires, fundada por él.
Otra instrucción científica argentina en cuya organización tomó parte activa, es la Academia Nacional de Ciencias Exactas de Córdoba. Al reformar la antigua Universidad de Córdoba, que constaba sólo de una facultad, la de Derecho, el entonces Presidente de la República don Domingo Faustino Sarmiento, por decreto de fecha 16 de Marzo de 1870, nombró a Burmeister Comisionado extraordinario de la Facultad de Ciencias, con el encargo de llamar de Alemania siete profesores y constituir dicha Academia.
Establecida esta institución con seis profesores (cinco de nacionalidad alemana y uno holandés) y dos ayudantes (alemanes), y nombrado director de ella el Dr. Burmeister, debía esperarse de la misma mucho para el país y la ciencia; sentimos no poder afirmarlo así. La dirección de un cuerpo de profesores que en su mayoría, estaban entre sí en discordancia, desde un punto alejado como lo es Buenos Aires de Córdoba; comunicaciones impropias con que constantemente se fastidiaba al director, daban lugar a reproches enérgicos bien o mal merecidos; un reglamento exagerado y acompañado de una nota en términos poco lisonjeros por parte del director, etc., etc., promovieron, unos tres años después, protestas, renuncias, destituciones, nombramientos de nuevos profesores y, por fin, la dimisión de Burmeister de la dirección de la Academia. Un panfleto, publicado por Carl Schultz Sellack en Berlín, en 1874, sobre la Facultad de Ciencias Naturales en Córdoba, trata de esa época anormal de la Academia, pero debemos advertir, “sine ira et studio”, que ha sido escrito con pasión, inculpando solamente a una parte, sin tomar en consideración errores cometidos por la otra, y sin meditar las circunstancias que motivaron aquel estado de anomalía de la Academia.
Nosotros, que hemos tenido ocasión de conocer de muy cerca todos los acontecimientos relacionados con los sucesos desarrollados en el seno de la misma, podemos asegurar con imparcialidad, que se había pecado intra et extra muros.
Dada su constitución fuerte, y la buena salud de que gozaba, Burmeister hubiera vivido aún muchos años, conservando su entereza intelectual, su actividad científica y su admirable firmeza en dibujar, si un fatal accidente no los hubiera acortado.
El Museo, para el cual casi sólo vivía, fue también la causa indirecta de su muerte. El 8 de Febrero de 1892, al abrir una ventana en el Museo, cayó de una escalera doble, en que había subido, contra un armario con tanta fuerza, que hizo saltar el pasador de la puerta del mismo y rompió un cristal, del cual un pedazo le abrió la arteria frontal, ocasionándole grandes pérdidas de sangre, que produjeron una anemia cerebral, la cual le obligó a guardar casa y cama.
Sintiendo aproximarse el fin de sus días, pidió del Gobierno su pensión, y propuso, para sucesor después de un cambio de ideas, al Dr. Carlos Berg. Sus deseos fueron atendidos. El 18 de Abril de 1892 obtuvo su retiro de Director del Museo Nacional, para que descansara de tanta labor y actividad. Pero fatalmente, el estado avanzado de la debilidad de su cuerpo y la imposibilidad de restituir las fuerzas perdidas, le llevaron muy pronto al eterno descanso: el Dr. Burmeister murió el 2 de Mayo de 1892.
Su pomposo entierro, llevado a cabo el 4 de Mayo, a las 4 de la tarde, ha puesto de relieve el alto aprecio que le tributaban en la República Argentina. El Estado costeó el sepelio. Llevaban los cordones: el Presidente Dr. Carlos Pellegrini, el Ministro de Justicia, Culto é Instrucción Pública Dr. Juan Balestra, el Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Estanislao S. Zeballos, el Ministro de Alemania, los Directores del Museo Nacional, del de La Plata y del Museo Nacional de Montevideo y uno de los dos hijos (el otro se encontraba en Matto Grosso) del segundo matrimonio de Burmeister con doña Petrona Tejeda nativa de Tucumán. Pronunciaron discursos el mencionado Ministro, Dr. Balestra en nombre del Gobierno Nacional, el Ministro de Alemania D. R. v. Krauel, en idioma alemán, el nuevo Director del Museo Nacional Dr. Carlos Berg y el Sr. Francisco Seeber, insinuando este último la idea de un monumento para perpetuar la memoria del sabio Burmeister.
Durante su vida fue objeto de demostraciones de reconocimiento de su alto saber y merecidas distinciones. Don Pedro II lo nombró Dignatario de la Orden de la Rosa; Guillermo I le confirió la cruz de 3a clase de la Orden de la Corona de Prusia; fue miembro honorario de ocho instituciones científicas, correspondiente de 17 y efectivo de 18, y más de cincuenta especies de animales y plantas han sido bautizadas con el nombre de Burmeister. La conmemoración del 50º aniversario de su doctorado, el 19 de Diciembre de 1879, fue una fiesta de verdadero homenaje (2).
Además de la condecoración prusiana presentada por el señor Ministro Residente de Alemania, Barón von Holleben, de felicitaciones, de la entrega de diplomas y de obras dedicadas, de un banquete ofrecido., etc., la Sociedad Científica Argentina entregó al Dr. Burmeister su busto bien ejecutado en yeso, con el permiso obtenido del Gobierno, para poder ser conservado en el Museo, en recuerdo de ese fausto día del director del establecimiento.
Sus trabajos científicos los inició Burmeister con su tesis de doctorado, versando sobre un sistema natural de los insectos, fundado en las diferentes fases de desarrollo. En seguida aparecieron sus tratados de Historia Natural, que traducidos en otros idiomas o extractados, sirvieron a la enseñanza por una larga serie de años, o de base para obras análogas posteriormente escritas.
Simultáneamente y más tarde lo vemos abarcar con singular entendimiento y con certeza y claridad casi todos los ramos de la Historia Natural. En la Entomología se nos presenta como insigne maestro y creador: su Manual de Entomología en 8 tomos es aún hoy, según la expresión del Sr. Brunner v. Wattenwyl, el evangelio de muchos naturalistas del ramo, y sus centenares de trabajos entomológicos descriptivos perpetuarán su memoria mientras haya ciencia y se cultive el estudio.
En la Mastozoología, Ornitología y Carcinología, el doctor Burmeister nos da a conocer centenares de nuevas formas y tesoros de particularidades, las que citarán y de que hablarán aún los siglos futuros.
En la Paleontología, desde su notable trabajo sobre la organización de las Trilobitas (1843), hasta su última publicación en los Anales del Museo Nacional de Buenos Aires (Enero de 1892), Burmeister ha hecho conocer una multitud de seres que vivían en épocas pasadas muy lejanas.
Además, este sabio, cuyas aptitudes eran múltiples y sus fuentes inagotables, también nos ha dejado otras obras notables, ya geográfica, ya meteorológicas, ya faunísticas y geológicas.
