sábado, 29 de agosto de 2015

Tomás Espora

Tomás Espora




Nació en Buenos Aires, el 19 de setiembre de 1800, hijo de Domingo Espora, dedicado a la ebanistería, natural de Génova; y del segundo matrimonio de éste con Tomasa Ugarte, nacida en Santa Fe.  Los progenitores del futuro coronel, vivieron algunos años en una de las casas de Antonio de Escalada, frente a la Plaza Mayor.  No se ha podido establecer en que colegio se educó Espora, sabiéndose solamente que fue condiscípulo de Francisco Agustín Wright.  Perdió a su padre a fines de 1810 y pocos años antes, a su madre.  A la edad de 15 años se embarcó a bordo de la corbeta “Halcón”, una de las naves apresadas por Brown en Montevideo, la que a las órdenes de Bouchard y acompañada por la “Constitución” bajo el comando de Russell, realizaron en 1815 una campaña al Pacífico, asistiendo Espora bajo el mando superior del almirante Brown, a las acciones del Callao y el asalto de Guayaquil, el 8 de febrero de 1816, este último.

Como es notorio, Bouchard cedió el “Halcón” a Guillermo Brown en cambio de la “Consecuencia”, presa que había capturado frente al Callao, y abandonando al Almirante frente a las costas ecuatorianas, se dirigió al Cabo de Hornos, llegando a Buenos Aires el 9 de setiembre de 1816.  Espora regresó con él, habiendo desempeñado las funciones de pilotín en el viaje al Pacífico.

La “Consecuencia” rebautizada con el nombre de “La Argentina”, armada con 34 cañones y tripulada por 250 hombres, fue preparada para realizar tareas de corsario, gracias al patriotismo del Dr. Vicente Anastasio Echevarría, pariente político de Bouchard; embarcándose a su bordo el joven Espora, en calidad de oficial.  El 9 de julio de 1817 zarpaba de la Ensenada de Barragán, con destino a la isla de Madagascar, en busca de los galeones de la opulenta compañía de Filipinas.

“No pocos peligros y contrariedades –dice el ilustrado historiador Angel Justiniano carranza- experimentó nuestro joven compatriota en esa laboriosa campaña de circunnavegación que debía durar dos años.  Motines e incendios sofocados a bordo; encuentros sangrientos hasta con los piratas malayos en el Estrecho de Macasar, que separa a la isla de Borneo de la de Célebes; bloqueo de Filipinas; crucero en la Polinesia, Malasia y otras partes de la Oceanía; asaltos y ocupación de plazas como la de Monterrey, en el extremo litoral de California, México y América Central; toma de cañones y quema de buques enemigos o recobro de los nuestros, tales fueron algunos de los percances de aquella expedición hostilizadota, que recorrió con audacia más de cuatro mil leguas, paseando el pabellón de la joven República por mares apartados”. 

“A la llegada a Valparaíso, acaecida el 17 de julio de 1819 –dice el capitán de fragata Héctor R. Ratto, en su completa biografía del héroe- vencidos los dos años de la partida, el teniente Espora podía, sí, jactarse de ser el primer oficial argentino que había contorneado el mundo”.

Como es sabido, al llegar “La Argentina” a Valparaíso, el almirante Cochrane, movido por una emulación indigna de su rango y nombre, arrebató a Bouchard aquel buque y la “Chacabuco”, junto con el rico botín que conducían, poniendo en prisión al jefe de la expedición y a sus audaces tripulaciones.  Violentas reclamaciones del Gobierno de las Provincias Unidas surgieron, y el bravo coronel Mariano Necochea, que se entera que la bandera de la Patria había sido arriada de “La Argentina” y de la “Chacabuco”, mandó un piquete de Granaderos a Caballo, a bordo de ambos buques, con la orden terminante para el oficial que estaba a su cargo, de volverla a colocar al tope de sus mástiles, de buen grado o por la fuerza, orden que se cumplió al pie de la letra.

Espora estuvo embarcado en “La Argentina” hasta que pasó a mediados de 1820 en calidad de teniente 1º a la escuadra que mandaba el almirante Cochrane, embarcándose como 2º de la fragata “Peruana”, nave de 250 toneladas, según el general Espejo, y una de las 14 que formaba el convoy que condujo a las costas del Perú al Ejército Libertador, bajo el mando del general San Martín.  Dicha escuadra y convoy partieron de Valparaíso el 20 de agosto de 1820, y el 7 de setiembre llegaban a la bahía de Paracas, listos a iniciar el desembarco en la playa de Pisco al día siguiente.  Esposa, una vez desembarazada la escuadra de las tropas de ejército, se hizo cargo del “Spano” y tomó parte en los dos bloqueos del Callao, en aquel año, a las órdenes de Cochrane.  En abril de 1821 tuvo en aquellas costas un duelo con el capitán De Kay, que se hallaba al mando del bergantín “General Brown”.

Ocupada la ciudad de Lima el 10 de julio de aquel año, el Protector del Perú premió los servicios del joven Teniente con la medalla de oro (con cinta encarnada), otorgada a los oficiales navales, y la cual llevaba el siguiente lema: “Yo fui de la escuadra libertadora”, condecoración discernida por decreto del 15 de agosto de 1821.  Fue también asociado de la “Orden del Sol”, y en mérito a sus servicios, el Supremo Delegado del Perú, José Bernardo de Torre-Tagle, le extendió despachos de “capitán de corbeta graduado de la Armada del Perú”, el 12 de junio de 1822.  En este carácter estuvo embarcado en las fragatas “Prueba” y “Limeña”, en la primera escuadrilla peruana creada por San Martín en 1822, y mandada sucesivamente por Foster y Blanco Encalada.  Espora sirvió en calidad de ayudante de aquella escuadra, servicios que prosiguieron a principios de 1824, al regreso al Callao de la “María Isabel”, con la insignia de Blanco Encalada.  Cuando tal cosa sucedió, Espora sirvió con cargo idéntico en la escuadra formada por Bolívar, denominada combinada del Perú, Colombia y Chile, que tuvo la misión de proseguir las operaciones contra el Callao, en poder de los realistas, a pesar de la derrota de Ayacucho.

En el segundo semestre de 1825, Espora regresó a Valparaíso.  El capitán Roberto Foster, que se encontraba en el puerto a bordo de la “María Isabel”, preparándose para realizar la expedición a Chiloé, extendió, con fecha 1º de noviembre de aquel año, un certificado a Espora, expresando haber servido como ayudante de órdenes de aquél, por espacio de un año, en el bloqueo del Callao, “con una conducta irreprensible, desempeñando con honor varias comisiones que se le han confiado y, por consiguiente, lo considero muy suficiente para ocupar cualquier destino en su carrera”.

Reintegrado a su Patria alrededor del 1º de diciembre de 1825, en vísperas de encenderse la guerra entre la República y el Imperio del Brasil, Espora presentó sus despachos y certificados de que se ha hecho mención, y el 21 de aquel mes y año, el general Zapiola lo proponía al Gobierno, y el 13 del mes de enero siguiente, se le extendían despachos de capitán con grado de sargento mayor al servicio de la Marina, otorgándosele el mando de la “Cañonera Nº 10”, con la cual intervino e la acción naval del 9 de febrero de 1826, primer combate sostenido en aquella guerra y el que tuvo por teatro Los Pozos.  En él, Espora mandó un grupo de cañoneras, y a raíz del proceso que produjo la separación de Azopardo y Warnes de sus comandos, el almirante Brown hizo una nueva distribución de estos cargos, en el cual correspondió a Espora el de la fragata “25 de Mayo”, insignia de la escuadra; seguramente, a raíz de su heroico comportamiento en el ataque nocturno a la Colonia, el 1º de marzo de aquel año, dirigiendo un grupo de cañoneras, embarcado en la “Nº 12”; hecho de armas glorioso, pero magro en resultados felices.  En el parte de Brown al Presidente de la República, fechado en la Colonia, a bordo del “25 de Mayo”, el 4 de marzo, y que Espora condujo a su destino, trata a éste de “bravo soldado y hombre de honor”.

Al mando de la “25 de Mayo”, se halló Espora en la provocación frente a Montevideo, base naval de los imperiales en el Plata, que terminó con el combate con la “Nitcheroy”, en la tarde del 11 de abril de 1826, en el cual intervino también el “República”, al mando de Clark.  Tanto este buque como la “25 de Mayo” tuvieron varias bajas: 1 muerto y 2 heridos, el primero; y 8 muertos y 12 heridos, el segundo.  Brown, con sus buques, siguió a la Colonia, se reunió a los que cruzaban frente a aquel puerto, y regresó a Buenos Aires para reparar las averías de sus embarcaciones.

También intervino Espora en el ataque a la fragata “Emperatriz”, de 52 cañones y 400 hombres de dotación; el cual tuvo lugar a media noche del jueves 27 e abril de 1826, en que aquel buque fue atacado en el medio de la bahía de Montevideo por el almirante Brown, embarcado en la “25 de Mayo”, que mandaba Espora, quien abordó a la nave enemiga, disparándole casi a quemarropa numerosas andanadas, introduciendo la confusión y el pánico en todos los demás buques imperiales.

