FEDERICO LACROZE
Nació en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1835, siendo
sus padres Juan Alejandro Lacroze Durán, oriundo de Castillon, Francia y
Mercedes la Santísima Trinidad Cernadas, porteña. Cursó sus estudios en Buenos
Aires, y una vez finalizados se dedicó al comercio, siendo hasta los 20 años de
edad empleado de la Casa Mallmann y Cía., representante de un grupo de
banqueros de Londres, Amberes y París. Posteriormente se radicó en Chivilcoy
dedicándose a la agricultura y al comercio, logrando obtener una posición
sólida que le permitió ser un exitoso banquero local.
No necesitó del
título de europeo, ni siquiera de la recomendación de haber estudiado en Europa
para, a los veinticinco años de edad concebir la idea de la posible realización
de un tranvía en Buenos Aires, y conseguir, tras larga vía crucis de
contrariedades la autorización gubernativa en 1868 y llevarla a la práctica en
1870 venciendo toda clase de inconvenientes, desde la escasez de capitales
hasta la oposición terca y sistemática de los vecinos mejor conceptuados y propietarios
de lo edificado en las calles de la ciudad, que había de recorrer la nueva
locomoción.
Sin más capital
que 750.000 pesos de la antigua moneda, producto de sus economías como
comerciante y después banquero, de los cuales una parte era de su hermano Julio,
se lanzó a la gran empresa, después de haber vencido la oposición sostenida
ante el Poder Ejecutivo por firmas nacionales como: Anchorena, Basualdo,
Estrada, Achával, Barra, Moreno, Mallo Muñiz, Lozano, Ezcurra, Leguía, Escalada
y Terrero, y extranjeros como Larroque, Schmidt, Capelli, Sommer, Kramer
García, Ruiz, Marcó, Burnichón Cañas, Roverano, Bell Fourcade, Perissée,
Zamboni y otros propietarios de la casas de Rivadavia, Suipacha y Tacuarí, en
1870, que creían que el tranvía era una amenaza pasando por calles tan
transitadas en que por fuerza debía originar muchas desgracias.
Fue, por esto, por
lo que el Gobierno, después de mandar archivar estos memoriales, ordenó que los
coches llevaran, de avanzada a veinte pasos más o menos, a guisa de heraldos,
un jinete sin otra misión que la de advertir con toques de corneta, en cada
bocacalle la aproximación del temible vehículo.
En la primera
línea que se inauguró, recorría las calles de Cangallo, Callao y Piedad, desde
Ecuador a Talcahuano, un convoy compuesto de dos coches, con bandera francesa
el uno e inglesa el otro, yendo como cuarteador y trompetero, Juan Lapegua,
guerrero del Paraguay; y cocheros Pedro Picarel y Francisco López, españoles, y
mayorales Hilario Rodríguez y Baldomero Rodríguez, criollos, uno de los cuales,
Baldomero, murió en el Parque, en la revolución del 90. Estos individuos son
los decanos de esa inmensa colectividad que tantos y tan varios disgustos
ocasionó diariamente a los que transitaban del modo más primitivo o tenían necesidad
de sus servicios.
Como pasaje se
usaba una moneda de metal blanco de cuatro gramos de peso.
Más adelante, el 12 de abril del mismo año 1870, se puso
en servicio el primer coche especial para pasajeros de la estación del Once, y
fue el capitán del 4º de Línea, en la guerra del Paraguay, Francisco Mayo, el
mayoral o guarda que lo condujo.
Entonces, con el
nuevo tráfico se instauró como estación, en el Centro, la puerta de la
confitería de Godet, en Cangallo, poco más o menos donde estuvo luego la Chocolatería
Seminario, y como se aumentaran los viajeros, en los días festivos venía a
cuartear y anunciar un segundo convoy, con su trompeta y su caballo particular,
el capitán Jara también de la guerra del Paraguay, y perteneciente luego al
Cuerpo de Inválidos.
Esta primera línea, que se llamó Central muy aumentada y
mejorada, fue vendida a la compañía Anglo Argentina.
Enseguida, el
activo señor Lacroze, cuyo lema era. “el tiempo es oro”, fundó el Tramway
Rural, a vapor, que llegó a recorrer más de 200 kilómetros de terrenos de la
provincia de Buenos Aires, beneficiando a los hacendados y chacareros, con
precios de transporte más ventajosos que los ferrocarriles.
Estaba casado con
María Etchevetz, y de dicho matrimonio nacieron tres hijos: Federico, Carlos y
Teófilo. Fallecida su esposa, contrajo segundas nupcias el 27 de agosto de 1887
con la irlandesa Ana Browne Kirk.
Fue miembro de la
masonería, iniciándose el 13 de agosto de 1857 en la Logia Regeneración Nº 5.
Falleció en
Belgrano el 16 de febrero de 1899, víctima de una enfermedad que no pudo
dominarle nunca, sino en la última hora. Sus restos se hallan en el Cementerio
de la Recoleta.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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