JOSÉ FIGUEROA ALCORTA
(Córdoba,
1860 - Buenos Aires, 1931) Político argentino que fue presidente de la
República entre 1906 y 1910, tras la muerte de Quintana. En 1882 se graduó en
leyes en la universidad, y el mismo año fue designado para dictar en la antigua
casa de estudios una cátedra de derecho internacional. José Figueroa Alcorta
alternó la docencia universitaria y su cargo de consultor de la municipalidad
de Córdoba y del ferrocarril Norte con tareas periodísticas en los diarios La
Época y El Interior. No había cumplido aún los veinticinco años
cuando fue elegido senador provincial.
Al
cesar en sus funciones de senador fue elegido diputado a la legislatura por
cuatro años, período que no pudo cumplir, porque en 1890 fue nombrado ministro
de Gobierno en la administración de Marcos Suárez, a quien acompañó hasta el
final de su gestión. Eleazar Garzón, sucesor de Juárez, lo designó ministro de
Hacienda de la provincia. Apenas cumplidos los 35 años fue elegido gobernador
de la provincia de Córdoba. Su gobierno se distinguió por el saneamiento de las
finanzas y por sus iniciativas en educación pública, obras viales y mejoras
edilicias. Creó el registro de la propiedad, organizó el cuerpo de bomberos,
inauguró las obras de luz y fuerza de la provincia y llevó a cabo otras
numerosas realizaciones.
Terminado
su período de gobierno en el mes de marzo de 1898, la Legislatura lo eligió el
mes siguiente senador nacional, por gran mayoría. Le tocó intervenir en la
discusión de problemas vitales como los vinculados a la cuestión de límites con
Chile. José Figueroa Alcorta fue el encargado de presentar a la Cámara el
informe favorable a los "pactos de Mayo", haciéndolo en un discurso
que puso de manifiesto los peligros de la paz armada en América; sostuvo la
implantación del arbitraje para la solución de los conflictos internacionales y
expuso la inquietud argentina en la cuestión del Pacífico entre Chile, Perú y
Bolivia.
En
la "reunión de notables", convocada por Roca, surgió su nombre como
compañero de la fórmula presidencial que encabezaba Manuel Quintana. Al
triunfar la fórmula, José Figueroa fue consagrado vicepresidente de la
República y asumió la presidencia del Senado desde el 12 de octubre de 1904.
Aprovechando un receso parlamentario se trasladó con su familia a Córdoba, en
el verano de 1905, y se instaló en Capilla del Monte.
La
revolución del 4 de febrero de 1905 estalló en Córdoba bajo la dirección del
coronel Daniel Fernández y el doctor Aníbal del Viso, que derrocaron a las
autoridades constituidas. Al conocerse en Córdoba el fracaso de la revolución
en Buenos Aires, cundió el desaliento, y los revolucionarios, en busca de
amparo, se apoderaron de la persona del vicepresidente y lo mantuvieron como
rehén, para presionar sobre el ánimo del primer magistrado. Dominada la
revuelta, Figueroa Alcorta recuperó la libertad y volvió a Buenos Aires,
reanudando su labor en el Senado.
La
presidencia de José Figueroa Alcorta
En
1906, tras la muerte del presidente Manuel Quintana, renunció el gabinete en
pleno. José Figueroa Alcorta asumió la presidencia y reorganizó el gobierno de
esta forma: Norberto Quirno Costa en Interior; Manuel Montes de Oca en
Relaciones Exteriores; Norberto Piñero en Hacienda; Federico Pinedo en
Justicia, Culto e Instrucción Pública, sustituido luego por Rómulo Neón, que
fundó las primeras escuelas rurales para difundir la instrucción en la campaña;
Luis María Campos en Guerra; Onofre Betbeder en Marina; Ezequiel Ramos Mejía,
que trazó un plan de ferrocarriles patagónicos, en Agricultura, y Miguel Tedín
en Obras Públicas.
A
lo largo de su mandato presidencial (1906-1910), José Figueroa Alcorta supo
gobernar sin presiones y pudo encauzar una política de renovación, que le
aseguró al comienzo un margen de simpatía en las esferas que se disputaban el
poder. Pero poco a poco cayó bajo la influencia de la fracción oligárquica.