En su Historia de la Creación, que desde el año 1843 apareció en muchas ediciones y fue traducida en varios idiomas; en sus Cuadros geológicos (1851-1853) en su Viaje al Brasil y Cuadros pintorescos del Brasil (1853); su Viaje por los Estados del Plata (1861), obras en parte de carácter popular, el Dr. Burmeister se nos presenta como un hábil maestro que sabe dominar casi todas, las ciencias. Nos impone por su claridad y seguridad manifiestas. Sabe descifrar muchos problemas intrincados y esclarecerlos de la manera más sencilla. Logra elevarse lugar correspondiente en la primera.
Un caudal de material nuevo ha reunido Burmeister en sus viajes por el Brasil y los Estados del Plata. Sus publicaciones sobre estos países dan un vivo testimonio de sus abundantes observaciones y de su genio universal, y a él deben las repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay descripciones y divulgaciones de los conocimientos sobre sus vastos territorios y sus producciones naturales; para la República Argentina ha sido el formador de su Museo Nacional y el más desinteresado y celoso investigador de su suelo y de las producciones de este último.
La lista de publicaciones, dará conocimiento exacto sobre el trabajo intelectual a la altura de un verdadero sabio, que comunica científica y en forma atractiva sus experiencias y alcanza su ideal: conciliar la vida con la ciencia: dar a esta su lugar correspondiente en la primera.
Un caudal de material nuevo ha reunido Burmeister en sus viajes por el Brasil y los Estados del Plata. Sus publicaciones sobre estos países dan un vivo testimonio de sus abundantes observaciones y de su genio universal, y a él deben las repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay descripciones y divulgaciones de los conocimientos sobre sus vastos territorios y sus producciones naturales; para la República Argentina ha sido el formador de su Museo Nacional y el más desinteresado y celoso investigador de su suelo y de las producciones de este último.
Referencias
(1) Los que se interesan por más pormenores, pueden recurrir a: Burmeister, Reise durch die La Plata-Staaten. Tomos I y II. Halle, 1861.
(2) Bericht über die Feier des 50 jährigen Doctor-Jubilaeums des Prof. Dr. Hermann Burmeister, begangen den 19. December 1879 in Buenos Aires. Al Manuscript gedruckt. Buenos Aires, Druckerei von P.E. Coni. 1880. 38 páginas en 8º.
Fuente
Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, Tomo IV, Buenos Aires, Segundo semestre de 1895.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

Elpidio González

Elpidio González



Elpidio González había nacido el 1º de agosto de 1875 en Rosario.  Ocupó diversos cargos públicos durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen: Ministro de Guerra de 1916 a 1918 y Jefe de la Policía Federal Argentina, a partir de aquel último año y hasta 1921.  Fue elegido para acompañar a Marcelo T. de Alvear como vicepresidente de la Nación, y volvió a cumplir funciones en el segundo mandato de Yrigoyen (1928-1930), siendo Ministro del Interior.
El 12 de marzo de 1922, tras dos jornadas de reunión, la UCR (Unión Cívica Radical), por medio de su Honorable Convención Nacional, designa por medio de una rigurosa votación que el compañero de fórmula del candidato presidencial Marcelo T. de Alvear va a ser Elpidio González.  El escrutinio le fue favorable por 102 votos propios contra 28 votos de quien le seguía en la lista, Ramón Gómez, lo que a las claras demuestra todo lo que representaba Elpidio González para sus correligionarios.
Como flamante candidato a Vicepresidente de la Nación, González remitió una nota muy conceptuosa y llena de compromisos y lealtades:
“Me es grato acusar recibo de la nota del señor Presidente (1), en la cual me hace saber que la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical, me ha designado candidato del partido para la vicepresidencia de la República en el próximo período constitucional.
“Después de una intensa lucha de mi espíritu ante el honroso voto del más alto cuerpo de mi partido, que valoro en todo su significado, me hago un deber en aceptar su determinación, asegurando a sus miembros que si el sufragio popular llegase a confirmarlo, pondría en el desempeño de tan alta magistratura todas mis aptitudes e inspirándome celosamente en las virtudes del esclarecido ciudadano que hoy preside la República (Hipólito Yrigoyen), cuyo ejemplo democrático –me considero en la obligación moral de manifestarlo así- ha de constituir la norma de mi acción al servicio de las instituciones nacionales, en el culto invariable de la verdad y la justicia.  Elpidio González”.
Gente que lo ha tratado hasta su muerte, decía que Elpidio González murió muy pobre.  Esto dice un portal del partido al cual perteneció: “No solamente se rehusó (Elpidio González) a percibir la pensión como ex vicepresidente que por ley le correspondía, sino que para ganarse la vida debió ingresar a la conocida firma productora de anilinas “Colibrí”, para desempeñarse como corredor de comercio percibiendo una modestísima remuneración que le obligaba a vivir austeramente”.  Dignísimo.
Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero a este hombre que fue hijo de un gaucho federal de Felipe Varela, dada a conocer por el diario “La Nación” el día de su muerte (18 de octubre de 1951), y que decía así.
“(…) en un tranvía cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía.
Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.
-“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío”, le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.
El anciano contaba ahora algunas monedas que había obtenido de la venta del día.
-“Y sí, es él”, pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla.  Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear…. el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía.  Si, era Elpidio González.
El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco.  Se había agitado al agacharse a recogerla.  Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él:
-“Si no la uso para limosna, la usaré para comer”.
Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.
-“¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero- sírvase guardar el libro que le agrada con usted.  Sería un honor para mí que le aceptara”.
El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:
-“Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo.  Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas: … y muy siglo dieciocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y, una sed de ilusiones infinitas…”
Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza, guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.
Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos –o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse….  Elpidio González.
Lo recordamos, rechazó toda pensión del estado que le correspondiera y había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.
Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material.  Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad”.
Su padre, el coronel Domingo González
Reservo para el final, algunos datos interesantes acerca del padre de don Elpidio González, hablo del coronel Domingo González, militar que abrazó la causa de las montoneras federales.
Bajo las órdenes del caudillo y general Juan Saá, Domingo González se sublevó en la zona de Cuyo hacia 1866 y 1867, siendo parte de la última gran revuelta federal que hubo en el país.  Cabe agregar que el padre de Elpidio González fue también un viejo servidor de Angel Vicente “Chacho” Peñaloza.
La estrategia de la sublevación de 1866/67 estaba a cargo de tres caudillos federales: Felipe Varela, Ricardo López Jordán y Juan Saá.  El primero lucharía por el noroeste, el segundo en el litoral, y Saá en la zona de Cuyo.  El Quijote de los Andes (Varela), le dio un nombre a esta contraofensiva gaucha federal: “Revolución de los Colorados”.
