PERITO FRANCISCO PASCASIO MORENO
Nació en Buenos Aires el 31 de
mayo de 1852. Su padre, Francisco Facundo había regresado a esta ciudad
en 1852, después de permanecer siete años en Montevideo como exiliado. Su
madre fue Juana Thwaites, de ascendencia inglesa, fallecida prematuramente en
1867, a consecuencia de la epidemia de cólera que azotó Buenos Aires.
Francisco Pascasio era el mayor
de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Nace y vive sus primeros
años en una casa ubicada en Paseo Colón y Venezuela; en 1866 la familia se
traslada a una residencia situada en una esquina de las calles Piedad (hoy
Bartolomé Mitre) y Uruguay. Aquí permanece durante varios años, y en ella
tiene lugar la fundación de su primer museo, ubicado en el mirador de la misma.
Adolescente ya, a los catorce años,
recorría los terrenos de Palermo y las barrancas del Río de la Plata recogiendo
piezas para sus colecciones.
Entre 1863 y 1866 concurre, junto
con sus dos hermanos, al Colegio San José, como interno. Durante este
período, según Moreno, “aumentó mucho mi propio bagaje de ensueños”.
Escuchaba con atención los relatos que desde el púlpito hacía el hermano
celador, referente a los viajes y penurias de algún misionero en lejanos países
salvajes, lo que sumado a sus lecturas de las extraordinarias aventuras de
Livingstone y del intrépido navegante inglés John Franklin, dieron más vuelo a
sus infantiles lucubraciones.
Otros acontecimientos que
tuvieron lugar durante esta época le impresionaron mucho. Así dice Moreno
sobre la Guerra de la Triple Alianza: “fueron impresiones de la infancia que
quedaron grabadas con buril profundo (…) no olvido los veteranos del 6º de
Línea volviendo al descanso momentáneo al son de la música inmortal…”.
En 1866 se produce el cambio de
colegio; su padre, con el propósito de que sus hijos adquirieran un
conocimiento más vasto, los inscribe en el Colegio Catedral del Norte
(1). Su Director Monsieur Chanalet, gozaba de particular predicamento por
la orientación y nivel que había sabido imprimir a la enseñanza.
En julio de 1867, un domingo su
padre llevó a Francisco y sus dos hermanos a pasear cerca del río. Al
descubrir montículos de pedregullo dejados por el río Uruguay, quedaron
asombrados, y de inmediato se dedicaron a seleccionar jaspes y piedras de
variados colores, con los cuales llenaron sus bolsillos. Allí mismo,
Moreno y sus hermanos abordaron al padre obteniendo su consentimiento para
llevarlos a su casa e instalarlos en el mirador de la misma, que así se
convertiría en “su primer museo”. La fecha de este hecho anecdótico fue
considerada por Moreno como la de “iniciación de su museo”, según lo expresa en
una carta dirigida al general Bartolomé Mitre en 1892.
En el año1867, se produce un
hecho trascendente para el futuro del museo y la obra de Moreno: los tres
hermanos se arman de coraje y deciden visitar al director del Museo Público de
Buenos Aires, el paleontólogo alemán Germán Burmeister (1807-1892), arribado al
país en los primeros años de la década del sesenta para hacerse cargo del al
dirección del Museo.
Moreno y sus hermanos quedaron
asombrados por el amable recibimiento y el interés demostrado por sus
colecciones. Posteriormente los acompañó en un recorrido por las salas
del Museo. Prometió visitarlos, y así lo hizo en forma casi inmediata.
Las colecciones van aumentando en
forma acelerada y el museo deja de ser un juego de niños. Surgen
discrepancias entre los tres hermanos con respecto a su futuro. Josué y
Eduardo sentían gran atracción por la filatelia, razón por la cual querían
enriquecer la colección de estampillas. Pancho (ese era el apodo de
Francisco Pascasio) en cambio, insistía en dedicar los esfuerzos hacia las
ciencias naturales. Como no pudieron llegar a un acuerdo, Josué decidió
separarse y vender su parte en trescientos pesos, pagaderos en mensualidades.