Cooperaron en este ataque, el bergantín “Independencia”, comando por Guillermo Bathurst y otros buques, aunque al puerto de Montevideo sólo entraron este último buque y el “25 de Mayo”.  La “Emperatriz” perdió a su comandante Luis Barroso Pereira, muerto en la acción, y tuvo varias averías.  Brown se retiró oportunamente, cuando había corrido la voz de alarma entre los demás buques imperiales.

Por su comportamiento en la campaña, el 31 de mayo de aquel año, Espora recibió la graduación de teniente coronel.  El almirante Brown había encontrado en él el hombre que le era indispensable para dar cima s su grandiosa empresa de batir un enemigo inmensamente superior, con una escuadra improvisada; con tripulaciones tomadas de todas partes y de distintas nacionalidades sus componentes.  Es evidente que la serie de triunfos que logró contra sus adversarios fueron debidas en una buena parte a la capacidad, valor, talento, decisión, audacia y patriotismo de su capitán de banderas. Este, en todo momento, dio pruebas inequívocas de que era un digno subalterno de tan insigne Jefe.

Al lado de eminente Almirante, el comandante Espora se batió con una memorable bizarría en la gloriosa jornada del 11 de junio de 1826, en la rada de Los Pozos, contra fuerzas imperiales varias veces superiores en número.  En aquella ruda acción, el primer Almirante de la República fue que lanzó a sus buques la famosa orden: “Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”.

El 30 de julio del mismo año, dura fue la jornada para el comandante Espora en el combate que tuvo lugar frente a Quilmes, contra la escuadra brasileña: la “25 de Mayo” fue completamente rodeada por naves imperiales que se le acercaban a tiro de pistola; los proyectiles del enemigo aran las baterías del buque de Espora, dejando al pasar claros muy sensibles.  Una bala encadenada destroza la mayor parte de la dotación de una pieza del combés , en tanto que otras dañan sus mástiles y arboladuras, tronchando las jarcias y averiando la maniobra; la carnicería es espantosa, habiendo apenas brazos suficientes para retirar los muertos y heridos de que están sembradas las cubiertas del buque republicano. Este es cañoneado sin piedad, por babor y por estribor, de proa a popa, y ofendida hasta en el timón por los proyectiles del bergantín “Caboclo” (que mandaba el comandante John Pascoe Grenfell), y que atacó a la “25 de mayo” por popa. Espora es herido por una bala que le arranca su bocina de la mano, y sin turbarse, el valiente marino pide otra.  La fragata almirante completamente desarbolada, es remolcada por dos cañoneras y conducida fuera de los fuegos imperiales, con los suyos servidos en buen orden, a pesar de las pocas fuerzas que le restan, esperando por momentos en que se hunda bajo el peso de los terribles golpes que ha recibido.  Espora, inmóvil, despreciando los sufrimientos físicos de su herida, se había hecho llevar a cubierta para continuar excitando a sus denodados tripulantes, que ya no podían maniobrar sino pisando cadáveres.

“Pálido e inmóvil –dice el Dr. A. J. Caranza- con los labios cárdenos y devorado por una sed febriciente, imponiendo a la muerte con su mirada magnética, el digno capitán de la “25 de Mayo”, pidió más de una vez a los que le rodeaban y recibían sus órdenes, que por si desgracia era rendida al abordaje, echaran su cuerpo al agua para que fuera pasto de peces argentinos, antes que trofeo del enemigo de su patria”.  Con 30 impactos sobre la línea de flotación y 3 bajo la misma, la “25 de Mayo” marcha completamente escorada a babor, banda que era la de sotavento, hasta llegar a mostrar los tablones de su línea de flotación con las velas mayores y gavias largadas, para neutralizar el impulso del remolque, consiguiendo llegar así, a duras penas, al fondeadero de Los Pozos, burlando la saña de una fragata y cuatro corbetas enemigas que estaban empeñadas en destruirla.

A las 5 de la tarde desembarcaron al bravo comandante herido, y el pueblo se estrecha frenético de entusiasmo, y los ciudadanos más respetables de la Capital se disputan la honra de recibir en sus brazos a Espora, “dándose por bien pagos –dice un biógrafo- los que llegan siquiera a tocar el lecho enrojecido….”.  Espora llega a su morada entre vítores y clamorosa ovación, calmando sólo la inquietud general, cuando se anunció que salvaría de sus heridas.  El 9 de agosto de aquel año, recibe la efectividad de su grado de sargento mayor.

El 18 de diciembre, habiéndose restablecido de sus heridas, Espora fue nombrado jefe de la bahía, pero Brown lo embarcó como comandante de la goleta “Maldonado”, que montaba 2 cañones de 24 y 6 de 12.  Poco después entregó este buque a Drummond, y se le confió el mando de la isla de Martín García y batería “Constitución”, en ella levantada, con la que contuvo a la escuadra de Mariath durante la jornada del Juncal, cuando aquélla trató de navegar aguas arriba y penetrar en el río Uruguay, para ayudar a su compañero Sena Pereyra, tomando a Brown entre dos fuegos, pero el cañón de Martín García le impidió efectuar esta maniobra, quedando frente a la isla.

El jefe brasileño no hizo más esfuerzo para tentar la salvación de sus compañeros de armas en peligro, que destacar una goleta para intentar el pasaje del Canal del Infierno, la cual quedó varada, fracasando en su intento.  Espora participó en la persecución, habiendo sido despachado por Brown, con dos goletas y una cañonera, para dar alcance a dos buques enemigos que huían por el Paraná, según el “British Packet” de aquellos días, las dos goletas quedaron en la boca del Guazú “mientras que el capitán Espora, en la cañonera, navegó aguas arriba”.  Pero los buques adversarios habían logrado escaparse.  Por su participación en aquellas operaciones, Espora recibió la medalla otorgada: “A los vencedores en aguas del Uruguay”.

Después del combate de Monte Santiago, el almirante Brown destacó a Espora con una división de cañoneras para cañonear la fragata “Paula” que había quedado varada después de la acción, pero cuando llegó Espora al lugar, ya aquella había conseguido zafar y ponerse en franquía.  Mientras Brown estuvo curándose de las heridas recibidas en aquel combate, Espora ejerció el mando, arbolando su gallardetón de jefe superior a bordo de la “Maldonado”, mandada por Toll.  Restablecido el comandante en jefe, el 1º de junio asumió el comando, iniciando el día 3 del mismo mes, un crucero que duró 11 días, recorriendo parte del Estuario, en el que tomó contacto con una división enemiga, que rehusó el combate.  Al regreso, Espora quedó apostado en Martín García, con dos cañoneras y tres buques de otros tipos; ocupándose mientras estuvo en aquel tenedero, en la terminación de tres baterías consideradas “muy formidables”.  El 18 de setiembre de 1827 recibía despachos de teniente coronel efectivo. El 9 de octubre del mismo año, el comandante general de Marina, general Matías Irigoyen, encargaba a Espora del mando de la escuadra, por haber desembarcado enfermo el almirante Guillermo Brown.  Este interinato duró hasta el 11 de noviembre, fecha en que se embarcó como 2º Jefe el coronel de marina Jorge Bynnon, de mayor grado que Espora.  Este había sido reemplazado en la comandancia de Martín García por el teniente coronel Artayeta.

Tomó parte en la salida que se efectuó el 7 de diciembre para auxiliar a Fournier, varado con la “Congreso” por Punta Lara, mandando Espora el “Guanaco”; y en la del 15 de enero de 1828, salida que se efectuó para acompañar el “Juncal” del mismo Fournier, en viaje para los EE.UU..  Aquel estaba en la “8 de Febrero” con otros buques argentinos, batiéndose contra 3 divisiones enemigas de 16 naves.  En esta acción, Espora tuvo averías en la maniobra del mastelero de proa, quedando rezagado, por lo que corrió el riesgo de ser capturado, pero se tiró a los bajíos de Monte Santiago, burlando a sus enemigos, recostado en la costa.

El 21 de febrero, Brown, con Espora y Rosales, juntos como en la tarde inolvidable de Quilmes, combatieron durante 4 horas frente a Punta Lara, contra una división enemiga de 8 naves más poderosas, logrando la captura del corsario imperial “Fortuna”.

En el mes de marzo, el Gobierno ordenó a Espora el alistamiento de la División con la cual iba a colaborar en las operaciones que ejecutaría un ejército de las tres armas contra Río Grande, a las órdenes del general Paz.  Dos embarcaciones debió alistar para aquella empresa: la “8 de Febrero” (ex “Januaria”), tomada al enemigo en el combate del Juncal; y la “Unión”, tomando el mando de la primera Espora, que tenía como 2º al sargento mayor Juan Antonio Toll; y el de la segunda, al teniente de marina Guillermo Méndez.