Igualmente, no pasó mucho tiempo para que, una vez iniciado el levantamiento federal, Domingo González pasará a colocarse bajo las órdenes del mayor Simón Luengo, en Córdoba, donde se enroló dentro del partido “ruso” que existía en la provincia mediterránea.  En el post-Caseros, se entendía por “ruso cordobés” al hombre político intransigente que, a su vez pertenecía a “una organización amigadel general Urquiza –dúplice jefe del Partido Federal- y de los hombres decididamente antiporteñistas.  En Córdoba, los “rusos” marcaron (…) una estoica “tercera posición” que se batió contra los partidos Constitucional y Ministerial, ambas expresiones del unitarismo  cordobés”. (2)
Aunque no hay muchos datos biográficos del padre de Elpidio González, lo que debería generar una inquietud para la investigación revisionista, sí sabemos que el coronel era apodado con el alias de “Gato Amarillo” y que, sublevado el 20 de febrero de 1867 en la provincia de Córdoba junto con Simón Luengo, José Pío de Achával –ex hombre de confianza del caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra- y el mayor Agenor Pacheco –ex secretario privado del “Chacho” Peñaloza-, González fue designado jefe de un Batallón de Guardias Nacionales.  Esta noticia cundió rápidamente en las hojas del periódico “La Nación Argentina” de febrero de 1867.
Tan grande y seria fue la actuación de los federales “rusos” en Córdoba, que Rufino de Elizalde, entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Mitre, le manda decir a éste que era imperioso “ocupar militarmente a Córdoba, y ponerla a cubierto de un movimiento, ya sea del gobierno o de su partido; hacer salir de allí a los enemigos, poner la fuerza en poder de los amigos”.
El encargado de poner orden en la provincia de Córdoba contra la revolución de los “rusos” confederados, fue el general Emilio Conesa, quien el 27 de agosto de 1867 le intimó al mayor Simón Luengo para que se rinda y entregue a la justicia.  Luengo se negó, por eso el general Conesa irrumpe en la capital cordobesa el 28 de agosto, persiguiendo y matando a los federales “rusos” que hallaba en su camino.  La represión mitrista perduró hasta el mes de diciembre, “facilitada –dice Fermín Chávez- por los batallones de  línea”.
Por este enfrentamiento y ocupación, que revivió el inextinguible choque de unitarios versus federales, el 4 de diciembre de 1867 fue hecho prisionero el coronel montonero Domingo González.  Su captor fue G. L. del Barco; quien con fecha 6 de diciembre le envió una misiva al vicepresidente de la Nación, Marcos Paz, informándole la verdad:
“El mismo día 4 tomé a Domingo González, uno de los peores cabecillas del motín de Luengo, y el que se sublevó contra las fuerzas nacionales en los momentos de entrar a esta ciudad, y trató de asesinar al ministro de Guerra (3) y demás presos que estaban con él.  Están, pues, bajo la acción de la justicia todos los cabecillas de aquel escándalo, sin faltar ninguno.  Los individuos de tropa, y que han servido voluntarios a Luengo, ejerciendo un rol más o menos importante, todos están tomados, a excepción de muy pocos que no se escaparán”.
Se dice que el coronel González permaneció detenido en la cárcel de Córdoba capital junto a Simón Luengo y Agenor Pacheco por varios meses, sin que se efectúen los correspondientes trámites judiciales.  Abandonados a su suerte, los únicos que se preocuparon por estos gauchos federales fueron los responsables del periódico “La Capital”, de la ciudad de Rosario, el cual había sido fundado por don Ovidio Lagos en ese mismo año de 1867, colaborando en ello su amigo, el poeta José Hernández.
Pidiendo por los tres montoneros, salieron diversas publicaciones en los meses de mayo y agosto de 1868.  En 24 y 25 de agosto, por ejemplo, “La Capital” sacó una columna intitulada Los mártires políticos del pueblo cordobés.  Allí, se leía lo siguiente: “Las naciones y los pueblos tienen sus héroes y sus mártires; Córdoba se distingue por los primeros y es célebre por los segundos.  D. Simón Luengo, don Agenor Pacheco, don Domingo González y don Jacinto Alvarez.  He aquí el nombre de cuatro mártires, víctimas de la infamia y de la traición de ciertos hombres político…”  Esta afirmación periodística hacía alusión, sobre el final, a la esquiva actitud del general Justo José de Urquiza.
Como solía ocurrir con tantos federales tardíos que murieron en las mazmorras de las cárceles públicas, “La Capital” denunciaba el maltrato que recibían los “rusos” cordobeses.  “Luengo, Pacheco y González –clamaba el periódico rosarino- han sido sacados del calabozo en altas horas de la noche, sin que el pueblo llegara a percibirse del hecho.  Al otro día, como un sordo rumor, circulaba de boca en boca la desaparición de aquellos jefes beneméritos”.
En efecto, lo que había sucedido era que los tres federales habían sido trasladados a Buenos Aires en el máximo sigilo.  Dos meses más tarde, en octubre de 1868, fueron castigados con la pena de “extrañamiento del territorio argentino”, es decir, el exilio.
El 20 de noviembre de 1868, otro periódico, “La América”, cuyos redactores eran Agustín de Vedia y Olegario V. Andrade, publican una nota titulada Los presos políticos, la cual contenía una carta que los tres detenidos habían dirigido al presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento.  Allí solicitaban la salida del país o la excarcelación.  A mediados de diciembre del mismo año, sale a la luz otra carta de los reos federales a Sarmiento con términos más o menos similares.
Al no haber respuestas de parte del salvaje unitario Sarmiento, el 21 de enero de 1869, Luengo, Pacheco y Domingo González le vuelven a escribir una misiva para el pronto esclarecimiento de su situación.
Lo último que se sabe del coronel montonero González, es que entre el 1º y 2 de febrero de 1869 fue embarcado con destino a Montevideo junto con Agenor Pacheco, como lo informó el diario “La América”.  El vapor que los condujo a Uruguay era el Río Negro, y hasta allí fueron acompañados por una escolta, sugiere Fermín Chávez.
El único que quedó a merced de la justicia liberal fue Simón Luengo, el cual será muerto a tiros en 1872 en su Córdoba natural, al resistir a tiros una emboscada que le habían tendido los enemigos de la patria gaucha.
Es indudable que el coronel Domingo González llegó a inculcarle a su hijo los valores patrióticos llenos de moral, sacrificio y humildad, los que, recogidos por Elpidio, han merecido la escritura de una de las páginas más ilustres de la olvidada doctrina radical de Hipólito Yrigoyen.  Hoy el pueblo deberá exigir la reaparición de decenas, de cientos y hasta de miles de Elpidio González para devolverle a la patria una felicidad y dignidad que hace mucho ha dejado de tener.