Más tarde lo haría Eduardo, por lo que el 9 de agosto de 1868, a los dieciséis
años, Pancho quedó como Director y único dueño del Museo al que llamó “Museo
Moreno”.
La bondadosa atención que siempre
le dispensó el Dr. Burmeister, se transforma con el tiempo en una sólida
amistad, a pesar de la diferencia de edades. Para estimular su vocación
bautizó una especie fósil con el nombre de “Dasypus moreni”.
Al producirse la epidemia de
fiebre amarilla en 1871, la familia Moreno establece su residencia en la casa
de un pariente en Chascomús. Desaparecido el peligro retorna a Buenos
Aires con el precioso cargamento de piezas que Francisco recogió en la zona.
Posteriormente su padre adquiere
una propiedad en Parque de los Patricios, una quinta formada por varias
manzanas. (2) Allí fue donde Moreno, al cumplir veinte años, recibe un
magnífico regalo: una construcción para “su museo”, constituida por dos salas.
Movido por el afán de aumentar
sus colecciones, comienza a efectuar exploraciones en lugares cercanos: riberas
del Río de la Plata, laguna Vitel (partido de Chascomús) y en 1873, su primer
viaje al Sur, hasta Carmen de Patagones.
Se despierta entonces su interés
por la Patagonia, que se convertiría en el objetivo fundamental de su accionar
futuro. Advierte, además, cuando sólo tenía veinte años, la necesidad de
conocer y estudiar a fondo su geografía para así adquirir conocimientos
indispensables que permitieran determinar, científicamente, los límites entre
nuestro país y Chile, evitando peligrosas situaciones conflictivas.
En abril de 1873 Moreno llega a
Carmen de Patagones, donde es recibido con todos los honores por un amigo suyo,
comerciante, que actúa como un verdadero cicerone. Al cabo de un mes,
consiguió reunir una colección de más de setenta cráneos, mil flechas y puntas
de lanzas y otros sílex tallados, con los cuales regresó para clasificarlos y
acomodarlos en su museo.
Para apreciar la magnitud de esta
empresa, realizada poco antes de cumplir veintiún años, hay que situarse en la
época. El ferrocarril entonces llegaba hasta Las Flores, y la enorme
distancia entre este lugar y Carmen de Patagones (aproximadamente 1.000
kilómetros) debía ser cubierta en galera y a caballo, sorteando enormes
peligros, como el de la acechanza de los indios. Solamente dos
poblaciones existían en su trayecto: una, Bahía Blanca, que entonces tenía una
reducidísima población, y Carmen de Patagones, fundada en 1779 por Antonio de
Viedma, que era, con su fortín de avanzada, el vigía nacional de estas
desoladas tierras.
Con este viaje termina una etapa
de la vida de Moreno –la de su niñez y adolescencia- para comenzar la de sus
exploraciones personales realizadas entre 1874 y 1880.
Moreno, como explorador, demostró
poseer aptitudes sobresalientes: coraje y audacia, sostenidos por una gran
resistencia física. No en vano se ganó el respeto y admiración de los
indios –a quien él también respetó y admiró en algunos aspectos- que lo
calificaron como “Huinca” (cristiano), “Toro Moreno” o “Valiente Moreno”,
máximos calificativos ponderativos usados por ellos. Además, la
heroicidad que exhibía al dar cuenta sin pestañar de los manjares indígenas,
constituidos por carnes crudas de diverso origen y otros alimentos sazonados
con sangre caliente de yegua, contribuyeron a conquistar la simpatía y amistad
de los aborígenes.
Cuatro fueron las exploraciones
realizadas durante ese período:
I. A Santa Cruz, hasta la
desembocadura del río del mismo nombre.
Duración: Cuatro meses; agosto a
diciembre de 1874.
Objetivos: A raíz de los conflictos
surgidos en el sur de nuestro país en la región limítrofe con Chile, el
Gobierno resolvió constituir una Comisión Especial para que explorara las
tierras inmediatas a la bahía de Santa Cruz y elaborara un informe sobre al
situación existente. Además de estos objetivos Moreno se propuso realizar
excavaciones en búsqueda de materiales de estudio para aumentar las colecciones
de su museo.
II. Primer viaje al lago Nahuel
Huapi.