En el alistamiento de su fuerza, Espora desplegó un celo inusitado, haciendo salvar obstáculos que se oponían a su realización; su misión operativa era hostilizar la retaguardia del enemigo, cruzando el litoral comprendido entre Castillos y Río Grande.  A las 9 de la noche del 7 de abril de 1828, zarpaba de Balizas Exteriores; el día 10 se cañoneaba con el “Carioca”, pero como su misión era operar en las costas de Río Grande, prosiguió su navegación perseguido durante 16 horas por su fuerte antagonista.  En cambio, la “Unión”, menos velera, cayó en poder del enemigo, por haber ido a dar en medio de la división de Sena Pereira, unas 20 millas al Sud de la isla de Lobos.

El 16 de abril estaba Espora frente a Santa Teresa, entre punta Castillos y el Chuy, y donde debía ponerse en comunicación con el coronel Leonardo Olivera; de acuerdo a las instrucciones, izó señales de reconocimiento, que no fueron contestadas desde tierra.  Al día siguiente las repitió y fueron contestadas, enviando entonces una lancha con un oficial para arreglar la cooperación con las tropas de operaciones, pero el coronel Olivera no había dejado instrucciones, al retirarse de aquel punto.  El 18 barajó la costa hasta Castillos; el 20, al caer la noche, el “Caboclo”, lo sorprendió con una andanada, interviniendo Espora en paños menores (pues estaba durmiendo), para destrincar la artillería y alistarse para el combate, pero una segunda andanada que mató a un hombre e hirió a otro, fue la última que disparó el buque enemigo, que siguió viaje.

El 24 repitió frente a Santa Teresa las señales de reconocimiento, a las 9 de la mañana, despachando un bote con el capitán Raymond, teniente Martínez y 8 hombres, el cual se deshizo en las rompientes, cosa que no supo Espora sino días después, porque un violento temporal lo obligó a alejarse de la costa.  Diez días permaneció cruzando entre Castillos y Santa Teresa, al cabo de los cuales, el 3 de mayo, reunió “junta de guerra”, en la que se resolvió por unanimidad aproximarse a la playa, y recuperar el bote, y en caso de no lograrlo, hacer rumbo al Norte, tratar de apresar alguna nave enemiga para reponer la “Unión”, y volver luego para intentar dar cumplimiento a las instrucciones recibidas; el 6 avistaron Río Grande y el 9 capturaron un bergantín brasileño con 7.000 arrobas de azúcar y 3.000 de café y varios cientos de rollos de tabaco, que Granville y Campbell condujeron con felicidad a la boca del Salado.

Después de internarse en el golfo de Santa Catalina, emprendieron el regreso en razón de escasear los víveres; el 25 de mayo estaban a la altura de Santa Teresa, continuando viaje.  El 29 estaba la “8 de Febrero” en aguas de Samborombón, y al aclarar la niebla que había ese día por la mañana, Espora se encontró en el centro mismo de la escuadra imperial bloqueadora, al mando del capitán de fragata Juan Francisco de Oliveira Botas: 10 buques, 129 cañones y 1.200 hombres. El valiente marino republicano no trepidó un instante para cumplir con su deber.  Se dirige a sus tripulantes y les dice:

“¡Ea muchachos!, ahí está el enemigo, y aunque nuestras fuerzas sean desiguales, vamos a enseñarles que somos dignos de mantener el nombre glorioso que lleva este buque.  A los artilleros recomiendo la puntería, y a todos la mayor disciplina, porque seré inexorable con el que la quebrante; pero en cambio, os juro sobre esta espada y en presencia del Sol de Mayo, que si las balas respetan mi vida como otras veces, no descansaré hasta obtener que el gobierno premie con mano generosa a las familias de los que caigan en defensa de la honra nacional.  Marinos y soldados del “8 de Febrero”: sólo los cobardes se rinden sin pelear, y aquí, no reconozco sino argentinos y republicanos.  Compañeros, arrimen las mechas y ¡Viva la Pareia!

Palabras sublimes que tuvieron la inmediata virtud de electrizar a aquellos valientes, confundiéndose las hurras con el estampido de los 5 primeros cañonazos de estribor.  En medio del terrible combate que allí tenía lugar, cuando reciamente se respondía al fuego enemigo, el “8 de Febrero” tuvo la desgracia de tocar con el timón en los bajíos de Arregui, cerca de la desembocadura del río San Clemente, quedando sin gobierno.  No obstante esta situación desesperada, no decae el ánimo de Espora, decidido a jugar su última carta.  Diez horas después de roto el fuego, aún ondeaba la bandera argentina en su puesto de honor; cuatro piezas desmontadas y consumidos los 900 tiros de cañón, empleándose en tacos hasta la ropa de los tripulantes; con muy sensibles bajas entre éstos, y graves averías en los palos, aguardaban aquellos valientes la caída de la noche para intentar la postrer salvación.

En tan crítica situación, Espora convoca Junta de Guerra y se resuelve evacuar la tripulación, embarcándola en una jangada hecha en el curso de la noche, con manteleros, vergas, botalones, pipería, etc., la cual estuvo lista a las 4 de la mañana y media hora después estaba a su bordo la dotación, menos Espora, Toll, 4 heridos de gravedad y los asistentes de ambos jefes.  El bote remolcó la jangada a tierra.  Una vez desembarcada la tripulación, la lancha debió regresar a buscar a los que quedaban, pero no habiendo llegado al amanecer, Espora izó el pabellón, saludándolo con un disparo sin bala, arriándolo enseguida.

Prisioneros de guerra, Toll y Espora permanecieron en poder de los imperiales hasta el 11 de junio, en que fueron canjeados por dos prisioneros imperiales, el capitán Eyre, tomado en Patagones, y el capitán Ferreyra, ex-comandante de la “Leal Paulistana”, capturada por Fournier y que después se llamó la “Maldonado”.  Tal canje fue propuesto por el almirante Pinto Guedes y aceptado complacido por Brown.

El 18 del mismo mes de julio, Espora mandando el bergantín “Uruguay”, salía con Brown para la Ensenada; y el 23 del mismo mes, se le otorgaba el comando del “9 de Febrero”.

El 10 de octubre de 1828 ascendía a coronel graduado.  El 1º de diciembre de aquel año sufrió una caída de caballo, de la que fue asistido por el Dr. Rivera, que fue cuñado de Juan Manuel de Rosas.  El 6 de febrero de 1829 San Martín llegaba al puerto de Buenos Aires, y el coronel Espora era comisionado para presentarle los saludos en nombre del Gobierno.

Se hallaba a bordo de uno de los buques de la escuadra, a la sazón en desarme, cuando se le encomendó la custodia de algunos presos políticos desafectos al general Lavalle; durante la noche del 21 al 22 de mayo de 1829, el Vizconde de Vernancourt, comandante superior de las naves francesas surtas en el Río de la Plata, estacó un grupo de embarcaciones que tomaron sorpresivamente a los buques argentinos en desarme.  El coronel Espora, cuya efectividad en el cargo había recibido el 20 de abril de aquel año, no se hallaba a bordo del suyo en aquellos momentos.  El jefe francés parece que con semejante atropello, creyó encontraría algunos connacionales detenidos en aquellas naves inermes.  Ni Tomás de Anchorena, ni otros presos políticos aceptaron la libertad que Vernancourt les ofreció, y pidieron ser trasladados a la fragata inglesa “Cadmus”.  Conducido a Bahía Blanca, Espora fue a buscarlos en el “Río Bamba”, ya rebautizado “Convención”, llegando a Buenos Aires el 26 de julio de 1829.  En el viaje de regreso, la habilidad maniobrera de Espora salvó a su buque de un naufragio seguro en la ensenada de Samborombón.

Cuando el coronel Rosales se sublevó con la “Sarandí”, Espora no fue utilizado en la expedición que se destacó contra aquél.  Recién en noviembre 11 de 1833, cuando Francisco Lynch perdió la confianza del gobierno, Espora fue llamado para sucederle en la capitanía del puerto, nombrado Comandante General de Marina y Comisario General de Matrículas por los Restauradores.  Revistó en la Plana Mayor del Ejército como coronel de infantería desde el 1º de junio de 1832 hasta el 11 de noviembre de 1833.

Los avances del Paraguay en las Misiones determinaron al gobierno de Buenos Aires a organizar una escuadrilla compuesta por los bergantines “Sarandí” (insignia) y “General Rosas”, goleta “Choele Choel”, cañonera “Porteña” y lanchón “Patriota”, cuyo comando fue confiado el 18 de abril de 1834 al coronel Espora.  El abandono por parte de los paraguayos del territorio ocupado hizo desaparecer el peligro, y la escuadrilla fue desarmada en su casi totalidad, debiendo su Jefe volver a sus funciones burocráticas de la Capitanía.