Referencias
(1) Se refiere al Presidente de la Honorable Convención Nacional de la UCR, doctor Francisco Beiró.
(2) Turone, Gabriel O., “Coronel Simón Luengo: Exponente del Federalismo Tardío Cordobés. 1858-1863”, Buenos Aires, Mayo de 2012.
(3) No sabemos si se refiere al Ministro de Guerra y Marina Juan Andrés Gelly o a Wenceslao Paunero.
Autor: Gabriel O. Turone
Fuente:
Barovero, Diego – “Elpidio González, el asceta de la política”, Villa Mercedes, San Luis, 2003.
Chávez, Fermín – “Vida del Chacho”, Ed. Theoría, Buenos Aires, Enero 1974.
Gallo, Rosalía Edit y Giacobone, Carlos – “Radicalismo bonaerense. 1891-1931”, Editorial Corregidor, Buenos Aires, Abril 1999.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Gabriel O. – “Origen federal de los primeros radicales”, Portal de Internet “Revisionistas.com.ar”, Buenos Aires, 2009.
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

GABINO EZEIZA

GABINO EZEIZA


Hay seres que parecen nacer para dar pábulo a la leyenda, para alimentar la llama inextinguible del Mito. Gabino Ezeiza, el famoso payador negro, fue uno de ellos. Ya en vida su figura había adquirido perfiles legendarios, que el tiempo transcurrido desde su desaparición ha ido acrecentando, al punto que sólo una precisa y nítida investigación podrá distinguir, en su biografía, lo real de lo imaginario.
Corría el verano de 1858, Buenos Aires separada de la Confederación vivía en constante pie de guerra con las provincias federales. Gobernaba Valentín Alsina y la idea de Bartolomé Mitre de crear “La República del Plata”, propuesta años antes, bullía en el caletre de muchos de sus miembros.
Los negros, concentrados mayoritariamente en las parroquias de Balvanera, Montserrat, San Telmo, Catedral y La Concepción, constituían un núcleo importante en la población de Buenos Aires y a pesar de los años transcurridos desde la abolición de la esclavitud, muchos hombres y mujeres continuaban sirviendo a sus antiguos amos. (1) El resto que prefirió ser libre vivía en la extrema pobreza, sin tener los hombres otro medio de subsistencia que vender por las calles de la ciudad, pasteles, mazamorra, pan casero o escobas, productos todos que elaboraban con paciencia y dedicación. Las mujeres, por su parte, no poseían otra alternativa que ofrecerse como lavanderas, cocineras o amas de cría. Tantas estrecheces y obstáculos, aparte de la marginación clasista que padecían, terminaron por extinguirlos como grupo étnico y aunque los factores determinantes fueron muchos y diversos, consideramos que, la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), la epidemia de cólera (1868) y la fiebre amarilla (1871), amén de las luchas intestinas en diferentes períodos , fueron los más importantes.
No obstante, a los seis años de su derrocamiento, “la morenada” permanecía siendo fiel a Don Juan Manuel de Rosas y ese pensamiento, más íntimo que político, no era bien visto por las autoridades del puerto de Buenos Aires que aún no habían superado el odio acumulado en tanto tiempo de antagonismo.  En este estado de cosas el 19 de febrero había nacido el niño Gabino Jacinto Ezeiza en la modesta vivienda de la calle Chacabuco 242 de Buenos Aires. Su bautismo se realizó el 6 de abril del mismo año en la Parroquia de la Concepción. Hijo de Joaquín Ezeiza, quien había servido a la familia Ezeiza, de ahí su apellido, y descendía por su abuelo de un trompa de Rosas. Su madre fue Joaquina García. Don Joaquín fue dado de alta en el ejército con el grado de subteniente 2º, en el 2º Batallón del 3º Regimiento, 1ª División Buenos Aires y destinado a la guerra con el Paraguay. Comenzó su campaña el 1º de julio de de 1865 en Ayuí Chico y finalizó en Tuyutí, donde falleció el 18 de mayo de 1867. El gobierno argentino declara la guerra al Paraguay el 5 de mayo de 1865 y a menos de dos meses de producida, Joaquín Ezeiza está en el frente con el grado de subteniente 2º, lo que hace sospechar que no tenía actividad militar anterior y que su graduación es producto de un “enganche” voluntario en el cuerpo de Guardias Nacionales.
Según Héctor P. Blomberg “el negrito Gabino no faltaba nunca a las payadas que se realizaban con frecuencia en su barrio. Escuchaba, conmovido y absorto, los torrentes de coplas que surgían de labios criollos, bajo el alero de los patios coloniales, sobre las vihuelas melodiosas, y sentía despertarse en su corazón infantil el amor a todo aquello”.
Quien primero puso una guitarra en sus manos fue un pardo muy viejo, que tenía una pulpería en el bajo de San Telmo. Se llamaba Pancho Luna, y fue payador cuando joven, en los tiempos de Rivadavia. Al cumplir quince años le compraron a Gabino una hermosa guitarra española. Por ese entonces, 1873, y según relato del propio Gabino, hacía varios años que había quedado huérfano de padre y madre, ya que ésta murió con anterioridad a la muerte del padre en 1867.
A comienzos de 1876 Gabino era un “morenito” delgado, de simpática planta, ojos vivaces, labios gruesos y protuberantes, frente despejada y pelo mota, que vestía con pulcritud y buen gusto, dedicándose con entusiasmo a dar vuelo a sus inquietudes literarias y ocupando parte de su tiempo en la buena lectura. El sábado 1º de enero de 1876 salió el primer número de La Juventud, semanario que al parecer estaba dedicado al bello sexo. Allí encontramos la primera colaboración de Gabino Ezeiza. Son versos y ¡qué versos! Defectuosos de forma, con errores en el metro silábico, faltos de unidad en lo narrativo y de un pretendido estilo romántico como ingenuo. A pesar de las incorrecciones apuntadas, revelan las buenas intenciones de un principiante.
A orillas del Plata
Bogaba un marino
del Plata a la orilla,
en una barquilla
con increíble afán.
Cortando las olas
que al verse vencidas,
van y embravecidas
en las toscas dan.
Mas llega la barca
de la tosca al lado,
feliz ha llegado
y en tierra saltó
alegre el marino
risueño el semblante
y luego al instante
la barca amarró.
Con paso seguro
casi a la carrera,
cruza la reguera
luego se paró,
en una casita
de pobre apariencia,
luego con las manos
las palmas batió.