Duración: Aproximadamente seis
meses; 25 de setiembre de 1875 al 11 de marzo de 1876.
Objetivos: Llegar al lago Nahuel
Huapi, hacer su reconocimiento, y encontrar un paso en la cordillera que
permitiera el acceso a la ciudad chilena de Valdivia
III. A Santa Cruz, remontando el
río hasta sus nacientes (Lago Argentino).
Duración: Aproximadamente siete
meses; 20 de octubre de 1876 al 8 de mayo de 1877.
Objetivos: Llegar a las nacientes
del río Santa Cruz, “…problema aún no resuelto completamente, averiguar la verdadera
situación de la Cordillera en la zona del Estrecho de Magallanes y confirmar
los derechos argentinos en las tierras ubicadas al oriente de los Andes”.
IV. Segundo viaje al lago Nahuel
Huapi.
Duración: Aproximadamente cinco
meses; octubre de 1879 al 11 de marzo de 1880.
Objetivos: Exploración de los
territorios australes bañados por el océano Atlántico.
En 1880 Moreno viaja a Europa
donde permanece un año, circunstancia que aprovecha para visitar museos de
primer nivel e interiorizarse de aspectos relacionados con la organización de
los mismos.
Al volver a su país, continuó con
sus exploraciones en las provincias argentinas con el objeto de incrementar las
colecciones del Museo Antropológico y Arqueológico de la Provincia de Buenos
Aires, del cual era su Director. En particular recorrió regiones andinas
en las provincias de Cuyo donde el trazado del límite determinado por el
tratado firmado en 1881 podría dar lugar a dificultades. Esta serie de
viajes concluye en 1884.
Además, en su calidad de miembro
de la Comisión Especial encargada de la construcción de edificios públicos para
la nueva capital de la Provincia, tuvo ocasión de comenzar los primeros
estudios relacionados con la ubicación del futuro museo.
Entre 1880 y 1910 se sucedieron
cinco períodos presidenciales, de los cuales tres fueron completados por los
vicepresidentes respectivos, a causa de renuncia o fallecimiento del
titular. Durante este lapso dos revoluciones civiles (1890 y 1893), una
profunda crisis económica en 1890, y las cuestiones limítrofes con Chile que
hicieron temer por un conflicto armado, fueron causas de disturbios que
entorpecieron el desarrollo de actividades.
No obstante, la capacidad de
acción y la constancia de Moreno permitieron que las metas fijadas se
alcanzaran ordenadamente y en forma plena. Y se fueron encadenando y
ensamblando de tal manera que cada una sirvió de apoyo para continuar con la
otra.
Así, el museo, nacido al impulso
de su interés de coleccionista, va enriqueciendo su patrimonio con las
exploraciones. Estas, y su amor por la naturaleza, lo llevan al
reconocimiento del territorio patagónico para lograr su integración al
país. Y, al mismo tiempo, los estudios geográficos y científicos que
realiza han de constituir una base firme para la determinación de los límites
naturales de la región cordillerana entre nuestro país y Chile.
En 1880 se federaliza la ciudad
de Buenos Aires y el 19 de noviembre de 1882 se funda La Plata, capital de la
Provincia. Recién en abril de 1884, las autoridades de la Provincia
pueden instalarse en la flamante capital, y en julio las colecciones del Museo
Antropológico y Arqueológico (integradas por las piezas que Moreno donó y que
correspondían a su colección particular) se trasladan a La Plata, y se ubican
en diversos locales provisionales, principalmente en la planta alta del Banco
Hipotecario que, en 1906, fue sede de las autoridades de la Universidad
Nacional de La Plata.
El 17 de setiembre de 1884, por
decreto del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos D’Amico, se
funda el Museo de la Plata, al que se incorpora después el Museo Antropológico
y Arqueológico de Buenos Aires, y Moreno es designado Director de la nueva
institución.
El Departamento de Ingenieros
contemplaba una ubicación céntrica del Museo, y fue Moreno quien sugirió se
abandonara esta idea y se lo emplazara en el Paseo del Bosque.
En 1884, el arquitecto Henrik G.