En los primeros días de marzo de 1835 se publicaba en la imprenta del “Comercio” un folleto calumnioso contra Espora, en el que se le acusaba de haber participado en el movimiento del 1º de diciembre.  Tal publicación dio origen a una viva polémica con sus detractores –Pedro Ximeno, José María Boneo y Mariano Maza- en la cual el marino dio a luz muchos hechos de su vida que hasta entonces no se habían publicado.  Espora había solicitado una licencia de 20 días para responder a las calumnias del escrito mencionado, y el 31 de marzo, antes de fenecer aquélla, elevó su renuncia del puesto que ocupaba “para no abusar –decía- de la condescendencia de la Superioridad, ni desmentir los sentimientos con que en toda mi vida he siempre antepuesto el interés de mi Patria al propio”.  Su renuncia fue aceptada el 6 de abril.

Estos acontecimientos produjeron profunda depresión moral en el coronel Espora.  Desde marzo, en que era “robusto, alegre, vivo, se fue debilitando, haciéndose taciturno y separándose de la sociedad”.  En junio, el doctor Martín García lo encontró sumamente debilitado y a mediados del mes siguiente su postración le obligó a guardar cama y el 25 de julio, a la una de la tarde, fallecía en su casa-quinta por los Corrales del Alto (hoy Parque de los Patricios, Buenos Aires) (1), víctima de una pleuresía complicada con una congestión cerebral.

“Al día siguiente de su deceso –dice un testigo- y pasada ya la hora que se fijó para ponerse en marcha el acompañamiento, se presentó el almirante Brown en la casa mortuoria, y disculpándose por su demora, manifestó a los deudos del finado, su sentimiento en no haber llegado a tiempo para despedirse de su amigo y compañero de fatigas. Estos dispusieron entonces satisfacerlo, mandando desclavar la tapa del féretro.  El Almirante al ver el cadáver, le toma las dos manos y estrechándolas en las suyas, permanece conmovido por algunos instantes, hasta que calmándose un tanto exclamó: “¡Adiós, querido amigo y compañero de armas!”, y volviéndose a los circunstantes que contemplaban aquel cuadro extraño, añadía: “Señores, considero la espada de este valiente oficial, una de las primeras de América, y más de una vez admiré su conducta en el peligro.  Es lástima que un marino tan ilustre, haya pertenecido a un país que todavía no sabe valorar los servicios de sus buenos hijos.  Este joven hubiera sido feliz en Europa, y su familia, honrada después de sus días….”.

“Todos los del cortejo quedaron mustios, y algunos sollozaban en silencio, volviendo a cerrarse el cajón que contenía tantas glorias….”.

En su sepelio, en la tarde del 26, despidió sus restos Francisco Agustín Wright, su antiguo condiscípulo del colegio.

El coronel Espora se casó en Chile, el 11 de setiembre de 1823, con María del Carmen Chiclana, sobrina del prócer de Mayo, con la que tuvo 7 hijos: 3 varones y 4 mujeres.  Su viuda le sobrevivió hasta el 1º de junio de 1863, en que falleció en la inopia en esta Capital, a los 59 años de edad.

Referencia

(1) Situada en Av. Caseros 2522, tras cambiar numerosas veces de dueño, fue propiedad de doña Enriqueta Macay de Podestá, quien la donó al Estado, en 1959, con destino, a la entonces Secretaría de Marina.  Dos años después se la declaró Monumento Histórico Nacional y, desde 1963, se transformó en el Museo Naval “Coronel de Marina Tomás Espora”.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar ¡Gracias!

Pedro Antonio Cerviño

Pedro Antonio Cerviño



Nació el 6 de setiembre de 1757 en Santa María de Moimenta, jurisdicción de Baños, Concello de Campo Lameiro, Galicia, España.  Fueron sus padres, Ignacio Cerviño y Leonor Núñez, quienes contrajeron matrimonio el 3 de diciembre de 1753, en Los Baños, Pontevedra, España.  Pedro Antonio Cerviño tuvo su bautismo infantil el 27 Octubre 1757 en Los Baños, Pontevedra, España (Parroquia Santa María de Moimenta).  Educado en la Academia Naval de Ferrol, vino al Río de la Plata en calidad de ingeniero de la Comisión demarcadora de límites con Portugal, enviada por el Rey para la ejecución del convenio celebrado el 11 de octubre de 1777.  Es posible que Cerviño haya llegado a Buenos Aires conjuntamente con Félix de Azara, de quien era amigo personal y al que acompañó para secundarlo en la comisión demarcadora que se confió a aquel erudito para fijar los límites de la provincia del Paraguay.

Pedro Antonio Cerviño ha sido uno de los españoles que han prestado mayores servicios y de los que más se han distinguido en el Virreinato del Río de la Plata, habiendo sido no sólo un inteligente colaborador de Azara en sus trabajos oficiales de demarcación, sino también un excelente naturalista y geógrafo.  El 28 de diciembre de 1781 fue designado Geógrafo de la línea divisoria, nombramiento que fue confirmado por resoluciones del 24 de mayo y del 10 de julio del año siguiente.  El 3 de noviembre de 1783 era destinado como ingeniero de la 3ª partida de la línea divisoria.  En aquella época penetró en el Chaco, hacia el naciente de Santiago del Estero, con Miguel Rubín de Célis, oficial de la Real Armada, para reconocer el hierro meteorítico, que ha sido objeto de investigaciones ulteriores.  A él se debe el croquis de la expedición y los dibujos del legendario “Mesón de Fierro”, meteorito extraviado desde 1783, en las planicies del sudoeste chaqueño.

Félix de Azara dio por terminada su comisión en 1792, la que fue constantemente obstruida  por la infidencia de los representantes portugueses.  Cerviño regresó entonces a Buenos Aires, donde se estableció definitivamente y continuó prestando servicios de importancia.  Espíritu liberal y progresista, fue uno de los más decididos partidarios en el seno del Consulado, de las ideas y planes económicos del joven secretario Dr. Manuel Belgrano.  Con este motivo, Cerviño presentó a aquel Tribunal una extensa exposición en la que desenvolvía sus propias ideas, apoyando las de Belgrano y desacreditando el monopolio.  Por esta razón, el Prior pidió que se mandase recoger y quemar el borrador, por contener, entre otras, la siguiente proposición herética: “Nuestras embarcaciones irán a los puertos del Norte.  Los españoles harán sus compras en las mismas fábricas”.  Martín de Alzaga respondió a Cerviño, rebatiendo sus puntos de vista.

Una de las primeras obras que ideó el Consulado fue la construcción del muelle de Buenos Aires y para llevarla a cabo, encargó a los matemáticos Cerviño y Gundin levantar un plano del puerto, haciendo sondear el río.  Y con la aprobación del Virrey se había iniciado la ejecución de la obra en 1799, cuando llegó la desaprobación de la Corte y fue necesario interrumpirla.

Más tarde, cuando gracias a los esfuerzos de Belgrano, el Rey consentía en la creación de una Escuela de Náutica, la que fue instalada el 26 de noviembre de 1799, el ingeniero geógrafo Pedro Cerviño y el agrimensor Juan Alsina, obtenían las cátedras por oposición, siendo Azara uno de los examinadores.  Allí enseñó matemáticas, geometría e hidrografía, junto con el salteño Francisco Gavino Arias (1732-1808).

Con motivo de la distribución de premios en aquella Escuela, el 13 de marzo de 1802, Belgrano pronunció un discurso, en el que se expresó así: “Don Pedro Antonio Cerviño, a quien todos conocemos, es acreedor a estos títulos.  Las pruebas que ha dado en servicio del Monarca y del Estado en obsequio de los particulares y de cuantos han ocupado sus talentos justificarían mi proposición, pero no hablo a esos, no, ya sabéis su desinterés, su sabiduría y su aplicación manifestadas en esta academia.  Cerviño llevado sólo del deseo de propagar sus ideas y de ser útil al Estado, se presenta gustoso a la palestra, obtiene la victoria como un valeroso atleta, da a conocer sus talentos e instrucción y los examinadores a pública voz lo proclaman primer Director; defiere este Consulado al justo voto, le confiere la plaza y le posesiona de ella bajo la condición predicha”.

Por orden del Virrey Avilés, levantó un plano general de Buenos Aires y practicó estudios topográficos en la Ensenada de Barragán, y al miso tiempo que se ocupaba de estos trabajos de carácter local, Cerviño seguía el movimiento intelectual del viejo mundo, siendo su casa el centro de reunión de los pocos hombres de labor literaria y científica con que contaba por entonces la capital del Virreinato.  Fue también colaborador del “El Telégrafo Mercantil”, dirigido por el coronel Cabello y Mesa, así como también, de “El Semanario de Agricultura y Comercio”, dirigido por Hipólito Vieytes.

Durante las invasiones inglesas combatió valerosamente al frente del Tercio de Gallegos, en calidad de comandante, cuerpo que sumaba 510 hombres y del cual recibió la confirmación de su cargo de teniente coronel por Real Orden expedida en Sevilla el 13 de enero de 1809.  Durante los agitados días de mayo de 1810, sus ideas fueron así formuladas: “Que se forme una junta de Gobierno de vecinos buenos y honrados a elección del Excelentísimo Cabildo, que a nombre del Rey Nuestro Señor Don Fernando Séptimo, atienda a la Gobernación y Defensa de estos Dominios, cuyo presidente, puede ser el Excelentísimo Señor Virrey, convocado a las ciudades interiores para que también sus vocales vengan”. Aparte de algunos adherentes civiles, el único voto de militar que obtuvo esta propuesta fue el del comandante Terrada.