Se abrió una ventana
y apareció ella,
una joven bella
-¿quién va? – preguntó,
-¿ya no me conoces?-
contestó el marino,
-¡Soy yo, prenda amada!-
y la puerta se abrió
A partir de su segundo número el periódico comenzó a aparecer los domingos y en esa edición obsequiaba a sus lectoras un cuento por entrega titulado El Ramo de Flores, con el subtítulo de Leyendas de Costumbres y firmado por Liberato, seudónimo de Gabino. El joven estaba a punto de cumplir dieciocho años y sus pensamientos eran de ensoñación y romanticismo. Había logrado en parte materializar su confesada inclinación por las letras, dirigía la sección literaria del periódico en que colaboraba y era el niño mimado de aquella sociedad. Se presume que Ezeiza se consagró entero al canto en años posteriores a esta etapa de su vida, bien pudiera ser desde su alejamiento del periódico a mediados de 1878 o en las proximidades de 1880. Para mediados de 1879, tenía fijado su domicilio en la calle Defensa 343, dentro de los límites de la Parroquia de San Telmo y su oficio declarado era el de jornalero.(2)
Revolución del ochenta
Corría el mes de mayo de 1880. En Buenos Aires la agitación política que se vivía en aquellos días, era el presagio de la inevitable lucha fratricida que se desencadenaría poco tiempo después. El enfrentamiento entre el Dr. Carlos Tejedor, Gobernador de la Provincia y candidato presidencial del Partido Autonomista y el general Julio A. Roca, ex Ministro de la Guerra y candidato del Partido Nacionalista, había llegado al máximo de intolerancia; cada uno exigía la renuncia del otro como prenda de paz, pero la posición intransigente de ambos hacía imposible cualquier tipo de negociación. La lucha estalló y finalmente, con la renuncia del Dr. Tejedor, el 30 de junio se concertó la paz sobre la base de la Ley de Federalización, que tras largos debates se sancionó el 21 de setiembre. En ella se declaraba capital de la República y asiento del gobierno nacional al municipio de la ciudad de Buenos Aires. Gabino Ezeiza en el tiempo de estos sucesos tenía 22 años y según sus biógrafos participó en forma activa de los mismos. La revista “Lo que canta el pueblo” expresa: “Concurrió al combate del 21 de junio con el batallón 15 de Febrero, a las órdenes del comandante Elliot y el entonces mayor Vico, donde se comportó bizarramente recitando algunas estrofas en el momento de la lucha”.
Que Gabino ya cantaba en ese entonces es cosa cierta, así lo indica al menos un comentario hecho por el diario “La Razón”, en el año 1909, donde decía: “Terminada la revolución del ochenta, surgió de los últimos campamentos la afición al canto criollo de contrapunto y se destacó en esa época con el título de payador, un morenito vivo, locuaz, satírico e intencionado, que en hermosas y valientes improvisaciones, arrastraba, como orador fogoso, masa del pueblo que le seguían a todas partes para escucharle sus estilos camperos y milongas orilleras. Ese cantor era Gabino Ezeiza, todavía vive y por ahí anda con su guitarra y sus lamentos”.
Por entonces ya lo envuelve en su círculo amistoso, en el seno de la colectividad morena de Buenos Aires, una aureola de prestigio. Pardos y morenos forman mundo numeroso y aparte, allá por la década del ochenta. Tienen sus asociaciones particulares, organizan pintorescas comparsas para Navidad y Carnaval, crean sociedades propias de socorros mutuos, discuten con vehemencia sus problemas en sus periódicos y fuera de ellos, y hasta piensan en establecer escuelas para la educación del hombre de color. Llevan, en fin, una intensa e interesante vida de sociedad. De ahí que el juvenil Gabino asista con frecuencia a tertulias familiares, participe en bailes y fiestas, y entretenga en la amable compañía de amigos y muchachas buena parte de sus horas.
Sus primeras actuaciones
Recién se tiene noticias fehacientes de sus actuaciones en los primeros días de 1882, a través del semanario “La Broma”, una hoja periodística perteneciente a la comunidad morena. La nota publicada, comienza diciendo: “El lector se recordará de Gabino Ezeiza. Gabino era uno de los colaboradores de “La Juventud”, periódico que vivió más de lo que viven otros (…) Bien, Gabino se ha dedicado a la paya y para el efecto se ha hecho un excelente payador”.
El camino del payador, aunque en corto trecho, se estaba trazando. En ese mismo año aparece el nombre de Nemesio Trejo como cantor oficial del caudillo boquense José “Pepe” Fernández. Trejo fue quien acompañó a Ezeiza en sus primeros triunfos en Buenos Aires.
En 1884 Gabino alcanzó su consagración. En él obtuvo sus más resonantes éxitos, recibió elogios de altas personalidades, vivió días de gloria, logró el título de máximo improvisador, fue agasajado como un triunfador y lo más importante, impuso como arte y para siempre, el canto del payador en el Río de la Plata, donde puso de relieve su propia condición de artista.
No se sabe si enterado que en la vecina orilla había un payador con fama de invencible, llamado Juan de Nava, cruzó el charco para ponerse a prueba o sí a instancias de amigos comunes hubo un convenio previo, la cuestión es que Ezeiza en compañía de José María Silva, joven payador discípulo suyo y los guitarristas Gómez y Rodríguez, arribaron al puerto de Montevideo entre el 20 y 21 de julio.
Nava era cantor oficial y protegido del dictador Máximo Santos. El miércoles 23 hubo una tenida entre él y Gabino Ezeiza en la cancha de pelota de la calle San José entre Ibicuí y Quareim, propiedad del Sr. Jorge Díaz. El recinto estaba colmado con más de 300 personas. Aquella fue una jornada de gloria para el payador argentino y la prensa uruguaya no tuvo reparos en reconocer sus méritos: “… declaramos con toda sinceridad, que Gabino le lleva grandes ventajas a Nava, es un verdadero poeta, de inspiración levantada y que improvisa con pasmosa facilidad, midiendo acabadamente los versos, cosa rara entre la mayor parte de los que pasan por payadores”. (3)
En los días siguientes fue colmado de agasajos, visitas, invitaciones y obsequios, todos querían demostrarle su admiración. El viernes 25 por la mañana, respondiendo a una invitación del Presidente de la República, el general Máximo Santos, se presentó en el cuartel de la escolta presidencial, donde fue recibido por el primer mandatario. Hechas las presentaciones, pulsó la guitarra y saludó en florida improvisación al jefe de estado y a otras autoridades de gobierno, por lo cual fue objeto, aparte de las felicitaciones, de diferentes obsequios.
Luego de otras memorables actuaciones se convirtió en el personaje de aquellos días, no solamente en los corrillos populares, sino en los sectores privilegiados de la sociedad uruguaya. Quizás el mayor logro de Ezeiza haya sido conquistar la consideración de la intelectualidad montevideana, quien gratamente sorprendida por su inspiración ingénita, le brindó su protección espontánea, en muestras de simpatía y en palabras de encomio.