A. Aberg asumió la tarea de la construcción del edificio del Museo.
Aberg, nacido en Suecia, se había radicado en el país en 1869, cuando tenía
veintiocho años de edad. Para la realización de la obra se asoció con el
ingeniero alemán Carl L. W. Heynemann.
La construcción del edificio
comienza en octubre de 1884; en 1887 algunas secciones fueron habilitadas al
público y el 19 de noviembre de 1888 se inaugura oficialmente.
Por falta de presupuesto el
edificio construido no estuvo de acuerdo con el plano original firmado por
Aberg y Heynemann, integrado por un conjunto de tres edificios, de los cuales
se terminó uno solamente. Los dos cuerpos restantes jamás se
construyeron.
Moreno se desempeñó como Director
del Museo de la Plata desde 1884 hasta 1906, fecha de su renuncia.
Durante siete años de esta etapa (1896-1903), simultáneamente ocupó el cargo de
Perito Argentino.
Durante el período que le tocó
actuar, se realizaron exploraciones por diferentes regiones del país, en las
que participaron técnicos y especialistas bajo su dirección. La más importante
de todas se llevó a cabo entre enero y junio de 1896. El programa de la
misma comprendía “el reconocimiento geográfico y geológico (…) de la zona
inmediata a los Andes y de la parte oriental de éstos comprendida entre San
Rafael (Mendoza) y el lago de Buenos Aires (territorio de Santa Cruz)”.
Se puso en marcha con más de
veinte personas competentes del Museo a principios de 1896. Los trabajos
asignados a las distintas comisiones fueron cuidadosamente planificados y,
además, transmitidos con precisas instrucciones a todos los integrantes de los
grupos de exploración del Museo de la Plata.
Riccardi, en su libro (3),
sintetiza así el contenido y la importancia de esta extraordinaria exploración:
“Moreno orientó las actividades
de la institución hacia la defensa de los intereses argentinos, y con el eficaz
asesoramiento del ingeniero Enrique Delachaux efectuó una obra que hoy día
llena de asombro a cualquiera que haya recorrido la región cordillerana
limítrofe entre Argentina y Chile.
“Baste señalar que la expedición
realizada por Moreno entre enero y junio de 1896 sirvió para el reconocimiento
de un área de 170.000 km2 entre San Rafael y lago Buenos Aires con vistas a
elaborar un plano en escala 1:400.000. En ella se recorrieron 7.155
kilómetros a caballo, se determinaron 3 longitudes, 328 latitudes y 201
azimutes; se hicieron 360 estaciones con teodolito y 180 con brújula
prismática; se realizaron 1.072 estaciones barométricas y 271 estaciones
trigonométricas de altura; se tomaron 960 clichés fotográficos y 6.250 muestras
de rocas y fósiles; y se confeccionó el primer plano preliminar del lago Nahuel
Huapi y del Valle 16 de Octubre.
“Producto de esta misma
expedición fue la propuesta de Moreno para que se construyera una red de líneas
ferroviarias que uniera el Atlántico con la cordillera, propuesta que serviría
de fundamento al proyecto que años después presentaría al Congreso de la Nación
el Dr. Ezequiel Ramos Mejía, y que Moreno defendería desde su banca de
diputado”.
En 1896 Moreno decide aceptar el
cargo de Perito Argentino a fin de colaborar en la solución de los problemas
limítrofes con Chile. Sus amplios conocimientos de la zona en litigio, su
perseverancia y capacidad de acción le permitieron sobrellevar con éxito tan
difícil gestión. Además, a sus ya reconocidas cualidades agregó la de una
insólita habilidad diplomática exhibida oportunamente en situaciones muy
delicadas que amenazaban hacer fracasar los acuerdos perseguidos.
Sobre su acción, ningún juicio
más categórico que el del Jefe de la Comisión Arbitral, coronel Thomas Holdich,
que en carta dirigida a Moreno en agosto de 1902 dijo: “He afirmado
repetidamente que todo lo que obtenga el gobierno argentino al oeste de la
división de aguas continentales de deberá, exclusivamente, a usted”.
