FRANCISCO ORTIZ DE OCAMPO
“primer general de la guerra de independencia “
Francisco Antonio ORTIZ DE OCAMPO Nació
en La Rioja, siendo bautizado el 4 de mayo de 1771, hijo de don Andrés Nicolás
de Ocampo y de doña María Aurelia de Villafañe y Dávila, nieto del general
Andrés Ortiz de Ocampo, natural de Sevilla, que pasó a Indias a fines del siglo
XVII, contrayendo enlace en Asunción, donde fue gobernador del Paraguay, con
doña Mariana Bazán de Pedraza descendiente del célebre conquistador Juan
Gregorio de Bazán y de los Tejeda Guzmán, Vera de Aragón, Hurtado de Mendoza y
otras linajudas familias de la conquista.
Comenzó su vida militar a raíz de las
invasiones inglesas, combatiendo durante la Reconquista y la Defensa de Buenos
Aires con singular valor, mereciendo por su actuación ser ascendido a capitán
del Cuerpo de Arribeños, el 8 de octubre de 1806.
Participó
en la Defensa de Buenos Aires de julio de 1807, cayendo en el combate de Los
Corrales prisionero, aunque logró escapar la noche de esa misma jornada.
Promovido
a teniente coronel, se le designó comandante 1ro del Cuerpo de Arribeños, el 11
de enero de 1808. Abandonó por ello sin hesitar las labores comerciales donde
había conseguido hacerse una sólida posición, colaborando con su peculio a la
organización de aquel cuerpo.
En
el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, votó inmediatamente después de
Saavedra por la cesantía del virrey Cisneros y porque “asumiera el mando el
Cabildo interín se nombre una junta que debe ejercerlo, cuya formación debe ser
en la forma y modo que no quede duda de que el pueblo es el que confiere la
autoridad y el mando”.
Producida
la revolución, la Junta le dió el grado de coronel, el 9 de junio y lo nombró
jefe del Ejército Auxiliador al Alto Perú, siendo segundo jefe el coronel
Antonio González Balcarce y representante de la Junta Juan Hipólito Vieytes.
En
junio de 1810 fue puesto al mando del Ejército Auxiliar a las
Provincias — que luego sería el Ejército del Norte — y fue ascendido
a general.
Avanzó
rápidamente con un pequeño contingente hacia Córdoba para sofocar la
contrarrevolución dirigida por Liniers y Juan Gutiérrez de la Concha. Fue
muy eficaz en arrestar a los dirigentes del grupo, incluido el obispo de
Córdoba, Rodrigo de Orellana. Acompañaba la expedición una Comisión
Representativa de la Junta que contaba a Ortiz de Ocampo (como Presidente de la
misma), Hipólito Vieytes (Delegado del Gobierno), Feliciano
Chiclana (Auditor de Guerra) y Vicente López y
Planes (Secretario).
Pero
se negó a ejecutar a los prisioneros, como le había ordenado la Junta por
iniciativa del secretario Mariano Moreno. No sólo los cordobeses le
pidieron clemencia, sino que los mismos Liniers y Gutiérrez de la Concha eran
sus amigos y compañeros de luchas desde 1806. Desobedeciendo órdenes de la
Junta, envió los prisioneros a Buenos Aires.
Alarmada
por el posible efecto del todavía muy popular Liniers en la capital, la Junta
envió rápidamente a Juan José Castelli a hacerse cargo de las
ejecuciones y a Antonio González Balcarce a reemplazar a Ocampo como
jefe del Ejército.
Tras
la ejecución de los reos en proximidades de Cruz Alta (Córdoba),
Ocampo siguió como comandante nominal del Ejército hasta la batalla de
Suipacha, pero Balcarce tenía el poder real. Mientras Vieytes fue sustituído
por Castelli, éste hizo cumplir las órdenes de la Junta, haciendo fusilar a los
prisioneros el 26 de agosto de 1810, al llegar al lugar llamado Monte de los
Papagayos, situado cerca de la posta de Cabeza de Tigre, con excepción del
obispo por su investidura eclesiástica.
Ocampo
ejerció durante cinco días interinamente el gobierno de Córdoba desde el 11
hasta el 16 de agosto de 1810. Su carácter moderado y conciliador, mal se
avenía con el plan político de violencia de corte jacobino, que adoptó la
Junta.
De
no mediar su indecisión y condescendencia en aquel momento crítico, es
indudable que dados sus honorables antecedentes, su actuación posterior hubiera
sido descollante, la que abruptamente quedó interrumpida.
En
consecuencia fue sustituido en el gobierno por el Cnl Juan Martín de Pueyrredón
y relevado del comando del Ejército Auxiliar, el 15 de noviembre de 1810, no
obstante su reconocida hombría de bien y su energía bien probada en reiteradas
ocasiones previas.