Aquella consagración de Ezeiza, debe ser tomada como el punto de partida del payador rentado. Fue la revelación del canto criollo, puesto que, no solo proyectó a su intérprete en artista, sino que permitió a la sociedad en conjunto, sin diferencias de clases, reencontrarse con sus raíces culturales a través de la expresión criollista, exaltando la evocación del gaucho, en su vida sus usos y costumbres.
El miércoles 20 de agosto regresó a Buenos Aires a bordo del vapor Apolo., compartiendo la travesía con varias personalidades, quienes reunidos en el salón de la nave comentaban sus recientes éxitos en Montevideo. En retribución a tantos halagos, Gabino pulsó la guitarra y entretuvo a los viajeros con chispeantes y ocurrentes improvisaciones, mencionando a unos o señalando algún suceso imprevisto. Entre los presentes se hallaba el doctor Rafael Calzada, reconocido periodista y hombre de letras, quien asombrado ante tanta prodigalidad, se puso de pie y alzando su copa en señal de brindis, improvisó:
De mi entusiasmo al calor
de tu estro la grandeza
y tu numen creador,
a tu salud payador
bebo un vaso de cerveza.
La respuesta de Gabino fue instantánea:
Ese verso improvisado
fue con tanta exactitud,
que doctor, me veo obligado
en beber a su salud.
A partir de 1884 otros nombres se suman a la cruzada iniciada por Gabino. Ellos son José María Silva, Nemesio Trejo y Pablo José Vázquez, todos muchachos veinteañeros formados a su lado. Las enseñanzas y renovaciones promovidas por Ezeiza hicieron escuela.
El 21 de agosto de 1884 estaba nuevamente en su ciudad natal, donde un grupo reducido de amigos le tributó una calurosa recepción, excepto el periodismo que no ofreció ninguna información sobre su regreso.
Ese mismo año, en Buenos Aires, payó dos veces con Nemesio Trejo. Una de las payadas fue organizada a beneficio de las víctimas de una gran inundación ocurrida por esos días, debido al desborde del Riachuelo. Se llevó a cabo en “Cancha Belgrano” (Belgrano 222). Durante el transcurso de la misma de pronto se escuchó un fuerte crujido, ocasionado al ceder las bases de la gradería alta, a un costado de la puerta de entrada, por la excesiva cantidad de personas que la habían ocupado, rompiéndose en la caída tablas y tablones. (4) Pasado el susto volvió a sonar la guitarra y tras un aire de milonga, Gabino improvisó:
Cuatro tablas que se han roto
ya cuanto menos no es tanto,
guarden silencio señores
que va a continuar el canto
La otra payada con Trejo se efectuó el 10 de noviembre en el teatro “La Alegría”, el argumento que cantaron fue la muerte del malogrado Benigno Baldomero Lugones (periodista y escritor) y la fiesta que para socorrer a su familia se había organizado, salpicando sus cantos con estrofas alusivas a los incidentes ocurridos tanto en los asaltos de sable, florete y palo que allí se efectuaron esa misma noche como en la propia payada.
Gabino no se daba pausa en su trajinar por los pueblos. Empezaba a convertirse en aquel payador errante que solo y con un circo –propio o ajeno- recorrió prácticamente toda la República.  En los primeros meses de 1885 Ezeiza inició su gira por el litoral uruguayo junto a José Maria Silva, realizando exitosas actuaciones en Mercedes, Villa de Dolores, Paysandú, Salto, Concordia (Argentina) y Montevideo.
Poco se ha tenido en cuenta las virtudes cívicas de Gabino Ezeiza, sobre todo cuando se recuerda su militancia radical, en relación a la cual, algunos faltos de información o mal intencionados le aplicaron el despectivo mote de “cantor de comité”. Gabino desde joven tuvo preocupaciones cívicas y su ejemplo más notorio ha sido su activa participación en la revolución del ochenta, en defensa de una causa que consideraba justa.
El año 1891 lo encuentra de nuevo en la capital oriental incorporado a la compañía Podestá-Scotti. Su debut se produce el 14 de abril en el picadero del “Politeama”, causando una verdadera sensación. Luego de permanecer unos días más en Montevideo, regresó a Buenos Aires donde actuó en el Jardín Florida el jueves 30 de abril, con la representación de Juan Moreira, tomando parte Ezeiza en la escena de la fiesta. Las desventuras del cuchillero de Navarro trasladadas al teatro fueron un éxito. El jueves 5 de mayo presenció la misma función el Presidente de la República, doctor Carlos Pellegrini, a quien Gabino le ofreció lo mejor de su inspiración.
Ese mismo año desafió a Pedro Vázquez, quien aceptó la confrontación, fijándose la payada para el martes 23 de junio en el teatro Politeama. Ese día el teatro estaba colmado en su capacidad. Dos órganos de prensa de la capital hicieron la crónica de la tenida coincidiendo ambos en el veredicto dado por el público y en el dictamen de cada uno de ellos. Uno de ellos (El Correo Español) decía:“Se verificó anoche la payada de contrapunto entre Gabino Ezeiza y Pablo Vázquez. Contra lo que se esperaba, el hasta ahora invencible Gabino, fue derrotado por su contrincante. No hubo jueces que lo declarasen así, pero el inmenso público que asistió, dio el lauro de la victoria a Vázquez, y se lo dio porque se lo merecía”. Fue una mala noche para Gabino.
La misma payada se reiteró el 1º de julio en el mismo escenario que la anterior. La crónica del “Sud América” manifestó: “Con numerosa concurrencia tuvo lugar anoche la segunda payada entre Ezeiza y Vázquez. Como en la primera quedó triunfante Vázquez”.
En 1893 Gabino se independiza de Podestá-Scotti e instala su propio circo. Una de las primeras actuaciones se produce en el mes de abril en la ciudad de Rosario, donde ofrecía ejercicios ecuestres y gimnásticos a cargo de la familia Holmer, dramas criollos y su propia actuación. El picadero se llamaba “Circo Gabino Ezeiza”.
Meses después, la revolución radical en Santa Fe, acaecida el 30 de julio, estaba en plena efervescencia. El jefe político de la misma, doctor Mariano Candioti, que asumiera el 3 de agosto la gobernación de la provincia en nombre de la junta revolucionaria, tuvo que renunciar el día 24, haciéndose cargo de la misma el interventor Baldomero Llerena. Si bien en los primeros momentos parecieran haberse aquietado las aguas, con el correr de los días el clima político se fue enrareciendo nuevamente y ante el peligroso cariz que tomaban los acontecimientos el gobierno nacional envió como nuevo interventor al general Liborio Bernal, quien asumió el 23 de setiembre. A partir de aquí todo se precipitó y al día siguiente estalló nuevamente la revolución y la lucha armada fue un hecho en diversos lugares de la ciudad y en otros departamentos de la provincia. Ezeiza, quien según algunos habría llegado a la capital de la provincia unos días antes con el santo y seña de la revolución, instaló su circo en la calle San Jerónimo entre Tucumán y Rioja. Producida la revuelta, Gabino, con varios componentes de su compañía improvisó un cantón en esa misma esquina, volcando un tranvía a caballo.(5) Se cuenta que sofocada la sedición y presos los integrantes de la trouppe circense, éstos en su mayoría extranjeros, se defendieron diciendo que Ezeiza los había obligado a pelear contra su voluntad. El día 25 y a medida que las fuerzas gubernamentales ganaban posiciones, la lucha se hizo más cruenta, viéndose obligados los revolucionarios a buscar posiciones de resguardo. Gabino, quien se hallaba luchando al lado de un “batallón suizo”, buscó junto a éstos refugio en la estación del ex Ferrocarril Provincial, salvando la vida en forma providencial.