Algunos meses después de ocupar
el cargo de perito, Moreno se trasladó a Santiago de Chile. Cruzó la
Cordillera, a principios de 1897, junto con su esposa y sus cuatro hijos, a
lomo de mula, acompañado por su amigo y Secretario de la Comisión, Clemente
Onelli. Inmediatamente comenzó a desarrollar intensas gestiones,
reuniones con diplomáticos y asesores del gobierno chileno, para intercambiar
opiniones y allanar el camino para las futuras negociaciones.
A poco de llegar, su esposa,
María Ana Varela, contrajo fiebre tifoidea; luego de casi cincuenta días de
enfermedad, y cuando su recuperación parecía segura, murió víctima de una
sorpresiva complicación el 1º de junio de 1897. Era hija de Rufino
Varela, funcionario y periodista, y de Josefa Wright. Su abuelo fue el
poeta y escritor Florencio Varela. Moreno contrajo matrimonio el 14 de
junio de 1885; ella tenía entonces diecisiete años y él treinta y tres.
El matrimonio tuvo cuatro hijos:
Francisco José (1886), Juana María (1888), Eduardo Vicente (1890) y Florencio
(1891).
Después de acompañar el traslado
en vapor de los restos de su esposa a Buenos Aires, en julio de 1897, regresa a
Santiago de Chile.
Por gestión de Moreno ante el
presidente chileno, Dr. Errázuriz, con quien mantenía excelentes relaciones, se
produce la entrevista entre dicho presidente y el general Roca, que en pocos
meses debía asumir la presidencia de la Argentina. Dicha reunión tuvo
lugar el 15 de febrero de 1899 en el Estrecho de Magallanes, a bordo del buque
insignia O’Higgins, que simbolizó un gesto amistoso y un pacto tácito de buena
voluntad entre las dos naciones. Sus presidentes acordaron dar corte a la
cuestión limítrofe, en especial a la demarcación de la Puna de Atacama, donde
la divergencia era más profunda.
Como resultado inmediato de esta
reunión cumbre, dieron comienzo en Londres las deliberaciones entre
diplomáticos argentinos y chilenos, y miembros del Gobierno británico, en su
calidad de árbitro del litigio limítrofe. Moreno, que se había trasladado
a Londres junto con sus cuatro hijos en enero de 1899, actuó, en las reuniones
celebradas, como asesor geográfico del ministro argentino.
En el transcurso de este año
establece contactos con la Sociedad Real de Geografía. Es invitado a
pronunciar una conferencia, que tiene lugar en mayo, cuyo texto fue leído, en
inglés, por el Mayor Darwin, Secretario Honorario de la Sociedad e hijo de
Charles Darwin.
En 1900 Moreno reside
prácticamente en Londres, y allí sus hijos concurren a la escuela. En 1901
regresa a Buenos Aires con tres de sus hijos; el mayor se queda en Londres
donde estudia pintura.
Este mismo año llega a Buenos
Aires el coronel sir Thomas Holdich, geógrafo de reconocido prestigio,
designado Comisionado por el Gobierno británico para actuar en representación
del Tribunal Arbitral en el reconocimiento de la zona en litigio. Casi de
inmediato da comienzo a sus tareas de exploración. Durante tres meses,
acompañando a los integrantes de las comisiones argentina y chilena, recorrió
la extensa región andina comprendida entre el lago Lácar y el seno de Ultima
Esperanza. El coronel Holdich dejó constancia –públicamente y en
documentos oficiales- que este emprendimiento se concretó con éxito gracias a
la invalorable ayuda del Perito Moreno.
Terminadas las tareas
preliminares de reconocimiento, el Comisionado británico regresó a Londres para
elevar su informe al Tribunal Superior. Moreno, que no quiso perder
pisada a estos trabajos, le acompaña en este viaje.
El 20 de noviembre de 1902, el rey
Eduardo VII firmó el laudo arbitral, y poco después los miembros de la Comisión
británica, acompañados por Moreno y su secretario, Clemente Onelli, se
embarcaron con destino a Buenos Aires, donde llegan el 27 de diciembre.
Poco después de este arribo, que
dio lugar a una recepción apoteósica según los comentarios periodísticos, se
organizaron las comisiones –cinco en total- que en enero de 1903 comenzaron las
actividades en la alta cordillera. Los distintos grupos contaron con el
apoyo del incansable Moreno.