Establecida la Junta, Cerviño fue uno de los pocos peninsulares que se puso a su servicio.  Cuando en 1812 el gobierno creó la Academia de matemáticas, Cerviño fue nombrado su director.  En 1814 levantó un plano topográfico de la ciudad, muy curioso, que se conserva en el museo de San Fernando, el que fue grabado en Londres, en 1817.

Este ilustrado español que tantos servicios prestó a nuestro país, falleció en Buenos Aires, el 30 de mayo de 1816, siendo sepultado su cadáver en el convento de San Francisco.  Se había casado con María Bárbara de Barquín y Velasco Tagle Bracho el 9 abril 1802 en Buenos Aires, en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced.

Fuente
Ayuntamiento de Campo Lameiro; A Lagoa. Praza da Provincia de Pontevedra.
Genealogía de los Tagle – Personal Ancestral File.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Oscar A. – Meteoritos – Historias caídas del cielo
Yaben, jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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viernes, 28 de agosto de 2015

General Félix de Olazábal (1797-1841)

General Félix de Olazábal (1797-1841)


Nació en Buenos Aires el 20 de noviembre de 1797, siendo sus padres Benito de Olazábal, natural de Irún, en la provincia de Vizcaya y Matilde de San Pedro Llorente, porteña.  Desde muy joven sus padres, que poseían una sólida fortuna, quisieron destinarlo al comercio, pero sus sentimientos patrióticos le impulsaron a seguir la carrera de las armas, incorporándose  el 12 de febrero de 1813 como cadete de artillería de Buenos Aires.  Posteriormente solicitó y obtuvo el pase a la Compañía de Cazadores del Batallón Nº 7 de Infantería, cuerpo que se acababa de crear y que estaba destinado a incorporarse al Ejército Auxiliar del Alto Perú.  El 26 de julio del mismo año es promovido a teniente 1º.

Unas graves dolencias lo obligaron a separarse del ejército y apenas restablecido se incorporó a las fuerzas que operaban en Santa Fe hasta junio de 1816, integrándose después al Ejército de los Andes, que San Martín alistaba en Mendoza.  Olazábal cooperó eficazmente en la organización y disciplina del ejército.  Pocos días después de acometerse la magnífica empresa transcordillerana, el 27 de diciembre de 1816, fue promovido a capitán del batallón Nº 8, en la 1ª compañía.

Se batió en la Batalla de Chacabuco, que es la primera acción de guerra importante que libró el Ejército de los Andes.  Allí el capitán Olazábal tuvo su consagración histórica: al mando de la compañía del Batallón Nº 8 se lanzó al asalto sobre los veteranos españoles en Talavera de la Reina.  En esa cruenta lucha fue herido gravemente de bala en el brazo derecho, causa por la cual no pudo intervenir en la campaña del S. de Chile.  Por su actuación en la Batalla de Chacabuco recibió una medalla de plata otorgada por el gobierno de las Provincias Unidas.

Restablecido de su herida participó de la acción de Cancha Rayada, el 19 de marzo de 1818 y posteriormente en Maipú. Por su comportamiento honroso mereció las condecoraciones otorgadas por los gobiernos de Chile y de las Provincias Unidas a los vencedores de aquella jornada sangrienta y decisiva.

El 10 de junio de 1820 era graduado sargento mayor, en circunstancias en que se alistaba con las legiones que iban a intervenir en la expedición libertadora al Perú, con la cual se embarcó en el puerto de Valparaíso.  Desembarcadas las tropas expedicionarias en la bahía de Paracas, el general San Martín, rindiendo homenaje a la acrisolada honradez y a la inteligencia de este ilustre soldado, lo destinó con una compañía de granaderos a la ciudad de Trujillo, para proteger la independencia de aquel Departamento, que aún lo ocupaban los españoles.  En Trujillo formó el batallón Nº 2 del Perú, cuya jefatura retuvo más adelante, cuando fue ascendido a sargento mayor efectivo con el grado de teniente coronel, el 6 de julio de 1821.

Por motivos de salud el Marqués de Torre Tagle relevó a Olazábal.  Posteriormente con la tropa Nº 2 del Perú participó con valor en la campaña de Quito, especialmente en la célebre Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.  El 23 de junio de ese mismo año recibió la condecoración con el lema: “Libertador de Quito – Año 1822”, recibiendo además otra de oro de parte del gobierno de Colombia y el título de “Benemérito de la Patria en grado heroico”.  San Martín le otorgó la condecoración del “Sol del Perú”.  El 25 de setiembre de 1823 fue nombrado Gobernador Intendente de la provincia de Ica y en diciembre Comandante General de la Costa Sud, ya con el grado de coronel.

Al producirse la sublevación del Callao, el 5 de febrero de 1824 el general Bolívar lo elige para parlamentar con los sublevados de aquella fortaleza.  Estos, violando las leyes de la guerra lo tomaron prisionero, siendo libertado gracias al teniente coronel Niceto Vega, ligado a Olazábal por una fuerte amistad, quien se ofreció para ocupar su lugar.  Su proposición no fue aceptada, pero al siguiente día Olazábal recobró su libertad.

Olazábal se trasladó a Trujillo con su familia y luego fue comisionado por el general Cirilo Correa para conducir a Buenos Aires todos los oficiales que existían del antiguo Ejército de los Andes.  Se presentó al Gobierno de Buenos Aires el 2 de julio de 1825. 

El 22 de abril de 1826 se incorporó al Ejército de Observación, que bajo el mando del general Martín Rodríguez, acababa de vadear el río Uruguay, listo para comenzar las operaciones contra el Imperio del Brasil.  Allí organizó el Batallón 1º de Línea, que tomó después la denominación de 5º de Cazadores.  En la Batalla de Ituzaingó el coronel Olazábal acreditó una vez más sus excepcionales calidades de hombre de guerra: destacado por el general Alvear para ocupar muy temprano una colina que éste consideraba, era la llave de la posición, lo hizo acompañado por la batería mandada por Martiniano Chilavert y el 1er Cuerpo mandado por el general Lavalleja.  Durante las primeras fases de la batalla sostuvo con decisión el fuego de su batallón, disputando el terreno que ocupaba a los enemigos, hasta que la llegada de los restantes cuerpos del Ejército Republicano alivió la ruda tarea del 5º de Cazadores.  Por su comportamiento el coronel Olazábal recibió el escudo y el cordón de honor acordado a los vencedores de aquella gloriosa jornada.

En 1827 se incorporó a las fuerzas sitiadoras de Montevideo.  A su regreso a Buenos Aires, el gobernador Dorrego lo nombró subdelegado de Marina del Salado y comandante militar de la Costa Sud.  En dos ocasiones rechazó ataques brasileños al puerto del Salado. 

El coronel Olazábal acompañó al general Lavalle en el movimiento del 1º de diciembre, y juntamente con otros jefes firmó un Manifiesto explicando su pronunciamiento en aquella grave emergencia.  Pero la actitud de Olazábal estuvo de inmediato en desacuerdo con el general Lavalle, pues hizo esfuerzos para evitar el fusilamiento de Dorrego, y este hecho aumentó su disidencia con los hombres que dominaban la situación.  Sus ideales se inclinaron a favor del sistema federal de gobierno, al igual que Dorrego.

En 1831 marchó a Córdoba contra el general Paz.  A fines de ese mismo año fue propuesto por Juan Manuel de Rosas a la H. Sala de Representantes para la jerarquía de coronel mayor, ascenso que le fue acordado.  En 1833 fue elegido diputado a la Legislatura y nombrado Jefe de Policía.

En octubre de 1833, con motivo de la Revolución de los Restauradores,  mandaba una parte de las fuerzas del gobernador Balcarce.  La caída de este impuso a Olazábal la emigración al puerto de Las Vacas (hoy Carmelo, Uruguay).  Luego se radicó en Montevideo, donde permaneció en compañía de su esposa. Manuela Cagigas y Martínez,  y sus ocho hijos. Allí falleció el 18 de octubre de 1841.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas -  Buenos Aires (1939.

