miércoles, 13 de mayo de 2015

FEDERICO LACROZE

FEDERICO LACROZE



Nació en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1835, siendo sus padres Juan Alejandro Lacroze Durán, oriundo de Castillon, Francia y Mercedes la Santísima Trinidad Cernadas, porteña. Cursó sus estudios en Buenos Aires, y una vez finalizados se dedicó al comercio, siendo hasta los 20 años de edad empleado de la Casa Mallmann y Cía., representante de un grupo de banqueros de Londres, Amberes y París. Posteriormente se radicó en Chivilcoy dedicándose a la agricultura y al comercio, logrando obtener una posición sólida que le permitió ser un exitoso banquero local.
 No necesitó del título de europeo, ni siquiera de la recomendación de haber estudiado en Europa para, a los veinticinco años de edad concebir la idea de la posible realización de un tranvía en Buenos Aires, y conseguir, tras larga vía crucis de contrariedades la autorización gubernativa en 1868 y llevarla a la práctica en 1870 venciendo toda clase de inconvenientes, desde la escasez de capitales hasta la oposición terca y sistemática de los vecinos mejor conceptuados y propietarios de lo edificado en las calles de la ciudad, que había de recorrer la nueva locomoción.
 Sin más capital que 750.000 pesos de la antigua moneda, producto de sus economías como comerciante y después banquero, de los cuales una parte era de su hermano Julio, se lanzó a la gran empresa, después de haber vencido la oposición sostenida ante el Poder Ejecutivo por firmas nacionales como: Anchorena, Basualdo, Estrada, Achával, Barra, Moreno, Mallo Muñiz, Lozano, Ezcurra, Leguía, Escalada y Terrero, y extranjeros como Larroque, Schmidt, Capelli, Sommer, Kramer García, Ruiz, Marcó, Burnichón Cañas, Roverano, Bell Fourcade, Perissée, Zamboni y otros propietarios de la casas de Rivadavia, Suipacha y Tacuarí, en 1870, que creían que el tranvía era una amenaza pasando por calles tan transitadas en que por fuerza debía originar muchas desgracias.
 Fue, por esto, por lo que el Gobierno, después de mandar archivar estos memoriales, ordenó que los coches llevaran, de avanzada a veinte pasos más o menos, a guisa de heraldos, un jinete sin otra misión que la de advertir con toques de corneta, en cada bocacalle la aproximación del temible vehículo.
 En la primera línea que se inauguró, recorría las calles de Cangallo, Callao y Piedad, desde Ecuador a Talcahuano, un convoy compuesto de dos coches, con bandera francesa el uno e inglesa el otro, yendo como cuarteador y trompetero, Juan Lapegua, guerrero del Paraguay; y cocheros Pedro Picarel y Francisco López, españoles, y mayorales Hilario Rodríguez y Baldomero Rodríguez, criollos, uno de los cuales, Baldomero, murió en el Parque, en la revolución del 90. Estos individuos son los decanos de esa inmensa colectividad que tantos y tan varios disgustos ocasionó diariamente a los que transitaban del modo más primitivo o tenían necesidad de sus servicios.
 Como pasaje se usaba una moneda de metal blanco de cuatro gramos de peso.
Más adelante, el 12 de abril del mismo año 1870, se puso en servicio el primer coche especial para pasajeros de la estación del Once, y fue el capitán del 4º de Línea, en la guerra del Paraguay, Francisco Mayo, el mayoral o guarda que lo condujo.
 Entonces, con el nuevo tráfico se instauró como estación, en el Centro, la puerta de la confitería de Godet, en Cangallo, poco más o menos donde estuvo luego la Chocolatería Seminario, y como se aumentaran los viajeros, en los días festivos venía a cuartear y anunciar un segundo convoy, con su trompeta y su caballo particular, el capitán Jara también de la guerra del Paraguay, y perteneciente luego al Cuerpo de Inválidos.
Esta primera línea, que se llamó Central muy aumentada y mejorada, fue vendida a la compañía Anglo Argentina.
 Enseguida, el activo señor Lacroze, cuyo lema era. “el tiempo es oro”, fundó el Tramway Rural, a vapor, que llegó a recorrer más de 200 kilómetros de terrenos de la provincia de Buenos Aires, beneficiando a los hacendados y chacareros, con precios de transporte más ventajosos que los ferrocarriles.
 Estaba casado con María Etchevetz, y de dicho matrimonio nacieron tres hijos: Federico, Carlos y Teófilo. Fallecida su esposa, contrajo segundas nupcias el 27 de agosto de 1887 con la irlandesa Ana Browne Kirk.
 Fue miembro de la masonería, iniciándose el 13 de agosto de 1857 en la Logia Regeneración Nº 5.
 Falleció en Belgrano el 16 de febrero de 1899, víctima de una enfermedad que no pudo dominarle nunca, sino en la última hora. Sus restos se hallan en el Cementerio de la Recoleta.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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