Con estos últimos trabajos se
confeccionó el documento decisivo, que significó para la Argentina la
incorporación de 42.000 km2 de tierras que el perito chileno había atribuido a
su país. Entre ellas se encontraban importantes zonas, tales como, la cuenca
del lago Lácar y la Colonia 16 de Octubre.
Concluida la colocación de los
hitos, Moreno regresó a Buenos Aires donde siguió recibiendo el agradecimiento
de todo el país. Volvió al Museo de La Plata, pero dejó de vivir allí, y
se trasladó a la Quinta Moreno, en Parque de los Patricios, junto a sus tres
hijos. Sigue cumpliendo con sus funciones como Director del Museo hasta
1906, año en que renuncia cuando esta institución pasa a formar parte de la
flamante Universidad Nacional de La Plata.
A fines de 1905 nace la primera
Escuela Patria, así bautizada por Moreno, inspirada y dirigida por él, donde,
además de impartir las primeras enseñanzas, se da de comer a niños
indigentes. Posteriormente, sobre la base de la fundada por Moreno se
crean las Escuelas Patrias del Patronato de la Infancia.
En los primeros días de 1904
Moreno recibe una nota firmada por el Presidente y el Secretario de la segunda
circunscripción electoral de la Capital Federal, parroquia de San
Cristóbal. En la misma se expresa que los vecinos de la localidad han
resuelto sostener, el los próximos comicios, su candidatura para el cargo de
Diputado, pues consideran que su incorporación al Cuerpo Legislativo será
beneficiosa para los intereses generales nacionales y, en particular, para los
de esta sección electoral. Casi de inmediato, el 15 de febrero, Moreno
envía su respuesta por carta donde agradece la confianza dispensada por sus
vecinos y acepta la candidatura ofrecida.
Cuando Moreno recibe esta
propuesta era Director del Museo de La Plata, cargo al que renunció en marzo de
1906.
Se incorpora a la Cámara de
Diputados de la Nación en 1910, ocupando su banca desde el 5 de mayo de ese año
hasta el 14 de marzo de 1913, durante el período presidencial de Roque Sáenz
Peña, y presenta su renuncia en marzo de 1914, al ser propuesto para ocupar el
cargo de Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación. Consideró
entonces que éticamente no podía desempeñar ambas funciones simultáneamente, y
opta por la del Consejo Nacional de Educación.
Como Diputado, no obstante su
corta actuación, dejó el sello inconfundible de su personalidad: la de un
hombre de acción vigorosa, animado por un idealismo puro que sustentó desde su
juventud.
El 3 de julio de 1903 se sancionó
la Ley Nº 4192, cuyo artículo 1º establece: “Acordar al señor Francisco P.
Moreno (…) como recompensa extraordinaria por sus servicios y en mérito a que
durante veintidós años ellos han sido de carácter gratuito, la propiedad de
veinticinco leguas de campos fiscales, en el territorio del Neuquén…”.
En noviembre del mismo año,
Moreno hace una donación al Gobierno de la Nación, de tres leguas cuadradas
ubicadas al oeste del lago Nahuel Huapi, con el fin de que sean conservadas
como parque natural.
Por decreto del Presidente de la
República del 1º de febrero de 1904, se aceptó el ofrecimiento, “reservándose
la zona determinada como Parque Nacional, (…) sin que en ella pueda hacerse
concesión alguna a particulares”.
Esta donación fue el origen del
primer parque nacional de la Argentina, constituyéndose nuestro país, después
de los Estados Unidos de América y de Canadá, en el tercero del mundo que
adoptó similar decisión en defensa de sus reservas naturales.
Otro acontecimiento
extraordinario, de repercusión mundial, en el cual Moreno tuvo una decisiva
participación, fue el salvamento realizado en 1903 por un buque argentino a los
tripulantes de dos expediciones, una sueca y otra noruega, que quedaron
aprisionadas en los hielos de la Antártida.