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SAN JUAN BOSCO “DON BOSCO” “Patrono de la Patagonia”

SAN JUAN BOSCO “DON BOSCO” 

“Patrono de la Patagonia”



La figura histórica del popular sacerdote conocido como “Don Bosco”, está vinculada a la historia argentina, si bien el personaje nunca se encontró físicamente dentro de nuestro país y ni siquiera en América.  Fundador en Italia de la Sociedad de San Francisco de Sales (salesianos, hoy Sociedad Don Bosco), y del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas), como también de la Pía Unión de Cooperadores Salesianos, Don Bosco –elevado a los altares por la Iglesia Católica con el nombre de San Juan Bosco-, está presente en el desarrollo histórico argentino a través de sus obras, y especialmente, por sus gestiones, lograda con toda eficacia, para que las mismas arraigaran en nuestras patrias, en particular, con las misiones en la Patagonia.
De familia modestísima, nació en Bechi, en el Piamonte (Italia), el 16 de agosto de 1815, siendo hijo de los labradores Francisco Bosco y Margarita Occhiena.  Al día siguiente de su advenimiento recibió las aguas del bautismo, haciendo su primera comunión el 26 de marzo de 1816.  Nueve años más tarde, el 25 de octubre de 1835, vistió la sotana en Castelnuovo mientras cinco años después ingresó al Seminario de Cheri, ordenándose sacerdote en Turín el 5 de junio de 1841.
De inmediato dio comienzo a su apostolado social entre la juventud, fundando con Bartolomé Gaselli el 8 de diciembre del mismo año, la Obra de los “Oratorios Festivos”, con la cual se instaló más tarde, acompañado por su madre, en el barrio turinés de Valdocco.  Así surgió la institución salesiana aprobada definitivamente por la Santa Sede, el 3 de abril de 1874.
En ese ínterin, Don Bosco en 1854, tuvo varios repetidos sueños que él mismo consignó en su “Diario”, y que mucho le impresionaron: vio rostros e indumentarias de indios patagónicos rodeando al entonces niño Cagliero –su discípulo y el más tarde Cardenal Cagliero-; vio también a misioneros de su congregación predicando ante esos indios en la región de las pampas argentinas, etc..  Todo ello, sin duda, por la impresión que habían dejado en su espíritu diversas lecturas referentes a nuestra Patria.
A raíz de los sueños se interesó por conocer muy a fondo la historia, la geografía, la etnografía y la vida argentina en todos sus aspectos, convirtiéndose en un documentado conocedor de la Patagonia a través de las noticias recogidas desde distintas fuentes.
Veinte años después de aquellos sueños, un amigo suyo que residía en la Argentina, el presbítero Dr. Pedro Ceccarelli, párroco de San Nicolás de los Arroyos, intensificó las primeras gestiones para que los misioneros salesianos pudiesen arribar a nuestro país.  Así se completaron los conjuntos, trámites que otro amigo de Don Bosco, el señor Juan Gazzolo, cónsul argentino en Savona, venía realizando al respecto, tanto ante las autoridades eclesiásticas y civiles de la Argentina, como ante el propio sacerdote.
Todas esas gestiones cristalizaron en el envío de la “Primera Misión Salesiana a la Argentina”, dirigida por el Padre Juan Cagliero.  La misma partió desde Génova a bordo del vapor “Savoia”, el 14 de noviembre de 1875, desembarcando un mes más tarde en Buenos Aires. 
Al año siguiente, a pedido del Papa Pío IX, Don Bosco presentó a la Santa Sede su notable “Memorándum para el estudio de la creación de la Prefectura Apostólica en la Patagonia Argentina”, verdadero documento de civilización y apostolado en esas regiones entonces irredentas a la fe y poblada por indígenas en estado salvaje
El 17 de abril de 1876, Don Bosco reunió un Capítulo salesiano donde propició la fundación de “un cordón de colegios salesianos a lo largo de las puertas de la Patagonia”, como bases para la formación de misioneros autóctonos encargados de convertir a los salvajes.  Desde entonces, los afanes del Padre Bosco no cesaron al respecto, manteniendo frecuente correspondencia con el Arzobispo de Buenos Aires, Mons. León Federico Aneiros, e instalando a sus misioneros radicados ya en la Argentina, en especial a Cagliero y a Costamagna, para que se internaran cuanto antes a la Patagonia.
En 1877, cuando el Arzobispo Aneiros visito Roma tuvo por acompañante al P. Bosco, y con él pasó a Turín el 26 de junio del mismo año.  Por ello, se concedió a los salesianos que desempeñaran la acción misional en la Patagonia, hecho concretado con fecha 4 de agosto de 1879, según carta que, desde Buenos Aires dirigió Mons. Aneiros al fundador de los salesianos.
Cumplido ese sueño Don Bosco, siguió interesado por ver los frutos de su obra.  El 14 de abril de 1883, pronunció una notable conferencia sobre “La Patagonia Argentina”, en la tribuna de la Sociedad Geográfica de Lyon (Francia).  En 1884, cursó correspondencia con José Manuel Estrada, en oportunidad de celebrarse en Buenos Aires, el 1º Congreso Católico Argentino.
Después de una fecunda y sacrificada existencia llena de fructíferos trabajos, traducidos en fundaciones, redacciones de textos y obras de pedagogía, viajes por Francia y España, etc., falleció en Turín, el 31 de enero de 1888.  Durante su agonía, Mons. Cagliero, que acababa de regresar desde la Argentina, le presentó una indiecita patagónica a fin de que la bendijese.
Según el retrato que traza Mons. Borgatti, era Don Bosco “de estatura proporcionada, ágil de cuerpo, de aspecto agradable.  Su rostro rollizo oval; la frente amplia y serena, regulares la nariz y los labios, siempre dispuesto a la sonrisa suave y amable; bien torneado y gracioso el mentón; los ojos, penetrantes, negros, tornasolados; la cabeza, adornada de rizados cabellos, rubios canos, como las cejas”.  La Iglesia Católica lo declaró venerable, el 23 de julio de 1907; beato el 2 de junio de 1929, y santo, el 1º de abril de 1934.  Una ley argentina lo declaró Patrono de nuestra Patagonia, y su nombre es recordado en un pueblo de la provincia de Buenos Aires  Una calle de la ciudad lleva su nombre, como también distintos colegios salesianos.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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jueves, 27 de agosto de 2015