Pero
muy pronto bajó a la capital, ya que había sido electo diputado por La
Rioja a la Junta Grande. No tuvo casi actuación en la misma, sino que
tomó el mando de un regimiento, que poco después adoptaría el nombre de Reg.
Nro 2 de Infantería.
Cuando
Saavedra marchó al norte, fue el comandante de armas de la ciudad
y provincia de Buenos Aires. Después de la caída de la Junta, fue por
corto tiempo gobernador militar de Rosario de Santa Fe.
Pasó
a Buenos Aires, donde fue nombrado coronel del Regimiento Nº 4, el 17 de junio
de 1811 y luego del Regimiento de Patricios Nº 2.
Fue
uno de los jefes (junto a José de San Martín) de la revolución del 8
de octubre de1812, que derribó al Primer Triunvirato, que tuvo por
efecto, no sólo el cambio de personas en el gobierno, sino dar rumbos más
certeros a la guerra por la emancipación y a la organización institucional del Estado,
próximo a declararse soberano.
Un
año después integró con San Martín la comisión encargada de redactar los
reglamentos para el Ejército.
Más
tarde fue nombrado presidente de Charcas, cargo que debió abandonar a raíz de
las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma sufridas por el Ejército del Norte en su
segunda expedición al Alto Perú.
En
1814, el director Posadas lo designó gobernador intendente de Córdoba, cargo
que ejerció hasta el 25 de marzo de 1815, en que sin ofrecer resistencia a la
acción de Artigas, por su indicación, se convocó a un cabildo abierto que
eligió al Cnl José Javier Díaz como sucesor suyo.
De
regreso a Buenos Aires fue ascendido a coronel mayor en ese mismo año,
dirigiéndose luego a Mendoza para ponerse a las órdenes de San Martín, que
preparaba el Ejército de los Andes.
Ese
mismo año se hizo cargo de la gobernación mendocina, por enfermedad del
Libertador, y meses después se retiraba del servicio activo, aunque quedó
agregado a la plaza de Córdoba, de donde pasó en 1816 a la de San Juan.
Fue
por unos meses gobernador de La Rioja a fines de 1816, y en 1819 comandante de
los Cívicos de Córdoba.
En
el año clave de 1820 signado por la crisis interna de Buenos Aires y el
surgimiento de las autonomías provinciales, lo vemos protagonista estelar en La
Rioja donde en el mes de enero depone al teniente de gobernador Gregorio
Gonzalez y el 1º de marzo, día inicial de la nueva provincia, fue elegido por
aclamación gobernador, cargo que desempeñó hasta que Juan Facundo Quiroga lo
derrocó en septiembre de ese año.
El
7 de enero de 1820 se había sublevado en Arequito el Ejército del Norte. Los
pueblos del interior comenzaban así el fenómeno secesivo, que se agudizó a raíz
de la batalla de Cepeda. La Rioja aprovechó la situación para llevar a cabo su
separación de Córdoba y elegir así en marzo gobernador al general Francisco
Ortiz de Ocampo, el antiguo jefe de Arribeños y primer jefe del Ejército
Auxiliar al Alto Perú. La declaración de la autonomía fue un signo de los
tiempos; ese mismo año hicieron lo propio Santiago del Estero, San Juan y San
Luis.
Al
decir de Armando R. Bazán: “El general Francisco Ortiz de Ocampo era el
político riojano que por su trayectoria tenía mejores títulos para gobernar su
provincia en la nueva etapa. Primero como jefe del Cuerpo de Arribeños, sucesor
de Saavedra como comandante del Regimiento de Patricios; primer general de
la revolución en su carácter de jefe del ejército auxiliar del Perú;
presidente de Charcas para pasar a desempeñarse como gobernador intendente de
Córdoba 1814/1815. Ninguno de sus comprovincianos exhibió un cursus honorum
semejante y sólo Castro Barros lo aventajaba por su talento y formación
cultural”.
Ya
en Buenos Aires en 1822 reclamó los sueldos que se le adeudaban, debido a
llevar gastado toda su fortuna al servicio de la Patria.
Complicado
en un plan revolucionario contra el gobierno de Córdoba, en 1826, fue tomado
prisionero, y cuando el general Paz venció al general Bustos en 1829, le dió el
mando de un regimiento.
Dos
años después cayó prisionero de Quiroga, cerrándose para siempre su actuación
pública y su vida en el ejército, pasando sus últimos años, en su provincia
natal de La Rioja.
Falleció
en la hacienda de Anguinón, Chilecito, el 15 de septiembre de 1840.
BIBLIOGRAFIA
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JUSTINIANO CARRANZA, El General Don Francisco Ortiz de Ocampo. 1771-1840, en
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Zinny, Antonio, Historia de los gobernadores de las Provincias Argentinas,
Ed, Hyspamérica, 1987
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