Moreno fue también un entusiasta
partidario de que la Argentina se hiciera presente en la Antártida, y en ese
aspecto le correspondió una participación activa en la instalación de la
primera estafeta postal y oficina meteorológica, en enero de 1904, en las Islas
Orcadas del Sur.
Fue integrante de la Comisión
Nacional del Centenario, que en 1906 resolvió abrir un concurso para la
ejecución de un monumento en homenaje a la Revolución de Mayo, que nunca llegó
a concretarse. Años más tarde, en 1912, Moreno fue designado por el
Gobernador de Mendoza miembro de una Comisión encargada de proponer el lugar
más apropiado para levantar un monumento a San Martín. En principio se
pensó en un lugar céntrico, pero él no estuvo de acuerdo y sostuvo que lo más
adecuado era erigirlo en un sitio menos accesible donde, quienes lo visitaran,
llevaran como única finalidad la de contemplarlo. Y sugiere que su
emplazamiento se efectúe en el llamado Cerro de Pilar, nombre que propone sea
cambiado por el de Cerro de la Gloria. Sus propuestas, aceptadas por la
Comisión, fueron elevadas a las autoridades superiores.
En una reunión que tiene lugar en
su casa de la calle Caseros 2841 que se realiza el 4 de julio de 1912, se
resuelve la fundación de la Asociación de Boys Scouts Argentinos, designándose
como Presidente al Dr. Francisco Pascasio Moreno. Continuó presidiendo el
Comité Ejecutivo hasta 1916. En 1917 el presidente de la República, Dr.
Hipólito Yrigoyen consideró a esta institución como un Bien Nacional.
En 1913, cuando Moreno era
Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación, nuestro país recibió la
visita del ex presidente de los Estados Unidos de América, Teodoro
Roosevelt. Este, a su llegada expresó el deseo de encontrarse con
Moreno. Nuestro gobierno decidió, con el acuerdo del Perito, designarlo
acompañante oficial.
El encuentro tuvo lugar en el
paso Pérez Rosales, uno de los lugares más bellos de la zona andina de los
lagos. En esta región, al encontrarse Moreno con viejos amigos,
manifiesta a éstos el deseo de que los indios vecinos acudieran en masa a
orillas del lago Nahuel Huapi para saludar al ilustre visitante norteamericano.
Habían transcurrido ya más de
treinta años desde que llegó por primera vez al lago Nahuel Huapi, por lo que
pocos debían ser los indios que quedaban de aquella época. Sin embargo,
su nombre continuaba siendo familiar en las tribus, ya que durante su función
como Perito Argentino en más de una ocasión recorrió estas regiones.
Los indios finalmente
concurrieron en masa a la cita; sus voces –al grito de “¡Tapago!”, nombre con
el que se lo apodaba a Moreno- resonaron en el ámbito del lago. Cuentan
las crónicas de la época que Teodoro Roosevelt quedó atónito ante tan insólita
manifestación y, contagiado por el entusiasmo sumó su vos al coro de los
indios.
En el transcurso de su
existencia, sus recursos propios fueron disminuyendo sistemáticamente.
Tanto sus viajes de exploración, como la formación y desarrollo del Museo de La
Plata, contaron, cuando se presentaban situaciones económicas difíciles de
superar, con su desinteresado –y anónimo- apoyo.
El último de ellos terminó con la
liquidación total de sus bienes. Tuvo lugar cuando, para proseguir su
obra de asistencia a niños pobres de barrios vecinos, resuelve levantar en su
quinta una construcción destinada a brindar comida e instrucción primaria a más
de doscientos niños por día.
No vacila en financiar tan
ambicioso proyecto con la venta de las diecisiete leguas cuadradas que le
restaban de las que le fueron donadas por el Gobierno de la Nación, y de las
cuales ya había cedido una parte para el parque nacional.
A mediados de 1912, como
consecuencia de la tramitación de la sucesión de su padre, comenzó la
subdivisión de la quinta de Parque de los Patricios. Así se produce la
pérdida de su casa solariega. Imperioso era trasladarse, y las mudanzas
se fueron repitiendo una tras otra. La primera, en Caseros 2841; más
tarde, en 1914, en la casa de su hija, Juana María Moreno de Gowland, y la
última, en una vivienda por demás modesta, ubicada en Charcas al 3400.