Comodoro Luis Py

Comodoro Luis Py



Nació en Barcelona el 22 de marzo de 1819.  Muy joven vino a la República Argentina, a la que consagraría 41 años de su existencia en el servicio naval.  En efecto, el 6 de enero de 1843 como subteniente, ingresó al servicio de la Armada, prestándolos bajo el mando del coronel Nicolás Jorge, el que desempeñaba las funciones de jefe estacionario de las costas del Buceo y de Maldonado, con la goleta “Chacabuco” y otras embarcaciones, con motivo del bloqueo de Montevideo; estando todas aquellas fuerzas bajo el superior comando del almirante Guillermo Brown.  Posteriormente pasó como 2º comandante del pailebot “San Cala”, en calidad de subteniente de marina, asistiendo a numerosas acciones, las que no bajaron de 20, entre ellas la de la Isla de Ratas, en la bahía de Montevideo, siendo el comportamiento de Py en las mismas, el de un oficial valiente y arrojado.
Continuó en el bloqueo de Montevideo “hasta que tomaron la escuadra argentina, los franceses e ingleses”, según reza una certificación de servicio del propio Py; habiéndose éste trasladado días antes con su pailebot, y ganado el Riachuelo, escapando de esta manera de ser capturado como sucedió con los demás buques (2 de agosto de 1845).
En 1847 formó parte de una escuadrilla que, a las órdenes del coronel Jorge, operó en el Paraná, actuando el subteniente Py como 2º del “San Calá” y después como 2º de la goleta “Chacabuco”, habiendo desempeñado comisiones importantes con esmero y prontitud, regresando a Buenos Aires a principios de 1850, época en que Py dejó de estar a las órdenes de Jorge, por haber entregado éste el mando de los buques y tripulaciones al entonces jefe de la escuadra, coronel José María Pinedo.
El coronel Nicolás Jorge, en un informe que lleva fecha 11 de noviembre de 1860, dice: “También es de mi deber exponer y de justicia, que el “capitán D. Luis Py es un buen marino, e inteligente y su conducta no ha dejado que desear, como lo pueden justificar las comisiones honoríficas que ha desempeñado de un año a esta parte; es cuanto tengo que exponer en juicio de la verdad”.  El coronel José María Pinedo en un corto informe de fecha 13 de noviembre del mismo año, confirmaba en todas sus partes lo manifestado por su colega Jorge.
Luego de la batalla de Caseros, Py sirvió en 1853 a las órdenes de Murature, embarcado en el “General Pinto”, interviniendo en todas las operaciones navales que tuvieron lugar con motivo de la guerra entre Buenos Aires y la Confederación Argentina, hasta que fue desarmada la escuadra porteña.  Se volvió a presentar voluntario al mismo coronel Murature, en 1859, para ofrecerle sus servicios en la escuadra de la provincia de Buenos Aires.  En un informe del 15 de diciembre de 1860, Murature se expresa de Py en los términos siguientes: “es valiente, sereno, honrado y amigo de los hombres libres; tiene buenos conocimientos de marino”.
Py formó parte de la escuadra de Buenos Aires mandada por el coronel Antonio Sussini desde el 30 de agosto de 1859 fecha en que fue ascendido a capitán y tomó el comando del vapor “25 de Mayo” y pasando sucesivamente a desempeñar el mismo cargo en el bergantín-goleta “Nicolás”, vapor “Constitución” y “Caaguazú”.  Se batió en el ataque a la ciudad de Rosario, así como también, mandando el vapor “Constitución”, en el combate naval frente a San Nicolás, contra la escuadra confederada que mandaba el coronel Mariano Cordero, librado el 25 de octubre de 1859, estando embarcado en la de Buenos Aires el ejército de Mitre que acababa de ser batido en la cañada de Cepeda, el día 23.  Y el mismo coronel Sussini, en un informe del 11 de diciembre de 1860, agrega: “y si a esto se añade su bravura con los vastos conocimientos militares que posee, no debe extrañarse que el que firma lo recomiende eficazmente a la consideración de V. S.  Su moral y conducta intachable, son otros tantos títulos que por sí lo recomiendan.  En 1862 pasó a mandar el “Guardia Nacional”, buque que arbolaba la insignia de Murature, en Paysandú, a fines de 1864, cuando la plaza fue cobardemente bombardeada por la escuadra brasileña.
En la guerra del Paraguay le tocó actuar en clase de teniente coronel (grado que le fue otorgado el 5 de noviembre de 1864) y como segundo del coronel José Murature, que enarbolaba su insignia de jefe de escuadra en el vapor “Guardia Nacional”, hallándose a su bordo en el famoso pasaje de Las Cuevas, el 12 de agosto de 1865, en que se combatió rudamente contra las baterías paraguayas establecidas en aquel punto.  El puesto que ocupó en la línea de batalla de la escuadra aliada el “Guardia Nacional”, fue a popa del buque insignia del almirante Barroso, “Amazonas”; durante los tres cuartos de hora que duró el combate, el buque de Murature y Py consiguió apagar momentáneamente los fuegos de la batería rasante de la playa, disparando el “Guardia Nacional” 38 tiros en la acción y recibiendo en su casco varios impactos que le ocasionaron 15 bajas, entre ellas los valientes oficiales, el teniente José Ferré, hijo del general Pedro Ferré; y el guardiamarina Enrique Py, hijo del comandante Py.  A este último, una bala de cañón le arrancó una pierna por la parte de adelante y murió el día 13, en la amputación.
El comandante Py se halló en el Paso de la Patria, a donde habían llegado las fuerzas navales aliadas el 17 de marzo de 1866, interviniendo éstas en el pasaje del río Paraná por el ejército aliado, el 16 del mes siguiente, teniendo que bombardear durante esta jornada al punto de fortificado de Itapirú, el que fue evacuado el día 17 por los paraguayos.  En esta acción como en todas las demás de esta campaña, fuera del “Guardia Nacional”, tomaron parte los demás buques argentinos, transportes armados: “Libertad”, “Chacabuco”, “Gualeguay”, “Espora”, “Pavón”, “Buenos Aires”, así como otros mercantes fletados por nuestro Gobierno.
El 15 de febrero de 1868 ascendió a coronel graduado, e intervino en la guerra del Paraguay hasta su total terminación, bajando entonces a Buenos Aires; pero el estallido de la rebelión de López Jordán, en abril de 1870, le obligó a intervenir activamente, siempre como 2º jefe de la escuadra, la que operó como anteriormente, a las órdenes de Murature.  Terminada aquella campaña, a fines de 1871, el coronel Py pasó a desempeñar las funciones de jefe de la Isla Martín García.  Lleva fecha 8 de mayo de 1873 la última memoria suscrita por Py en aquel puesto.
Cuando en 1874 llegó la nueva escuadra adquirida por Sarmiento, Py ocupó el cargo de 2º jefe de la misma, a las órdenes de Murature.  Con motivo del estallido de la revolución mitrista, el 6 de octubre de aquel año, el coronel Py fue nombrado jefe de la división encargada de perseguir a la cañonera “Paraná”, que se había sublevado con Erasmo Obligado; la que fue reforzada con el vapor mercante oriental “Montevideo”, que pasó a llamarse “General Rivas”, cuyo mando ejerció el capitán B. Magnasco, con el grado de sargento mayor.  La división de Py fue constituida por las siguientes unidades: “General Brown”, “Uruguay”, “Pavón”, “Puerto de Buenos Aires” y “Coronel Roseti”.  Leandro N. Alem estaba embarcado en la misma en calidad de secretario.
El 11 de noviembre de 1874 zarpó con su división, persiguiendo a los sublevados el día 15 hasta más al Este de Maldonado; al oscurecer, el “Brown” y la “Uruguay” tenían al “General Rivas” a menos de una milla, haciéndose inminente la acción, pero la mar gruesa arbolada por un viento del E., tenía a mal traer a los demás vapores, que eran a ruedas, y que debieron abandonar la caza.  Obligado con la “Paraná”, aprovechando la oscuridad, hizo rumbo a Buenos Aires donde se presentó con bandera de parlamento, rindiéndose.
El 31 de enero de 1876 se creó la Comandancia General de Marina, cuya jefatura pasó a ejercer el coronel Mariano Cordero; y la escuadra, a la que ya se habían incorporado “El Plata” y “Los Andes”, recientemente construidos, se subdividió en 2 divisiones iguales, mandando Py la segunda de ellas, con su insignia en el último de los monitores nombrados.  En 1876-1877 toda la escuadra fue puesta en desarme por la mala situación financiera del país, pasando todos los buques a amarrar a Zárate y al río Luján; quedando todos a las órdenes de Py, quien, con motivo del incendio del vapor torpedero “Fulminante” tuvo una actuación por demás distinguida, activa y encomiástica para salvar a los buques allí amarrados.
Se hallaba desempeñando tan apacibles servicios, cuando a mediados de setiembre de 1878, el telégrafo trajo a Buenos Aires la noticia de un grave conflicto internacional: la cañonera chilena “Magallanes”, en conocimiento de que la barca norteamericana “Devonshire” se disponía a extraer guano de la isla de “Los Leones”, en Santa Cruz –faena para la cual tenía permiso de las autoridades argentinas- se trasladó a aquel puerto y capturó a la barca de referencia, a la que condujo a remolque a Punta Arenas.
Tal noticia produjo en Buenos Aires extraordinaria excitación y el primer acuerdo del Gobierno fue disponer la ocupación militar de Santa Cruz, disponiendo al efecto, el Ministro de Guerra y Marina, general Roca, el alistamiento de los buques que se hallaban fondeados en Los Pozos: monitor “Los Andes”, bombarderas “República” y “Constitución”, y la goleta “Cabo de Hornos”, puestas a las órdenes de Piedrabuena, experto conocedor de las costas del Sud.  La escuadra así constituida fue ofrecida a Mariano y Bartolomé Cordero, quienes rehusaron tal honor, según afirma el teniente general Pablo Riccheri.  Era una empresa náutica considerada difícil la conducción de aquellos buques de río por las procelosas aguas del Atlántico Sur.  El coronel Py aceptó sin titubear tan honrosa misión, enarbolando su insignia en “Los Andes”.
El 8 de noviembre de aquel año partieron para Santa Cruz las primeras unidades de aquella escuadra, la que fue reforzada con la cañonera “Paraná” y el cutter “Los Estados”; yendo a su bordo un destacamento de 25 hombres de Artillería de Costas al mando del entonces sargento mayor Félix Adalid, en calidad de tropa de desembarco.  El 21 de aquel mismo mes la escuadra zarpaba de Patagones, llegando a Santa Cruz el día 26, con “la última palada de carbón y sorteando toda clase de dificultades náuticas”, lo que revela la capacidad de su Jefe.  Primeramente fondeó a dos cables de la entrada a Santa Cruz, en la margen izquierda de la Isla Leones y el Monte Entrada; cambiando el día 29 de fondeadero al N. de la misma isla.  El 1º de diciembre se efectuó el desembarco general en la parte Sud de la ría, tomando posesión de la misma el jefe de la escuadra, la que había fondeado en el puerto de “Los Misioneros”.  Allí encontraron una casilla que en 1873 había hecho construir el gobierno chileno para la capitanía que pensó establecer.
El regreso se inició el día 14 de marzo de 1879, ya completamente calmados los espíritus.  La “República” llegó a Deseado, donde quedó de estación.  La “Constitución” (capitán Cabassa) y el monitor “Los Andes” llegaron el 20 de aquel mes a Patagones, donde permanecieron hasta el mes de setiembre del mismo año, en que recibieron orden de regresar a Buenos Aires, lo que también verificó la “Uruguay”, conjuntamente con los dos buques mencionados.  Poco después fue comisionado con el “Andes” para la vigilancia cuarentenaria de este puerto hasta comienzos del año 1880.
Es digna de transcribirse la Orden General que el valiente Py lanzó a las tripulaciones de su minúscula escuadra, antes de abandonar Patagones en viaje al Sur.  Ella dice: “Pronto a zarpar en el desempeño de una misión delicada del Gobierno de la Nación, es menester que para lograr el buen éxito de ella, reine la más severa disciplina y la más perfecta armonía entre todos.  El patriotismo y el deber militar nos lo impone, y espero que sin esfuerzo alguno será cumplido por todos y cada uno de vosotros.  Vuestro Jefe y amigo. – Luis Py. – Puerto de Patagones, Noviembre 18 de 1878”.  Por su actuación entonces, el 9 de julio de 1880 ascendió a comodoro.
Este fue el último acto guerrero del valiente marino, pero él es suficientemente grande como para colocar el nombre de Luis Py entre los más esforzados guerreros navales de la República Argentina, aún suponiendo que sus honrosísimos antecedentes anteriores no lo hicieran acreedor a la justa recordación de los argentinos.  El comodoro Luis Py falleció el 22 de febrero de 1884, víctima de un ataque cerebral, siendo enterrado en el Cementerio de la Recoleta, donde su familia ha hecho levantar el monumento recordatorio donde se destaca el busto gallardo del heroico marino.  Al morir desempeñaba la jefatura de la 2ª División (desde 1880, con la que contribuyó a sofocar la revolución de ese año) y la de los Talleres de Marina.
El comodoro Py se casó en segundas nupcias el 13 de junio de 1868 con Luisa Bozzano, porteña (nacida en 1840), hija de Francisco Bozzano y de María Bataglia de nacionalidad italiana.  Fueron testigos de este matrimonio, el comodoro José Murature y Luisa Murature de Zaracondegui.
Con motivo de su fallecimiento, el diario “La Prensa” en su número del 24 de febrero de 1884, en sus notas necrológicas sobre Py, dijo con extrema justicia: “El comodoro Py era un hombre de bien; jamás salpicaron su reputación las mil acusaciones que han caído sobre el personal de la marina; su personalidad se levantaba ilesa y gallarda sobre todas las miserias.  El país pierde en Py uno de sus brazos más fuertes; un marino bravo que le habría dado nuevas glorias en los combates, porque su alma estaba templada en la nota más alta del valor heroico”.
“Los marinos jóvenes deben conservar siempre la memoria del Comodoro Py, y si aprenden a imitar sus virtudes, serán valientes, honrados y dignos”.
Pocos años antes de su muerte, Py recibió el diploma y medalla de oro por la campaña del Río Negro; la que junto con la que se le otorgó por la Guerra del Paraguay, ostentaba orgullosamente en su pecho varonil.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
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Mariano Boedo