Mientras que en el aspecto político el gobierno tenía que afrontar constantes
problemas de hostigamiento, en lo económico el país había entrado en una etapa
de prosperidad industrial, comercial y cultural, en un creciente bienestar que
se advertía en muchas esferas de la vida del país. La Argentina era en ese
entonces uno de los grandes proveedores mundiales de cereales.
En
las elecciones del 11 de marzo de 1906, la coalición de partidos opositores
encabezada por Carlos Pellegrini dio el triunfo a los antirroquistas
en la capital. Pero la mayoría de legisladores no veía con agrado esa
orientación y procuró resistir en forma pasiva al poder ejecutivo y su
política; incluso se habló de formar juicio político al presidente. Convocado
al Congreso a sesiones extraordinarias a fines de 1907 para considerar el
presupuesto de gastos y numerosos asuntos más, las cámaras no sólo se mostraron
reacias a la iniciativas del poder ejecutivo, sino que las ignoraron.
El
25 de enero de 1908 el presidente, en acuerdo general de ministros, decretó la
vigencia del presupuesto general de 1908 de gastos de la administración. Como
consecuencia de la oposición de las cámaras, clausuró las sesiones
extraordinarias del Congreso y retiró los asuntos sometidos a su deliberación.
El 27 de enero, la fuerza pública ocupó el palacio legislativo y prohibió la
entrada a los legisladores de ambas cámaras. Se anunció por el Ministerio del
Interior que se prohibían las reuniones de legisladores en cualquier punto del
país.
Hubo
algunas protestas ruidosas a la entrada de las cámaras, pero en poco tiempo el
incidente fue olvidado, pues no había sido mal recibido por la opinión popular,
poco adicta a un parlamento que estaba bastante lejos de sus aspiraciones. Ante
la protesta de diputados y senadores, las fuerzas de ocupación fueron retiradas
el 30 de enero, y los legisladores pudieron entrar y salir libremente. La
clausura del Congreso por parte del ejecutivo fue un hecho político de gran
importancia; el Congreso reanudó sus sesiones en mayo de 1908.
A
nivel interno, durante la presidencia de Figueroa Alcorta se construyeron en
las provincias y territorios canales, puentes, caminos, diques, obras de riego,
etcétera. Fue inaugurado el palacio del Congreso y en mayo de 1906 se
realizaron allí sesiones legislativas. En el curso de cuatro años los
ferrocarriles tuvieron un aumento de siete mil kilómetros. El crecimiento
urbano de la capital prosiguió y, al llegar el Centenario de la Independencia,
Buenos Aires era una de las grandes ciudades del mundo.
La
explotación de recién descubiertos yacimientos petrolíferos fue otro de los
hechos destacados del periodo. El 13 de diciembre de 1907, mientras se
realizaban trabajos de perforación en busca de agua en Comodoro Rivadavia por
encargo de la División de Minas, Geología e Hidrología, los responsables de las
tareas, J. Fuch y Humberto Behin, hallaron a 535 metros de profundidad una capa
de petróleo. Desde entonces hasta 1910 se perforaron cinco pozos. En la
Exposición del Centenario se presentó una gran caldera que funcionaba con
petróleo argentino; el mismo año se promulgó la ley de reservas, que abarcaba
una zona de cinco mil hectáreas.
En
política exterior, el presidente Figueroa Alcorta tuvo que hacer frente a
varios conflictos internacionales. Uno de ellos fue la ruptura de relaciones
con Bolivia, en julio de 1909. De acuerdo con el tratado entre Perú y Bolivia
del 30 de diciembre de 1902, ambos países habían aceptado someter el pleito al
arbitraje del gobierno argentino para resolver una vieja cuestión de límites.
Ésta fue sometida a una comisión asesora del gobierno argentino, pero el laudo
fue rechazado por el Congreso y el gobierno de Bolivia, por considerar que no
les era favorable. En La Paz y otras ciudades del Altiplano se produjeron
demostraciones hostiles en las calles y la legación argentina fue apedreada. El
gobierno argentino retiró inmediatamente a su delegado en Bolivia y entregó los
pasaportes al representante boliviano en Buenos Aires. Las relaciones diplomáticas
no se restablecieron hasta enero de 1911, bajo el gobierno de Roque Sáenz Peña.