En las primeras horas de la mañana del día 26, la intentona revolucionaria había sido derrotada. Gabino fue detenido en Rosario el 18 de noviembre, después de cincuenta y tres días de estar fugitivo. El doctor David Peña, director del diario oficialista “Nueva Época”, comentaba, días más tarde de ocurridos estos sucesos, en un artículo que tituló: “Un payador metido a revolucionario”: Gabino Ezeiza había trocado su guitarra por el fusil radical. Ya no es un misterio que entre los cachivaches de su circo vinieron armas para los revolucionarios de Santa Fe y que los anuncios de su llegada y estreno fueron una contraseña revolucionaria”.(6)
Se desconoce en qué fecha fue puesto en libertad, pero sí se sabe que para fines de marzo de 1884 estaba en San Nicolás, desde donde le escribe una carta al payador Honorio Fernández. Es muy probable que esta estada en San Nicolás haya sido con su circo, el que según tradición oral, estuvo instalado en la calle Francia entre Lavalle y León Guruciaga. Se sospecha que por ese entonces Gabino conoce a Petrona Peñaloza(7), moza quinceañera entonces y que años más tarde haría su esposa. Según Santiago G. Chervo, era bisnieta del caudillo riojano Angel Vicente Peñaloza, “El Chacho”.
Entretanto en octubre de 1894 llega el momento de la gran payada con Pablo J. Vázquez en Pergamino, uno de los sucesos capitales, por así decir, en la biografía del negro cantor y en la misma historia payadoresca, donde aquella justa sigue resonando con acentos poco menos que legendarios, por la calidad de sus contendientes y por su duración, que fue de dos noches, el 13 y el 14 de octubre en el teatro Florida de Pergamino. El jurado que actuó en esa oportunidad dictaminó que debía reputarse como vencedor a Gabino, según acta suscripta el 28 de noviembre de ese año.
Gabino que por ese tiempo era aún un hombre joven, pues contaba con 36 años, había pasado por las más severas pruebas de su arte, desde aquellas trenzadas en la trastienda bolichera, donde habrá aprendido el consejo del viejo Vizcacha, a “no pelear sin puyones”,hasta las topadas con Trejo, Nava y Silva, donde siempre salió airoso.
Vázquez en cambio fue la contraparte de Ezeiza, ya que no le conocemos experiencias de ese tipo, sospechando que su oficio de payador fue producto de una vocación temprana, abonada con inquietudes literarias y buena lectura, publicando para 1885 su primer folleto de versos, donde se anunciaba como payador argentino, contando a la sazón 21 años.
Estas distintas escuelas quedaron evidenciadas en los versos improvisados de uno y otro, mientras los de Gabino eran toscos y sin ningún pulimento, alguien los tituló “gauchescos”, los de Vázquez en cambio tenían color a poesía y eran expresados en un lenguaje correcto, no exentos de delicadeza.
El corresponsal de La Prensa, Joaquín V. González(8) manifestó: “…en cuanto a su manera de payar o luchar cantando de contrapunto, pueden compararse en principio a dos oradores, de los cuales uno fuese claro, correcto, nítido y sin rodeos y el otro, con el mismo talento, fuese inclinado a las argucias, a las intrigas del raciocinio, a los ardides y a los recursos parlamentarios. Así, Vázquez expone en estrofas redondeadas y más o menos concluyentes y Ezeiza se estira, se difunde, divaga, gira y revolotea en el mismo tono, ensartando palabras, palabras y más palabras buscando el final, hasta que lo encuentra a su gusto y entonces cambia de pronto la tonada y con un impulso nuevo y vigoroso, termina el período arrancando siempre al auditorio un estrepitoso aplauso. Todo esto, cuando no se le ocurre descubrir algún estilo reservado para las grandes ocasiones y sorprendiendo hasta sus más íntimos, deja oír las más conmovedoras armonías, en las que, la voz flexible y dócil se pone a llorar en compañía de la bordona y entonces, el concurso compuesto de criollos de corazones nacidos de la tierra se estremece como sacudido por una corriente eléctrica y las exclamaciones de ese instante son de verdadera gloria para el payador”. En julio de 1895 Ezeiza inició una gira por el litoral uruguayo en compañía del payador oriental José M. Madariaga y el prestidigitador español Alberto M. Acuña, anunciando su debut en el Teatro Progreso de Paysandú, para el sábado 27 de julio. Luego actuó en Concordia (Argentina), continuando por Salto
El Saludo a Paysandú
Heroico Paysandú, yo te saludo,
Hermano de la patria en que nací.
Tus hechos y tus glorias esplendentes
Se cantan en mi patria como aquí.
Aquí es necesario hacer un paréntesis, para referirnos a un hecho trascendente en la trayectoria artística de Gabino, el Saludo a Paysandú, el más célebre de sus compuestos y tratar de determinar en qué momento y dónde fue cantado.
Después de escuchar una decena de versiones, a cual más antojadiza sobre dónde se cantó el “Saludo” por primera vez, hemos hallado la del historiador “sanducero” Carlos Estefanell (9), quien tras paciente como prolija investigación, sostiene que bien pudo ser en una de las tres presentaciones en el Teatro El Progreso, entre julio y agosto de 1895, donde en el programa figuraba –Un saludo- y argumenta: “Y si era tradicional en Gabino saludar al pueblo sanducero antes de sus actuaciones, ¿No sería factible que en uno de esos saludos haya surgido el canto inmortal?”. Cabe agregar que bien pudiera ser el verso de despedida de la última noche, mencionado en la nota periodística: “Se despide de Paysandú con unos versos muy sentidos que le merecieron grandes aplausos”.(10) Esta es la única versión con fecha y lugar precisos y este es el hecho más importante, el cual descalifica las mistificaciones habidas en su torno; por otra parte, sospechamos que Ezeiza nunca lo interpretó con anterioridad a 1895, ya que en nuestro archivo no lo encontramos incorporado a su repertorio antes de ese año.