Mariano Boedo



Nació en Salta, el 25 de julio de 1782, siendo sus padres, Manuel Antonio Boedo y María Magdalena Aguirre.  Fue bautizado el día 27 del mismo mes con los nombres de Mariano José.  Hizo sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, en Córdoba, donde cursó tres años, pasando después a completar su carrera literaria a la Universidad de Charcas, en donde, por no pagar los fuertes derechos que demandaba el doctorado, su familia que lo costeaba, lo facultó solamente para el de Licenciado “in utroque”, no obstante haber dado brillante prueba de su capacidad en los estudios hechos sobre leyes civiles y teología, donde mostró ingenio peregrino y un profundo talento; de lo que pudo quedar justamente complacida y orgullosa su ausente madre, leyendo sus cartas, en que decía: “Fuera de los tres exámenes de leyes que tengo dados –de los que salí con mucho lucimiento y aplauso- di uno de teología, el día 18 del presente mes, de sesenta cuestiones.  Salí con muchos más aplausos que en los de leyes, mereciendo que el rector de la Universidad divulgase mi habilidad por toda Chuquisaca y que hiciera mucha estimación de mí, hasta llegar a decirme que me dispensaría algún dinero del grado” (carta de Boedo del 25 de abril de 1803, archivada en el expediente de la testamentaria de Manuel Antonio Boedo).
En 1804 logró ocupar la secretaría de la Real Audiencia y en mayo de 1805 se recibió de abogado.  Durante la estada de Mariano Moreno en Charcas, ambos cultivaron amistad y confianza, siendo condiscípulos y profesando ambos ideas federales, coincidiendo también en lo altivo y orgulloso del carácter.  Su guardián preceptor, el doctor Fernando Córdoba, hubo con este motivo de impresionarse, causa por la cual escribía a la madre de Boedo: “En él descubro bastante juicio, opinando que es conveniente se le amenguara la mesada, puesto esto es lo que domará su engreimiento, con que crea Ud. la ha de rogar”.
Esta vinculación con Moreno fue seguramente lo que determinó a éste a nombrar a Boedo, que se hallaba en Salta en aquella época, Asesor del coronel Juan Martín de Pueyrredón, que con fecha 3 de agosto de 1810 había sido designado por la Junta de Buenos Aires, gobernador intendente de Córdoba.  Boedo fue nombrado por decreto de la Junta de fecha 20 de noviembre de aquel año.
Cuando a fines de 1815 estallaron las desavenencias entre el general Rondeau y Güemes, que se complicaron con el distanciamiento entre Salta y Jujuy, por haberse negado el Cabildo de esta última a reconocer a Güemes como gobernador legítimo de la Provincia, Mariano Boedo fue designado por este último como su agente ante el Cabildo jujeño a fin de que iniciara las gestiones tendientes a conseguir un amistoso acuerdo de manera que se evitara un derramamiento de sangre.  El más feliz éxito coronó las diligencias de Boedo, y Güemes fue reconocido por los cabildantes de Jujuy, en su alta autoridad.
Convocados los pueblos de las Provincias Unidas del Río de la Plata para nombrar sus representantes al Congreso General Constituyente que había de reunirse en Tucumán en el año 1816, la asamblea electoral de Salta eligió diputados a ese Congreso, al coronel José Moldes, y a los doctores José Ignacio de Gorriti y Mariano Boedo.  Este último fue designado junto con el Dr. M. Ulloa, para proyectar las instrucciones y poderes de que debían investirse dichos representantes, y reunido el Congreso, en la sesión del 2 de mayo de 1816, se leyó el acta de elección para diputado por Salta, extendida a favor del Dr. Mariano Boedo, lo que una vez reconocida, se aprobó a pluralidad de votos, e inmediatamente fue incorporado en el seno de la representación nacional.
En la sesión del 1º de julio del mismo año, el Congreso lo eligió su vicepresidente, y en la sesión del 9 aclamó la Independencia, firmando en tal carácter la memorable Acta.
Amigo y compañero de representación del coronel Moldes, en las sesiones de los días 14 y 15 de octubre, hizo moción para que se tratara la incorporación de aquél; pero el Congreso se pronunció en contra, por cuanto Moldes a su arribo a Tucumán, no comunicó su llegada ni tampoco envió para su registro sus poderes, por lo que en vista de la actitud del Congreso, Moldes varió de manera de pensar y en la sesión del 17 del mismo mes presentó sus poderes; pero habiendo Godoy Cruz entablado contra Moldes una acusación por violación de correspondencia, la incorporación de éste fue aplazada.  Boedo insistió en su propósito en la sesión del 5 de noviembre, sin lograr que se cumplieran en la medida de sus deseos.
Planteada con este motivo una real desinteligencia entre Moldes y el Congreso, Boedo resolvió no asistir a él, y éste en su sesión del 19 de noviembre, determinó se le pasara a aquél una nota “para que sin excusa ni réplica asista desde la sesión siguiente”.  Si concurrió o no a las sesiones, no se tienen noticias, pues sólo se sabe que el 25 del mismo mes, presentó Boedo una nota del gobierno de Salta, en la que se manifestaba al Congreso “que si no se trataba la incorporación de Moldes, se retirarían los demás diputados de Salta”.  Vehemente partidario de Moldes, Boedo se convirtió en su decidido defensor.  Participó de las prevenciones de aquél contra Buenos Aires y votó su candidatura para Director Supremo del Estado.
En enero de 1817 desempeñó la presidencia en turno del Congreso.  Continuaba en la misma cuando en la sesión del 18 de febrero de 1818, se recibió el acta de la junta electoral de Salta, en la que se comunicaba que en reemplazo de Moldes y de Boedo, que terminaban su mandato, habían sido electos diputados por aquella provincia, el coronel Mateo Saravia y el Dr. Juan Marcos Salomé Zorrilla, y en la sesión del 7 de noviembre, previo informe del diputado Salguero, se decretó la remoción de Boedo y la incorporación de Zorrilla.  Con este motivo, el Congreso le acordó un viático para que regresara a su provincia.
Poco después se trasladó a Buenos Aires, donde falleció el 9 de abril de 1819, a la temprana edad de 36 años.  Fue el Dr. Mariano Boedo tío de los coroneles de milicias José Félix y Mariano Boedo, ambos guerreros del Brasil, víctima el último del general Lavalle, que lo mandó fusilar en 1841.
El Dr. Mariano Joaquín Boedo era hermano del teniente coronel Juan Ramón Boedo, muerto gloriosamente en el ataque a la fortaleza de Talcahuano, el 6 de diciembre de 1817.  Estaba casado con Francisca Javiera Lesser.
Sus restos se hallan depositados en la cripta de la Basílica de San Francisco de Asís en Buenos Aires, por deseo suyo, expresado en su testamento.
Una calle, una plaza (comprendida por las calles Estados Unidos, Virrey Liniers, Carlos Calvo y Sánchez de Loria) y un barrio de Buenos Aires, llevan su nombre.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas.  Buenos Aires (1938).
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