También temporariamente, en búsqueda de aires más sanos, estuvo en un campo de
San Luis, donde vivía uno de sus hijos.
A fines de 1914 su salud
experimentó una recaída. Pero no obstante sus padecimientos, sigue con
atención los acontecimientos de la época.
El 20 de noviembre de 1919 en la
escuela de Barracas, que dirige la señora Sara Abraham, se celebra el fin del
año lectivo. Desde luego, Moreno, protector de la escuela, figura entre
los invitados. En las fotografías tomadas en esa ocasión puede advertirse
cansancio y tristeza en su mirada. La señora Abraham conversa
animadamente con Moreno, invitándolo a participar, el domingo, de una excursión
con alumnos de la escuela por el Delta, que se realizará en su conocido vapor
“Vigilante”, el mismo que en 1879 le fuera asignado por el Gobierno para una
exploración por los territorios del Sur. Moreno, complacido, acepta su
invitación: “el domingo –dice-, aquí estaré presente”. Pero no pudo
cumplir, la muerte lo sorprendió un día antes, el 22 de noviembre de 1919.
El deceso fue provocado por una angina de pecho.
La noticia de su fallecimiento se
expandió rápidamente en la ciudad, y numerosos amigos, entre ellos muchos
científicos, acudieron a la casa mortuoria para rendirle postrer homenaje de
respeto y admiración a tan ilustre ciudadano, aunque por parte de las
autoridades oficiales hubo un vacío inconcebible. El Poder Ejecutivo no
dictó decreto alguno con motivo del fallecimiento, ni hubo honores de carácter
oficial.
El día del sepelio en el
cementerio de la Recoleta, una numerosa concurrencia de público aguardaba la
llegada del cortejo fúnebre. Entre la misma había representantes de
entidades científicas, amigos y colegas del Museo de La Plata, destacándose la
gran cantidad de niños y damas de los círculos dependientes de los Consejos
Escolares, de los cuales había sido principal animador y benefactor de su obra.
El 22 de agosto de 1934, el
presidente de la Nación, general Agustín P. Justo envía a la Cámara de
Diputados un proyecto de ley para erigir un mausoleo a la memoria de Francisco
P. Moreno en el Parque Nacional Nahuel Huapi. El proyecto fue aprobado
por unanimidad, pero permaneció olvidado por muchos años. Finalmente la
obra fue concluida en diciembre de 1943 y el 14 de enero de 1944 se decreta el
traslado de los restos desde el cementerio de la Recoleta hasta San Carlos de
Bariloche, donde serán alojados en el mausoleo de la isla Centinela,
inaugurándose en tal oportunidad la estatua erigida a su memoria.
En Bariloche sus restos son
trasladados en una cureña hasta la Municipalidad, donde estaba instalada la
capilla ardiente. A su paso, tropas del ejército le rinden honores.
El 22 de enero soldados llevan el ataúd, cubierto con la bandera argentina y
los ponchos de Shaihueque, Pincén y Catriel, hasta el barco Modesta Victoria,
que lo transporta al el mausoleo de la isla Centinela.
Referencias
(1) Actual escuela “José Manuel
Estrada”, Reconquista 461, Buenos Aires
(2) La quinta estaba delimitada
por las actuales calles Brasil-Catamarca-Caseros-y Deán Funes. El frente
del edificio destinado al museo, de clásico estilo helénico, era similar al que
fuera adoptado por Moreno para el Museo de La Plata. Constaba de un salón
de 10 m por 15m, destinado a las colecciones, y una habitación de 5 m por 10 m
para la instalación de un laboratorio y la biblioteca. Moreno siguió
viviendo en la quinta hasta 1912, año en que la propiedad se subdivide por la
sucesión de su padre. Hoy en la manzana de la quinta familiar se levanta
el edificio del Instituto Félix Fernando Bernasconi.
(3) Riccardi, A. C. – Las ideas y
la obra de Francisco P. Moreno – La Plata (1989).
Fuente
Fasano, Héctor L. – Perito
Francisco Pascasio Moreno, Un Héroe Civil – La Plata (2003)
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