Otro
serio problema se suscitó con Uruguay, en razón de divergencias sobre el
alcance jurisdiccional en aguas del Río de la Plata, a raíz del cual se produjo
un enfrentamiento entre los gobiernos argentino y uruguayo, a mediados de 1907.
El conflicto tuvo mucha repercusión en la calle y suscitó amplias controversias
en la prensa. Finalmente prevaleció en los gobernantes de los dos países un
criterio ponderado y sereno; las relaciones se mantuvieron después de una
gestión diplomática, de la que se encargó Roque Sáenz Peña. Por último se firmó
un protocolo que puso fin a la cuestión el 5 de enero de 1910.
El
titular de Relaciones Exteriores, Estanislao S. Zeballos, asistió desde su
ministerio a un enfriamiento en las relaciones con los Estados Unidos, Brasil y
Uruguay. Zeballos había llevado su nacionalismo pasional a la categoría de un
argentinismo agresivo; pretendía militarizar el país y dominar por la fuerza la
desavenencias con Brasil, según expresó en una carta del 27 de junio de 1908.
Para hacer frente a esa eventualidad buscó la alianza con Chile y Uruguay, a
fin de aislar a Brasil e imponerle la limitación de armamentos o la cesión de
parte de su escuadra.
Un
telegrama cifrado que había cursado el ministro a su embajador en Chile, y que
Zeballos conservaba en secreto, fue dado a la publicidad y mostraba ciertos
propósitos bélicos por parte de Brasil. Alarmados ambos países por estos
hechos, el barón de Rio Branco demostró la falsedad del texto publicado y
divulgó la clave secreta de su cancillería. Figueroa Alcorta tuvo que pedir la
renuncia del ministro Zeballos, siendo designado para reemplazarlo Victorino de
la Plaza. Con esto cedió la tensión internacional, aunque la cordialidad entre
ambos países sólo se restableció plenamente bajo la presidencia de Sáenz Peña.
La
sucesión presidencial
A
mediados del año 1909, se hizo pública la candidatura de Roque Sáenz
Peña a la presidencia de la República. Para proclamarla se formó la Unión
Nacional, compuesta por mitristas, pellegrinistas, roquistas, oficialistas
provinciales, fuerzas amparadas por el presidente y ciudadanos independientes
como Ricardo Lavalle, que debía presidirla. Los representantes del "viejo
régimen" se unieron para sostener esa candidatura, lo mismo que la del
entonces ministro de Relaciones Exteriores, Victorino de la Plaza.
En
la oposición figuraba únicamente el Partido Republicano, a cuyo frente estaba
Emilio Mitre, quien, al ver el triunfo aplastante de la Unión Nacional en la
elección para senadores por la capital, abandonó la carrera electoral. Cuando
Sáenz Peña aceptó su candidatura dijo: "Necesitamos crear al sufragante,
sacándolo del oscuro rincón del egoísmo, a la luz vivificante de las deliberaciones
populares". Las elecciones para la renovación de la presidencia se
realizaron en abril de 1910.
El
12 de octubre de 1910, Figueroa Alcorta entregó el gobierno a su sucesor Roque
Sáenz Peña. Después de un breve descanso en su hogar y de un viaje de recreo a
España en 1911, el nuevo presidente Sáenz Peña le encomendó la embajada
extraordinaria para representar a la Argentina en el Centenario de las Cortes
de Cádiz y de la Constitución Liberal de 1812. Con ello se retribuía también la
visita de la infanta Isabel; Alcorta fue recibido por el rey Alfonso XIII.
Al
regresar al país se dedicó a su profesión de abogado; en 1915 quedó vacante un
cargo de ministro de la Suprema Corte y el entonces presidente Victorino de la
Plaza lo designó para ocuparla, previo acuerdo con el Senado. Figueroa Alcorta
se abstuvo de toda participación política y se dedicó desde el alto tribunal a
su función específica. Falleció el 27 de diciembre de 1931, a los 71 años.
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