Pero sobre este asunto hay mucho para decir. Una de las versiones más difundidas dice, que hostilizado por un grupo de personas llegó hasta el barco atracado en el muelle y desde la barandilla cantó el famoso saludo. La única vez que Ezeiza tuvo algún problema en el Uruguay, fue en su primera visita a Paysandú en abril de 1885, por lo tanto se supone que el hecho sucedió en esa ciudad y en ese año. Ahora bien, en aquel entonces el muelle aludido no existía y los vapores de la empresa Mihanovich, que hacían el recorrido por el río Uruguay, anclaban en medio de éste, desde donde los pasajeros eran transportados en bote hasta la orilla. Resultan pues inverosímiles los fundamentos de la citada versión.
Después de tres largos años de ausencia de Buenos Aires, el año 1896 marca el regreso definitivo de Gabino Ezeiza a su ciudad natal, donde lo acompañará el éxito y mucha actividad.
Para el sábado 15 de mayo de 1897 se concertó una payada de contrapunto entre Ezeiza y su rival por excelencia, Pedro Vázquez, quien estaba padeciendo las etapas finales de una cruel enfermedad. Luego de esta tenida, realizada en Lomas de Zamora, Vázquez no regresó más a los escenarios. Enterado Gabino de la gravedad del estado de su colega y su difícil situación económica le hace llegar una carta en la que dice: “Gabino ofrece, dejando a un lado antiguos resentimientos, un beneficio a favor del enfermo, con elementos propios, en este pueblo o en Tandil, donde actualmente se halla”.(11) Este gesto de Ezeiza fue publicado en el diario local, bajo el título “Sentimientos generosos” y es realmente un acto de solidaridad y filantropía el ofrecimiento del moreno, que lamentablemente no fue interpretada del mismo modo: “Conocida esta carta por Vázquez, contestó rechazando dignamente la oferta, pero sin altivez, agradeciéndola y diciendo: -que si bien es cierto que su posición no es muy desahogada, no carece felizmente de recursos propios para atender su enfermedad”. Vázquez falleció el 26 de junio, cuando contaba treinta y tres años de edad.
En 1902 sostuvo otra payada memoriosa en San Antonio de Areco. Esta vez su contrincante fue Luis García, a quien no pudo vencer.
En 1912 intervino con éxito en un torneo internacional payadoresco efectuado en un teatro de Buenos Aires en el que los cuatro primeros premios fueron adjudicados a Ezeiza, Curlando, Vieytes y Caggiano. Gabino también realizó, entre otras, una payada memorable, en las esquinas de Yerbal y Nazca, junto a Martín Castro, payador de Ciudadela y autor de “El huérfano”. Dentro de los límites de la Capital Federal solía concurrir al café Oviedo, de avenida Chicago (actual avenida de Los Corrales) y San Fernando (actual Lisandro de la Torre) frente al Mercado de Hacienda de Liniers.
Llegamos al año 1914 y la primera actuación se la hallamos el sábado 7 de febrero en el escenario del Teatro Roma, ubicado en la calle Sarmiento 112, de la ciudad de Avellaneda, donde se presentó en una función a beneficio del actor aficionado Santos Mezzano. Para ese entonces Gabino estaba dedicado de cuerpo y alma a hacer proselitismo a favor del partido radical y para ello no mezquinaba esfuerzos ni sacrificios, ya sea colaborando con su canto en reuniones partidistas o sirviendo de enlace entre personajes influyentes de la misma causa.
Tras su agitada vida de cantor trashumante y como muestra inequívoca de cansancio es que Gabino centra su actividad en bares y cafés de Buenos Aires. En ese entonces tenía 56 años, 8 hijos que mantener (la menor Eugenia Juana, apenas de dos años y aún vendrían dos más).
A pesar de sus múltiples actuaciones, lo que ganaba sólo alcanzaba para lo más indispensable y si bien no padecía un estado de indigencia total, la pobreza que lo cercaba le mostraba el duro rostro de la realidad. La calidad de vida que en otra época disfrutó, había cesado.
Su última actuación se verificó el sábado 30 de setiembre en el Teatro La Perla, de la calle Domínguez 659, de la localidad de Piñeyro, partido de Avellaneda.
Falleció de endocarditis el día 12 de octubre de 1916, a las 4.25 de la tarde, en su domicilio de Azul 92, del barrio de Flores. Esa misma tarde asumía la presidencia de la nación el doctor Hipólito Irigoyen, candidato del partido radical, ideario político al que el moreno payador le dedicó lo mejor de sus horas. Se cuenta que al enterarse de la muerte de Ezeiza, el Dr. Irigoyen dijo: “¡Pobre negro, el sirvió!”. En esta expresión de pesar quedó resumido todo el esfuerzo de su convicción política, de la que no claudicó un solo instante.
Una placa colocada en Azul 92, en el barrio de Flores, recuerda al negro Gabino Ezeiza. Allí, a los 58 años murió en su humilde casa, pobre como todos los juglares del pueblo.
La leyenda de Gabino se despierta cada 12 de octubre, cuando sus seguidores se reúnen en la tumba del cementerio de Flores, para brindarle homenaje a este personaje tan recordado y querido.
Buenos Aires de mi amor, ¡oh, ciudad donde he nacido! No me arrojes al olvido yo, que he sido tu cantor. De mi guitarra el rumor recogió en sus melodías, el recuerdo de otros días que jamás han de volver, los viejos cantos de ayer que fueron las glorias mías.
Referencias
1) Natale, Oscar – Buenos Aires Negros y Tangos – Buenos Aires (1984).
2) Registro Cívico Nacional. Año 1879.
3) El Indiscreto, Semanario – Montevideo, domingo 27 de julio de 1884.
4) La Patria Argentina, Buenos Aires, martes 21 de octubre de 1884.
5) López Rosas, Rafael – Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, en El Teatro en la Provincia, Pág. 246.
6) Vigo, José M. – Todo es Historia, N 39, julio de 1970.
7) Chervo, Santiago G. – Radiografía de San Nicolás de los Arroyos – San Nicolás (1978).
8)González Arrilli, Bernardo – Buenos Aires 1900 – Página 45
9) Estefanelli, Carlos – Homenaje a Gabino Ezeiza – El Telégrafo, Paysandú, Uruguay, 8 de setiembre de 1978.
10)El Paysandú – Paysandú, Uruguay, 2 de agosto de 1895.
11) La Unión – Lomas de Zamora, Buenos Aires, 19 de junio de 1897.
Fuente
Blomberg, Héctor Pedro – El adiós de Gabino Ezeiza.
Cristoforetti, Marita y Brichetto, Alberto – El payador de Flores.
Di Santo, Victor – Gabino Ezeiza, Precursor del arte payadoril rioplatense – Buenos Aires (2005).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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Turone, Oscar A.. – Gabino Ezeiza, El último payador.
Soler Cañas, Luis – Gabino Ezeiza, verdad y leyenda.
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